Han pasado treinta años y aún se lamenta. Incluso hay días que se siente culpable. Cándido no se lo quita de la cabeza, aquella decisión de incitarle a su hijo a trasladarse unos días a Florida a cuidar a su madre les cambió la vida. De no haberlo hecho, quizá Pablo le hubiese relevado como profesional de la cesta punta en los Estados Unidos. Su sueño estaba a punto de cumplirse, pero una pelota desviada le golpeó en un ojo. Aquella herida que requirió más de veinte puntos de sutura le llevó a Cándido a recomendarle que dejara durante un tiempo la cesta punta, “sólo le quedaba un mes para ser profesional”: “Siempre había soñado con poder jugar con él, como pareja, aunque fuera poco tiempo como profesionales. No pudo ser”, recuerda Cándido.

Hoy el hermano del mítico José Manuel Ibar, ‘Urtain’, ha vuelto a casa, a Tolosa (Gipuzkoa). El también ha tenido que levantarse de la lona muchas veces. El último revés judicial ha sido el más duro, estuvo cerca de noquearle. Tanto a él como a su hijo Pablo y su familia les hundió en la desesperanza de la que ya se han repuesto para seguir luchando por su inocencia. Pablo ha pasado 16 años en el ‘corredor de la muerte’ y el consuelo que alcanzaron en 2019 fue casi igual de duro: un veredicto que sustituía la pena capital por la cadena perpetua.

Poco después Cándido decidió dejar el país en el que jugó como profesional tras abandonar su Zestoa natal siendo casi un adolescente. Hoy enfila los 79 años y su hijo Pablo acaba de cumplir los 51, la mitad de ellos en la cárcel. En todos estos años Pablo y la familia Ibar se ha mantenido firme en la defensa de la inocencia de Pablo, que reitera desde 1994 que no es el autor del triple crimen por el que se le ha condenado.

Aquel fatídico verano, el traslado de Connecticut a Florida, de casa de su padre a la de su madre enferma, resultaría fatal. De poder haber consolidado una carrera profesional como jugador de cesta punta paso a rodearse de entornos conflictivos que terminarían por arruinarle la juventud y la madurez. El 26 de junio de 1994 el dueño de un club nocturno, Casimir Sucharski, y dos bailarinas, Marie Rogers y Sharon Anderson, fueron asesinadas en su residencia. Una cámara instalada días antes en la vivienda mostró cómo dos jóvenes accedieron y habrían cometido el crimen. La baja calidad de las imágenes y la ausencia de pruebas concluyentes no fue impedimento para acusar a Pablo y otro compañero aduciendo su parecido físico. Acababa de comenzar el infierno carcelario que aún hoy vive.

Optimismo prudente

“Si yo supiera que es culpable sería el primero, aunque sea mi hijo, en pedir que pagara por ello”, asegura Cándido a El Independiente. Recuerda que “nunca hemos tenido un arma en casa, algo que en Estados Unidos es normal, pero yo no creo en la violencia y mis hijos tampoco. Pero mira dónde estamos…”. Afirma el último juicio fue un varapalo. No bastó que al menos le sustituyeran la pena de muerte por la cadena perpetua “porque es inocente”: “No hay ningún motivo para no creer en su inocencia. No podemos dudar. Su mujer era una chica de 17 años entonces y hoy sigue junto a él. Aquella noche la pasaron juntos”, asegura en referencia a Tanya.

Con ella Pablo ha tenido dos hijos, de 12 y 15 años que le van a visitar con regularidad. “Ahora tiene visita los sábados y los domingos y eso le da mucha fuerza”. Cándido insiste en que la esperanza no la pierde y que tanto él como el abogado y Pablo confían en que la apelación que presentaron el pasado 28 de febrero para un nuevo juicio salga adelante. No oculta que todos estos años le han enseñado a ser prudente, “también pensábamos que saldría en libertad y mira…”.

Ahora los miércoles son días especiales. Es el día de la semana en el que el Tribunal de Apelación de Florida se pronuncia sobre los casos en marcha. La apelación de Ibar no parece que vaya a resolverse pronto, “estamos hablando de un caso que será de los más largos de Estados Unidos, además de los más caros y antiguos”: “No creo que el problema sea la Justicia sino el modo en el que se aplica en Estados Unidos. Los jueces deben ser imparciales y no siempre es así. Al otro acusado le tocó un juez como es debido y salió y Pablo ahí sigue. Los fiscales están más preocupados por ganar los casos que en demostrar si son culpables o no”.

20.000 folios y 200.000 euros

Ahora la esperanza ha vuelto a instalarse en la familia Ibar. El abogado Joe Nascimento también cree que hay motivos para estar confiado en que la apelación se resuelva de modo favorable. Durante su visita ayer a Euskadi, donde mantuvo un encuentro con la presidenta del Parlamento Vasco, aseguró que por el modo en el que se desarrolló la vista de apelación en la que reclamaron la revocación de la cadena perpetua y la repetición del juicio por los numerosos errores en el anterior, hay razones para ser optimista. Entre los argumentos esgrimidos por la defensa destacan la insuficiencia de la prueba de ADN presentada en una camiseta, la falta de vínculo con los asesinados o la inconsistencia de la declaración de un testigo clave de la Fiscalía. En caso de no prosperar aún quedará la posibilidad de recurrir al Tribunal Supremo.

La causa de Pablo acumula ya un sumario con más de 20.000 folios y un historial de hasta cuatro juicios, con sus correspondientes recursos y apelaciones. Tres décadas en las que Ibar ha permanecido en prisión y Cándido, su padre, luchando por sacarle de ella. Además de constancia y confianza, luchar por la libertad de Pablo está siendo muy caro. El pago de la defensa ha supuesto un coste, sólo en la última alegación, de 200.000 euros, de los que por ahora sólo se han podido recaudar 130.000. El proceso de ‘crowdfunding’ de la plataforma de apoyo a Pablo se debe intensificar. Ahora, una vez que abandonó el ‘corredor de la muerte’ los presupuestos de los Gobiernos vascos y español ya no reservan partidas de apoyo para ciudadanos españoles que no estén en esas circunstancias.