Hay vidas en las que la muerte merodea incansable. Lo hace con insistencia, una y otra vez, como una rutina negra que no alcanza su cometido. En casos como los de Begoña Zalduegi no lo hizo sola. La muerte venía empuñada en manos violentas, terroristas. Plantarle cara fue su vía de escape, cansada de vivir con una compañera cruel insaciable. En aquel Euskadi de tiros y bombas de los años 90 se supo que los intentos contra su familia, los conocidos, fueron siete, pero hubo muchos más según revelarían tiempo después la propia ETA. En todos ellos falló.
El martes la batalla terminó. La vida de ‘Bego’ se apagó tras años de lucha, víctima de la enfermedad. Falleció en Galdakao a los 79 años. La suya quizá hubiera sido una vida en el anonimato si no se hubiera casado con Juan María Atutxa, el consejero de Interior de los años 90 que se jugó la vida tras optar por reforzar a la Ertzaintza en la lucha contra ETA.
Quienes le conocieron bien subrayan su discreción y su compromiso ‘abertzale’. El de ‘Bego’ fue un modo de entender la lucha por la patria vasca similar al que aprendió de sus padres y que se enfrentaba con el camino violento de ETA y su mundo. Lo dejó claro tras conocer los detalles del cuarto intento de la banda de matar a su marido. Aquel día el propio Juan María Atutxa los detalló en el Parlamento vasco. Aquello rebasó su paciencia: “La próxima vez que intentéis matar a mi marido os ruego que primero os aseguréis de que le acompaño porque quiero morir con él. Gora Euskadi askatuta!”, fue el mensaje que dirigió por radio a la dirección de la banda terrorista.
Ocurrió en 1994, cansada de que los terroristas hubieran puesto de nuevo en el punto de mira preferente a su marido. No se lo pensó. Llamó a la radio pública vasca, a Radio Euskadi, para dejar un mensaje en el contestador en el que comenzaba presentándose: “Soy Bego, mi marido es el consejero de Interior”, dijo. Después reiteraba que no tenía miedo, que su lucha también era por Euskadi pero por otros caminos: “Nuestros padres sufrieron cárcel y represión por ser abertzales. Ahora sois vosotros los nuevos dictadores. No hemos nacido para vivir arrodillados”. A esa hora su esposo regresaba de Vitoria y lo escuchó en el coche. Emocionado y orgulloso, ordenó parar el vehículo para llamar a ‘Bego’ y agradecerle el gesto.
En la boda de su hijo
No fue la última vez que la familia Atutxa sorteó la muerte. Aún vendrían nuevos intentos de ETA por matar al consejero al que no perdonaban que hubiera movilizado a la Ertzaintza como nunca antes en la lucha contra la estructura de la banda y sus finanzas a través de la extorsión del ‘impuesto revolucionario’. Sin duda el momento más delicado del matrimonio Bego-Juan Mari lo vivieron en el que debía ser un día de felicidad. Su hijo mayor, Asier, se casaba en la Basílica de Begoña. Aquel acontecimiento había llegado a oídos de ETA que quiso volver a intentarlo. El plan era colocar un maletín con cinco kilos de amonal bajo el coche de Juan Mari y Bego. Se activaría cuando volvieran a subirse a él. Sólo el importante despliegue de escoltas y contravigilancia que siempre acompañaba a Atutxa logró frustrar los planes del ‘comando Vizcaya’. Begoña relataría poco después que en los vídeos familiares de la boda logró identificar a los dos etarras, incluso que con uno de ellos llegó a rozarse al salir del coche. El otro terrorista vigilaba a Atutxa oculto tras un periódico.
En la larga lista de intentos de atentados no falta uno de los más dolorosos, el que oculta otro de los dramas del pasado violento en Euskadi, los vínculos familiares entre quienes quieren mueren y quienes quieren matarte. Lo relataba ayer el colaborador de Atutxa, Jon Goikolea, en Radio Euskadi. En el peaje de la autopista A-8, por la que solía circular Atutxa, ETA había preparado en noviembre de 1993 un coche bomba que se activaría al paso del vehículo del consejero: “En el hospital cercano un primo de Bego era el encargado de avisar sacando un pañuelo para avisar al paso de del coche y activar la bomba”.
En aquel mismo punto de la A-8 la banda terrorista lo intentó en otras tres ocasiones. En ninguna de ellas pasó el vehículo oficial del consejero. Matar a Atutxa se había convertido en una obsesión para la banda terrorista. Algunos documentos incautados a la organización revelaron que no sólo era objetivo prioritario sino sería casi perpetuó para ETA, incluso después de haber abandonado sus responsabilidades en Interior.
25 años y 115 días escoltados
Begoña y Juan Mari se conocieron muy jóvenes, ella con 16 y él con 19. Sus inquietudes políticas y nacionalistas les unieron de modo especial. La familia vivió con escolta cinco lustros. El propio Juan María Atutxa aseguraba en una entrevista que fueron “25 años y 115 días”. Un tiempo en el que no oculta que sintió miedo “pero odio no”. Es difícil imaginar la vida familiar de quien se sabe en el primer lugar de la diana.
Una vez contrajeron matrimonio se afiliaron al PNV. Ella no se dedicó de modo activo a la política. Su marido, en cambio, lo hizo de manera intensa. Primero como alcalde diputado foral y concejal en el municipio de Lemoa, donde está instalada la familia. Después Atutxa ascendió al Gobierno de José Antonio Ardanza, donde ejerció entre 1991 y 1998, como consejero de Interior. Después ocupó la presidencia del Parlamento Vasco hasta 2005, un periodo convulso en el que su negativa a disolver el grupo parlamentario de la ilegalizada Batasuna le llevó a los tribunales por el llamado ‘caso Atutxa”.
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