Ni Abel Caballero (PSOE) en el norte ni Nacho Vázquez (PP) en la meseta. El alcalde más votado está en el sur, entre los pliegues rugosos de La Línea de la Concepción, la ciudad gaditana fronteriza con Gibraltar que arrastra el sambenito del narcotráfico y el paro. “Le he ganado a Caballero. Él ha bajado siete puntos y yo he subido 8. Ahora le saco 15 puntos”, desliza entre risas Juan Franco. Con la misma naturalidad con la que este domingo se embolsó tres de cada cuatro votos bajo las siglas de su formación, La Línea 100x100, revalidando así una mayoría absolutísima por encima del 75 por ciento de los sufragios.
Resultados municipales en La Línea de la Concepción
Una proeza que Franco, funcionario municipal de 47 años, digiere provisto de humor. Su partido ha logrado 22 de los 25 concejales, reduciendo la bancada de la oposición a su mínima expresión: dos ediles socialistas y uno popular. “No quiero ser chulo pero es que nosotros veníamos de 21. Lo que la lógica dictaba es que se bajase algo. En 2019 los tres alcaldes más votados de España fueron los de Vigo, Estepona y La Línea. De los tres hemos sido los únicos que hemos subido”, se jacta Franco. "Me ha dado por mirarlo porque la aplicación del ministerio del Interior funciona muy bien".
La receta del éxito
Franco, que la noche electoral acabó manteado por los suyos cual entrenador tras firmar una gesta, es el rostro de un experimento político que conjuga en plural. “Es que lo nuestro es algo muy complejo y, con todo el respeto para todo el mundo, resulta bastante difícil de repetir”, explica cuando se le interroga por la pócima del éxito de este laboratorio plantado en las faldas del Peñón. “Somos independientes y no tenemos ataduras con los partidos tradicionales”, arguye quien ha hecho de la geometría variable uno de los secretos de su empuje. En 2015, se hizo con la alcaldía con el apoyo del PP para desbancar a los socialistas y desde 2019, en calidad de llave, gobierna la Diputación de Cádiz de la mano del PSOE. “Y cuando se ha discrepado, lo hemos hecho”, apostilla.
Su ensayo tiene como territorio La Línea, una ciudad de 64.000 habitantes y unos exiguos 19,2 kilómetros cuadrados con una tasa de desempleo que supera el 30% y una esperanza de vida menor a la de las poblaciones limítrofes, que no llega a los 80. “Tenemos un equipo de trabajo espectacular, con gente muy cualificada en el que los políticos son a su vez técnicos, y una política muy cercana al ciudadano”, esboza el chef. Durante la legislatura, Franco ha establecido la liturgia de “El café con el alcalde”. “Avisaba con cierta antelación a qué cafetería iba a ir para que cualquier pudiera asistir y preguntarme”. Y en campaña electoral, ha nacido “Juan Franco en el metaverso”. “Cualquier persona podía entrar ahí a preguntar lo que le viniera en gana”, detalla.
Las sombras de La Línea
Sin rival, el regidor linense se ha confabulado contra las sombras que proyecta la ciudad, desde el narcotráfico a la exclusión, pero sin rehuirlas. “No nos gusta que se nos asocie a eso porque ya se sabe que hace más ruido un árbol que cae que un bosque creciendo. El noventa y tantos por ciento de los linenses son gente honrada y trabajadora. No es menos cierto que hay un porcentaje de la población que se dedica a lo que se dedica”, asevera Franco, relativamente satisfecho con los resultados de un plan de seguridad pero no así con el problema social “de una envergadura -matiza- que excede las competencias municipales”.
“Somos muy conscientes del problema de imagen pública que tenemos y estamos trabajando para cambiarla, desde conciertos de músicos de primer nivel hasta campeonatos deportivos regionales y nacionales. Esperemos que dentro de poco salgamos en los medios por temas más positivos”, murmura el alcalde. “Estoy convencido de que vamos a conseguir la transformación de la ciudad. Están produciéndose cosas impensables hace un tiempo como que una cadena abra un hotel de cinco estrellas o una inversión en el puerto deportivo con una empresa de Gibraltar para un centro comercial y de restauración”.
