Yolanda Díaz aporta "movilización". Esa es la clave para el PSOE, para la Moncloa. La convicción de que la vicepresidenta segunda del Gobierno, con el lanzamiento de su candidatura a las generales y de su plataforma, Sumar, logrará ayudar a la activación de los votantes de izquierdas. Despertarles. Sacar a muchos de ellos de la abstención. Porque hasta ahora, observan en el equipo de Pedro Sánchez, era la derecha la que estaba "hipermovilizada" y el caladero progresista, más desmotivado, alicaído, y ahora, la confirmación de Díaz como referente electoral a la izquierda del PSOE, puede sacar a votantes "de la abstención", agitar el tablero político, "y eso es lo que preocupa en el PP". "Que haya movimientos en el espacio progresista siempre es bueno", concluyen en el núcleo duro del jefe del Ejecutivo, donde celebran el paso dado por la titular de Trabajo y que haya conseguido concitar en torno a Sumar a más de una docena de partidos de izquierdas, aunque Podemos sigue fuera, sin visos aún de reconstrucción de puentes entre las dos partes.
La tesis de la activación del granero progresista ya se deslizaba con fuerza en los últimos días por boca de la dirigencia socialista. Pero este martes lo afirmó con rotundidad la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, al término de la reunión ordinaria del Consejo de Ministros. Las medidas puestas en marcha por el Gobierno y la irrupción de Sumar, sostuvo, puede generar "una movilización importante de todas las personas progresistas del país" en la doble cita electoral de este año. "La preocupación no está en esta parte [en el Ejecutivo, en el PSOE], sino en la oposición", añadió.
Los socialistas esgrimen que la derecha ya estaba muy activada, por lo que a la izquierda le viene "muy bien" todo lo que contribuya a "moverla"
En la Moncloa insisten en que si algo han demostrado las encuestas de manera consistente es que la derecha hiperventila desde hace meses, que está muy enchufada, por lo que la izquierda tenía margen de activación, así que el acto del domingo en el polideportivo Magariños de Madrid, en el que Díaz se zambulló en la carrera por las generales, rodeada de unos 3.000 simpatizantes, contribuye a reactivar a la izquierda, a ilusionarla. "Y todo lo que sea mover nos viene muy bien", razonan en el equipo del presidente.
Los ejemplos que sustentan esta tesis, para la cúpula socialista, se remontan a siete y ocho años atrás, cuando una fuerte competición en la izquierda, con dos ofertas "atractivas" —en aquel momento Podemos y PSOE—, llevó a los ciudadanos progresistas a las urnas. 11,68 millones de votos atrajeron los socialistas, IU y los morados (y sus confluencias) en diciembre de 2015, en los comicios que despedazaron el bipartidismo, y fueron 10,53 millones apenas seis meses más tarde, en la repetición electoral de 2016.
Ahora, como antes, y salvando todas las diferencias, precisan, también hay dos ofertas "atractivas" en la izquierda. Pero hay dos ligas. Una primera, la que disputan PSOE y PP por la primera plaza, y una segunda, por el bronce, por el que pugnan Sumar (con o sin Podemos) y Vox. Dicho de otro modo: compiten un presidente, Sánchez, que aspira a la reelección y un nuevo espacio a su izquierda que reta a la ultraderecha por el tercer cajón del podio, y eso "puede movilizar a la izquierda".
En la Moncloa y en Ferraz reiteran que no temen que Díaz les haga daño, aunque haya dirigentes en el PSOE que así lo crean. Es más, recalcan, la necesitan para hacer posible que la coalición repita en la próxima legislatura. Los socialistas esperan de la vicepresidenta que "arañe votos de la abstención", de jóvenes que votan por primera vez, de descontentos... Recuerdan, en ese sentido, que el partido, a diferencia del PP, siempre ha tenido un competidor en su misma banda, y sabe que siempre habrá votantes que opten por él —se llame PCE, luego IU, luego Podemos, luego Unidas Podemos o Más País— y no por sus siglas. Y ahora estiman que ocurrirá lo mismo. Se trata, en consecuencia, de que el PSOE y su izquierda construyan una suerte de competición virtuosa. En la Moncloa agregan que es imposible saber ahora mismo si puede haber un flujo de votantes de Sánchez hacia Díaz. En el último barómetro del CIS, de marzo de 2023, los socialistas retenían al 68,1% de sus electores, y solo un 2% avanzaba que podría migrar hacia Unidas Podemos, por un 6,6% que se iría al PP (el trasvase era de un 8,8% el mes anterior).
Pactar no en el último minuto, como en Andalucía
Que haya una tensión creciente entre Díaz y la formación de Ione Belarra no tiene por qué "desmotivar" al electorado, ya que quedan nueve meses para las generales, explican en la Moncloa. Creen que sí sería un riesgo evidente, que pasa además factura, si los dos actores llegan a un acuerdo en el último minuto, como pasó en las autonómicas andaluzas del pasado junio. Pero si la pelea se produce varios meses antes de las urnas, su afectación, aducen, es irrelevante.
