Es la última gran roca de poder que queda. Pero las grietas empiezan a ser más que visibles y amenazan con hacerla pedazos. La que CIU representó en Cataluña o el PSOE en Andalucía son ya historia. En Euskadi el PNV continúa siendo el pilar del poder, pero cada vez menos. En poco más de un año podría ver cómo su peso se ha reducido de modo importante en el ámbito municipal, en el nacional y, quizá, en el autonómico. El revés que supusieron las elecciones municipales del 28-M, en las que perdió 86.000 votos, y el que ayer volvió a noquearle con una caída en 103.000 votos. La formación necesita un torniquete rápido capaz de frenar la fuga de apoyos y que permita volver a recuperar no sólo votos, sino ilusión y confianza interna y externa.
Y la amenaza está a apenas 1.000 votos. Son los que les separaron en Euskadi de EH Bildu, la otra marca del nacionalismo en Euskadi y con la que librará en julio de 2024 una pugna clave en la cita autonómica. Sólo la coalición de Otegi está en condiciones de amenazar el liderazgo hasta hace poco indiscutido del PNV. En las generales de 2015 la diferencia de votos entre PNV y Bildu era de 117.000 y de 158.000 en las de 2019. Este domingo ese margen se estrechó a sólo 1.106 votos.
Acertar con el diagnóstico y con el tratamiento será determinante. En las municipales y forales el partido se dejó la alcaldía de Vitoria y mantuvo la Diputación de Gipuzkoa sólo por el apoyo del PP. Además, perdió otras alcaldías importantes. Hoy EH Bildu gobierna más ayuntamientos que el PNV en el País Vasco, 107 frente a 92. Ni siquiera en Bizkaia, el feudo tradicional del PNV, la hegemonía parece asegurada. Los de Ortuzar ostentan 55 alcaldías y los de Otegi 41.
Además, este domingo el partido ha visto reducida su representación en el Congreso con un diputado menos. Hasta ahora las causas aducidas por la formación para explicar su fuga de votos han sido en gran medida externas: la pandemia y el cambio social que ha provocado, la polarización de las campañas, el desgaste del poder –lleva más de 40 años ejerciéndolo-, el ‘voto útil’ hacia otras formaciones o la invisibilidad provocada por el bipartidismo dominante.
Negativa a dialogar con Feijóo
La política de alianza y apoyos que las urnas castigaron el 28-M y volvieron a hacerlo, con mayor fuerza, el pasado domingo, no parece estar entre las razones pero lo cierto es que apoyar a Sánchez le ha salido electoralmente caro. Tanto PNV como EH Bildu han sido socios prioritarios de Pedro Sánchez, pero mientras la izquierda abertzale ha visto cómo era premiada por su labor, el PNV ha recibido un severo revés.
Es evidente que sus bases electorales no son las mismas, ni su espectro ideológico absorbe del mismo modo determinados acuerdos, apoyos y leyes. Anoche el PNV hizo pública la decisión de ni siquiera intentarlo con Feijóo. La Ejecutiva de la formación acordó la negativa del PNV a "iniciar conversaciones de cara a facilitar su investidura como presidente del Gobierno español".
Días antes, durante la campaña, los dirigentes jeltzales ya habían asegurado que no querían saber nada del PP si entraba en una fórmula en la que participase Vox. Y esa participación de los de Abascal es imprescindible tras los resultados electorales. En el caso de abrir esa vía en Euskadi, sería munición política para los de Otegi contra el PNV de cara a las autonómicas previstas para julio próximo. El temor que ahora queda despejar es si seguir salvando a Sánchez o no, y a qué precio, vista la sangría de votos con la que ha sido puntuada su labor como miembro del enjambre de alianzas del presidente en funciones.
Captar nuevos votantes
Además, el papel determinante que tendrá en la operación de investidura Junts, la formación de Carles Puigdemont, vuelve a orientar el grupo de posibles socios hacia un terreno del que el PNV decidió escapar. El pulso que en clave soberanista y rupturista pudiera activar el expresident no gusta en Sabin Etxea, partidario de dar pasos en sus reivindicaciones territoriales en clave de acuerdo y consensos y que ya reclama compromisos "estratégicos" con Euskadi y Cataluña a Sánchez si quiere su apoyo.
El PNV hace años que no logra ilusionar a las nuevas generaciones del mismo modo que lo ha hecho la izquierda abertzale. El final de ETA y el inicio de un nuevo tiempo político en Euskadi y la ‘mutación’ de la izquierda abertzale, con giros propios del PNV, le han comido espacio político a la formación de Ortuzar. Su partido tiene en el envejecimiento de su electorado uno de sus principales problemas y en el cambio del voto generacional que se está produciendo en el ámbito abertzale su gran reto.
El envejecimiento de su electorado también ha dificultado la asimilación de la evolución ideológica, en aras a la búsqueda de un nuevo voto promovida por el partido en los últimos años, y en particular durante la legislatura recién concluida. En los últimos años los sondeos apuntan hacia una evolución cada vez mayor de la sociedad vasca hacia posiciones de centro izquierda, un cambio que el PNV ha querido imprimir a su política y que en muchos casos ha dejado desatendido a su electorado más conservador o de centro que tradicionalmente ha compuesto una parte relevante de su militancia.
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