El amarillo hace días que lo invade casi todo. En el centro de las ciudades y municipios por los que la carrera pasará los días 1, 2 y 3 de julio los responsables de organizarla cruzan los dedos y los aficionados buscan cuál será la mejor ubicación para verla. Es sin duda una de las grandes pruebas deportivas del planeta. Sus defensores la sitúan en la misma clasificación que lideran los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol. Quizá las cifras y la realidad no la sitúen en esa liga pero sin duda se trata de una de las pruebas con mayor impacto económico, popular y mediático.

Las autoridades vascas hace años que pensaron que sería una buena idea. Atraer la ‘Gran Dèpart’ del Tour de Francia a Euskadi podría ser un negocio redondo. La afición al ciclismo de los vascos, acreditada de edición en edición a su paso por los Pirineos, era una carta a su favor que finalmente se ha demostrado un acierto.

Más allá de una exigente prueba deportiva, el Tour de Francia es también un gran negocio económico, político y reivindicativo. La ‘caravana amarilla’ que arrastra los 22 equipos tiene tras de sí un sinfín de marcas y empresas que en cada una de las etapas reparten regalos, exhiben sus marcas y entretienen durante dos horas antes de que pasen los corredores ante las decenas de miles de espectadores que se espera que invadan las carreteras vascas en los próximo tres días. A todos ellos se suman los millones de espectadores que desde distintos lugares del planeta seguirán las hazañas de los ciclistas y disfrutarán de los lugares, paisajes y panorámicas de cada uno de los territorios.  

El Gobierno vasco, las tres diputaciones vascas y los tres ayuntamientos de las capitales asumirán el coste económico que tendrá organizar las tres primeras etapas de esta 110 edición del Tour. En total serán 12 millones de euros–más otros 2 que se han gasto para actos paralelos a la organización- que en gran medida irán al pago de un canon a la organización de la prueba, la empresa Amaury Sport Organisation (ASO), propietaria del influyente diario deportivo L’ Equipe y de la Vuelta a España o el Rally Dakar.

Complejidad organizativa

A ese pago se suma el coste de un complejo operativo de seguridad y control que requiere movilizar a miles de policías, agentes y personal y distribuirlos a lo largo de los distintos trazados. Serán más de 550 kilómetros a vigilar y controlar para que nada falle durante tres días y el prestigio de los organizadores, las autoridades y la afición no se vea dañada. Las tensiones laborales por las que atraviesa el pulso entre los sindicatos de la Ertzaintza y el Gobierno vasco sigue sobrevolando las garantías del dispositivo policial previsto.  

El negocio se confía en que pueda ser redondo. El impacto económico de la inversión de las instituciones lo han estimado en alrededor de 120 millones de euros. Desde hace días los hoteles de Bilbao y sus alrededores, además del resto de puntos de salida y llegada de la carrera, rozan el lleno y lo hacen con tarifas más elevadas por estas fechas que en años anteriores. La caravana del Tour arrastra a cerca de 6.000 personas entre organizadores, patrocinadores, periodistas y equipos que requieren de alojamiento, gastronomía y servicios. Se espera además que la carrera atraiga a miles de turistas y aficionados al ciclismo y que el País Vasco pueda convertirse a futuro en un destino para la práctica de este deporte.

Ciudades como Bilbao, Vitoria o San Sebastián llevan días engalanadas con el merchadising del Tour de Francia y ‘vistiéndose’ para ser el centro de la señal televisiva que precederá al inicio de cada etapa y a la que seguirán las tradicionales panorámicas aéreas de los principales puntos turísticos de los puntos por los que discurre la prueba. La presencia de visitantes extranjeros ha ido en aumento en las últimas horas. Municipios y localidades en los que la envergadura de todo el dispositivo ha obligado a proceder a cortes y limitaciones de movilidad y accesos que limitarán durante horas, tanto en las salidas como las llegadas de las etapas, la convivencia ciudadana.

Junto a ello, la presencia de un evento de esta envergadura ha convertido el Tour de Francia en un evento que en el caso del País Vasco se convertirá en una suerte de ‘negocio político’. El nacionalismo, principal defensor de la presencia del Tour, ha hecho de las ikurriñas que tradicionalmente portan los aficionados para identificarse en las etapas reinas del Pirineo, en el símbolo de esta edición. Junto al cartel anunciador de la prueba, se repite la ikurriña. Así están engalanadas las principales avenidas de las ciudades y localidades por las que pasa la carrera.

'Basque Country Tour'

En nacionalismo más moderado e institucional aprovechará para venderse con su ‘marca de país’ el ‘Basque country tour’. El soberanismo más extremo, el que lidera la izquierda abertzale se sustentará en plataformas por el derecho a decidir como ‘Gure esku’ para aprovechar el foco mediático internacional y revindicar el derecho a decidir. Así, de uno y otro modo, las ikurriñas y las pintadas en el asfalto inundarán desde la presentación de equipos prevista para esta tarde en la explanada del Museo Guggenheim todos los momentos clave. Actos a los que no han sido invitadas ninguna de las altas autoridades del Estado, ni el Rey ni el presidente del Gobierno asistirán.

Desde el punto de vista económico se estima que el Tour de Francia genera una facturación para sus organizadores que ronda los 135 millones de euros. Ingresos que, en gran medida, algo más de la mitad provienen de los derechos televisivos –ETB retransmitirá la señal de la prueba durante las tres etapas que discurren por el País Vasco-. Un tercio de ellos corresponden al pago de los patrocinadores y apenas un 10% al abono del canon que hacen las ciudades que acogen la llegada de cada una de las etapas –la salida supone un desembolso cercano a los 100.000 euros y una llegada ronda los 650.000 euros-.

En el caso del País Vasco el canon por las tres etapas, entre las que se incluye la ‘Gran Dèpart’ con la que se inicia la prueba, ha sido de 7,5 millones de euros. A ellos se debe sumar el resto de gastos de los eventos previos que se deben incluir. Así, Dinamarca también desembolsó cerca de 12 millones de euros por acoger el Tour durante tres días en 2021.  

El ‘negocio’ más modesto es el de los propios ciclistas. En comparación con los premios de los deportistas de élite de otras disciplinas con gran seguimiento, sus premios en una carrera como el Tour son más ajustados. Así, en 2022 el ganador del Tour recibió un premio de 500.000 euros, el segundo en el pódium de 200.000 y el tercero 100.000 euros. Ganar una etapa supone un premio de 11.000 euros. El mejor equipo de la prueba se lleva un galardón de 50.000 euros. Premios que en todos los casos se reparten entre todos los integrantes del equipo, corredores y personal.