En las entrevistas que ha dado el presidente del Gobierno, la última fue el domingo con Jordi Évole (La Sexta), y me imagino que hoy no se saldrá del guion con Pablo Motos (El Hormiguero), hay un mensaje que repite machaconamente: la culpa de la derrota del 28 de mayo fue, por un lado, atribuible a la dispersión de la izquierda, ahora ya recompuesta bajo el paraguas de Sumar, y, más importante aún, por el papel de los medios de comunicación de derecha y ultraderecha que se han dedicado a crear de él una imagen falsa.
Lo resumió así en su conversación con Évole: "No he sabido medir la burbuja del antisanchismo". Lo cual es reconocer que durante mucho tiempo él mismo ha vivido en una burbuja.
Pero sigamos la lógica -si es que la tiene- de su discurso. Pedro Sánchez ha llegado a la conclusión de que las medidas aprobadas por su Gobierno (subida del SMI, subida de las pensiones, reducción del paro,...) no han llegado a mucha gente porque los medios de la derecha y la ultraderecha le han convertido en una especie de monstruo que es capaz de todo con tal de seguir en el poder, y al que hay que echar de La Moncloa cuanto antes: esa es la esencia del "antisanchismo".
Por esa razón, en sus comparecencias públicas ya no explica las medidas que adoptará si logra revalidar el Gobierno, sino que fustiga a esos medios, a los que considera "terminales de los poderes económicos", mientras ofrece una cara menos altanera, incluso vulnerable, con confesiones del tipo "he tenido que recibir ayuda psicológica".
Sin embargo, al mismo tiempo que se muestra quejoso y un punto débil, afirma estar seguro de que ganará las próximas elecciones "en votos y en escaños". Es decir, que en menos de dos meses logrará darle la vuelta a la tortilla y superar al PP, que le sacó algo más de tres puntos el 28 de mayo.
¿Cómo lo hará? Pues acudiendo a esos medios y compareciendo ante los periodistas que han creado la "burbuja del antisanchismo". Por eso, se justificó ante Évole, fue al programa de Carlos Alsina, acudirá a El Hormiguero e incluso dijo estar dispuesto a ir al programa de Ana Rosa Quintana.
En resumen, que demostrará a los espectadores y oyentes de esos líderes mediáticos que le atacan que él nada tiene que ver con la "imagen falsa" que esos mismos líderes han fabricado de manera consciente, se entiende que por encargo de los poderes económicos.
Si esa es la fórmula para ganar las elecciones el 23-J me parece que el presidente va muy desencaminado. O es que en Moncloa se fuma algo más que tabaco.
El presidente, que hoy acudirá a El Hormiguero, cree que puede ganar las elecciones deshaciendo "la imagen falsa" que se ha creado de él
La obsesión por los medios es algo en lo que coinciden los perdedores o los que son incapaces de analizar sus propios errores. Es el caso de Donald Trump, para el que la culpa de su derrota la tuvieron The New York Times y la CNN.
En España hubo un banquero que también creía que si dominaba los medios podía alcanzar el poder. Era Mario Conde. El banquero se miraba en el ejemplo de Silvio Berlusconi, que había llegado a ser primer ministro de Italia arropado por la fuerza de Mediaset. El propio Jesús Polanco (fundador de Prisa) presumía de que en España no se podía gobernar contra los editoriales de El País.
Los medios no consiguen que las personas cambien de opinión. En todo caso, refuerzan la opinión del público. Es decir, que en el contexto de desgaste del Gobierno de coalición, los medios pueden acelerar la sensación de fin de ciclo, pero nunca crearla de forma artificial. Los medios no tienen el poder -afortunadamente- de cambiar la percepción de la realidad de los ciudadanos. Conde perdió Banesto, Berlusconi la presidencia del gobierno italiano e incluso con Polanco todavía al timón de Prisa (con El País y la Ser en su máximo esplendor de audiencia) Aznar ganó las elecciones generales en 1996.
Culpar a los medios de un mal resultado electoral, como está haciendo Pedro Sánchez, es una estrategia torpe y de corto recorrido. Más parece una huida hacia adelante, una fórmula que pretende ocultar los errores propios y que se basa en algo tan gaseoso y tramposo como: "Sigan la pista del dinero". Al menos, en la entrevista que le dio a Évole hace casi siete años fue más concreto y señaló a César Alierta y a El País como responsables de su defenestración en el Comité Federal. Pero ahora, como es presidente del Gobierno, sólo puede tirar la piedra y esconder la mano.
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