Sandra Mercado se llamaba Joan cuando nació hace 37 años en un pueblo de Barcelona. Cuenta que siempre supo que era homosexual, pero durante una etapa importante de su vida también pensó que, en realidad, lo que le pasaba es que era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Por eso, tras años de hormonación, en 2016 se realizó una vaginoplastia en el Hospital Clínic de Barcelona. En ese momento pensó que se acababan todos sus problemas, pero no había hecho más que comenzar un proceso que, asegura, le ha destrozado física y anímicamente: "He tenido ataques de pánico, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas. La identidad que había contenido se derrumbó cuando vi la realidad".
Según relata, sufrió mucha discriminación desde bien pequeño. La razón es que era un niño "muy sensible y afeminado", alejado de los estereotipos tradicionales de los hombres y al que le atraía la feminidad, desde la ropa de mujer hasta los tacones, el maquillaje o las muñecas. Todo ello provocó que fuera maltratado por su padre, que insistía en que jugara al fútbol y no llevara el pelo largo, entre otras cosas. En el instituto sufrió bullying de compañeros y profesores, y fue incluso objetivo de las cacerías que los neonazis hacían por su pueblo. Sandra sentía que ser gay era un "delito" y él mismo se veía como un "monstruo": "Fue un auténtico infierno. Todo lo que sufrí me hizo generar disforia de género. Rechazaba mi cuerpo, odiaba mi sexo biológico y cuando me miraba al espejo no me reconocía".
Para poder realizarse la operación tuvo que pasar por una serie de tests psicológicos que califica como "sexistas", donde asegura que se limitaron a preguntarle cosas como si le gustaba el rosa o el azul. Según explica, el problema está en las "leyes trans dictatoriales" actuales, que no les dejan hacer a los psicólogos una "terapia explorativa" . Así que se limitan a hacer "terapias afirmativas", que simplemente corroboran que, efectivamente, la persona que están analizando es transexual. Durante todo ese tiempo de hormonación, mientras iba viendo cambios en su cuerpo, Sandra también iba sintiendo cada vez más felicidad, que se convirtió en auténtica euforia después de la operación. Pero sus "problemas de base" no solo no se solucionaron, sino que empeoraron.
"Te sientes como un conejillo de indias"
"La hormonación afecta mucho a nivel psicológico. Pero vas luchando hasta hacerte la vaginoplastia y la disforia te lleva a culminar el proceso entero. Los cirujanos te dicen que tendrás la misma vulva que una mujer biológica y tú les crees, porque si no crees en los médicos ¿en quién vas a creer? Firmé un consentimiento a ciegas, porque nadie te explica las partes negativas. A los dos años de operarme empecé a tener problemas de uretra, caída de cabello y vello donde antes no tenía. Cosas que no cuadraban en algo que supuestamente está demostrado y comprobado científicamente. Ahí fue cuando me planteé qué es sentirse o ser mujer. Fue una catarsis mental muy dura, porque te das cuenta de que no puedes cambiar de sexo. Aunque cambies la carcasa de fuera no has transicionado, y hagas lo que hagas morirás siendo un hombre, porque es biología pura. Es un choque de realidad, y lo pasas muy mal".
A partir de entonces Sandra explica que se puso a investigar para ver qué había detrás de todo esto. No tardó en hallar su respuesta: "un negocio brutal", porque la dependencia de las hormonas te hacer ser un "enfermo de por vida": "Las secuelas que tengo después de 20 años son un callejón sin salida. Me han destrozado los nervios del suelo pélvico, y me cambiaron la uretra de sitio sin decirme nada. Hicieron lo que quisieron. Te sientes como un conejillo de indias. Ahí fue cuando dije ‘Voy a hablar, y voy a sacar esto a la luz’, porque los menores y adolescentes están cayendo. Nos hacen creer a los homosexuales que somos mujeres heterosexuales. Es un atentado y una terapia de conversión. Antiguamente se hacían lobotomías. Hoy en día lo hacen de manera más sutil".
Para él la clave de todo esto está en explicarle a la gente que se esté planteando un cambio de sexo los riesgos que conlleva. En definitiva, darles la oportunidad que él considera que nunca tuvo. Por eso ha escrito un libro, La estafa del transgenerismo: Memorias de una destransición, que asegura que muchas librerías trataron de censurar pero ha funcionado muy bien. Y por eso también trata de ayudar ahora a familias que están pasando con sus hijos por una situación parecida. "Ahora hay millones de géneros y cada vez inventan más. En los colegios se están dando casos de profesores que llaman por teléfono a los padres y les dicen ‘Tú hija ahora se llama Pedro, y tienes que aceptarlo’. Pero vamos a ver, ¿cómo es esto y quién es usted? Pero es que si dices lo contrario te pueden incluso quitar la custodia. Es de un fascismo dictatorial. No se puede cuestionar nada y hay un silencio atroz", afirma.
Ley trans
"Hay un lobby trans y farmacéutico detrás de todo esto. Los políticos que mandan, como Irene Montero, nos dan a entender que esto va de derechos humanos. Pero esos ya están recogidos en la Constitución. Quieren experimentar con niños, y mueven muchísimo dinero. Y han hecho un borrado biológico. Es homófobo y misógino", explica Sandra. Y añade: "No se decirte quién está detrás con nombres, pero hay muchas organizaciones. E Irene Montero pertenece a todo esto. Si no, ¿por qué ha sacado una ley que perjudica a las personas que sufren disforia de género?. Esas personas necesitan asesoramiento psicológico. Van de diversos y modernes, pero es un retroceso total".
La ley a la que hace referencia es la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, conocida simplemente como la 'ley trans', que ha sido elaborada por el Ministerio de Igualdad y hace apenas unos días fue aprobada en el Congreso. Una norma que ha dividido al feminismo y al propio Gobierno y cuenta con el rechazo de la oposición, y cuyo aspecto más polémico es la llamada autodeterminación de género, que implica que a partir de ahora los menores pueden cambiar su nombre y sexo en el Registro Civil. A partir de los 16 años los adolescentes podrán realizar ese cambio libremente, entre los 14 y los 16 años necesitarán el consentimiento de sus padres y entre los 12 y los 14 años, un aval judicial. Algo que Sandra califica directamente de "anticonstitucional" y de "retroceso total".
"No tiene ni pies ni cabeza. Es un borrado total de las orientaciones sexuales y del sexo biológico. Muchos violadores se aprovechan de leyes así. Hablan de autodeterminación de género pero las personas que tienen disforia lo que necesitan es un acompañamiento psicológico que la ley nos niega. Tiene que ir de la mano con respaldo médico y psicológico. Es aberrante. Irene Montero no se ha sentado con nosotros ni ha querido escucharnos. Y va a pasar lo que ya ha pasado en otros países, como Suecia, Finlandia y Reino Unido, que la cagaron y tuvieron que rectificar. Ya ha salido una chica que va a poner una demanda contra la Sanidad Pública por este tema, y seguro que salen más casos de arrepentidos", concluye Sandra.
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