Si algo pretende Pedro Sánchez en su viaje hacia el 23-J, si algo incluso necesita, es desmontar un concepto que la derecha ha logrado instalar: el sanchismo. Y entiende que ha de hacerlo casi a marchas forzadas porque el tiempo se agota y porque sabe que es la carta ganadora que Alberto Núñez Feijóo emplea y empleará hasta las urnas. Por eso su intensa gira mediática, más que de anunciar nuevas medidas, pivota ahora en torno a ese propósito, al de "pinchar esta burbuja que se ha inflado de mentiras, manipulación y maldades contra él". Burbuja que, admite, no supo dimensionar ni parar a tiempo.
Lo confesaba el presidente este domingo en Lo de Évole (La Sexta), en una entrevista grabada el pasado viernes en Casa Labra, el bar de Madrid donde se fundó el PSOE en 1879, hace 144 años. Una entrevista muy distinta a la que el mismo Jordi Évole le hizo para Salvados hace casi siete años, cuando estaba en carne viva, cuando acababa de ser derrumbado por el establishment del PSOE y no tuvo reparos en señalar a los causantes de su caída. Ahora evita señalar con nombres y apellidos a empresarios o medios, pero sí asume que el "veneno" fabricado por la derecha en su contra le ha hecho mucho daño, hasta el punto de que ahora mismo su continuidad en la Moncloa está en riesgo. El jefe del Ejecutivo se retrotrajo a los primeros años de vida del PSOE, cuando también "esos poderes establecidos" fueron "capaces de hacer cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder" y atacar al partido y a su fundador, Pablo Iglesias Posse.
He evaluado mal la fuerza corrosiva" del sanchismo, dice. ¿Puede pararlo ahora? "Nunca es tarde si la dicha es buena", agrega
"Tengo que estar en todos los programas para pinchar esta burbuja", justificaba Sánchez. Estar incluso en medios y espacios que no había pisado en toda la legislatura, como Onda Cero (el pasado lunes), El hormiguero (acude el martes) o El programa de Ana Rosa (Telecinco, aún sin fecha). Porque considera que su error ha sido "no haber prestado atención al veneno" que la derecha inoculaba en la sociedad con lo que se ha llamado sanchismo, para "no hablar del salario mínimo, o de la reforma laboral, o de la ley de vivienda, o de la ley de eutanasia".
Mentiras, puso el ejemplo, como cuando se dijo que "no dormiría" si gobernaba con Podemos, cuando lo que dijo ante Antonio García Ferreras es que "no dormiría" si entregaba a los morados carteras de Estado o Hacienda, Seguridad Social o Transición Ecológica. "Manipulaciones", añadió, como las vertidas sobre el uso que hace de los Falcon, aviones comprados por José María Aznar y que han utilizado "todos los presidentes del Gobierno" antes que él, igual que la familia real y los ministros. "Maldad" por emplear la figura del etarra Txapote contra él —ya es una expresión popular el "¡Que te vote Txapote!", puesta en circulación incluso por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso—, lo que supone "banalizar y frivolizar" con el sufrimiento de las víctimas del terrorismo, como ha advertido, recordó, Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, el concejal asesinado por Txapote en 1995. Denunció que se ha desplegado la misma "estrategia trumpista", pero con raíces patrias: "Deshumanización" del adversario político, "cuestionamiento" de los resultados electorales cuando no son favorables e "incumplimiento de la legalidad".
Insiste en que los Falcon fueron comprados por Aznar y los han usado todos los presidentes
"He evaluado mal la fuerza corrosiva de muchos de estos argumentos" que se han ido propagando por los medios sin que él los detuviera, asumió Sánchez. Ese ha sido su "error", dijo, no haber medido las "consecuencias de esta burbuja del sanchismo", por lo que sí, tendría que "haber ido más" a medios hostiles a lo largo de estos años para "desmontar muchas cosas que se han ido diciendo de manera infundada". ¿No es tarde ya? "Nunca es tarde si la dicha es buena", confió.
La importancia del qué y no del con quién
Pero si no fue antes a esos medios adversos fue por que no ha "parado de trabajar" en esta legislatura, y porque para la derecha "mediática, política y económica" toda la acción del Gobierno quedaba "opacada" por el velo del sanchismo. Évole le preguntó si no le faltó contundencia, porque ha habido dirigentes del PSOE, como el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, que han defendido la obra del Ejecutivo con vehemencia. Sánchez alegó que él es presidente, que ha intentado no caer en "provocaciones", que no ha "insultado a nadie", que ha tratado de hacer "debate político", hablar de lo que hacía su Gabinete, y no de con quién lo hacía.
