Si hay una frase recurrente en Vox cuando se le pregunta sobre el por qué de los vetos a facilitar gobiernos del PP con su apoyo externo como se ha hecho en regiones como Madrid con anterioridad, esa es que "el escenario ha cambiado". Los de Santiago Abascal consideran que su incremento de cuota de poder territorial, al aumentarse la representación tras las elecciones autonómicas, debe ser respondido con cuotas de poder legislativo. Y si no se hace, es un problema del PP. "Ellos tendrán que dar explicaciones de por qué se veta a los votantes de Vox". Este argumento, sobre todo, corre como la pólvora y perjudica a Génova cuando, por un lado, ya se ha consagrado un pacto entre el PP de Carlos Mazón y Vox en la Comunidad Valenciana. Algo que, no obstante, no ha gustado nada a los populares por las prisas con un calendario de negociación holgado y las elecciones generales a casi un mes de distancia.
El condicionante de María Guardiola puesto sobre la mesa chirría con el de, por ejemplo, el PP de Fernando López Miras en Murcia. Mientras que los populares allí rechazan integrar a Vox por el simple requerimiento de dos escaños, desde Extremadura se omite la cuestión de la representación [por su empate técnico con el PSOE], pero se hace referencia a "los contenidos ideológicos "las batallas ideológicas" más extremas de Vox. "No voy a regalar consejerías" a un partido que niega la violencia machista, "criminaliza la inmigración" o "pone una lona en Madrid donde tira a la basura la bandera LGTBI", dijo este martes la candidata del PP extremeño. El problema es que las líneas rojas de una, no lo han sido para Mazón, que ha comprado el marco de la 'violencia intrafamiliar'. Lo entienden como equilibrio con la machista, algo que por su parte Vox no reconoce.
Esta contradicción entre los populares es la que da alas a los de Abascal para exigir una parte de la bancada de Gobierno en Extremadura o Baleares. También en Murcia, aunque López Miras puede jugar la carta de la amplia mayoría simple que ya jugó Isabel Díaz Ayuso para presionar a Rocío Monasterio. Sería la única excepción posible, con los diálogos en Aragón en el aire hasta el próximo viernes. Y es lo que a priori mantiene sólido su discurso postelectoral y en parte enfocado a la campaña de las generales. Vox también a destacado la diferencia entre lo sucedido en Extremadura y Baleares.
"Al mismo tiempo que se votaba aquí, en Baleares era votado presidente nuestro diputado Gabriel Le Senne con los votos del PP", decía este martes Buxadé para recalcar esa diferencia de juicios. "Mantenemos la misma posición en todo el territorio, pero nos encontramos con diecisiete PP", añadía, acusando con "convicción" a Alberto Núñez Feijóo de estar frenando los pactos al menos hasta después de las generales. "Lamentamos que Guardiola haya aceptado someterse a los criterios de Génova", nosotros "seguimos con la mano tendida a la espera de remprender la negociación".
Génova, por su parte, cree que el órdago de Vox, personalizado en Buxadé como vicepresidente de Acción Política, afianzará el voto útil a Feijóo para "echar al PSOE" y evitar situaciones de bloqueo tras el 23-J. Lo único que hace Vox es "demostrar que no es una formación fiable para provocar cambios de gobierno", dicen desde el PP, que apunta a la importancia de aglutinar mayorías como la de Moreno Bonilla en Andalucía o Ayuso en Madrid para frenar a los socialistas. Si el elector percibe este mensaje y se materializa a nivel nacional, una repetición electoral en distintos territorios no sería un inconveniente y permitiría incrementar previsiblemente apoyos a los ya constituidos. Pero hay riesgo de que la estrategia de Vox sea beneficiosa.
Los ejes de los que parte Vox
En Bambú [nombre que recibe la sede nacional de Vox por su ubicación en ese barrio de Madrid] parten de varios ejes en detrimento de las previsiones hechas por el PP relacionando los vetos de Vox con el voto útil. La primera idea es que quien ha apostado por las papeletas de los barones de Abascal lo ha hecho porque quiere que Vox condicione las políticas del PP, si no, defienden los ultraconservadores, votarían directamente a los populares. Ese es el pilar fundamental para exigir estar presentes en los sucesivos ejecutivos. Ello, por su parte, va enlazado con otro principio defendido a ultranza: "crecemos en cada convocatoria". Y es que el voto de Vox, así lo vienen confirmando diversas encuestas privadas a excepción de los últimos barómetros del CIS, es muy fiable y se sitúa por encima del 80%.
La perspectiva de voto útil que aprecia el PP, además, puede no verse con esa apariencia para el el votante que dista de las políticas contra la violencia machista o LGTBI. Políticas como la Ley del Mar Menor en Murcia, otro de los condicionantes a los que Vox no piensa renunciar para una investidura. El marco de 'violencia intrafamiliar' puede ser crucial a la hora de determinar la elección de papeleta. Y, pese a que el PP amague y adhiera como suyo parte del discurso de los de Abascal, lo que es definido "como éxito" de producirse, hay un componente importante aún que pesa en la refrendación de las candidaturas de Vox más allá que la novedad, por ejemplo, entre la gente joven.
Ese es el de la confianza. Para muchos, el PP sigue identificándose con la etapa de Mariano Rajoy, centrado en la gestión económica y dejando valores de lado. De ahí que Vox remarque la necesidad de integrar consejos de gobierno para ser "vigilante". "Con el PP necesitamos estar en los gobiernos para garantizar el cumplimiento de los pactos", viene reiterando Buxadé desde el lunes.
Nuevo escenario, también ideológico
Al nuevo escenario estratégico de Vox, centrado en una dinámica de pactos exclusivamente de coalición, se ha unido un cambio de criterio de cara a las generales del 23-J. El ideológico. Tras pequeños cambios desarrollados tras el cisma provocado por la salida de Macarena Olona, Javier Ortega Smith causó baja como secretario general para separarlo del control territorial y por el descontento generalizado por su gestión en las provincias. Ese movimiento le llevó a ocupar una de las tres vicepresidencias en perjuicio de Víctor González, uno de los principales representantes de la corriente liberal en la cúpula de Vox.
Con la presentación de las nuevas listas, se acentúa ese arrinconamiento del liberalismo dentro de Vox, a excepción de la figura de Iván Espinosa de los Monteros, hoy intocable para el partido. El propio González ha caído de la lista por Salamanca, así como Víctor Sánchez del Real por Badajoz. Rubén Manso, economista, ex inspector del Banco de España y diputado por Málaga, sigue el mismo camino. Entre los de Abascal empieza a predominar el sector más duro, definido como menos transigente a la hora de hacer política.
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