“Era mi compañero de pádel hasta que me lesioné la mano”. La relación entre el entonces comandante Rafael López Furnells y el teniente coronel Carlos Alonso ha sido como montarse en un globo: siempre que subes vas a terminar bajando. Ambos son mandos de la Guardia Civil, ambos compartieron comandancia en Ávila y ambos han declarado ante un juez por el conocido Caso Cuarteles, donde se investigan una serie de obras presuntamente irregulares en decenas de acuartelamientos de la Benemérita. Furnells lo ha hecho como testigo y Alonso como investigado.
La Justicia investiga 193 trabajos en 13 comandancias que o bien se hicieron a medias o bien no se llegaron a realizar por valor de 3,3 millones de euros. En aquellos años el teniente coronel llegó a Ávila proveniente de Madrid, donde se había encargado de la jefatura de personal y apoyo, un puesto clave ya que es donde se escudriña todos los contratos que se firman.
El comandante Furnells pasó parte de su carrera en Sevilla. De allí se fue a una misión internacional antes de recalar en Melilla. Más tarde fue destinado a Ávila, donde coincidiría con Alonso. Es ahí donde empezó su relación de amistad. Sin fricciones en un primer momento.
Pelea en Melilla
Todo se empezó a torcer cuando Furnells acudió a Madrid a realizar un curso de formación. Al terminarlo, en lugar de volver a Ávila decidió irse a Melilla. Allí le esperaban viejos amigos y una noche de fiesta. La fortuna le llevó a coincidir en un mismo local con una expareja y con el nuevo compañero de esta. El uniformado no se contuvo y terminó propinando una paliza al hombre. Intervino la Policía que, al detenerlo y verificar su identidad, le trasladó a la comandancia de la ciudad.
Aparte del proceso judicial, en el cual fue defendido por otro agente con el título de abogado, la Guardia Civil le sancionó de forma interna. Tres meses de sanción que cumplió antes de volver a su anterior puesto en la Comandancia de Ávila. El teniente coronel Alonso, su superior, no compartió esta decisión sobre su retorno, aunque no tuvo más remedio que acatarla “como no puede ser de otra forma”, dijo en sede judicial.
Una comandancia de la Guardia Civil pivota sobre dos patas, la jefatura de personal y apoyo (la encargada de los contratos) y la de operaciones. La segunda tiene mayor reputación y está mejor considerada internamente, ya que es la encargada de las operaciones más importantes y la que se lleva las medallas y los reconocimientos posteriores. Las dos jefaturas, por lo normal, están dirigidas por comandantes, y el de mayor antigüedad se encarga del ala de operaciones. Esa es la norma, aunque está supeditada al criterio del jefe de la comandancia.
Vuelta a Ávila
Cuando Furnells volvió a su puesto tras la suspensión, fue designado a la jefatura de Apoyo. En la de Operaciones había otro comandante que estaba a punto de jubilarse. Cuando este uniformado pasó a la reserva, Furnells pensó que era su momento para llevar dicha área. Pero Carlos Alonso, su superior, recelaba de él tras su sanción. Llegado el momento lo mantuvo al frente del equipo encargado de los contratos de la Comandancia, y nombró jefe de Operaciones a un teniente “zapatilla”, como se conoce a los agentes que empiezan desde cero y van ascendiendo.
Furnells venía de formarse en Zaragoza. Los guardias que salen de esta academia son conocidos como “pata negra” o "sangre azul", es decir, aquellos que pueden ascender en el escalafón. Las fuentes consultadas afirman que la decisión de poner a un teniente como jefe de Operaciones no gustó nada al comandante por dos razones: la primera que por antigüedad le hubiese tocado a él, y la segunda que el nombrado tenía una graduación inferior.
La denuncia anónima que desató el ‘caso Cuarteles’ era “muy detallada”, explican fuentes conocedoras. En ella se hablaba de cantidades de dinero para hacer obras de manera muy explícita, señalando hasta céntimos. Es por ello que el teniente coronel Alonso sospecha -así lo hizo saber en sede judicial- de su entonces subalterno Rafael López Furnells.
Furnells es ahora también teniente coronel, aunque Alonso se refirió en todo momento a él en su declaración como comandante, algo que supone una afrenta dentro del cuerpo. El testigo rechazó de plano ser el autor de la denuncia. También negó una enemistad con su superior; simplemente tenían formas distintas de entender el trabajo del día a día. Carlos Alonso no tiene dudas de que fue él. En Ávila hay quien piensa lo mismo porque “no pudo ser otra persona”.
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