El diagnóstico es de urgencia. La pérdida de más de 80.000 votos -uno de cada cinco- en las elecciones municipales de hace apenas dos meses requería detectar el problema. El PNV cree que la sociedad ha cambiado, que ya no votamos igual, que tras la pandemia el yo se ha impuesto al nosotros y el malestar acumulado se ha cebado con quienes gobiernan. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar asegura que aún el 23-J podrían resentirse de ese desgaste pero confía en asegurar el grupo parlamentaria (5 escaños) e incluso afirma -con la boca pequeña- que el sexto asiento que les permitiría revalidar su peso en la Cámara también lo lograrán.
Reconoce que EH Bildu puede ilusionar hoy más que el PNV. Lo achaca a que "vende humo" y no gestiona. El proceso de blanqueamiento del que se ha beneficiado la izquierda abertzale lo sitúa en la "alfombra mullida" que Sánchez e Iglesias han puesto a los de Otegi en la Cámara Baja, "le han facilitado "el gran arreón, el gran blanqueamiento" a pesar de no haber saldado aún sus deudas con su pasado.
Tras el 23-J, si el PP quiere entenderse con ellos Feijóo deberá dar "un giro de 180 grados", distanciarse de Vox y no desmontar las leyes aprobadas. A Sánchez le advierte de que la confianza en él "no llega al cinco sobre diez" y cualquier opción será más exigente en "garantías y transparencia", además de pasos nuevos en política territorial: "Habrá que abrir algunos melones como el de la reconfiguración del Estado".
Pregunta.- Usted tiene mucha experiencia. ¿cómo está viendo la campaña? ¿Qué resultado vaticina?
Respuesta.- Esta campaña incorpora un nivel de agresividad que no habíamos conocido nunca. Vinculado a las redes, que han revolucionado la forma de hacer política, los vídeos. Los mensajes por redes, al final lo que hace es envilecer un poco la política, sale muy barato mentir, difamar, generar polémicas falsas y hace que la política se encone mucho. Al día siguiente de las elecciones hay que descolgar los teléfonos y hay que hablar con quien a lo mejor le has estado difamando, zahiriendo y eso no es bueno. Es erróneo el planteamiento de los dos grandes partidos de ir a una confrontación total, enlodando bastante la campaña. Además nos han dejado fuera de la foto, como si no fuéramos invitados a estas elecciones y somos a los que luego unos y otros se van a disputar nuestro apoyo. Es poco inteligente por su parte.
P.- ¿Se atreve a hacer una ‘porra’ de los resultados?
R.- Me atrevo con la de mi partido. Vamos a ser la primera fuerza en la Comunidad Autónoma Vasca y tendremos los cinco que necesitamos para hacer grupo parlamentario. Incluso creo que lo vamos a sobrepasar, que obtendremos el sexto escaño.
P.- El PNV viene de perder más de 80.000 votos hace dos meses. ¿Cómo se recupera un partido de un golpe así? ¿Tienen ya el diagnóstico de lo que pasó?
R.- Hemos hecho un análisis descarnado de lo que nos ocurrió. Una parte de la población ha salido de la pandemia con heridas, con sinsabores, disgustos. Ese cabreo lo vuelca con quien está en el poder. Lo hemos visto en Euskadi y en España con el PSOE y con ERC en Cataluña. Además, Euskadi tiene sus inercias políticas y sindicales. Esa conflictividad social afectó en las municipales contra nosotros. Además, hemos cometido errores de gestión y comunicación con la ciudadanía en aspectos de función pública, en Osakdietza, en Educación, etc. ¿Eso ha determinado que los 86.000 se hayan quedado en casa? Pues no lo sabemos. Quizá ha habido también un exceso de optimismo. Muchos se nos han acercado a pedir perdón pensando que estaba el bacalao vendido. Esa gente ahora sí votará.
P.- Al PNV siempre se le ha reconocido que tenía un buen termómetro social para detectar el pulso y temperatura de la sociedad vasca. Esta vez les ha fallado. ¿Se ha desconectado el partido de la sociedad?
R.- No es que nos hayamos desligado de la sociedad, sino que es un toque de atención. En estas elecciones el recuerdo del voto está ahí y probablemente aún nos resintamos de esa posición. El partido, de cara al otoño tienen que reubicarse, volver a poner los sensores, los micrófonos y las orejas en el magma social y saber hasta qué punto hay lío y los podemos retener.
P.- ¿Por qué EH Bildu ilusiona hoy más que el PNV, en particular entre los jóvenes?
R.- Porque puede vender humo y no se mancha las manos en la gestión del día a día. Ha habido un cambio en Euskadi, como en todo el primer mundo, cuando más rica se vuelve una sociedad la ciudadanía ve su relación con las Administraciones públicas más que como un ciudadano, como un cliente. Si la Administración no le rinde como desea, cambia de papeleta. Ya no hay ese comportamiento electoral de los electorados férreos, vota de otro modo. Pensamos menos en el nosotros y nos hemos refugiado más en el yo. Es lo que ha salido de la pandemia.
