Las caras dicen más que las palabras en las noches electorales. Las del PNV a última hora del 28-M no dejaron lugar a duda. Habían ganado las elecciones pero habían perdido algo quizá más valioso: la seguridad. Los datos eran contundentes, uno de cada cinco votantes que confiaron en ellos en las elecciones anteriores habían dejado de hacerlo esta vez. Desde los tiempos de la escisión con EA no habían dejado de subir en votos en las municipales. Esta vez, el ‘toque de atención’ –así lo calificó su presidente Andoni Ortuzar- se tradujo en una pérdida de 81.500 votos, decenas de concejalías e instituciones relevantes.
Los análisis internos para detectar las causas ya están en marcha. No hay mucho tiempo para recomponer los daños. Quizá la corriente de desengaño o enfado con el partido contagie también el 23-J, ese es el temor en Sabin Etxea. ¿Es sólo un aviso o el inicio de un cambio más profundo? ¿Es una pérdida coyuntural o el reflejo de un cambio de ciclo? La historia del partido que fundó Sabino Arana el 31 de julio de 1895 acumula periodos mucho más convulsos que el actual. Tiempos difíciles en los que se jugaban algo más que una bolsa de votos.
Es cierto que el PNV se repuso a la Guerra Civil y a su exilio, a la ilegalidad de la dictadura, a los años de violencia terrorista y a la escisión interna que lo partió en dos. Los analistas detectan ahora otro tipo de heridas que explicarían la posible enfermedad electoral de la formación: heridas de poder, envejecimiento electoral, identidad desdibujada, rumbo confuso o una fuerte competencia con mayor capacidad para atraer a los jóvenes. “Al PNV se le agota su ‘acuífero de voto’. Su electorado es mayor, casi un tercio supera los 50 años, y no es capaz de reponer el agua, no atrae a gente joven al mismo ritmo de lo que lo pierde”, asegura el doctor en Sociología por la Universidad del País Vasco, Imanol Zubero.
Es la izquierda abertzale la que tras el final de ETA ha logrado captar con mayor intensidad a esos nuevos votantes. Su mutación desde el final de la banda le está dando resultado. También su cambio de discurso y estrategia. Históricamente la izquierda abertzale apostó más por la revolución y la movilización callejera que por el pragmatismo político e institucional. Ese papel pragmático, tangible en beneficios para la ciudadanía, se lo disputa con claridad al PNV: “Antes era el único que conseguía cosas para Euskadi en Madrid. Ahora también lo hace EH Bildu. Eso ha desdibujado mucho su imagen y presencia como partido fundamental para la gobernabilidad del Estado que siempre había tenido”.
Difuminado y sin adversario
Zubero cita otros factores que explicarían su desgaste. La fatiga del poder es uno de ellos. Gobernar deja heridas en forma de incomprensiones en diversos sectores sociales y que se manifiestan en protestas y se pueden convertir en alejamientos hacia las siglas. El PNV lleva gobernando Euskadi de manera casi continuada desde la recuperación de la democracia: “Gobernar te da visibilidad, pero también te genera frentes. Lo hemos visto con las protestas. Ese malestar en pequeños colectivos, si aumentan en número, también se notan en las urnas”.
Añade que en el caso de la formación nacionalista su penetración en el tejido social y empresarial es tan amplio que se vuelve contra él en tiempos en los que “aspectos como el poder y las instituciones están más cuestionados, especialmente entre los jóvenes”: “¿Cómo te desvinculas del mundo de la empresa para convertirte en defensor de la ecología? Es difícil”.
Añade otra de las heridas; el partido ha dejado de ser el “voto refugio” que fue durante muchos años, en tiempos de la Transición o el terrorismo. “Ahora, cuando a muchos de sus votantes no se les hubiera ocurrido votar a la izquierda abertzale esa línea se difumina y sí están dispuestos a hacerlo”. Por ello, considera que el partido debería repensar su posición y su propuesta, “para volver a encontrar su lugar”, apunta Zubero. Destaca que paradójicamente quizá es Bildu quien le ayuda en ese proceso: “El PNV tiene que encontrar un adversario. Si no, puede encontrarse como en la escena de los tres boxeadores de ‘Tricicle’, en el que dos se pegan entre ellos y el tercero, como no le hacen caso, termina pegándose a su mismo. Si no es interlocutor esencial del Gobierno de España, ya no confronta el terrorismo contra la izquierda abertzale y depende del PSE para gobernar, ¿cuál es su identidad?”.
El viernes el PNV y el PSE anunciaron un acuerdo para apoyarse en la conformación de instituciones. Ambos partidos revalidan el acuerdo de coalición que ya suscribieron hace cuatro años. El catedrático de Historia Contemporánea, Santiago de Pablo, coautor de ‘El péndulo patriótico, historia del PNV’ no cree que el partido haya tocado techo e inicie un periodo de reajuste: “Lo ocurrido el 28-M es una llamada de atención, pero no creo que sea un punto de inflexión. El PNV ha sabido superar circunstancias muy distintas. Es un partido de fondo, de Marathón”.
"De Sabino Arana queda poco"
Señala otro elemento que ha podido influir en la evolución de algunos sectores de su electorado, su transformación ideológica en ámbitos como la inmigración, la sexualidad o los derechos sociales. De Pablo afirma que del PNV de Sabino Arana “queda poco”. Sus ideas han ido evolucionando moldeando el partido desde una formación tradicionalista católica hacia posiciones “de la democracia cristiana y que ahora creo que se sitúa en un modelo de socialdemocracia”: “El PNV es ya un partido más de pragmatismo que de ideología, intenta estar en todas las salsas. Eso en un momento te puede ayudar porque no te pone en contra de nadie, pero puede provocar que pierdas tu herencia ideológica”.
De Pablo apunta que, pese a que quizá esa evolución ha provocado que muchos votantes “ya no se reconozcan en su partido”, el PNV continúa manteniendo una fuerte fidelidad a sus siglas por parte de una gran parte de sus simpatizantes: “Algo similar le está ocurriendo al PSOE. Ese equilibrio hacia nuevos posibles votantes hay que compaginarlo con intentar no perder otros. Hay que pensar en el electorado joven pero sin olvidar que también esos votantes cambiarán y querrán opciones que no sean muy rupturistas”.
El investigador y sociólogo Jonatan García afirma que lo sucedido al PNV es más “un bache” favorecido por un cúmulo de circunstancias que el reflejo de un alejamiento relevante de su electorado. “El contexto le ha perjudicado, tanto el nacional como el vasco. Su disputa con EH Bildu como socio preferente del Gobierno, el periodo postpandemia, las protestas en Osakidetza o los conflictos laborales le han perjudicado”.
García asegura que el PNV aún no ha tocado techo y que tiene margen de crecimiento pese a todo. En esta aspiración destaca la capacidad de llegar a acuerdos que siempre ha demostrado y que “juega a su favor”: “Es cierto que se ha producido una transformación generacional y programática pero el PNV sigue siendo una alternativa consolidada para el electorado”.
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