Un plebiscito para ser ciudad autónoma
En busca de soluciones, La Línea apostó en 2021 por una consulta popular que convirtiera al municipio en una ciudad autónoma similar a las de Ceuta y Melilla. “Estamos casi al final del camino porque el Gobierno de España nos ha denegado la autorización para celebrar la consulta y estamos esperando la sentencia del Supremo. Si se rechaza el recurso, buscaremos otra opciones”. La vía lleva a Estrasburgo, donde Franco está dispuesto a librar batalla. “A lo mejor hay que llamar a la puerta del Parlamento Europeo y que nos reconozcan lo que aquí no se nos reconoce: que somos una región deprimida y tenemos una tasa de paro y una esperanza de vida que es más propia de un país africano que europeo y que nuestro gobierno nos tiene abandonados”.
España lleva 310 años intentando recuperar el Peñón y, sin embargo, se dedica a pisotear y maltratar el territorio inmediatamente colindante
Sus resultados electorales le vuelven a situar como bisagra en la diputación gaditana y Franco deshoja la margarita entre PP y PSOE. “Tendremos que hablar con los dos y ver los intereses de la ciudad”, agrega. A ambos partidos les acusa de “tener miedo” de una consulta popular para cambiar el paso del enclave y dotarse de un régimen fiscal reducido que cambie la droga por la llegada de empresas. “España lleva 310 años intentando recuperar el Peñón y, sin embargo, en el territorio inmediatamente colindante se dedica a pisotearlo y maltratarlo. Me gustaría que alguien me lo explicase”.
La vecindad británica -uno de cada seis residentes en la ciudad trabaja en Gibraltar- marca la identidad de La Línea. “Es la clave de todo”, sostiene Franco, quien descarta forzar una desconexión a imagen del fallido “procés” catalán. “Vista la reforma del Código Penal, quizás me echo al monte”, dice entre risas. “No se me pasa por la cabeza. Hemos demostrado seriedad en la gestión y no vamos a vulnerar sentencias del Supremo”.
Empecé y terminaré de alcalde. He tenido ofertas de otros partidos, tanto PSOE como PP o Ciudadanos"
A la pregunta de si una victoria a la búlgara abre la puerta a ciertas tentaciones, Franco tira de tebeos en busca de réplica: “El Tío Ben dijo aquello que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. La verdad es que hay que saber gestionar las competencias y seguir sacando cosas para nuestra ciudad”. Tampoco el mal de la corrupción. “No se me pasa la cabeza y, aunque se me pasara, los mecanismos de control que hay son tan pulcros que es prácticamente imposible”, alega baqueteado como funcionario en el área de Hacienda.
Inquieto por las negociaciones en curso por Gibraltar entre España y Reino Unido, el alcalde presume de “aldea gala”. “Aquí tenemos una idiosincrasia muy marcada. Para nuestra gente, la feria, el carnaval, las playas, el equipo de fútbol, la Semana Santa... todo es lo mejor. Quizás también el alcalde”, bromea. De momento, Franco hace honor a su apellido y se mantiene en sus trece: “Empecé y terminaré de alcalde. He tenido ofertas de otros partidos, tanto PSOE como PP o Ciudadanos, y podría haber aspirado a ser consejero de la Junta de Andalucía o delegado del Gobierno. Pero cuando deje de ser alcalde, volveré a casa”. El hito del 28M, vencer a su homólogo vigués y su derroche de once millones de luces navideñas encendidas hasta mediados de enero, bien vale una franca celebración. “Pertenezco a un partido con 50 afiliados y en iluminación navideña me puedo gastar la vigésima parte de Caballero. Lo mío tiene más mérito”.
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