P.- Parece que el voto a la izquierda abertzale se ha normalizado pese a su pasado reciente aún sin cerrar. ¿Ese blanqueamiento lo ha hecho sólo EH Bildu o el contexto y alianzas políticas le han ayudado?
A la hora de recuperar el voto de Fox Feijóo ha enseñado la patita de lobo de derechas, muy de derechas"
R.- Ha tenido ayudas muy notables, empezando por la nuestra. Aún a sabiendas de que podría beneficiar a Bildu la desmovilización de la violencia verbal y pasar a una confrontación política más normalizada, sin ‘kale borroka’ o pintadas, lo favorecimos. También el acercamiento de los presos a cárceles vascas. Es bueno para la sociedad y para la convivencia. Si es bueno para Euskadi merece la pena pese a que ellos se hayan beneficiado. Y admito que nosotros hemos colaborado en esta entrada en ‘el club de partidos’ a Bildu. El gran arreón, el gran blanqueamiento y donde se les ha puesto una moqueta mullida para que pisaran y construyeran una nueva acción política ha sido en Madrid, en el Congreso de los Diputados y en la relación que ha tenido sustancialmente con Podemos y con el PSOE.
P.- ¿Sánchez es el blanqueador de Bildu?
R.- Más Iglesias que Sánchez, pero los dos han contribuido de manera notable a normalizar, a rutinizar la relación política de Bildu. Pero Bildu, quienes la dirigen, Sortu, siguen sin hacer todos los deberes que tenían que hacer para ser un partido normal democrático más. Aún no han cerrado bien la carpeta de su relación con la violencia y las consecuencias de aquella violencia, con las víctimas, el daño causado, la Justicia, la memoria, la reparación del daño provocado a personas y familias y al conjunto de la sociedad vasca.
P.- El PNV se ha presentado siempre como un partido de estabilidad, rigor y seriedad. ¿La alianza con el Gobierno Sánchez encaja con esos principios? ¿No cree que han decepcionado a muchos votantes que no se veían en esa alianza convertida en un enfrentamiento permanente entre aliados?
R.- Creo que hemos sido lo único estable de todo esa amalgama. ¿Y qué podíamos hacer? ¿Dejarlo caer y caer en el desgobierno, que ya había bastante? El mayor problema de este Gobierno lo ha tenido dentro de sus filas. Ha sido un Gobierno que no llega discutido al Congreso de los Diputados. Nosotros sabemos lo que es un gobierno de coalición. No son fáciles, pero hay que hacer de la necesidad virtud. Cuando necesitas a alguien tienes que ceder y transigir. Eso no ha sucedido.
P.- ¿Se ha arrepentido en algún momento?
R.- No, no me arrepiento de lo que hemos hecho, podemos defenderlo. Aunque suene un poco presuntuoso, hemos sido lo más presentable que ha tenido la acción de Gobierno. Hemos mantenido una coherencia. Les pusimos unas líneas rojas. Una, el respeto al autogobierno vasco. Este ha sido un Gobierno muy recentralizador, especialmente la gente de Podemos, muy irrespetuosos con el Estado de las autonomías. Y el otro margen era lo razonable del sostenimiento de las políticas públicas. Hemos tenido que parar algunos desmanes ideologizados, que tenían una excesiva carga ideológica pero poca defensa en las cosas del día a día.
P.- Su candidato, Aitor Esteban, insiste en que ni con Vox ni con quien haya tenido relación con Vox hay nada que hacer. El PP ya tiene acuerdos con Vox en varias autonomías. ¿Dan por descartada cualquier fórmula de entendimiento con Feijóo tras el 23-J?
R.- Si está con Vox, sí. Si depende mínimamente con Vox, también. Es muy difícil. Nosotros y Vox somos agua y aceite. Ni por acción ni por omisión podemos estar en una misma operación con Vox. Será el PP quien tendrá que ofrecernos qué quiere o quizá no quiere saber nada de nosotros. Quizá pega un giro de 180 grados y deja de ser el PP este que es una vuelta del pasado y a la nostalgia de otros momentos… veremos. Será el PP quien tenga que hacer el ofrecimiento.
P.- Dijo que Sánchez les ha tratado como un ‘kleenex’. ¿Entraría ahora en una misma fórmula de apoyo, con los mismos integrantes?
R.- No, necesariamente debería ser distinta. Cuando dije lo del ’Kleenex’ es una mera descripción objetiva, es la sensación que tenemos todos los que hemos estado orbitando alrededor del Gobierno y de Sánchez. Todos nos sentimos utilizados cuando nos necesitaba y apartados cuando no le éramos necesarios. Con el PNV las bases de partida para un acuerdo van a ser radicalmente diferentes. Nosotros necesitamos garantías de cumplimiento de los acuerdos, plazos, transparencia. No va a volver a ser un ‘yo te pago la investidura y los compromisos se cumplirán cuando me dé la gana’, porque a veces no le daba la gana.
En una escala del 0 al 10 la credibilidad de Pedro Sánchez con el PNV no llega al cinco"
P.- Si el PSOE puede reeditar el Gobierno, ¿qué le van a exigir?
