Es una sombra alargada e incómoda propia de otro tiempo. Desprenderse de ella es difícil, enterrarla aún más. En el imaginario de sus votantes actuales no existe, salvo como una vieja etiqueta que de modo periódico recuerdan sus adversarios. En esta campaña electoral ha vuelto a suceder. No es la primera vez y probablemente no será la última. Las acusaciones de racismo contra el PNV han aflorado en esta campaña electoral al calor del revuelo suscitado por los insultos contra Vinícius Jr., jugador del Real Madrid.
Esta vez ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una entrevista en ‘El periódico de España’, la que no ha dudado en aprovechar el río revuelto procedente de Mestalla para acusar a la formación de Andoni Ortuzar de mantener aún una actitud racista. “Ahí lo llevan como parte de su fundamento”, aseguró. Una acusación que el presidente del PNV ha considerado “injusta” y una “salida de tono” que sólo busca de votos, “no todo vale, señora Ayuso”. El líder nacionalista vasca le ha recordado que carga contra un partido con 127 años de historia “impecables” y que incluye entre sus listas para el 28-M a candidatos de todas las razas, procedencias y colores.
En las generales de 2019, en pleno debate en la televisión pública, fue Vox quien recurrió a las posiciones del fundador del PNV, Sabino Arana. Iván Espinosa de los Monteros acusó a Aitor Esteban de formar parte de un partido “racista” fundado por un “xenófobo y homófobo” que debería ser ilegalizado. Al final del debate Esteban negó el saludo al candidato de Vox.
En febrero de 2020 fue la ex de Vox, Macarena Olona, la que acusó a Urkullu de racista por rechazar la ayuda de la UME en el rescate de dos trabajadores enterrados por el hundimiento del vertedero de Zaldibar: “Tan sólo respondéis al impulso que inevitablemente nace de vuestro espíritu fundacional”, aseguró.
Nuevo ciclo tras Arzalluz
En el PNV hace muchos años que evitan las referencias que puedan remontarse a las posiciones que hace más de un siglo defendía Sabino Arana. Ni siquiera a las que proclamaba uno de sus presidentes más carismáticos, el ya fallecido Xabier Arzalluz, quien lideró el partido entre 1980 y 2004. El eco de sus manifestaciones referidas a la singularidad genética del pueblo vasco, “los más antiguos habitantes de Europa”, o la prevalencia del RH-, aún resuenan en muchos de sus críticos. Posiciones con las que Arzalluz siempre defendió que no buscaba ningún tipo de “supremacía” sino justificar el origen y las “raíces propias, identificables desde la prehistoria” del pueblo vasco.
Tras su salida de la presidencia del PNV, y frustrarse el relevo en quien era su delfín, Joseba Egibar, el viraje en todos estos aspectos fue importante. Además de distanciarse del propio Arzalluz, en el PNV se han evitado en todo momento estos discursos que pudieran remitir a consideraciones de carácter racista, argumentos sobre el origen singular o sanguíneo del pueblo vasco acreditado por una larga lista de apellidos. Más aún, se ha potenciado el ensanchamiento de la absorción de ideologías y orígenes con el fin de abarcar cada vez un espectro social más amplio que es el que, finalmente, le ha permitido gozar de la gran cuota de poder de la que ahora disfruta.
Pese a ello, ese movimiento no ha ido acompañado de ningún tipo de rechazo o cuestionamiento expreso de los escritos más polémicos de Sabino Arana, al que cada año el PNV sigue recordando con una ofrenda floral el 31 de julio, festividad de San Ignacio, día de la fundación del PNV. Desde Sabin Etxea siempre se ha contextualizado ese tipo de posiciones como las propias de otro tiempo, finales del siglo XIX, cuando los hermanos Sabino Arana Goiri fundaron el partido y que hoy no tienen cabida.
El pueblo, el Ebro y 'lo nuestro'
La progresiva evolución del partido ha ido acompañada de un cambio en algunos de los planteamientos, como la consideración de vasco, que hoy se desvincula del origen y la genética. El PNV actual procura subrayar que no actúa como un partido ‘antiespañol’ ni propugna la necesidad de acreditar apellidos vascos para ocupar cargos o el rechazo al ‘maqueto’ (el emigrante español) por ser ‘el mal’ que contamina la identidad vasca, cómo sí ocurría hace décadas. Hace muchos años que el PNV estableció que vasco era todo aquel que naciera o viviera en Euskadi y que el conocimiento de una lengua o la defensa de un origen reforzaba más la identidad.
Un cambio que no ha impedido que aún hoy los dirigentes del partido sí recurran a una clara diferenciación entre Euskadi y el resto del país. Expresiones como “lo nuestro”, “del Ebro para abajo”, “nuestro pueblo” o “en Madrid y aquí” sí marcan una clara diferenciación geográfica, sociológica y demográfica a la que retóricamente se sigue recurriendo. Reiteran que responde únicamente a una acción política propia de una formación nacionalista que defiende de modo preferente los intereses del pueblo vasco.
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