"Nunca vamos a poder decir que lo hemos visto todo en este Congreso". La reflexión la lanzaba, avanzada la tarde, el portavoz del PDeCAT, Ferran Bel, pero a buen seguro podían suscribirla más señorías. Una moción de censura, la segunda de la legislatura y la sexta de la historia de la democracia española, presentada por la ultraderecha de Vox y defendida por un exdirigente del PCE, Ramón Tamames, convertida en un "show", "un teatro", "un delirio", "un numerito", "un esperpento".
Una moción que se convirtió, se supo enseguida, con los primeros compases, en una excelente lanzadera para un Ejecutivo tras muchas semanas en horas bajas. Y por eso Pedro Sánchez sabía que no podía desaprovechar la "oportunidad", lo reconocían en la Moncloa, que Vox le ponía delante. No podía ni quería. Y tampoco podía perder ese tren su pareja de coalición, Yolanda Díaz. Ambos se esforzaron por visualizar en el pleno de este martes que su tándem funciona, que el bipartito resiste y resistirá pese a sus achaques, que tiene larga vida porque lo importante es su obra legislativa y gubernamental compartida. Ambos comparecieron como oferta electoral conjunta y diferenciada, cada uno desde sus plataformas, PSOE y Sumar, pero como garantía de continuidad de la coalición. Igual que los dos se afanaron en pintar el escenario de un hipotético Gabinete de la derecha y la ultraderecha, como se emplearon a fondo en situar a Alberto Núñez Feijóo, ausente del hemiciclo, junto a Santiago Abascal.
Sorprendió en el PSOE un Abascal desordenado y lanzado a su "oferta matrimonial" al PP, y sorprendió también un Tamames que se olvidó de citar su principal propuesta: elecciones generales el 28-M
La moción de censura que este martes acogió la Cámara baja tenía muchas caras a la vez, pero sobre todo era un ensayo de las elecciones generales que están por venir y, a corto, de la contienda electoral del 28-M, ya a la vuelta de la esquina. Pero, para el Ejecutivo, era la ocasión para reivindicarse y galvanizar su unidad interna, aunque esa imagen, apuntalada con la calculada coreografía de los discursos sucesivos de Sánchez y Díaz de respuesta a Tamames, se desconchaba unas horas más tarde con la intervención en tribuna de la diputada de Podemos Lucía Muñoz, dura de nuevo —lo fue muchísimo más en el debate de toma en consideración de la reforma de la ley del sí es sí— con los socialistas. Prueba de que las heridas en el Gobierno no han cicatrizado del todo y prueba asimismo de la pugna de la formación morada con la vicepresidenta segunda por su participación en Sumar, su plataforma para las generales y de la que será candidata a partir del 2 de abril.
Cuando, pasadas las 20 horas, la presidenta del Congreso levantó la sesión, la satisfacción del Gobierno y del Grupo Socialista se olía a kilómetros de distancia. El debate, advertían varios diputados, la dirección del partido y la Moncloa, había fluido "mejor" de lo esperado incluso, y eso que desde el momento de la presentación de la moción de censura era obvio que sería ventajoso para Sánchez. Sorprendió, decían, un Abascal "deslavazado" en su presentación del candidato, y que se precipitó a lanzar su "oferta matrimonial" al PP al plantearle "borrón y cuenta nueva" y votar juntos la moción de censura.
Y sorprendió también en el PSOE y en el equipo del presidente un Tamames que achicó su discurso, que se olvidó de su principal propuesta —elecciones generales el 28 de mayo, coincidiendo con las autonómicas y municipales—, que se quejó de los largos parlamentos de Sánchez y Díaz y que ni siquiera se molestó en contestar a los grupos en la sesión de la tarde. El veterano profesor, visiblemente cansado, parecía por momentos engullido por el hemiciclo, pequeño desde su escaño a la vera de Abascal, que no le acompañó no obstante durante toda la jornada. Por la tarde, iba y venía a su asiento en el salón de plenos.
