Era pequeño, reservado sólo para algunos privilegiados. Funcionarios reales, soldados al servicio de la Monarquía y personajes ilustres de la época. El cementerio de ‘La Patriarcal’, en el Madrid que un día les acogió, aplaudió y encumbró, fue su primer lugar de sepultura. Ambos compartieron camposanto durante seis años. Después, lo hicieron tres lustros en el de La Almudena. Pero el desenlace final de su ‘descanso eterno’ en la tierra sería radicalmente distinto para uno y para otro. Hilarión y Joaquín habían nacido con 15 años de diferencia a apenas 100 kilómetros de distancia, en la entonces lejana Navarra. Hilarión Eslava en Burlada, Joaquín Gaztambide en Tudela. Ambos alcanzaron la gloria artística en Madrid. El primero triunfó como compositor de ópera, el segundo como compositor y referente de la Zarzuela. Su vuelta a casa, la de sus restos mortales, marcaría el último episodio de sus trayectorias paralelas.
Aquel camposanto, inaugurado en 1848, en el que habían sido enterrados con todos los honores, había comenzado a deteriorarse hasta que fue declarado en ruinas y clausurado en 1884. El paso de las décadas lo habían convertido en un lugar semiabandonado en el que las tumbas agrietadas no parecían impedimento para que los niños jugaran en su entorno, según relataron las crónicas del momento. Gaztambide fue sepultado en 1870, el cuerpo de Eslava ocho años más tarde. En aquella situación, los restos de los dos artistas y compositores navarros debían ser trasladados. Primero fueron llevados a ‘La Almudena’ y después a Navarra. Es ahí donde su ‘descanso eterno’ en la tierra se altera, donde su final se trastoca para siempre.
El féretro de Hilarión fue el primero en abandonar Madrid. Un grupo de alumnos suyos se movilizó para dignificar su sepultura y concederle un descanso en su tierra natal, primero en Pamplona y años más tarde en Burlada. En 1899 organizaron el traslado de sus restos a la localidad navarra, donde hoy descansan sin duda alguna de que quien está dentro de la tumba es Eslava.
1955, Gaztambide y los zapatos rojos
Tudela quiso construir una suerte de 'mausoleo' dedicado a músicos navarros ilustres. En 1955 exhumó el féretro, momento que se ve en la imagen, que se creía de Joaquín Gaztambide. Es ahí cuando surge la sorpresa, en su interior había un cuerpo de mujer con unos zapatos rojos.
La historia de Gaztambide no tiene un final tan feliz. Los que se creían que eran sus restos continuaron aún unos años más en Madrid, en La Almudena. En 1921 en Tudela se organizó su traslado con gran boato. Inicialmente fue enterrado en la capilla de la familia de su madre, Pilar Garbayo, situado en un lugar destacado del cementerio tudelano. El panteón de los Garbayo acogió aquel féretro hasta 1941. Las necesidades de nuevas inhumaciones de la familia obligaron a buscarle otra ubicación en un nicho cercano del cementerio.
Zapatos rojos y una mujer
Años más tarde, en 1955, en Tudela pensaron que sería buena idea honrar su memoria con una suerte de ‘mausoleo’ dedicado a los músicos navarros de renombre y en el que Gaztambide tendría un lugar destacado. El primer paso fue verificar que aquellos restos eran los suyos. El músico tudelano, Fernando Remacha, y su hermano, médico de profesión, decidieron abrir el ataúd y llegó la sorpresa: aquel cuerpo con unos zapatos de tacón rojo era de una mujer. Entonces, ¿dónde estaba Gaztambide? ¿Se habían confundido de restos cuando lo trasladaron de ‘La Patriarcal’ a La Almudena? ¿O fue un error en el momento del trasladarlo a Navarra?
El nicho misterioso
El traslado del féretro a Tudela obligó a buscarle acomodo en el panteón de la familia de su madre, la familia Garbayo. Años después, en 1941, el féretro fue trasladado a un nicho cercano que hoy permanece sin indicación alguna.
