Es un temor por ahora prematuro. Puede estar hoy más cerca, pero continúa lejos de ser una realidad. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo lo expresó ayer ante la Junta Nacional de su partido. Lo hizo en víspera de la conformación de gobiernos municipales y forales: “Pongo los votos de mi partido al servicio del constitucionalismo para retirar a Bildu cualquier posibilidad de Gobierno”. En realidad, el PP vasco, en boca de su presidente, Carlos Iturgaiz, lleva días anunciándolo: cederán sus votos sin contraprestación alguna en aquellos ayuntamientos e instituciones en los que puedan ser necesarios para frustrar alcaldías y gobiernos de la izquierda abertzale.
La verdadera inquietud que en muchos ámbitos ha vuelto a sobrevolar tras el incremento de votos de EH Bildu el 28-M y el desgaste del PNV es la posibilidad de que un día no muy lejano el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi pueda ser el lehendakari del País Vasco. Por el momento, son muchos los ‘muros de contención’, electorales y estratégicos, que sitúan aún lejos esa posibilidad. Además del muro de contención que anuncia el PP, se suma el que de facto aplica el PSE en las principales instituciones vascas y la presión del PNV para que el peso institucional de Otegi no se incremente.
En la vecina Navarra el juego no es el mismo pero muestra la resistencia del socialismo a abrir la puerta de par en par a la izquierda abertzale. El PSN se ha reafirmado en si estrategia de dejarse querer pero sin mostrar amor. Los socialistas ya han avanzado que no apoyarán a Bildu en su aspiración por alcanzar la alcaldía de Pamplona, pese a que se dejara querer con una abstención de la izquierda abertzale en el Parlamento foral.
En Euskadi, la tierra que Otegi siempre ha soñado gobernar, la situación y el juego de poder es distinto. Allí el PNV continúa siendo el eje central por la que pasan la mayor parte de los acuerdos institucionales. Por ello el temor de Feijóo parece por el momento infundado. A corto plazo, tanto el juego electoral en Euskadi como el respaldo social real, pese a ser creciente, que hoy tiene EH Bildu en las citas autonómicas no hacen prever un Otegi lehendakari.
Autonómicas frente a municipales
La coalición del dirigente independentista obtuvo las pasadas elecciones municipales el mejor resultado en votos de su historia, es cierto. Pero en realidad, fue un incremento de poco más de 17.000 votos que en gran medida se vio bien rentabilizado en términos de poder local gracias a la baja participación -no llegó al 60% en el País vasco- que afectó directamente y de modo mayoritario al PNV. La capacidad de atracción de nuevos votantes de Bildu es importante pero comedida. Pese a la pérdida en 80.000 votos del PNV y la caída importante de votos registrada en Podemos y el PSE, los de Otegi apenas lograron absorber una parte pequeña de ese electorado que optó por no acudir a votar, casi 96.000 ciudadanos.
Los comicios locales siempre han dado mayor rédito a la izquierda abertzale que las citas autonómicas, donde el peso del PNV continúa siendo superior. Son estas las elecciones de las que salen elegidos los diputados que deberán designar al lehendakari. En las últimas elecciones autonómicas el PNV y EH Bildu siempre han presentado a sus candidatos para disputar la presidencia del Ejecutivo. La última en hacerlo fue la hoy candidata a diputada foral de Gipuzkoa, Maddalen Iriarte. En realidad, desde la vuelta a la legalidad en 2012 Otegi nunca ha sido aspirante a lehendakari en un pleno de la Cámara vasca.
En las últimas elecciones autonómicas vasca, en julio de 2020, la diferencia entre la formación de Ortuzar y la de Otegi fue de 100.000 votos a favor de Sabin Etxea. El pasado domingo, en la cita municipal, la distancia se redujo a algo más de 25.000. La batalla entre el PNV y EH Bildu es muy desigual en una cita local y una autonómica. En esta última, la izquierda abertzale sigue lejos de rebasar al PNV. En el Parlamento de Vitoria la formación de Andoni Ortuzar mantiene 31 asientos por 21 la izquierda abertzale.
Desde la irrupción de Podemos en el tablero político vasco ese ámbito de la izquierda extrema no nacionalista ha defendido la posibilidad de explorar otros acuerdos progresistas que permitan conformar una alternativa a la hegemonía histórica del PNV. La clave para poder ver al líder de la oposición, EH Bildu, al frente de un hipotético Gobierno vasco pasaría necesariamente por el entendimiento entre la izquierda abertzale, Podemos y el Partido Socialista de Euskadi.
'Muro de contención'
Es ahí donde el escenario ideal de la izquierda y el temor de Feijóo choca con la realidad política vasca. Hasta ahora, el eje PNV-PSE se mantiene sólido y actúa como un muro de contención para que el temor del líder popular no se vea cumplido. Acumula décadas de entendimiento y sintonía, además de no pocos gobiernos de coalición a nivel autonómico, foral y local. La fórmula PNV-PSE sigue siendo la preferida por la sociedad vasca, la que mejor representaría el centro-izquierda en el que los sondeos siempre sitúan el eje ideológico mayoritario de los vascos. Ahora, tras las elecciones del 23 de mayo ambas formaciones se han reafirmado en ella y no han ocultado su intención de reeditar sus acuerdos allá donde sea posible.
Ello no supone que en casos puntuales esa conexión se rompa y el muro esconda pequeñas grietas. Lo volveremos a ver en acuerdos municipales en los que PSE y Bildu sustraen un gobierno a los jeltzales pese a ser la lista más votada. También ocurrirá a la inversa. No es nuevo ni supone un preámbulo de un cambio profundo. No se puede obviar tampoco que los tabúes están para romperse y que la colaboración en el Congreso entre el PSOE y EH Bildu supone un precedente.
Aún resta un año para las próximas elecciones autonómicas en Euskadi. Urkullu ya ha asegurado que no adelantará los comicios, pese a la decisión anunciada por Sánchez para el 23-J. Entre las incógnitas que en este tiempo deberá resolver el nacionalismo vasco, el institucional y el más radical, será quiénes encabezarán sus listas para optar a la lehendakaritza.
La candidatura de Urkullu para optar a un cuarto mandato no está clara y la idoneidad de que Otegi pudiera ser el rostro visible de una izquierda abertzale renovada, rejuvenecida y mutada -que ha logrado ensanchar simpatías y nuevas generaciones-, tampoco. Otegi intentó ser candidato a lehendakari en 2020 pero la Justicia le recordó que aún pesaba sobre él una condena de inhabilitación por el 'caso Bateragune’, posteriormente anulado. La renovación interna de gran parte de sus estructuras no ha impedido que en varias ocasiones Otegi siga dejando abierta la puerta para optar, a sus 65 años, a aspirar al cargo en las elecciones autonómicas de 2024.
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