No hubo "improvisación"
La Moncloa sentía que había "cumplido sus expectativas" durante la moción. Con creces. Incluso había quienes en el Gobierno hablaban de victoria "por goleada", también por "incomparecencia" del candidato. Su estrategia, reivindicaban en el staff presidencial, había funcionado.
Díaz alaba uno a uno a los ministros, los socialistas (significativo el mimo a Calviño) y los morados, y su defensa vehemente de la coalición, espíritu que impregnará Sumar
Nada era fruto de la "improvisación", advertían. El diseño se había decidido hace días, también de la mano de Díaz. Y se llevó a término: el jefe del Ejecutivo respondió primero a Abascal, y después tanto él como la vicepresidenta segunda, de manera sucesiva, dieron la réplica a Tamames, en una "sincronización total" de discursos que perseguía, subrayaban, apuntalar la coalición, reforzar el Gobierno después de semanas y semanas de tensión a cuenta de varios focos de discrepancia, el más grave, la ley del solo sí es sí.
En la contestación al candidato, el líder socialista presumió de nuevo de la gestión de su Ejecutivo y de las medidas adoptadas, reprochó al profesor sus vacíos en muchos temas, le afeó que se dedicara a "blanquear" a Vox, un partido que "no es un partido más": "Quienes impulsan su moción de censura son los sucesores de Blas Piñar". El aspirante se revolvió en su escaño: al jefe de Fuerza Nueva no lo conoce nadie, dijo, y sí a Largo Caballero, uno de los "responsables" de la Guerra Civil. Revisionismo histórico muy del gusto de Vox.
Díaz, mientras, se aplicó en desgranar la obra del Ejecutivo en materia económica, social y laboral, denunció la exclusión de las mujeres en el discurso del aspirante —no era casual su traje pantalón blanco, el color de las sufragistas— y sobre todo elogió la labor del presidente y, uno a uno, de los ministros, deteniéndose tanto en los socialistas —significativa fue su mención cariñosa de Nadia Calviño, con quien ha tenido numerosos choques en esta legislatura—, como en los del ala morada. Ella, por tanto, reivindicaba extensamente una coalición que siempre ha defendido que hay que "cuidar" como herramienta de defensa ante un hipotético Ejecutivo de PP y Vox. El mensaje que buscaba lanzar la Moncloa con la participación de ambos en el debate era transparente: proyectar la imagen de unidad del bipartito, pese a sus, en ocasiones, "posiciones encontradas". "Queda Gobierno de coalición para mucho tiempo", coronó la vicepresidenta.
Pero la Moncloa también se decidió a realzar el papel de Díaz. Le reservó el papel de réplica al candidato, en la primera jornada de debate, al alimón con Sánchez, un rol premium que no tuvo Pablo Iglesias cuando era vicepresidente segundo en octubre de 2020, en la primera moción de censura de Vox. Sánchez necesita a Díaz y la necesita fuerte, y la sesión de este martes servía también como anticipo de la presentación de su candidatura el 2 de abril. Como trampolín definitivo. Como forma de empoderamiento, también, en su difícil negociación con Podemos.
Estrategias divergentes
Es más, su vehemente defensa de la coalición condensaba el espíritu que con seguridad impregnará Sumar: el mejor agente movilizador de la izquierda en campaña, cree Díaz, es la exhibición de la gestión del Ejecutivo en su conjunto. Mientras, Podemos siempre pone el acento en la diferenciación: entiende que la mejor manera de sacar rédito es marcar perfil propio respecto a los socialistas. Por la tarde, cuando el grupo de Unidas Podemos respondió a Tamames, se vieron a la perfección sus estrategias divergentes: Lucía Muñoz, del partido de Ione Belarra, atacó a los socialistas por no haber aprobado aún la ley de vivienda o la de familias, mientras que Aina Vidal, de los comunes, y José Luis Bueno, de IU, centraron sus críticas en Vox. "Reparto de papeles", quitaban hierro desde el entorno de la vicepresidenta. Muñoz, eso sí, fue algo más templada que hace dos semanas, aunque en la cúpula parlamentaria del PSOE tildaron de "impresentables" sus palabras. Ni Belarra ni Irene Montero tomaron la palabra: cumplieron el guion previsto. Ellas y todo el Gobierno arroparon a Sánchez y Díaz en sus alocuciones con aplausos y puestos en pie. El bipartito pudo respirar por un día.
