Lo describió quien fuera portavoz del Gobierno vasco, Joseba Arregi. Durante décadas, en Euskadi muchos vivieron “como si ETA no existiera” y ahora, una vez desaparecida, “viven como si nunca hubiera existido”. Ahora, el olvido inducido o interesado parece haberse instalado en la Euskadi post ETA. A él se suma el desconocimiento generacional de quienes no lo vivieron. La consecuencia es que el recuerdo y la memoria de la violencia terrorista que durante seis décadas asoló y fracturó a la sociedad vasca parece haberse diluido del imaginario colectivo una década después de la desaparición de la banda. El historiador Raúl López Romo, responsable de Educación y exposiciones del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo se ha preguntado en 'Sobre el olvidado terrorismo vasco' (Betagarri Liburuak) por las causas de la desmemoria que ha acampado tan rápido en el imaginario social vasco y cuáles pueden ser las consecuencias.
Su principal inquietud son las nuevas generaciones, las que no vivieron el terrorismo. La transmisión del relato de padres a hijos apenas fluye y el sistema educativo continúa reacio a sistematizar la formación sobre este periodo reciente oscuro y violento vivido en el País Vasco. Los pocos programas de víctimas impulsados para los colegios no son obligatorios y muy pocos centros los demandan. A ello se suma que en las exposiciones impulsados por distintos organismos la presencia de escolares es testimonial.
La extensión de los falsos mitos de que en Euskadi hubo ‘un conflicto’ entre bandos y de que el origen de ETA se remonta a una lucha contra la dictadura están modulando la memoria de lo sucedido. A ello se suma el interés de olvidar y dejar pasar el tiempo de quienes durante años aplaudieron a ETA. En el otro lado continúan esperando las víctimas, las grades desconocidas para los vascos, subraya López Romo. Un dato lo refleja: el 45% de los vascos afirma conocer a un preso de ETA frente al 24% que conoce a una víctima de la banda.
Pregunta.- ¿El terrorismo se ha convertido en el ‘fantasma’ bajo la alfombra que la sociedad vasca posteta quiere olvidar?
Respuesta.- Sí. Estamos en una sociedad acomodada, de las más ricas de España, autosatisfecha en un plano material. Nos gusta hablar bien de nosotros mismos, a diferencia de muchos españoles que se castigan. Tenemos los salarios más altos, más esperanza de vida… pero junto a eso tenemos los fantasmas que guardamos en el armario. ETA no está bien enterrada y el problema es que los muertos mal enterrados terminan volviendo a salir.
P.- ¿Cuál es la razón de la desmemoria y olvido en el que se ha sumido la violencia padecida durante tantos años? ¿Hastío, sentimiento de culpa…?
R.- Una parte es generacional. A los jóvenes que no lo vivieron muy poca gente les ha contado lo que ha sucedido. Junto a esa desmemoria generacional hay otra que es un olvido inducido o un recuerdo selectivo. La propia izquierda abertzale se cuida mucho de fomentarla por la cuenta que les trae, por su enorme responsabilidad sobre el pasado. Tienen mucho que callar.
P.- Plantea que una de las razones que han influido es que la sociedad vasca se ve más como víctima que como responsable de lo que ha pasado.
R.- Todos hemos oído frases como que aquí se ha sufrido mucho desde hace mucho tiempo, que ha habido víctimas en ambos lados… Para la Euskadi actual la mirada hacia atrás es más cómoda si se remite a la Guerra Civil y al Franquismo. Nos da la impresión de que allí los vascos sí fuimos víctimas y no tanto perpetradores. En realidad, es una visión parcial, también hubo vascos franquistas y tampoco todos los que apoyaron la legalidad republicana eran demócratas. En esta visión patriótico triunfalista en la que caemos, los lados oscuros no queremos tenerlos en cuenta. El tipo de violencia que ahora nos atañe, el de las últimas décadas, es el de ETA. Es la cuestión pendiente.
P.- La reparación institucional en forma de placas, homenajes y actos se ha multiplicado en los últimos años. ¿Es más formal que real o es un modo de reparar algo que no se hizo en su momento?
R.- Hay de todo. Lo que hace falta es un liderazgo estratégico por la deslegitimación del terrorismo, algo que no detecto. Desde la Educación se hacen cosas, pero se podría hacer mucho más. Hace poco en Euskadi se ha hecho una formación de 1.800 profesores para formarles en la prevención del suicidio en la escuela. Es algo que me parece fantástico. A fecha de hoy no tenemos nada ni parecido en materia de prevención de la radicalización violenta, que sigue siendo un problema real. Aún hay muchos centros que siguen siendo impenetrables a estos efectos. Este es un tema importante, estamos hablando de que uno de cada cuatro o cada cinco jóvenes, dependiendo de la encuesta, aún justifica el uso de la violencia para fines políticos.
La izquierda abertzale se cuida mucho de fomentar el olvido por la cuenta que les trae, por su enorme responsabilidad sobre el pasado"
P.- Del total de visitas de la exposición del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo sólo el 5% son escolares. En el programa de víctimas del Gobierno vasco, ‘Adi Adian’ han participado apenas 28.000 alumnos en casi 9 años. No parece mucho. ¿La reticencia de los centros a qué responde? ¿Es una cuestión demasiado reciente?