Han pasado 68 años y esta semana se ha vuelto a exhumar el cuerpo. Los zapatos rojos seguían ahí. En realidad, existía la casi certeza de que esos restos no eran los de Gaztambide pero había que verificarlo con técnicas científicas modernas para despejar cualquier duda. El antropólogo Paco Etxebarria ultima ya su informe. El nicho volvió a ser cerrado en presencia del biznieto del músico, Joaquín Gaztambide, trasladado a Tudela para la ocasión, y con la duda de quién fue esa mujer que durante décadas se identificó como Gaztambide.
El misterio del caso abre ahora varías vías de investigación. Una de ellas vuelve a llevar la pista hasta Madrid, al origen del entuerto funerario. Allí, en el columbario de ‘La Almudena’, descansan desde 1924 los restos de Susana Aguader, la mujer del compositor, y junto a ella, según consta en el registro del cementerio, otros restos con un idéntico al del ‘maestro’ tudelano: Joaquín Gaztambide. Existe constancia de que uno de sus cinco hijos murió en los años 20. Hasta ahora se creía que eran los restos de uno de ellos, -también figuran los de otro hijo, Enrique-: “Hasta ahora todos hemos pensado que eran la madre y el hijo, pero quizá resulta que los restos son los de Gaztambide”, asegura Beatriz Pérez, archivera del Archivo de Tudela e impulsora de la investigación iniciada por el Ayuntamiento de la localidad.
Será una de las vías que ahora se impulsen para intentar esclarecer qué ocurrió. “Antes de abrir nada en el columbario de ‘La Almudena’ es evidente que tendremos que documentar bien el proceso, analizar los libros del cementerio, estudiar cómo se hicieron los traslados, etc. para despejar todas las dudas”, señala. Por tanto, ¿de quién es el cuerpo que está enterrado en un nicho de Tudela con unos zapatos rojos?: “No se sabe, pero no está descartada la hipótesis que puedan ser los de su mujer, pero no se sabe”.
Pérez justifica la nueva apertura del féretro llevada a cabo el pasado martes en la necesidad de verificarlo de modo “fehaciente” y no en base a informaciones periodísticas de la época. Recuerda que era posible que Gaztambide hubiera sido sepultado con zapatos rojos, “en el siglo XIX no era algo extraño en el mundo de la farándula y el teatro en el que él se movía”.
Un columbario en 'La Almudena'
Otra vía de investigación continuará en Tudela para indagar la posibilidad de que los restos del compositor hubieran sido enterrados en otro nicho distinto al que se creía: “Se lo debemos. Esta es una deuda que tenemos en Tudela. Imagine que sí están aquí sus restos sin ni siquiera un rótulo con su nombre… sería una vergüenza”.
La exhumación se hizo en presencia del biznieto de Gaztambide. Es la cuarta generación que lleva el nombre de su bisabuelo. El biznieto comparte identidad con su padre, su abuelo y su bisabuelo, “el maestro”, como se refiere a él. El Joaquín Gaztambide del siglo XXI ya no vive en Tudela, la mayor parte de la familia nació y creció en Madrid. Joaquín tiene hoy 78 años. No conoció a su abuelo, -hijo del compositor-. Sí recuerda que los relatos de la historia de su bisabuelo sobrevolaron su casa en su infancia. Desde hacía un tiempo, el misterio sobre el lugar donde se encontraban los restos reales de su bisabuelo había caído en un cierto letargo. En 2021 el Ayuntamiento de Tudela lo reactivó con el afán de honrar a su ilustre convecino.
“Lo que se ha hecho ahora era lo primero que había que hacer. Han pasado 150 años con muchos traslados y cambios de por medio y había que tener esa certeza. Ahora toca seguir investigando y estamos muy implicados en continuar”, señala. La línea de indagaciones vuelve a llevar el caso al cementerio de ‘La Almudena’. Allí, en el columbario, como ha comprobado El Independiente, el registro del camposanto tiene identificados los restos de la mujer de Gaztambide, Susana Aguader, y los que se creen que son dos de sus hijos: “Allí hay varios Gaztambides, creo que tiene que estar mi abuelo, pero hay otro más enterrado con la que fue la mujer del ‘maestro’. Hay que abrir ese nicho y ver lo que hay ahí”, asegura el ‘cuarto’ Joaquín Gaztambide de la saga. Cree que es “factible” que pudiera ser incluso el compositor, “pero ya veremos”.
