El mapa que arroje el 28-M pasará, forzosamente, por la Comunitat Valenciana y por su capital. El PSOE es consciente de que perder el Gobierno autonómico, que ganó en 2015, sería fatal, una señal irremediable de cambio de ciclo. Y el PP ambiciona reconquistar una plaza que era históricamente su joya de la corona, en la que encadenaba victorias indiscutibles y que perdió, en buena medida, por la mancha pegajosa de la corrupción y del despilfarro. Es la autonomía más poblada en manos de los socialistas, lideradas por el barón de mayor peso interno, Ximo Puig, en la que Ferraz y Pedro Sánchez no se pueden permitir una derrota.
Puig, aseguran en su entorno más próximo, está convencido de que podrá aguantar el timón del Consell, de que podrá seguir al frente de su Ejecutivo, de que podrá firmar un Pacte del Botànic III, con Compromís y Podemos. Y eso que el "ruido" que llega desde Madrid, el eco de la política nacional, es intenso y adverso, admiten.
En el PSPV no perciben por ahora "pulsión de cambio": el 'president' no genera "rechazo" y tiene un perfil "transversal" capaz de atraer a votantes de Cs, alegan
Valencia vive estos días sus primeras Fallas de completa normalidad, las primeras tras la pandemia. Las calles de la capital se llenan regadas por el sol y las altísimas temperaturas. En Palau se despliegan en los actos institucionales y afirman que no perciben "pulsión de cambio". Que el ambiente político es muy diferente al de 2015, cuando el PP de Alberto Fabra, muy castigado ya por los escándalos de corrupción, acusaba el desgaste de los 20 años en el poder. Se multiplicaban las manifestaciones contra el Consell, recuerdan, y el poder económico olfateó el cambio y se reposicionó a favor de Puig. Y el PP perdió. Ahora, subrayan, el president es recibido con simpatía por los ciudadanos y no genera "rechazo", y la Comunitat Valenciana ha mejorado en todas las estadísticas, incluso en el de percepción de la corrupción.
El cálculo en el equipo del president, aquilatado por las últimas encuestas internas que manejan, es que el 28-M el PSPV-PSOE subirá, como también crecerá un PP que prácticamente ha fagocitado a Ciudadanos. Los socialistas estiman que de sus 27 escaños actuales podrían llegar al entorno de los 33 asientos en Les Corts, y repetir alianza con Compromís (17 diputados en 2019), que aguantaría el tipo, y Unides Podem (ocho hace cuatro años), que bajaría pero que superaría, aunque probablemente por los pelos, la barrera electoral autonómica, situada en el 5%, siempre que sus actuales componentes, Podemos y Esquerra Unida —la marca valenciana de Izquierda Unida— reediten su pacto. Algo que en Palau dan por hecho que ocurrirá.
Sede de la convención municipal
En el núcleo duro de Puig creen, por tanto, que las izquierdas conseguirán sumar de nuevo, y de manera "algo más holgada" que en los últimos comicios, cuando llegaron a los 52 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta. La competición, añaden, será no obstante apretada y nada es seguro. Esa incertidumbre y la importancia estratégica y simbólica de la Comunitat explican que Ferraz haya elegido Valencia como sede la convención municipal del partido, que se celebrará entre el 14 y el 16 de abril.
Los socialistas creen que Compromís aguantará y que los morados superarán la barrera del 5%. La suma puede ser incluso algo más "holgada" que la de 2019
El principal activo del PSPV, señalan en la cúpula autonómica, es el propio president, por su gestión en estos ocho años al frente del Gobierno autonómico, y su "transversalidad", por lo que confían en que parte del electorado de Ciudadanos acabe apoyándole, a diferencia de lo que ha ocurrido en otras autonómicas, donde el hundimiento de los naranjas ha sido absorbido íntegramente por el PP. Además, la interlocución con el empresariado valenciano, subrayan, ha sido buena en estos dos mandatos, por su afán por "conciliar intereses" y no tensionar.
Mientras, Compromís resistiría el latigazo de la salida de Mónica Oltra, exvicepresidenta del Consell, que tuvo que dimitir el pasado junio, empujada por Puig, tras ser imputada por el presunto encubrimiento del caso a una menor tutelada por el que fue condenado su exmarido. Los socialistas recuerdan que Compromís tiene una "importante base municipal", aunque a la vez observan que el liderazgo más transversal de Oltra no ha logrado ser suplido por el del nuevo candidato, Joan Baldoví, todavía diputado en el Congreso y exalcalde de Sueca (Valencia). Él procede del Bloc, el hermano mayor y nacionalista de la coalición valencianista, mientras que Oltra era la cabeza de Iniciativa del Poble Valencià, la escisión ecosocialista de Esquerra Unida. La dirección del PSPV estima que Compromís y Unides Podem actúan "como vasos comunicantes", y el retroceso de uno se compensaría con la subida del otro. Incluso si los morados se quedaran fuera de Les Corts, calculan, sería posible retener la Generalitat siempre y cuando Compromís quedara como tercera fuerza.