R.- En Alemania les costó casi 40 años empezar. No es hasta los 80 cuando abordan de modo honesto su pasado nazi. Desde entonces han hecho bien algunas cosas. El Holocausto y la II Guerra Mundial, incluido Hitler y la responsabilidad de los propios alemanes, el antisemitismo, el exterminio… Son cuestiones que aparecen con profundidad en los planes de estudio. A ello se suma que la visita a campos de concentración está muy extendida entre los escolares. También se ha sistematizado el uso de los testimonios de víctimas y supervivientes en la educación y se ha puesto un cordón sanitario para aislar a quienes justifican o blanquean la época nazi y el holocausto. En Euskadi programas como ‘Adi Adian’, en el que las víctimas relatan su testimonio en las aulas, están muy bien, pero se sigue sin sistematizar. Es algo que no tiene contraindicación, sólo beneficios. Se hace en otras partes, en Alemania, en Italia, en Países Bajos, etc.
P.- ¿Qué grado de conocimiento tienen los escolares vascos de lo ocurrido?
R.- Aquí estamos hablando de que han pasado apenas 12 años del último asesinato de ETA. A efectos históricos es poco tiempo, pero a efectos pedagógicos no lo es tanto. Los alumnos de bachillerato no tienen recuerdo de nada, no tienen ni idea. El mundo educativo es un reflejo ampliado del resto de la sociedad. La segunda fuerza política en Euskadi no condena a ETA y siguen existiendo los prejuicio y miedos para abordar este tema. Todo ello se plasma en los problemas para acercarse a este fenómeno. Hay que hacerlo ya, no podemos esperar a otra generación para que se hagan las preguntas pertinentes. Ya existen materiales educativos. No hay excusas.
P.- El uso de las víctimas o incluso los ‘pulsos’ institucionales en la construcción de la memoria tampoco ayudan a normalizar la cuestión…
R.- Siempre que se haga desde criterio cívicos y democráticos diría que todo suma, salvo el relato de la izquierda abertzale, que no está en el mismo plano que el de los demócratas. No creo que fuera bueno que existiera un único relato. Desde luego, no se puede poner en el mismo plano un relato que justifique o blanquee a ETA, que es lo que hace Aranzadi, por ejemplo con las páginas web. Es aberrante moralmente colocar en un mismo listado a Eloy García Cambra al lado de ‘Txapote’ omitiendo quién fue y sus trece asesinatos. Es un ejemplo muy claro que le gusta a la izquierda abertzale, que va a seguir haciendo su propio relato memorialista. Aún no han abjurado de ETA y quizá no lo hagan. Por eso los demócratas debemos ser exigentes a la hora de demandarles a diario que lo hagan.
P.- En ‘Sobre el olvidado terrorismo vasco’ plantea el problema de los dos falsos mitos que se han instalado en la sociedad vasca. ¿Cuáles son?
Los alumnos de bachillerato no tienen recuerdo de nada, no tienen ni idea. El mundo educativo es un reflejo ampliado del resto de la sociedad"
R.- Sí. Hay dos problemas fundamentales, creo. Pervive el mito de una ETA antifranquista. Esa idea de que empezaron contra una dictadura y por tanto tendrían cierta legitimación. El segundo es el mito del ‘conflicto’, que tiene una penetración muy importante, no sólo en ámbitos nacionalistas radicales sino en el nacionalismo en su conjunto o incluso más allá. Es una manera cómoda pero falaz de mirar atrás. No ha habido ninguna guerra entre dos bandos equiparables sino una campaña terrorista contra la democracia, que lo demuestra el hecho de que el 95% de las víctimas mortales de ETA llegaron tras la muerte de Franco.
P.- ¿Y el déficit en la sociedad? Las familias podrían llevar a sus hijos a conocer lo que ocurrió, pero no lo hacen y la transmisión padres-hijos sobre lo que ocurrió también está fallando.
R.- Sí hay un interés, pero convive con quienes quieren pasar la página sin leer y olvidar. Es complicado cifrar cuánta población está en una u otra posición, quizá mitad y mitad. Al final, la gente asume que son temas incómodos que no sabes con quién están hablando, si es nacionalista o y ante la duda de si vas a genera suspicacias en tu entorno se opta por no hablar o hablar poco. La consecuencia es que las víctimas del terrorismo siguen siendo las grandes desconocidas. Al menos ahora a las víctimas se les escucha más que hace unas décadas. En los años de Plomo en el Centro Memorial sólo encontramos tres testimonios de víctimas en la prensa. No se les preguntaba. Eso ha cambiado radicalmente. En el posterrorismo hay ya más de 700 testimonios. Eso algo significa.
P.- Recuerda en su libro que hay más vascos que conocen a un preso de ETA que a una víctima del terrorismo. Eso algo quiere decir...
R.- Sí, lo publicamos en una encuesta de opinión pública que hicimos. Los datos eran que quienes conocían a un preso duplicaba a los que conocían a una víctima. Ese déficit de conocimiento a las víctimas también se suma el déficit de reconocimiento hacia los resistentes. Socialmente están ya amortizados. Como no hay terrorismo, miramos hacia adelante. Por eso insisto en que se debe poner el retrovisor y extraer lecciones de estos más de 40 años de espiral terrorista protagonizada principalmente por ETA.
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