Confiesa Michael Reid, corresponsal de The Economist en España desde 2016 a 2021, que dudó mucho antes de escribir Spain. The Trials and Triumphs of a Modern European Country (Yale), por la cantidad de obras que ya existen sobre nuestro país, especialmente de autores británicos como él. Actuó como motivación constatar cómo perviven una serie de mitos muy difundidos en el exterior. En esencia, están los que giran en torno a la leyenda negra, que describen una España marcada por la esencia cruel, violenta, atávica, y por otro lado, el mito romántico, que dibuja un país sensual, holgazán y premoderno. Cree que son prejuicios equivocados pero que aún tienen peso en la visión de una España que como nos ocurre al contemplar Las Meninas juega con nuestro sentido de la certeza de lo que vemos cuando miramos. "España sirve como un espejo, a veces distorsionado, en el que los observadores proyectan sus propias visiones y fantasías", escribe en el prólogo. "El espejo español" era su idea inicial como título de este libro que retrata nuestro país con tanta pasión como agudeza y rigor. Reid combina la documentación histórica con su visión argumentada sobre los hechos y viaja al pasado para explicar en qué momento estamos ahora. Nos ayuda a saber cómo somos y por qué actuamos cómo lo hacemos.
Reconoce que lo que más le ha sorprendido ha sido descubrir empresas medianas innovadoras y muy solventes, un emergente Mittelstand, que le parece un activo importante en un país de pocas multinacionales y numerosísimas pymes. Y también el regionalismo, que es problema y posibilidad, "esa vida propia que uno descubre en las ciudades medianas". Y como extranjero dice que sigue cautivado "por la amabilidad de los españoles, que tienen tiempo y te lo dedican", y por las manifestaciones culturales que ofrece el país.
A lo que no se ha acostumbrado, después de vivir en Madrid desde hace siete años, es a los excesivos festivos y los tardíos horarios de comidas y cenas. Está despidiéndose de su estancia en España con un libro que refleja, como un espejo, su admiración y respeto por un país moderno y europeo, que ha vivido en los últimos 50 años un cambio trepidante. A punto de marcharse a Londres, donde vive su familia, asegura que vendrá con frecuencia a España, un país que le enamoró a primera vista cuando lo recorrió como joven turista en los años 70.
Pregunta.- En España existe un apego al terruño, pero tenemos un problema con el sentimiento nacional.
Respuesta.- Para bien o para mal. Es verdad que frente a los acontecimientos de Cataluña en 2017 surgió una explosión de nacionalismo español que no había estado ahí. Franco y la dictadura desacreditaron ese nacionalismo. Después hubo más énfasis en la construcción de las instituciones democráticas que en construir ese sentimiento nacional, lo que fue positivo. También es cierto que un lado de ese regionalismo, entendido como parroquialismo, puede ser negativo.
P.- Fue precisamente lo que sucedió en Cataluña lo que también te convenció de que este libro podía aportar algo más. Muchos corresponsales extranjeros adoptaron el relato de los independentistas.
El catalanismo como movimiento cultural es legítimo pero hay una diferencia entre eso y la demanda de un Estado nacional independiente
R.- Los independentistas vendieron con éxito su narrativa progresista en el exterior y el gobierno lo hizo fatal a la hora de trasladar su visión. Sobre todo funcionó en el Reino Unido, por el paralelismo con Escocia. Pero la Unión en el Reino Unido es básicamente voluntaria y Escocia había sido un Estado nación independiente durante muchos siglos, algo que Cataluña nunca fue. Lo vi más en el contexto de la tradición constitucional de la Europa continental, ya que en ese aspecto la Constitución española copia la Ley Fundamental alemana. Me pareció que había mucho de populismo en el independentismo catalán y en ese sentido había muchos paralelismos con el Brexit, que es un movimiento populista. Creo que los nacionalistas catalanes tienen razón cuando dicen que muchas veces ha habido un maltrato desde Madrid a Cataluña. El catalanismo como movimiento cultural es absolutamente legítimo, pero hay una diferencia entre eso y la demanda de un Estado nacional independiente. Hay más lenguas que Estados en el mundo. Una lengua y una cultura no necesitan un Estado para florecer. Soy medio escocés, medio inglés, y he vivido en América Latina, en España, así que creo que todos tenemos identificados múltiples y eso nos aporta. El énfasis en una sola dimensión lleva a la confrontación y la violencia, algo que felizmente no ha pasado.