R.- Desde el punto de vista material tendremos que ver, pensar para qué quiere Sánchez esta legislatura. Algunos ‘melones’ habrá que abrir y uno de ellos es el de la reconfiguración del Estado, el modelo territorial ha hecho crisis no sólo por Cataluña y Euskadi, sino que en el mundo de las Comunidades Autónomas hay una sensación en temas como la financiación o las competencias exclusivas, que están en crisis. Ha llegado el momento de confrontar y compatibilizar modelos y ver cómo le damos una vuelta.
P.- Sánchez dice que él no miente, sino que cambia de opinión…
R.- Me da igual. Las dos cosas minan su credibilidad y su fiabilidad. Si estas todos los días con una persona que es una veleta que unas veces marca el norte y otras el sur, o la encapsulas en una habitación donde no haya aire y donde siempre marcará la misma posición o si no tienes que buscar garantías de que esos cambios de opinión, de decisión, no afecten a tus compromisos. Que sea un hombre cambiante de opinión es un problema suyo, no tenemos que pagarlo los demás.
P.- ¿Usted se fía de él?
R.- No llega. En una escala de credibilidad del 0 a 10 hoy la credibilidad de Sánchez con el PNV no llega al cinco.
P.- El desarrollo del Estatuto de Gernika al que se comprometió y que ha quedado pendiente, ¿es la gran deuda de la legislatura?
R.- Sí. Nosotros exigimos el cumplimiento total, está firmado el 30 de diciembre de 2019 por Pedro Sánchez y por mí en un acto público en el Congreso. Pero es que Sánchez no ha cumplido ni su propia palabra, ni su propio plan. Es grave, es duro. Ha sido por falta de voluntad política. No ha habido un interés verdadero por hacerlo. ¿Por qué? Porque cuando la coyuntura le aprieta, lo primero que hace es apearse de los acuerdos que le pueden ser incómodos o le pueden traer una mínima preocupación. Sánchez gobierna con los medios de comunicación en la mano, con la opinión publicada y en función de cómo va aprieta una cosa o aprieta otra.
P.- ¿Reconoce a este PSOE que los veteranos dirigentes del socialismo española cuestionan?
R.- El PSOE es un partido caudillista, siempre lo ha sido. Ha tenido diferentes tipos de jefe, jefes con mucho poder. Felipe González fue un astro irrepetible seguramente. Después estuvieron los liderazgos pequeños y discretos de Almunia, Borrell, Rubalcaba… y luego llegó Zapatero, que también fue un gran caudillo que cambió muchísimo por dentro el PSOE. Pedro Sánchez sigue esa estela.
P.- Y el liderazgo de Feijóo, ¿cómo lo ve?
R.- El día que estuve con él me sorprendió mucho cuando me dijo que no se iba a considerar líder total, absoluto, del PP hasta que ganara unas elecciones. Eso creo que no habla mal de él, habla bien. Eso hasta cierto punto le lastra un poco porque tiene liderazgos disonantes o perturbantes que le hacen interferencias a su propio liderazgo e imagen, me refiero a Ayuso etc. El necesita un liderazgo más sólido, reconocido y reconocible desde fuera.
Sortu sigue sin hacer los deberes para ser un partido democrático normal más. Aún no ha cerrado bien la carpeta de su relación con la violencia y sus consecuencias"
P.- Dice que con Feijóo podría entenderse…
R.- Sí, pero lleva una mochila pesadísima. En lo humano y lo personal seguramente cualquiera nos podríamos entender con Feijóo. Pero con su mochila es otro cantar. Es muy pesada y muy escorada hacia la derecha. Primero porque ya ha pactado con Vox y eso le ha dejado jirones en esos pactos. En ese intento de vaciar, de recuperar los votos de Vox ha enseñado la patita del lobo de derechas, de muy derechas. Ha dicho cosas sobre leyes que quitaría o enmendaría que es una vuelta al pasado. Con el PNV no va a haber una vuelta al pasado. Cada ley que hemos apoyado la hemos debatido y hemos visto que era necesaria.
P.- El PNV es hoy un partido de derechas? Es la ubicación ideológica que históricamente se les asigna y de la que ustedes ahora renuncian.
R.- No lo somos. Somos un partido progresista. El termino izquierda y derecha hace tiempo que entró en crisis. En Política ahora el eje no es ese, sino progresista o conservador. Uno puede ser progresista teniendo un ideario de centro o de derechas y puede ser conservador siendo de ultraizquierda. Gran parte de los líos de Podemos han sido porque es un partido de izquierdas muy conservador. Vive en una izquierda de cartón piedra de hace 30 años, ideologizada, dogmatizada y que cree que el mundo se cambia a través del boletín oficial. Nosotros, en cambio, aquí hacemos las políticas más progresistas del Estado. Podemos equipararnos a Suecia o Finlandia en un montón de políticas sociales. Llevamos 40 años haciéndolo. Somos un partido interclasista que cree en la justicia social. Se nos podría encajar en la socialdemocracia más que en cualquier otro partido. Vamos a la socialdemocracia desde un pensamiento social humanista y que tiene un eco histórico pero muy lejano de la democracia cristiana.
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