Es un viejo laberinto repleto de recovecos, caminos aparentemente sin salida pero con vías de escape capaces de conectar sus zonas estancas. En realidad, son tres; el laberinto de la derecha, el ‘vasquista’ y el siempre complejo laberinto del ecosistema de la izquierda. Todos ellos conforman el mapa sociológico de Navarra, el que en gran medida se pronuncia en las urnas y aboca después a un juego de equilibrios, pulsos y alianzas sorprendentes. El pasado 28 de mayo volvió a suceder. Cada una de ‘las tres Navarras’ volvió a manifestarse. Lo hizo sin apenas alterar una a otra, tan sólo mostrando nuevos movimientos internos en el reparto de fuerzas de cada uno de sus ‘laberintos sociológicos’, ideológicos.
En Navarra nunca un Ejecutivo autonómico ha gobernado con mayoría absoluta. En el control gubernamental han participado la derecha foral, el nacionalismo vasco moderado y el no tanto y la izquierda moderada y la más extrema. Todos han formado parte, de uno u otro modo, del Gobierno en Navarra. Ha habido gobiernos a dos entre derecha e izquierda y a tres entre la izquierda y el nacionalismo. Ahora, el 28-M aboca una vez más a explorar caminos, a plantear vetos y a librar pulsos hasta el último minuto.
Y todo, bajo la atenta mirada del resto del país, temerosos unos, deseoso otros, de la onda expansiva que -favorable o peligrosa- pueda generar la gobernabilidad en esta comunidad foral de poco más de 650.000 habitantes. La situación ya se auguraba compleja tras los resultados del 28 de Mayo. Tanta o más que hace cinco años. Lo que nadie imaginó es que en apenas dos días se complicaría aún más con el anuncio de adelanto electoral hecho por Pedro Sánchez. Las elecciones generales del 23 de julio han incorporado un elemento de tensión añadido y de complejidad a las negociaciones y posibles pactos en Navarra.
Si entenderse con Bildu ya fue un riesgo en 2019, hacerlo en 2023 tras el batacazo del PSOE y en víspera de una nueva cita con las urnas lo es aún más. Los expertos han colocado el apoyo de la izquierda abertzale entre una de las principales causas del castigo electoral a Sánchez. Volver a necesitarse complica sobremanera el escenario. Si el PSN quiere mantenerse en el poder gracias a sus socios progresistas, no le bastará asegurar que no incluirá a la izquierda abertzale en su Gobierno. María Chivite necesitará la abstención de EH Bildu. A cambio, la coalición que lidera Arnaldo Otegi reclama el apoyo para ocupar la alcaldía de Pamplona –y otras localidades navarras- que los socialistas se resisten a facilitarle temerosos del daño colateral que provocaría en sus aspiraciones electorales.
Dos lógicas políticas
“La situación es compleja. Se solapan dos planos, dos lógicas políticas, la postelectoral y la electoral. La primera es la de la búsqueda de acuerdos, de limar diferencias y acercar posiciones. La segunda, la preelectoral es una dinámica casi opuesta, busca diferenciarse, subrayar lo que les separa. Ambas se producen ahora al mismo tiempo. Ese es el problema del PSN con sus pactos con Bildu”, asegura Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra. En su opinión, es muy probable que Chivite alargue al máximo el proceso de negociación ahora en marcha, dejarlo abierto hasta después del 23-J, para evitar el impacto de un entendimiento “por activa o por pasiva” con la izquierda abertzale, “hasta agosto tiene tiempo”.
Sin embargo, el calendario no es tan benévolo. En apenas dos semanas la Mesa del Parlamento de Navarra deberá estar constituida y el Ayuntamiento de Pamplona conformado. “El PSN creo que no puede votar al candidato de Bildu, a Joseba Asirón con unas elecciones el 23 de julio a la vista. La propia candidata socialista, Elma Saiz, aseguró inicialmente que se votaría a si misma y no creo que eso cambie para respaldar a Asirón”, señala Rodríguez Virgili. También da por descartada la tercera vía, que pasaría por respaldar a un candidato de Geroa Bai o Podemos para evitar que UPN, la lista más votada, revalide la alcaldía. En las últimas horas, desde el PSN se han abierto a explorar esa posibilidad de apoyar a un candidato alternativo de Geroa Bai, opción complicada para EH Bildu pero que de prosperar dejaría sin la alcaldía de Pamplona a UPN.