P.- Cita como ejemplo lo que hizo Quebec.
R.- Como editor de las Américas en The Economist durante 15 años, informé sobre Quebec. Lo que hizo que allí se redujera el separatismo fue la aceptación del francés en Quebec y en Canadá. Ahora sienten que su idioma y cultura están seguros. Entiendo la frustración con el maximalismo lingüístico y creo que se debe poder hablar castellano en Cataluña. Para Cataluña es además un gran activo porque el castellano es hablado ampliamente en el mundo, pero asegurar el estatus del idioma catalán no es un precio inaceptable que pagar por la cohesión.
P.- Ahora está seguro.
R.- Sí, pero fuera de los colegios, al menos en las ciudades catalanas se habla mucho más castellano que catalán. No me gusta la intolerancia lingüística ni por un lado ni por el otro. No me parece positiva.
P.- Ahora la situación está más tranquila en Cataluña, pero no se ha solucionado.
R.- Depende de cómo se plantea la pregunta, pero hay entre un 30% y un 40% que se declaran independentistas. Hay dos o tres millones que no están contentos dentro de España. Eso debe ser un reto para España a la hora de mejorar su gobernanza y sus políticas públicas. La demanda de cocapitalidad de Barcelona me parece interesante. En Barcelona me decían que querían ser más Múnich que Marsella, y eso me parece legitimo. Múnich tiene una importancia que se reconoce en Berlín.
2017 fue un fracaso de la clase política catalana; se desmostró que a nadie en Europa le interesa empezar a dividir los Estados nación existentes
El independentismo no ha desaparecido ni va a desaparecer, pero el ambiente es más relajado y eso es importante. Creo que Pedro Sánchez tenía razón con los indultos, aunque me parecen más cuestionables las reformas del Código Penal. Es importante que haya un intento de escuchar más y llevarse mejor. 2017 fue un fracaso de la clase política catalana; se demostró que a nadie en Europa le interesa empezar a dividir los Estados nación existentes y que son relativamente sólidos. Europa enfrenta un mundo complicado, muy hostil.
P.- ¿Sería el federalismo la solución?
R.- Sobre el papel, sí. Lo que permite a Múnich sentirse más valorada es el precisamente federalismo. Entiendo los motivos históricos, por el fracaso del federalismo en la I República, que llevaron a la derecha a considerarlo un anatema. España tiene un federalismo asimétrico, incompleto e informal, que en su momento parecía una solución creativa sobre cómo organizar España pero pasado el tiempo ha creado problemas.
Hablemos de Franco
P.- A diferencia de otros cronistas de la realidad española que ven a Franco en todas partes, usted cree que su presencia en la actualidad es residual. Dedica un capítulo a hablar de Franco.
R.- Fue el dictador de España casi 40 años y eso no es un dato menor, pero me parece una equivocación ver su influencia en la España del siglo XXI. Hay algún bar de nostálgicos en un país de 20.000 bares. Todas las encuestas indican que Franco pertenece a un pasado cada vez más lejano. Salvo uno de sus líderes, con vínculos con la Fundación Franco, Vox está más inspirado por los nacionalismos de derechas de la Europa contemporánea, como los de Polonia, Hungría, Francia o Italia. Vox surge en parte como reacción al nacionalismo catalán convertido en independentismo, como reacción a la crisis y a la inmigración, el gran problema que Europa no sabe cómo manejar.
P.- Rescata una anécdota muy ilustrativa y no muy conocida sobre Franco, cuando enviado por Nixon en febrero de 1971, el general Vernon Walters se entrevista con Franco para indagar con discreción sobre qué pasaría a su muerte. Le pregunta por la situación en el Mediterráneo occidental y Franco le replica que lo que realmente interesa a Nixon es saber qué ocurrirá cuando fallezca. "España irá por el camino que ustedes quieren: democracia, pornografía, drogas y más. Habrá alguna locura pero nada fatal". Y añade que será así porque deja algo que no había cuando se hizo con el poder: la clase media.
Franco se parecía a los dictadores latinoamericanos: católico, autoritario, corrupto y habilidoso. Como Perón"
R.- Esa referencia de Walters me impresionó. Franco me resultaba una figura familiar porque se asemejaba a los dictadores latinoamericanos. Era católico, autoritario, corrupto, y habilidoso, en el sentido del manejo del poder. Supo cómo hacer para que unos grupos se enemistaran con otros mientras él se mantenía por encima. Como Perón. Creo que no había posibilidad de continuidad del franquismo sin Franco porque muchos sectores del régimen sabían que para que España progresara tenía que entrar en la Comunidad Europea.
