Todo esto empezó hace mucho tiempo, en concreto hace dos años. Pablo Iglesias anunció sorpresivamente su abandono de la primera línea política al tiempo que ungía a Yolanda Díaz como su sucesora. Todo atado y bien atado, pensaba. Pero con esta decisión provocó casi de inmediato un mar de fondo. Fue entonces cuando El Independiente adelantó esos movimientos tectónicos. "Opa a Podemos: Errejón, Rodríguez, Oltra y Colau quieren fichar a Yolanda Díaz", fue el titular. "Comisiones Obreras promueve este movimiento para hacer de la ministra de Trabajo la candidata a la presidencia orillando a los morados", rezaba el subtítulo.
Corría el 9 de mayo de 2021. Apenas hacía cuatro días que Iglesias había tirado la toalla tras su descalabro en las autonómicas madrileñas del 4-M y ya aparecieron los ajustes de cuentas y los cuchillos largos. Algunos de esos actores han cambiado. A Mónica Oltra se la llevó por delante un caso de abuso a menores tuteladas por el que ahora es su ex-marido siendo ella consejera de asuntos sociales de la Generalitat valenciana. Por su parte, la andaluza Teresa Rodríguez, decidió finalmente no unir su destino a ninguna oferta de coalición, ni antes, en las andaluzas del 19-J, ni ahora para las generales.
El fracaso histórico de las sucesiones tuteladas en política
Ambas, junto con Ada Colau, Íñigo Errejón y Mónica García, entre muchos otros, tenían algo en común, esto es, la búsqueda del fin del partido que cofundara Pablo Iglesias. Y él, lejos de contribuir a un buen clima de entendimiento interno con Yolanda Díaz no asimiló una de las principales enseñanzas de la política: nunca, nunca, existen las sucesiones tuteladas. La gallega "mató al padre", comenzó a volar sola y alejarse de las dos ministras de Podemos y de las admoniciones de su antecesor.
Todo ello ha acabado eclosionando en un proyecto que, bajo la esfinge de Yolanda Díaz en las papeletas, se presentará a las elecciones generales del 23-J en unas candidaturas donde los morados no tendrán más que posiciones muy subalternas. Acaso han desaprovechado otras ofertas más generosas pensado que tensando la negociación iban a hacer valer mucho más caro su apoyo.
No ha sido así. Para la actual secretaria general de Podemos, Ione Belarra, se barajó la posibilidad de ir de número dos de la lista por Madrid, y ahora deberá conformarse con el quinto puesto de una candidatura tomada por afines a Díaz y Más Madrid con Íñigo Errejón de cuarto. Ni siquiera IU va a salir bien parada en la que es la lista más disputada.
Sumar ofrece a Podemos encabezar Navarra "donde no quieren a Belarra"
Sumar ofrece a los morados encabezar Navarra. Un caramelo envenado porque "allí no quieren a Belarra", dicen fuentes conocedoras de la negociación. De hecho, este fue uno de los primeros territorios en rebelarse contra la dirección estatal de Podemos por no sumarse al acto de Magariños.
También encabezarán Murcia, Las Palmas , Badajoz, Cáceres, Ávila, Guadalajara, Teruel, Palencia, Segovia, Granada y Cádiz. Además, controlarán poco más de un 20 por ciento de los recursos económicos del Grupo Parlamentario resultante y del reparto de responsabilidades en las comisiones del Congreso, muy lejos de sus aspiraciones. Pero cabría preguntarse, dicen fuentes de Sumar, "si su estrategia negociadora ha terminado de sentenciarles internamente" y orillarles a unas listas con escasas posibilidades de conseguir representación, porque lo cierto es pocos dan credibilidad a los 41 escaños que les auguran algunos sondeos. "No los tenemos ni ahora", subrayan los magentas (el color corporativo de Sumar).
A eso se refería Belarra este viernes al lamentar que "Podemos podría quedarse sin representación en el Congreso de los Diputados. Es algo que no nos parece justo". Porque mientras ellos intentaban doblar el pulso a la candidata a la presidencia del Gobierno, otros eran mucho más hábiles negociando puestos en las listas y en la dirección del Grupo Parlamentario en el Congreso. Unos tocaban la lira, iban al regate corto y a la negociación larga; el resto avanzaba sin pausa ante unos plazos muy, muy estrechos, y con el objeto de liquidar a los morados.
En definitiva, gana Íñigo Errejón, y pierde Iglesias seis años después de aquel Vistalegre II en el que el ex vicepresidente del Gobierno se hizo con todo el poder del partido. Con el aval del 89 por ciento de los inscritos de Podemos se vio con las manos libres para laminar toda disidencia interna. De aquel fuego han llegado las presentes cenizas.
Los vetos a Podemos arrancaron fundamentalmente de los partidos socios de Sumar
Los vetos a Podemos arrancaron fundamentalmente de los partidos socios de Sumar, los mismos que negaron tajantemente estar tras esa maniobra de aniquilamiento de las siglas moradas. No le ha venido mal a Díaz tener unos compañeros de viaje que le han facilitado ese tránsito, recompensados ahora por unos buenos puestos en las listas, preteridos los morados. Los de Ada Colau, por ejemplo, ofrecen un cuarto puesto en la lista para Podem, nada de estrellatos.
Pero el veto a Irene Montero ha supuesto un salto cualitativo en el proceso de demolición de Podemos. Con esta exigencia se toca el corazón de Galapagar, donde se residencia desde hace años el poder de Podemos, en apenas cuatro manos, las de la pareja Montero-Iglesias. Vetar a la ministra no es sólo una bofetada a la titular de Igualdad, achicharrada por casos como el de la ley del "sólo sí es sí", sino, también propinársela por persona interpuesta a Iglesias.
Los principales negociadores de Yolanda Díaz, su jefe de gabinete, Josep Vendrell, y el asesor Rodrigo Amírola, con fama de buenos componedores, han tenido que encajar un difícil sudoku para dar satisfacción a una pléyade de partidos, cada uno con sus intereses y exigencias. Podemos ha vuelto a medir mal sus fuerzas. Frente a todos ellos poco o nada tenían que hacer el portavoz del Grupo Confederal, Pablo Echenique, y la secretaria de Organización Lilith Verstrynge, sentados al otro lado de la mesa. Podemos cotizaba a la baja tras el 28-M, aunque en justicia todos los partidos a la izquierda del PSOE han salido malparados de esas elecciones.
Ahora sólo queda esperar que la nueva marca electoral sea capaz de mantener prietas las filas, tanto durante la campaña como a la hora de poner nombres y apellidos a los que integren las listas, y superen el grueso de sus diferencias para impedir que el futuro grupo parlamentario, grande o pequeño, no se desangre a base de encontronazos y conflictos internos.
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