El PP se aproximaría al resultado de los socialistas, pero no llegaría a sumar con Vox, creen fuentes muy próximas a Puig. En el PSPV recalcan que el nivel de conocimiento del candidato popular, Carlos Mazón, sigue siendo aún bajo, sobre todo en Castellón y Valencia —no en Alicante, ya que es presidente de la Diputación Provincial—, y queda por debajo de las preferencias como president de los valencianos. En concreto, el doble de los ciudadanos, apuntan, más de un 40%, prefiere a Puig al frente de la Generalitat, y el 20%, a Mazón. Y el conocimiento del president es mucho más alto (del 94%) que el de Mazón (40%), según las cifras que esgrimen. El cabeza de cartel de la formación ultraderechista es Carlos Flores, condenado por violencia machista hace 20 años y candidato por Fuerza Nueva en las generales de 1982. En la cúpula del PSPV entienden que una victoria del PP sería "como volver al pasado", cuando todavía hay presuntos casos de corrupción que están siendo juzgados ahora, como las causas que afectan a los expresidentes Francisco Camps y Eduardo Zaplana.
La capital, más fácil para Ribó
¿Y en Valencia capital? Ahí los socialistas no son tan optimistas. Reconocen que el alcalde desde 2015, Joan Ribó, de Compromís, continúa fuerte y no ha sufrido el desgaste de Ada Colau en Barcelona. La candidata del PSPV, la vicealcaldesa de la ciudad, Sandra Gómez, parte con menos opciones, a su juicio. No obstante, esperan que la izquierda pueda retener el cap i casal y que no lo reconquiste el PP, que presenta como candidata a María José Catalá, número dos del partido a nivel regional, exconsellera de Fabra y exalcaldesa de Torrent.
La Generalitat cree que ha logrado dar la vuelta al recorte del trasvase con el recurso contra el Gobierno. Acusa a la vicepresidenta Ribera de "intransigencia"
La dirección autonómica del partido confía en que no lastre sus resultados las polémicas nacionales. El "ruido" constante que llega desde Madrid, desde la ley del sí es sí —por cuya reforma abogó Puig desde el principio—, las tensiones entre socialistas y morados o el apoyo de ERC y Bildu al Gobierno. El daño del caso Mediador sería menor, creen, porque además la política gira tan rápido que las controversias se devoran y consumen semana a semana. Pero en el entorno de Puig sí admiten que el conflicto con el Gobierno por el trasvase del Tajo al Segura sí puede erosionar sus expectativas electorales, sobre todo en Alicante, la provincia más afectada.
En el núcleo duro de la Generalitat, no obstante, consideran que el recurso contra el recorte de la transferencia del agua, ya anunciado, puede haber dado la vuelta a la situación en una comunidad históricamente muy sensible a esta cuestión, que el PP "utiliza". Puig, dicen en su entorno, es consciente de que el trasvase irá a menos porque las lluvias van a menos a consecuencia del cambio climático, pero su exigencia era que en 2025 se evaluara el caudal ecológico del Tajo, y no que se imponga una disminución del volumen de agua trasvasada a la cuenca del Segura. En el equipo del president achacan el choque a la "intransigencia" de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, que se alineó con las tesis defendidas por Castilla-La Mancha, gobernada por el socialista Emiliano García-Page, no por cercanía política con él, sino por sus posiciones más próximas a la de los movimientos ecologistas.
El "ruido" de Madrid pesa pero esperan en las alturas del PSPV que no será determinante, también porque se contrarrestaría con el apoyo ciudadano a las medidas del Gobierno (actualización de las pensiones, subida del salario mínimo, ayudas a los más vulnerables, gestión de la pandemia...). Por eso anticipan en la dirección valenciana que en absoluto se repetirá la debacle que el PSOE tuvo que encajar en 2011, cuando sus barones y alcaldes sufrieron un tsunami por la impopularidad de los recortes del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero.
El cálculo que proyectan desde el círculo de Puig —y que también se oye en las demás federaciones— es que los presidentes y regidores que han estado en primera línea de frente durante la pandemia serán recompensados por sus ciudadanos, igual que ha ocurrido con los barones que se han visto ya revalidados en las urnas (en 2020, Iñigo Urkullu en Euskadi y Alberto Núñez Feijóo, hoy líder nacional del PP, en Galicia; en 2021, Isabel Díaz Ayuso en Madrid, y en 2022, Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León y Juanma Moreno en Andalucía).
Puig pretende desplegar una campaña personalista y centrada en su gestión. El mismo objetivo que se marcan otros presidentes socialistas. Buscan resguardarse del chaparrón de fuera. En el entorno de Puig son conscientes de que el clima no es tan favorable como en 2019, cuando precisamente el president anticipó las autonómicas un mes para hacerlas coincidir con las generales, aprovechando la ola alcista de Sánchez, aunque también perseguía dar un golpe en la mesa y dejar clara su hegemonía en la izquierda frente a Compromís. La atmósfera es más complicada hoy, también las relaciones con Ferraz y con Sánchez son más frías y distantes. Pero en campaña los dos presidentes, obviamente, coincidirán. Puig no reclama la ruptura de la coalición del PSOE con Unidas Podemos, porque sería incongruente, subrayan en su círculo, con el tripartito que opera en la Comunitat. Lo que desearía es un menor ruido. Pero ese escenario, en año electoral, parece poco previsible hoy día.
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