La situación es mucho más compleja si se contemplan otros posibles y probables escenarios que cambiarían el mapa político en España en apenas dos meses. Demorar la decisión más allá del 23 de julio, con un posible fracaso del PSOE y la pérdida de la Moncloa sobre la mesa, “quizá derive en un cambio en el PSOE”: “Puede suceder que no cuestione el apoyo de Bildu y apueste por garantizar al menos otros cuatro años el Gobierno en Navarra. O se decante por todo lo contrario, iniciar una nueva etapa, recomponer el partido y advertir a Chivite que ni se le ocurra admitir el apoyo de la izquierda abertzale”.
Derecha e izquierda han llegado a convivir con cierta armonía en Navarra. No sólo socialmente, también en al ring político. UPN no es el PP pero se le acerca mucho. Su carácter regional marca la diferencia que habría permitido a la principal fuerza navarra y al PSN entenderse, incluso gobernar en coalición. Hoy esa opción parece descartada por Ferraz.
Heridas sin cerrar
En 2014 una crisis interna que desembocó con la salida de los socialistas del Ejecutivo de la presidenta Yolanda Barcina abrió un abismo que aún hoy no se ha cerrado. “Muchos dirigentes del PSN, entre ellos el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, tienen marcado a fuego aquella crisis, de ahí la mala relación con Chivite”.
El sociólogo de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Ricardo Feliú asegura que la diversidad de la sociedad navarra siempre se ha visto reflejada en la composición de sus instituciones, en particular su Parlamento. Apunta que basta con 10.000 papeletas para poder acceder a la Cámara, el 3% de los votos, y apenas 6.500 para el resto de asientos: “Esta baja ‘barrera electoral’ estimula la aparición de partidos políticos. Eso no ha supuesto la falta de acuerdos. Es más, probablemente el grado de consensos en Navarra se encuentre entre los más altos. Aquí se cuestiona esa idea de que a más pluralidad se dificulta la gobernabilidad”.
Feliú destaca el dinamismo político de una sociedad como la navarra, que no logra diluir los tres espacios claramente definidos que se mantienen sólidos, “ese dinamismo se produce entre bloques, los votos fluctúan de un partido a otro pero dentro del mismo bloque”. Hoy la navarra política de izquierda y la ‘vasquista’ han fortalecido su alianza para arrinconar a la derecha agrupada en torno a UPN, PP y Vox. Feliú subraya que quizá la derecha ha perdido levemente espacio y se ha fragmentado en tres marcas, UPN, PP y Vox, pero en esencia permanece inalterable: “El espacio vasquista, en cambio, acumula años de cierto incremento y creo que aún no ha tocado techo”.
Fragmentación con consensos
El experto en comunicación política, Gonzalo Alzueta, asegura que la estrategia de penetración social llevada a cabo los últimos años por la izquierda abertzale es la que podría explicar sus buenos resultados y su capacidad para atraerse una buena parte del voto de la otra marca nacionalista, Geroa Bai: “No diría tanto que la sociedad navarra ha normalizado el voto a Bildu sino que la coalición está sabiendo acaparar muchos estamentos sociales. Una parte de la sociedad está comprando muchos de sus relatos. Un ejemplo de ello es lo ocurrido en la Administración pública, donde su sindicato, LAB ha ganado mucha presencia. A ello se suma su influencia en cuestiones educativas. Todo ello se traduce en que del nuevo voto EH Bildu ha logrado atraer a aproximadamente el 30%, y otros 25% lo ha captado Vox. El 45% restante del voto más joven ha ido a la abstención”.
Destaca que la fragmentación apenas ha variado en los últimos años, “somos una de las comunidades con más partidos electorales en listas”, apunta. Añade que a la diversidad se suma la fragmentación en dos ejes fundamentales, izquierda-derecha y el nacionalista-no nacionalista. Es precisamente en este último en el que detecta una mayor transformación.
Ante el enredo al que parecen abocarse las negociaciones en la Comunidad Foral, Alzueta afirma que no se puede dar por descartada una repetición electoral dentro de tres meses. “Aún es pronto, pero si entramos en un callejón quizá no quede otra. Sería un escenario que probablemente perjudicaría al PSN. La clave de lo que vaya a suceder estará en el desenlace que tenga el pulso en Pamplona y otra decena de ayuntamientos que quiere gobernar Bildu por ser la lista más votada”.
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