Tudela, tierra natal
En la localidad navarra el Teatro municipal lleva el nombre de Gaztambide, además de una de sus calles principales y el reconocimiento en lugares señalados como la Plaza de los Fueros.
En Tudela apenas queda familia. El origen de los Gaztambide se sitúa a unos kilómetros al norte, casi en la frontera con Francia, en el Valle del Baztán. José, aunque en los documentos figura como Josef, acepción francesa, y Pilar Garbayo, padres de Joaquín, regentaban un hospedaje. Se trasladaron a Tudela, donde nació el compositor el 7 de febrero de 1822. Con apenas 15 años se trasladó a Pamplona para iniciar su formación musical y años después a Madrid, donde estudio en el Real Conservatorio de Madrid “y en muy poco tiempo ya estaba estrenado obras”.
"Ahora hay que desenterrar su obra"
Su biznieto recuerda cómo siendo un niño le llevaron al cementerio de Tudela a visitar el panteón de los Garbayo, donde aún estaban enterrados aquellos restos que se creía que pertenecían a su bisabuelo: “Recuerdo verlo en aquel panteón, quizá aún siguen ahí sus restos”.
Oscar Salvoch es un músico navarro que conoce bien a Gaztambide. Probablemente es uno de los mayores expertos en su trayectoria y la del resto de músicos navarros de la época que destacaron y que en algunos casos la historia y la cultura popular ha arrinconado: “En aquellos años estaban vivos al mismo tiempo autores como Gaztambide, Gayarre, Sarasate o Eslava, pero a muchos casi ni se les conoce”. Salvoch lamenta que con este episodio para esclarecer el destino de los restos de Gaztambide no se aproveche para “desenterrar también su obra”: “Es uno de los músicos más importantes en la historia de España, precursor de la Zarzuela, compositor, constructor del teatro de la Zarzuela de Madrid, el único dedicado a un género”.
“Se lo debemos. Esta es una deuda que tenemos en Tudela. Imagine que sí están aquí sus restos, sin ni siquiera un rótulo con su nombre… sería una vergüenza”
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Defiende que ahora puede ser una oportunidad para saldar la deuda con Gaztambide y sacarlo del desconocimiento sobre su legado: “Es sangrente que ni en Tudela ni en Navarra apenas se estudie su obra. Si preguntas en el conservatorio, los alumnos te dirán que no conocen ninguna de sus obras. El olvido al que se ha relegado su figura y su obra es muy injusto”, lamenta.
Salvoch tiene dudas sobre si realmente era necesario volver a exhumar unos restos que hace 70 años ya se certificó que eran de una mujer, “no sé si esperaban que con el tiempo se convirtieran en los de Gaztambide”, ironiza. Da por buena la medida si permite cerrar la duda de modo científico, pero insta a las instituciones a orientar ahora la inversión en la promoción de su legado: “El olvido en el que cayó quizá se debió al cambio de las modas en la época. La zarzuela de Gaztambide no es la zarzuela del género chico, de La Revoltosa, la zarzuela castiza madrileña. La suya es una obra más seria y elaborada musicalmente. Cambió la moda y quedó más relegada”.
Por ahora, 153 años después de su muerte, el misterio de Gaztambide continúa. En Tudela lo recuerdan más por nombre que por obra. El teatro municipal que lleva su nombre hace mucho que no programa sus obras. En el quiosco de la Plaza de Los Fueros del municipio figura junto a otros ilustres como Eslava y Gayarre y a escasos metros la calle más comercial también lleva el nombre de Gaztambide. Mientras, las incógnitas de un misterioso viaje de regreso a Navarra seguirán sin respuesta. Hasta que se resuelvan, en Burlada los restos de Hilarión Eslava continuarán esperando el regreso de un compatriota con el que compartió el amor por la música, el reconocimiento en vida y, quizá, en el futuro, el descanso eterno en tierra navarra.
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