P.- La crisis dio lugar a partidos populistas nacionalistas en Cataluña, de derechas como Vox y de izquierdas como Podemos. Y Podemos sí tiene presente a Franco.
R.- Pablo Iglesias es el más interesado en mantener vivo a Franco y se nota en sus discursos. Lo vimos en la campaña de Madrid en 2021. Y en los debates sobre la memoria histórica.
La memoria histórica
P.- Usted dice que es una paradoja reivindicar la memoria histórica, ya que la memoria es personal y la historia se refiere a los hechos, y que se utiliza como arma política.
R.- Pienso que la ley de Zapatero tenía aspectos necesarios. El Estado ha de ayudar a quien tenga un pariente asesinado y no sepa dónde están sus restos. Creo también que la tumba de Franco en el Valle de los Caídos era una aberración en democracia, si bien hubo cierto manejo político. Pero muchas veces la motivación, no tan escondida, de los que proponen la memoria histórica es utilizar el pasado en la confrontación política hoy día. Si fuera un intento real de reconciliación frente al pasado tendría que hacerse de forma distinta con diálogos serios, con la participación de todos los partidos.
P.- Esa revisión de la historia es positiva, ser consciente de lo que ha ocurrido, y se echa en falta. Como se hace en Alemania.
No estoy en contra del ejercicio de la memoria pero no es una obligación que el Estado deba imponer"
R.- Desde luego. Es importante que exista un Monumento al Holocausto en el centro de Berlín. Pero es más difícil después de una guerra civil. Como dijo el general De Gaulle, todas las guerras son malas, pero las guerras civiles son terribles porque cuando termina la guerra no empieza la paz. No estoy en contra del ejercicio de la memoria pero no es una obligación que el Estado deba imponer. Es una opción en la sociedad y una opción individual.
P.- Porque esa memoria se la termina apropiando un partido. Pasa con el peronismo y los desaparecidos.
R.- Ha sido importante la película 1985 porque a una generación de jóvenes argentinos que no sabían que Alfonsín hizo un gesto mucho más valiente cuando las FFAA eran aún muy fuertes. Fue un esfuerzo de justicia y no de venganza política, porque también se juzgó a los guerrilleros, responsables de cientos de muertos. Los juicios de los Kirchner negaron la existencia de ese proceso anterior y fueron más politizados.
P.- Lo que muestra el ejercicio de memoria es que no se han cerrado las heridas de la guerra civil.
El legado político de la guerra civil es que la trinchera entre izquierda y derecha es más infranqueable y profunda que en otros países de Europa"
R.- No se han cerrado del todo y es muy difícil que se cierren. Lleva tiempo. En el libro critico el término Pacto del Olvido. No hubo un Pacto del Olvido sino una amnistía, una de la izquierda desde los años 50, y un acuerdo tácito de no usar el pasado para fines políticos en el presente. Me impresiona cómo y cuánto la sociedad ha recordado la guerra civil a través de libros, películas, exposiciones en los últimos 50 años. En familias es difícil aún, pero la sociedad trata el tema. El legado político de la guerra civil es que la trinchera entre izquierda y derecha es más infranqueable y profunda que en otros países de Europa. Ciudadanos, además de otros motivos como fallos de liderazgo, fracasa en su idea de convertirse en FPD alemán, en parte por eso. En Reino Unido o Alemania son pequeños estos partidos liberales centristas pero son importantes, cuando hay una mayoría sociológica de centro.
La "crispación" y sus consecuencias
P.- Menciona en varias ocasiones la "crispación" actual, que se escenifica con el "no es no" de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy tras las elecciones de junio de 2016. Hemos llegado al punto que es imposible que los dos principales partidos alcancen acuerdos necesarios.
R.- Eso es lo preocupante porque crispación hay en muchas democracias pero aquí en España se ha llegado a un punto en que, para hacer funcionar la Constitución, los partidos principales tienen que colaborar en las reglas del sistema y no lo están haciendo. El ejemplo más notorio es la falta de renovación del Consejo General del Poder Judicial, que es preocupante. En Inglaterra, por ejemplo, se concreta simbólicamente en las confrontaciones en el Parlamento cada miércoles entre el primer ministro y el líder de la oposición. Aunque haya discrepancias, en temas de Estado hay cierta colaboración en Inglaterra. Es necesario hacerlo.
