Es el final de una historia que nunca fue del todo creíble. Respondía más a un matrimonio de conveniencia, de necesidades recíprocas, que al resultado de una sintonía y proyecto común real. La alianza PP+Ciudadanos en el País Vasco se presentó en 2019 como un gran acuerdo entre constitucionalistas para concurrir a las elecciones autonómicas de 2020. La escenificación que sus entonces líderes, Pablo Casado e Inés Arrimadas bajo el Árbol de Gernika en julio de aquel año sólo era la culminación de un proceso convulso y el inicio de una convivencia difícil que terminó ayer, sólo tres años después.
Por el camino, la coalición que tanto costó formalizar no sólo no ha sido rentable en votos sino que ha estado acompañada de episodios de ‘fichajes’, absorciones o transfuguismos, según quién lo valore, y de divisiones internas además de un desgaste recíproco, en especial de uno de sus socios que lo ha situado a las puertas de la desaparición.
Aquel acuerdo fue el mejor negocio político de Ciudadanos en Euskadi, al menos el más rentable. Lo consiguió bajo el paraguas del PP, el brazo fuerte de la coalición y el que menos la rentabilizó. En las autonómicas de 2020 PP+Cs logró seis escaños en el Parlamento Vasco, un tercio de ellos para candidatos de la formación naranja. Hoy ninguno de los dos forma parte de ella.
El primero en abandonar la filosofía de la coalición fue Luis Gordillo. El entonces parlamentario naranja lo hizo apenas año y medio después de ser elegido. En octubre de 2021 decidió que se pasaba al PP. Aseguró que los cambios de posición y criterio en los que se había sumergido el partido tras la marcha de Albert Rivera habían cambiado el partido. Ahora sus ideas se veían mejor reflejadas en sus compañeros de coalición, dijo. Ayer, el abandono lo protagonizó el único representante de Ciudadanos que quedaba, José Manuel Gil. Lo hacía en otra dirección, manteniéndose en Cs pero alejándose del PP. El líder de Ciudadanos en el País Vasco aseguraba a través de las redes sociales que ya no era posible la unión de los constitucionalistas vascos y que ahora era tiempo de reconstruir “un espacio de centro progresista y liberal que supere la actual situación de bloques”. Fin la coalición PP+Cs en el Parlamento vasco.
Del 'Cuponazo' al símbolo de la foralidad
Es el último capítulo de una relación convulsa entre ambas formaciones que en uno u otro momento se ha cobró dimisiones y dejó divisiones. Fue el PP quien inicialmente intentó el acuerdo con Ciudadanos. La debilidad electoral en la que se encontraba el PP vasco en los últimos años de la presidencia de Alfonso Alonso recomendaba un entendimiento. Ambas partes podrían salir beneficiadas. Sobre la mesa, la gran barrera que dificultaba el entendimiento entre azules y naranjas era el Concierto Económico y el Cupo vasco. El PP a favor, Ciudadanos, en contra.
En 2019 Alonso sabía que ambas partes podrían salir ganando si se cerraba un buen acuerdo. Albert rivera no lo veía igual. El del ‘cuponazo’ que privilegiaba a unas regiones sobre otras en España se había convertido en uno de sus argumentos más repetidos. En Euskadi, sin embargo, tanto populares como sectores de Ciudadanos no lo veían igual. De modo discreto, Alonso promovió un acuerdo con miembros de Ciudadanos en Alava que a punto estuvo de cerrarse. Llegó a barajarse incluso un nombre para la coalición: ‘Vascos Suma’. Aquello no contaba ni con el visto bueno de Génova ni con el de Rivera. Tras hacerse públicos los contactos, el presidente de la formación naranja cesó a la dirección alavesa y en la dirección del PP nacional la tensión con el presidente del PP vasco también comenzó a alcanzar niveles elevados.
Casado no estaba contento con la sangría de votos que elección tras elección acumulaba el partido en Euskadi. En Ciudadanos el desgaste electoral no era distinto al del resto del país. En 2015 se alcanzó el techo de Ciudadanos con 50.000 votos, sólo cuatro años después, en las generales de 2019, los votos apenas rebasaron los 13.000. En noviembre, Rivera dimitió tras la debacle naranja e Inés Arrimadas abrió un nuevo tiempo.
La dimisión de Alonso
Muestra de ello fue el acuerdo que meses después alcanzarían ambos mandatarios para concurrir en coalición en Euskadi. Casado y Arrimadas protagonizaron el principal acto electoral de la coalición. Se celebró el 5 de julio en Gernika y en el, la defensa explícita del Cupo y el Concierto Vasco de Casado no fue cuestionada por la líder de Ciudadanos. Más aún, defendió la foralidad vasca como un símbolo del constitucionalismo y la libertad.
El éxito de la fórmula Navarra Suma en la vecina Comunidad Foral parecía el camino a seguir. Sin embargo, la desconfianza en Alfonso Alonso hizo que la dirección del partido lo arrinconara, negociará desde Madrid el acuerdo y se lo diera cocinado al presidente del PP vasco. Un pacto que Alonso consideró mal cerrado, perjudicial para el PP vasco y muy beneficioso para Ciudadanos, con dos puestos de salida. A ello se sumó el plan de Génova para apartar a Alonso. No sería el candidato a lehendakari de la coalición. La tensa reunión del 23 de febrero de 2020 en el despacho de Teodoro García Egea terminó con Alonso abandonando el encuentro airado y entre gritos. Fue el último acto antes de su dimisión.
El 12 de julio, el batacazo de la coalición supuso un escalón más en la complicada situación en la que Carlos Iturgaiz tuvo que regresar a la dirección del PP vasco por designación directa de Casado. Los 9 escaños de la legislatura anterior se quedaron en 6 y dos de ellos además debían cederse a Ciudadanos. Año y medio más tarde, Gordillo pasó a ‘fichar’ por el PP y ayer, el último reducto de Ciudadanos, Gil, se pasó al Grupo Mixto del Parlamento Vasco, junto a Vox. Es el final de una larga y agitada historia de una alianza forzada y que nunca engrasó bien. El PP ha demostrado en las dos últimas citas electorales le va mejor en solitario.
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