Señala que lo que más le ha "dolido" es que se le intente asimilar a él y a su partido "con ETA". Y reitera que no ha mentido, sino que ha rectificado o cambiado de opinión
Y recordó el ejemplo de la reforma laboral, que se negaron a apoyarla los socios habituales (ERC, Bildu o PNV), por lo que el Ejecutivo se vio obligado a dialogar con todas las fuerzas que se mostraron abiertas. Y al final salió aprobada por el error de un parlamentario del PP, Alberto Casero. "Para aprobar una ley que significa una mejora social de los trabajadores, soy capaz de contar hasta con el voto del diputado Casero", argumentó. Es decir, que no se arrepiente de haberse apoyado en formaciones como ERC o Bildu, porque con ellas ha sacado importante leyes trascendentales de la legislatura, como la de vivienda o la revalorización de las pensiones.
Sánchez recalcó que lo más le ha "dolido" es que la derecha haya intentado asimilarle a él y a su partido "con ETA", que no reconozca la aportación de los socialistas para el fin de la violencia. El presidente negó que mintiera, como se le ha achacado, cuando afirmó que no gobernaría con Bildu o que no concedería los indultos. Mentir, recordó, es "decir algo a sabiendas de que no es verdad para engañar". "Mentir es el 11 de marzo y ETA", dijo. O sea, cuando el Gobierno de Aznar endosó el atentado a la banda terrorista. Él sí que ha "rectificado", "reconocido errores", "cambiado de posición" en temas como Cataluña.
Pero insistió en que no ha gobernado con los independistas vascos —"nos separa una distancia abismal"—, porque estos no tienen ministros en su Ejecutivo, ni tampoco su partido gobierna con ellos en Euskadi o en Navarra. Ni tiene acuerdos de investidura ni de gobernabilidad con ellos. Defendió que lo único que hay son pactos sobre leyes concretas, y en cambio en otras, como la derogación de la ley mordaza, no hubo acuerdo porque ERC y Bildu le pedían "cosas inasumibles" que no podía ceder.
Muestra su faceta más humana: su mujer, sus padres y su suegro tuvieron covid, él también se sintió débil en la primera ola de la pandemia y llegó a llorar
El jefe del Ejecutivo negó que él o su partido hayan estado "achantados", o "avergonzados" por lo hecho y por esas alianzas. Lo que ha ocurrido es que los "decibelios" de la crítica han sido "muy elevados". Y se apoyó de nuevo en la "desproporción" de voces conservadoras en los medios respecto a las progresistas, que no se corresponden, cree, con la realidad sociológica del país. Incluso en programas de entretenimiento. No quiso señalar a Pablo Motos y mentar El hormiguero, pero era evidente que se refería al programa de Antena 3, al que acude el martes y que ha sido muy crítico con él, igual que Ana Rosa Quintana.
Al presidente se le ha presentado también como un líder robótico, frío, falto de "autenticidad", malévolo. Se lo comentó Évole. "Yo no soy perfecto, nunca he aspirado a serlo", replicó. También añadió que "en absoluto" le cuesta mostrarse vulnerable. Ese guante introdujo al presidente por un camino que no se conocía de él, y que perseguía humanizarlo, dejar al descubierto que también duda, que también es débil, que no es solo de hierro. Retrocedió hasta la pandemia, cuando los ciudadanos le pedían "seguridad" y él intentaba mostrarla pero no la tenía, porque era consciente de la responsabilidad que tenía. Por primera vez relató que tuvo a su mujer, Begoña Gómez, y a sus padres con covid, y a su suegro ingresado en la UCI, y en aquellos días, en la primera ola, despertaba "empapado de sudor" y llegó a pensar que podía estar enfermo de coronavirus. Pero los médicos de la Moncloa lo descartaron: era por el nivel de estrés que padecía, como nunca había tenido. En esos momentos críticos, llegó a llorar de "rabia" y "frustración".
Los ataques a su mujer
"Hace tiempo", contó, sí recurrió a un psicólogo, pero no durante sus años en el poder, pero no habría tenido problema en acudir a uno porque no es "ningún estigma" y porque cree que hay que hablar de la salud mental. Ese recorrido por su faceta más humana, mucho más desconocida en él, tuvo otra parada: su mujer. Ella ha sufrido "ataques irreales, desproporcionados", que ha llevado con "mucha entereza" y de los que no ha podido defenderse. Reprochó que se dijera que es transexual, no por el hecho mismo de la transexualidad, sino porque se convirtió en una "forma de atacarla personalmente". Técnicas "muy semejantes" a las que han padecido las esposas de Barack Obama o Emmanuel Macron, advirtió.
Con Iglesias tiene una relación "correcta", aunque nunca ha sido "estrecha", y a Feijóo lo define como un "buen líder" de la oposición y que ha mostrado no ser moderado
La entrevista funcionó como un acto de contrición en sí mismo. Porque Sánchez también reconoció que el "error" para él "más importante" cometido en estos cuatro últimos años por su Gobierno "feminista" es la ley del sí es sí, "que provocó una serie de efectos indeseados de rebajas de penas a agresores sexuales". Error por el que pidió disculpas y que se corrigió. Pero el presidente señaló que "nunca" estuvo sobre su mesa el cese de Irene Montero. "Al contrario, pese a las discrepancias que he podido tener con la ministra de Igualdad, siempre he antepuesto la estabilidad", explicó. Y eso que "se han dicho cosas muy gruesas" por parte de su "socio de Gobierno".