P.- Cuando excepcionalmente alcanzan un acuerdo para sacar adelante la ley del sí es sí, buscan excusas para justificarse tanto el PSOE como el PP…
Entiendo que haya reticencias a una gran coalición pero eso no impide una colaboración concreta sobre temas de Estado
R.- Es un buen ejemplo de un acuerdo constructivo. Era una ley muy mal hecha, aunque la intención fuera buena, a mi juicio. Había que reformarla por los fallos. Es infantil decir que es terrible pactar con la derecha. Entiendo que haya reticencias a hacer una gran coalición, pero eso no impide que haya una colaboración concreta sobre temas de Estado y constitucionales.
P.- ¿A qué riesgo nos enfrentamos con esta crispación?
R.- Es importante que en los próximos cuatro años haya acuerdos sobre reglas para que el sistema funcione. Se necesitan algunas reformas con un enfoque más técnico y consensuado de la administración pública. Pero no sé si será posible.
Las monarquías en el siglo XXI son una aberración. Tienen a su favor la inercia, pero han de ser ejemplares
michael reid
P.- También se refiere en su libro a la monarquía. Precisamente esta semana ha estado en Sanxenxo el rey emérito, una figura que parece sacada de una tragedia griega: de héroe de la transición a paria en sus últimos años. ¿Tiene futuro la monarquía en España?
R.- Pienso que sí, pero no lo digo con mucha contundencia. Es triste que por sus debilidades personales Juan Carlos termine borrando sus cualidades como figura pública. La monarquía parlamentaria, tal como fue instaurada en la transición, representa muchos de los valores de la II República, de Azaña. Pero las monarquías en el siglo XXI son una aberración. Tienen una gran ventaja y es la inercia. Habría que preguntarse si la alternativa sería mejor o no. Doctrinalmente sí, pero en la práctica, no lo sé. Pero creo que tienen que ser ejemplares en su conducta y cuando no lo son, queda cuestionada la institución porque no tienen esa legitimidad de autoridad carismática, en términos de Max Weber. Son gente como nosotros.
Un repaso a nuestros políticos
P.- En sus alusiones a diferentes personalidades relevantes de la historia de España destaca al presidente de la II República Manuel Azaña, con su "paz, piedad, perdón".
R.- Azaña tenía defectos, pero me parece que era un gran estadista. Quizá expreso más simpatía por él.
P.- De los políticos actuales, ¿ve algún referente?
R.- Felipe González era una figura de ese estilo. Con el paso del tiempo es menos consensuada. Tal vez Josep Piqué, que desgraciadamente ha muerto demasiado joven.
P.- El 15-M de 2011 marcó un punto de inflexión, según relata en la obra. En la obra señala que se ha avanzado en rendición de cuentas pero sigue vigente, sobre todo para los jóvenes, ese "no nos representan".
R.- Y además el gasto público va desproporcionadamente a los viejos, y lo digo como alguien que cobra la pensión. Aquí los jubilados están más organizados y votan, más que los jóvenes. Nadie está representando las necesidades de los jóvenes en políticas públicas y recursos públicos que les permitan avanzar en la vida. En este sentido, el anuncio sobre la vivienda, en el contexto de la campaña, es interesante si se cumple y se hace bien. También la expansión de la formación profesional.
P.- Esos jóvenes parece que se van a abstener. Hay una creciente desafección política.
R.- No sé. Veremos. Las elecciones generales son aún muy inciertas. Lo que parece es que vuelve el bipartidismo, pero con menos fuerza que hace años. Las fuerzas disruptivas se han debilitado mucho.
P.- ¿Cree que Pedro Sánchez puede renovar en el cargo?
R.- No es imposible que Sánchez renueve y no es imposible que se necesite una segunda elección como ya pasó en 2019. Dudo que de darse el caso, Sánchez cambie su no es no por sí es sí.
P.- Habla usted de la resiliencia de Sánchez.