La Moncloa se felicita de haber conseguido "poner en valor" la acción del Ejecutivo frente a la "nada más absoluta" de la derecha y la ultraderecha
Los diputados socialistas aplaudían el "refuerzo" de la titular de Trabajo y el apuntalamiento de la coalición, la proyección de la unidad. En la Moncloa, sin embargo, enmarcaban la participación de Díaz dentro de la normalidad, por la visualización de un Gobierno de coalición, y subrayaban su discurso "perfectamente alineado" con el del presidente.
En el círculo del presidente insistieron en que siempre se planteó la respuesta a la moción de censura con "máximo rigor, respeto y seriedad" y como la "oportunidad" para "poner en valor la acción del Ejecutivo frente a la nada más absoluta" que representan, a su juicio, la derecha y la ultraderecha. Sánchez se explayó largamente en el relato de su acción gubernamental, martilleó una y otra vez con el contraste de modelos. Su gestión frente a las "descalificaciones, chascarrillos, insultos y ninguna propuesta" que se encontró en el otro flanco.
El otro eje de la estrategia de la Moncloa era remarcar la ligazón de PP y Vox. Cómo Feijóo "ata" su futuro al de la ultraderecha, cómo con su "indecente abstención" da alas a Abascal. El líder socialista alertó de las consecuencias de un Ejecutivo de PP y Vox, de una mímesis del acuerdo en Castilla y León "autorizado" por el líder de los conservadores hace un año. De la catarata de "recortes" al Estado del bienestar, de la "vuelta al pasado" que supondría ese pacto. "Los que se abstienen son tan responsables como usted del inmenso daño a la democracia española, señor Abascal", cargó Sánchez, mirando en realidad a Feijóo, que no estaba en el hemiciclo, sino en una reunión en la embajada de Suecia, en un evidente gesto de ignorar el debate en la Cámara baja y hasta de dar la razón al dicho, a eso de hacerse el sueco.
Los que se abstienen son tan responsables como usted del inmenso daño a la democracia española, señor Abascal", señala Sánchez mirando al PP
El mensaje que exprimirá al máximo el presidente de aquí a elecciones es que el PP está, con Feijóo, acercándose paso a paso a Vox, ya que evoluciona del no de Pablo Casado en la anterior moción, la de 2020, a la abstención que se materializa este miércoles en el Congreso. "Lo que va a hacer el PP con esta abstención es un pago en diferido. Un anticipo de caja pasando de un decente no a una indecente abstención. Pero, señorías del PP, tengan cuidado porque este negocio es de los que dejan mancha y más pronto que tarde la ultraderecha vendrá a exigirles un segundo pago en diferido para saldar las deudas", avisó.
Tamames no contesta a los grupos
Sánchez se alargaba y se alargaba en su exposición, tanto que Tamames, que había planteado su discurso más que una "ponencia" universitaria, se encontraba visiblemente incómodo, como si aquel debate tedioso no fuera con él. Llegó a pedir incluso a la jefa de la Cámara, Meritxell Batet, que cambiara el reglamento para hacer que los turnos de palabra sean más limitados. Sus respuestas al presidente y a Díaz, cortísimas, revelaban su desgana a esas alturas del debate. Agotamiento que creció según pasaban las horas, porque por la tarde, cuando le tocó intervenir a los grupos, de menor a mayor peso en escaños, rehusó contestarles. Ni una palabra. Nada. Eso no le ahorró los rapapolvos de los socios de investidura del Ejecutivo. Hizo las delicias de los socialistas Aitor Esteban, portavoz del PNV, que le llamó "veleta", una persona comida por su ego que se cree "vedette" y realmente es "corista de Vox". Está "prostituyendo" el instrumento de la moción de censura, le espetó Ferran Bel (PDeCAT), "es una ridiculez que nos ha hecho perder el tiempo", abundó Íñigo Errejón (Más País).