El jefe del Ejecutivo tampoco se ensañó con ella ni con Pablo Iglesias, su pareja y exlíder de Podemos y exvicepresidente del Gobierno. El linchamiento que ambos han padecido es "todo lo mismo", una "excusa" de la derecha para "derogar la España que es hoy". Para centrar el tiro en los protagonistas y no en las medidas adoptadas por el Gabinete de coalición. En ese punto, Sánchez aclaró que su relación con Iglesias ha sido siempre "correcta", pero "nunca ha sido estrecha". Él tiene unas convicciones "muy fuertes", que respeta, pero que no son las suyas.
Sobre el 23-J, Sánchez se mostró convencido de que ganará "en votos y en escaños", pero que obviamente no tendría mayoría absoluta y por tanto tendrá que gobernar con Yolanda Díaz. Es más, apuntó, ningún partido puede llegar por sí mismo a los 176 escaños, así que las dos opciones son o el "dúo" de Feijóo y Santiago Abascal o él y la líder de Sumar. Cree que la ventaja respecto al 28-M es que la vicepresidenta segunda, "ha logrado unir todo ese espacio" a la izquierda del PSOE. Y como tiene la convicción de que podrá seguir al frente del Ejecutivo, "no" se ve dejando la política.
A Feijóo lo definió como un "gran rival" y un "buen líder", espera que de la oposición. Pero se siente decepcionado con él, porque pensaba que tenía enfrente a un jefe del PP "moderado", dispuesto a llegar a acuerdos, pero al final se ha refugiado "en lo de siempre", en el sanchismo. "Yo creo que no es un proyecto político. Eso es simplemente manipular, mentir y mentir, pues en este caso maldades en contra de tu adversario político, en contra mío, para no hablar de lo que tú propones, ni tampoco para rebatir las cosas que hace este Gobierno", remachó. El combo de mentira, manipulación y maldad era la idea fuerza que repitió una y otra vez. Era claramente su mensaje a la audiencia.
Entre un 73% y un 76% de participación
El presidente vaticina que en las generales habrá una alta participación, de entre el 73% y el 76%. "No subestimemos el poder de la política y el poder del voto", rogó. Defendió la limpieza del sistema electoral y del voto por correo (puesto en cuestión el 28-M por Ayuso, que habló de "pucherazo") y anticipó que habrá más movilización en los barrios populares que la que se registró en las autonómicas y municipales, porque las legislativas siempre arrastran más interés. Y si en esos barrios ha ido mucho voto a Vox es porque la derecha ha alimentado la discordia, y la tarea del PSOE es convencer a esos ciudadanos tentados de apoyar a la ultraderecha que la solución para sus problemas de precariedad laboral o devaluación salarial está en "avanzar", no en recortar derechos.
Sin duda alguna" hay poderes económicos que no le quieren. ¿Quiénes son? "Siga la pista del dinero", subraya
En 2016, Sánchez culpó de su caída a César Alierta, expresidente de Telefónica, a los bancos, a Prisa y en concreto al diario El País, dirigido en aquellos momentos por Antonio Caño. Ahora no quiere dar nombres, porque es presidente del Gobierno, pero sí reconoció que "sin duda alguna" hay poderes económicos que no le quieren, y que aprobar medidas como un impuesto extraordinario en contra de los intereses de las grandes empresas genera sus "dificultades". "Cuando me dicen, pero ¿quiénes son? Como dicen en las novelas policíacas, siga la pista del dinero. El dinero de los sobresueldos y del dinero de aquellos que siempre han pensado que este país es suyo".
Évole le preguntó si alguna vez esos grandes empresarios le insinuaron que le harían caer. "No se atreven a tanto", respondió Sánchez, aunque ve "evidente" que en sus terminales mediáticas se percibe ese mensaje. También en la derecha política, que "no deja de ser una terminal de ese poder económico". "Insisto, quien quiera saber exactamente a quién me estoy refiriendo, que siga la pista del dinero", repitió. El presidente subrayó en todo momento que su relación con grandes empresarios como Ana Patricia Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), Florentino Pérez (ACS) o Gonzalo Gortázar (Caixabank) es "correcta" y "profesional", aunque discrepen respecto a algunas medidas. Entonces defendió que iniciativas que han sido calificadas de "chavistas", como gravar los beneficios caídos del cielo de las eléctricas, han sido exportadas a otros países europeos.
Lo de Évole giraba, pues, sobre el personaje, sobre una cuestión puramente emocional. Sobre Sánchez, sobre la construcción del sanchismo. Justo uno de los elementos que más le ha castigado y que ahora pretende desarticular a través de una máxima exposición en medios. Una estrategia a la que le faltaría una segunda pata, los debates. Pero eso ya no depende solo de él, sino de Feijóo. Y todavía no hay respuesta.
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