No es imposible que Sánchez renueve ni es imposible que haya repetición de elecciones como en 2019
R.- Es una figura interesante como objeto de análisis. El no es no ha tenido costes para la democracia española pero réditos para el PSOE. Le permitió impedir que en España pasara lo que ocurrió en Grecia con el PASOK, o en Francia, con los socialistas. Aquí no hubo sorpasso. En los tres primeros años del gobierno de coalición había domado a Podemos. En el último año han ido por libre. Ha dado un giro con una retórica de izquierdas con las grandes empresas. Ha logrado sacar adelante el primer gobierno de coalición en España y gobernar en minoría, que no es fácil. Ha habido ciertos costes: la crispación sobre el Sáhara; las reformas al Código Penal a la medida de Esquerra; y la normalización tan rápida de Bildu antes de que hiciera una autocrítica genuina de la violencia de ETA. Es el político con más recursos y más tiempo de los líderes nacionales, y es muy resiliente.
P.- ¿Cree que volverá Pablo Iglesias a la política?
R.- Nunca la dejó. Ahora hace política por otros medios, pero ahí sigue.
P.- ¿Cómo ve la opción de Yolanda Díaz?
R.- Veo al sector de la izquierda dura volviendo a su comportamiento típico de división interna y con su 10-12% histórico del voto. Por más que indican las encuestas que Yolanda Díaz es bien vista, cae bien, no hay mucha sustancia programática y no hay organización. La simpatía no se traduce necesariamente en votos.
P.- ¿Cómo ve las opciones del Partido Popular? Tiene dos almas, una más escorada a Ciudadanos, y otra más a Vox.
R.- Tiene un alma madrileña y otra de fuera de la meseta, representada por Alberto Núñez Feijóo y también por Juan Manuel Moreno Bonilla. El desafío para Feijó es que esas dos almas convivan en forma constructiva y que sumen y no resten.
P.- ¿Y pueden pactar con Vox?
R.- Al principio de llegar Feijóo parecía que iba a dar un empuje grande al PP, pero le ha costado el tránsito de la política regional a la nacional. No ayuda que no está en el Congreso. Con las circunstancias de hoy todo indica que necesitarían algún tipo de acuerdo con Vox.
P.- ¿Y ve proyección en la política nacional a Ayuso?
No creo que el 'libertarianismo' de Ayuso tuviera tanto éxito en la España costeña
R.- Es un fenómeno político en Madrid y en Castilla, en general. Me parece machista decir que se debe todo a sus asesores hombres. Ella tiene capacidad de aparecer como espontánea, auténtica. Lo tenía en su momento Boris Johnson. Eso hace que los votantes perdonen sus traspiés, porque todos tenemos estas meteduras de pata. Se benefició de la coyuntura de la pandemia y de las ventajas de Madrid como capital en un mundo globalizado. Pero no creo que ese libertarianismo tuviera tanto éxito en la España costeña. Veo más adaptado a estas circunstancias el modelo de Feijóo o Moreno Bonilla.
P.- Y Vox habría llegado a su techo…
R.- Eso indican las encuestas. Vox creció mucho por la debilidad de Pablo Casado y de Rajoy.
P.- La sobremesa "titánica", en sus palabras, de Rajoy tras perder la moción de censura el 1 de junio de 2018 le impactó. Casi ocho horas de charla, whisky y puros.
R.- Me pareció tan español y tan humano. Estaba reconociendo su derrota. Y luego se va a Santa Pola. Rajoy tenía sus cualidades. Era convencional y fue vilipendiado. Un político muy persistente. Su meta era que España volviera a crecer y lo logró. Era un hombre con un sentido del humor muy agudo en privado. En las distancias cortas mostraba su inteligencia más que en público.
Y, en relación con los líderes actuales, vamos a ver cómo evoluciona Íñigo Errejón, que es un político inteligente, aunque me parece que confía todavía demasiado en Ernesto Laclau para prosperar en España, pero ha formado un partido que en Madrid es significativo. Es un orador fantástico, aunque todavía tiene bastante de las ideas del peronismo.
P.- Termina con una alusión a cómo hace un siglo la incapacidad de los políticos de la Restauración de lanzar acuerdos abrió el camino a la dictadura de Miguel Primo de Rivera y alude a que los españoles, que han demostrado ser pacientes, pueden dejar de serlo. Inquieta este final.
R.- Lo que quiero decir es que la democracia ha de defenderse y renovarse. En la Restauración era una democracia imperfecta y no podía responder a cambios sociales. Guardando las distancias, no puede asumirse que esas dificultades de renovar el sistema se van a acompañar de paciencia infinita. Las democracias hay que defenderlas.
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