La portavoz recalca cómo el Gobierno ha sabido pactar pese a sus diferencias: "Hay que poner en valor que las formaciones distintas del Gobierno somos capaces de acordar y forjar grandes acuerdos"
Los socialistas son conscientes de que un escenario de tres listas de la izquierda —PSOE, Sumar y Podemos— es posible, pero también consideran que hay aún margen de negociación y que nada está dicho del todo. Desde luego, se da por descontado que no habrá acuerdo entre Díaz y Belarra antes de las autonómicas y municipales, pero creen que puede cuajar después, que incluso Podemos puede sentirse impelido si el 28-M sufre un nuevo batacazo. Fuentes del ala socialista del Ejecutivo consultadas por este periódico creen que las dos partes no apurarán los plazos en esta ocasión. Es decir, que disiparán la duda de si van juntos o por separado semanas antes de la contienda en las urnas, porque "todo el mundo necesita tiempo para organizar su estrategia de campaña".
En otro mensaje que buscaba remar a favor de la unidad, la portavoz aludió durante su comparecencia posterior al Consejo de Ministros que los acuerdos alcanzados en el seno de la coalición gubernamental pesan más que las discrepancias que puedan tener Díaz y Podemos. "Hay que poner en valor que las formaciones distintas del Gobierno somos capaces de acordar y forjar grandes acuerdos [...]. Este es un Gobierno capaz de conciliar y acordar en beneficio de la mayoría social", subrayó Rodríguez, muy enfática en su declaración de "respeto" a "todas" las formaciones políticas.
Y es que los socialistas no quieren intervenir públicamente en la guerra entre Sumar y Podemos, por mucho que Sánchez haya respaldado inequívocamente a su vicepresidenta segunda. Son conscientes de que han de guardar la prudencia para preservar la coalición y ayudar a la unidad. Por eso mismo, la portavoz rehusó en todo momento hacer más comentarios sobre Sumar y su pugna con los morados, o comentar el "ambiente" reinante este martes en la reunión del Consejo de Ministros o en el café previo que comparten los miembros del Gabinete. "No nos vamos a meter en sus cosas internas", recuerdan en el corazón del equipo del presidente.
No obstante, en las alturas del partido ya se empieza a deslizar la idea de que si Podemos y Sumar compiten, aunque no sea lo deseable en absoluto, no sería un completo naufragio, ya que la principal fuerza de los morados radica en Madrid, circunscripción que reparte más de 30 diputados —37 en 2019— y que por tanto se comporta de manera estrictamente proporcional, y en distritos muy poblados como Barcelona o Valencia la primacía indudable la tendrán los comunes o Compromís (ambos embarcados en Sumar), igual que Díaz liderará en su tierra, en Galicia, e IU tiene más estructura y raíces en Andalucía —y también está integrada en la plataforma de la vicepresidenta—.
La prueba del 28-M
Es decir, según un primer cálculo de la dirección socialista, el perjuicio de la división a su izquierda no tiene por qué ser letal. En ese sentido, recuerdan qué ocurrió con Más País en 2019: se presentó en 18 provincias y obtuvo escaño solo en dos, en Madrid (dos diputados, Íñigo Errejón e Inés Sabanés, de Equo), y en Valencia (Joan Baldoví, de Compromís). En suma, es obvio que una candidatura unida sacaría "más rendimiento" de los escaños, pero el divorcio tampoco tendría por qué sentenciar las expectativas de la coalición. Y, en cualquier caso, añaden, esa hipótesis está lejos porque de aquí a la decisión final pasarán semanas, meses, y no se resolverá antes del 28-M. Lo sustancial, concluyen, es el revulsivo que por lo pronto puede provocar Sumar. Que "cuando la izquierda ha resultado atractiva, la izquierda ha votado más, así que Yolanda es un agente movilizador".
En la Moncloa apuntan a la "caída en picado" de Feijóo en las encuestas, de 15 puntos en las preferencias como presidente, según GAD3
En la Moncloa contraponen este elemento con el bajón que ven en el PP. En Ferraz llevan días señalando cómo Génova y sus direcciones territoriales, tal y como han publicado diversos medios, han rebajado sus expectativas para el 28-M y asumen que puede no producirse un tsunami a su favor. En el equipo de Sánchez inciden en que Alberto Núñez Feijóo planteó la contienda de mayo como un plebiscito contra el presidente, y ahora en cambio él mismo se encuentra "en caída libre". Apuntan, en esa línea, un dato que creen elocuente de la última encuesta de GAD3 para el diario Abc: el jefe del PP era el preferido como presidente para el 34,3% el verano pasado, y en marzo el porcentaje había bajado hasta el 19,6%, con Sánchez ahora en primera posición. "Casi 15 puntos menos", se relamen en la Moncloa.
El objetivo para los socialistas pasa por que la erosión de Feijóo se agudice —meta a la que contribuyen sus "patinazos"— y Sánchez coja oxígeno, hasta acercarse al 30% (28% tuvo en noviembre de 2019), y el espacio a su izquierda se sitúe en una banda próxima al 14%-15%. Porcentajes lejanos, no obstante, a los que pronostican las encuestas de institutos demoscópicos privados, que ponen al PP por delante y a Vox por encima también de los morados. La Moncloa cree haber arrancado el camino de la recuperación, y la prueba definitiva, esperan, puede venir el 28-M, si el poder territorial continúa en su mayor parte en manos del PSOE.
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