Nos ha venido de escándalo", valora una diputada; "la imagen de las derechas este martes ha sido lamentable", señalan en Ferraz
En la Moncloa, mientras, defendían que si el líder socialista se alargó fue también por respeto al instrumento constitucional, y porque tanto el Ejecutivo como el candidato tienen tiempo ilimitado, prerrogativa que él podía haber usado, y no quiso. En cualquier caso, añadían, "todos, PP, Vox y el propio Tamames persiguen lo mismo, la destrucción de las políticas progresistas, el no a todo". Sánchez lo dijo una y otra vez: lo "único" que motiva la moción es "interrumpir la acción del Gobierno", "frenar" sus medidas, evitar que España "avance". "Hoy [por este martes] se ha podido ver qué futuro tienen los españoles con un Gobierno progresista, o con otro de derecha y ultraderecha. De hecho, uno de esos proyectos es futuro, el del PSOE y el Gobierno, y el otro, claramente, el pasado", emitían desde la sede federal del partido.
La esperanza de los socialistas es que el cruce parlamentario de esta semana movilice a la izquierda, enchufe a los suyos a la campaña. "Cuando las cosas salen bien, ayuda", creen en la Moncloa. "Nos ha venido de escándalo", terciaba una diputada, porque permite al Gobierno salir del bucle negativo para proyectarse en mejor forma hacia las elecciones. "La imagen de las derechas ha sido lamentable —apostillaban en Ferraz—. No se puede poner el país es manos de unos ultras y un desaparecido [Feijóo]. Punto. Nosotros estamos tranquilos por nuestra vereda, y ahora hay que formar el espacio a nuestra izquierda. Y que eso no lo malogre nadie".
La euforia en la bancada socialista era total. La jornada había ido "mejor" de lo previsto, mucho mejor, advertían. Aunque había quien en el Gabinete pedía no entusiasmarse con los efectos a corto y medio plazo de un debate cuya incidencia real en el electorado puede ser limitada.
"Igual este miércoles Vox remonta", comentaba sarcástico un miembro del núcleo duro de Sánchez. Lo que es cierto es que en la Moncloa animan a la formación de ultraderecha a presentar una tercera moción en septiembre, a las puertas de las generales. "Después de ser candidato [en 2020] y telonero ahora [2023], señor Abascal, podría hacer como Feijóo, ahorrarse aparecer por aquí, visto que su fuerte no es el trabajo. Hasta lo veo tentador para usted. Al paso que va, para la próxima legislatura quizá no le alcance para recoger las firmas necesarias para presentar la moción [35, hoy tiene Vox 52 escaños]", ironizó Sánchez desde la tribuna.
En la cúpula socialista y en la Moncloa creen que el PP no tiene por qué llevarse esta vez el voto útil, porque en España gobierna el PSOE y el partido ahora está más movilizado
El presidente, tras su careo con Abascal y Tamames, y el de Díaz también con el candidato, se marchó del hemiciclo y no asistió a la sesión vespertina. Pero sí retorna al Congreso este miércoles, cuando intervendrán los portavoces de PP y PSOE, Cuca Gamarra y Patxi López, y probablemente él mismo cierre el debate. Después, la votación y la resaca de una doble jornada que confíen en que aseste el golpe de gracia a Vox y dañe al PP. Porque no se creen en el equipo del líder que funcione esta vez el voto útil a favor de los conservadores, como ocurrió con Juanma Moreno en Andalucía el año pasado: ahora quien gobierna es la izquierda y el PSOE está, sostienen en Ferraz, más activo y movilizado. Y esta moción, auguran, puede hacer de revulsivo, de acicate definitivo de campaña.
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