Esta vez ni siquiera ha accedido a escuchar. La fotografía pesaría demasiado a menos de un año de las elecciones autonómicas en Euskadi y podría restar apoyos. Y el PNV ya no está para renunciar a muchos más. De nada han servido los votos que ‘gratis et amore’, según dijo Carlos Iturgaiz, le cedió el PP vasco al PNV para gobernar la Diputación de Gipuzkoa, pese a no ser la formación más votada. Tampoco los cedidos en algunos municipios para recuperar alcaldías. No, el PNV no quiere saber nada del PP de Feijóo y así lo ha querido dejar claro, “hemos arruinado” su investidura, se jactaba el jueves el presidente jeltzale Andoni Ortuzar.
La historia de votaciones del PNV revela que en pocas ocasiones anteriores han "arruinado" investiduras. La formación prácticamente siempre ha apostado a caballo ganador. De las catorce sesiones de investidura celebradas en España, en diez ocasiones el PNV ha estado en el equipo que arropaba -directa o indirectamente- al presidente elegido, bien con un sí, bien facilitándolo con una abstención. En las cuatro restantes, en las que votó en contra, el no apenas tuvo consecuencias efectivas o fue revertido durante la legislatura de modo muy rentable.
El PNV se opuso a Suárez, votó una vez contra Aznar y otra contra Rajoy. Incluso lo hizo contra Pedro Sánchez en 2016. En el primer no, obligado tras cuatro décadas de dictadura y exilio, el coste no fue significativo cuando la recuperación de las instituciones democráticas en la España posfranquista estaba en marcha. Todo estaba por hacer. A partir de entonces, el Grupo vasco apostó por las abstenciones –fue la opción más repetida con Felipe González, en tres de las cuatro investiduras-. Ni la corrupción ni la política penitenciaria o la guerra sucia contra ETA fue motivo suficiente para el PNV como "arruinar" o plantarse en contra del candidato socialista que más tiempo ha gobernado en nuestro país.
Aznar, y Arzalluz
Con Aznar comenzó el cortejo con la derecha. El entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz aseguró tras su primer encuentro en 1996 que había conseguido en 14 días más con Aznar que en 14 años con González. El apoyo, el sí al candidato del PP, se cerró un acuerdo en el que incluso se llegó a plantear la entrada del PNV en el Ejecutivo con la cartera de Industria. No se materializó. El PNV sí logró que se ampliara el Concierto Económico con nuevos impuestos, la devolución de parte del patrimonio incautado durante la Guerra Civil al PNV o el traspaso de competencias. El siguiente acercamiento con la derecha española se labró con Mariano Rajoy. Primero con una abstención y después con un no. En un caso y en otro el PNV terminó con un papel relevante en el apoyo al gobierno del PP.
La abstención, clave en procesos de investidura en los que se requieren más síes que noes en la segunda votación, ha sido la opción preferida del PNV en democracia. La empleó en las tres primeras investiduras de Felipe González, en las dos de Zapatero y en la primera de Rajoy. También en el primer intento de Pedro Sánchez que le abocó a volver a convocar elecciones. El hoy presidente en funciones pudo ser investido gracias al sí del PNV tras los resultados de aquellas elecciones en 2019.
El PNV ha sabido virar de izquierda a derecha durante cuarenta años. El argumento de que sólo le mueve traer al País Vasco “lo mejor para Euskadi”, indistintamente del signo del Gobierno, le ha permitido balancear sus apoyos. Una posición central que le convirtió en un apoyo deseado tanto por el PP como por el PSOE que lo situaron como un referente del centro al que unos y otros se podían asociar. Su peso incluso llegó a ser determinante en 2018 durante la moción de censura a la que se tuvo que enfrentar Mariano Rajoy por los escándalos de corrupción y que salió adelante gracias al voto afirmativo del PNV sólo días después de que los nacionalistas le hubieran aprobado los presupuestos.
Pérdidas de votos
En el entorno del PNV estos días las dudas también han aflorado. La necesidad de hacer un buen diagnóstico sobre las razones que explicarían la sangría de votos sufrida en las últimas elecciones -86.000 en las municipales y 103.000 en las generales- no parece incluir en ningún caso su participación en la llamada ‘alianza Frankenstein’ en la que se apoyó Pedro Sánchez. Tampoco seguir respaldándole pese a los numerosos incumplimientos, en particular el de su principal promesa; el desarrollo íntegro del Estatuto de Gernika.
Ahora el PNV no ve problema en poder reeditar ese apoyo si se le dan nuevas garantías de que esta vez sí se ejecutará lo que se pacte. Primero se negociará lo pendiente y después la nueva carpeta para la legislatura que está por comenzar.
En campaña dejó un resquicio al PP, tras los resultados del 23-J ni eso. Haber rebasado la línea roja de los acuerdos autonómicos con Vox y la necesidad de tener que incluir ahora a la formación de Abascal en cualquier combinación para investir presidente a Feijóo ha dejado a ojos del PNV completamente ‘contaminada’ la vía del PP. Si el líder de los populares finalmente concurre y opta a una sesión de investidura el PNV ya ha anunciado que votará no. Sería su quinto no en la historia de la democracia y el tercero al PP.
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hace 1 año
El zigzagueo del PNV se inscribe en su genoma. No nos extraña. Convive con quienes tienen en su «logo» un hacha que puede descabezar a cualquiera. Lo que extraña es que no se den cuenta del profundo cambio de la sociedad tanto vasca como española. Ellos son un partido de derecha nacionalista que lucha por sus ideas y saca provecho de sus pactos con los gobiernos mayoritarios. Sus opositores, en su propio territorio, son los descendientes de los del hacha, que ellos blanquearon durante años, mientras recogían el fruto de sus asesinatos y que ahora les superan en escaños y votos. Entre los violentos y los cosechadores, los votantes han escogido el original. La generosa cesión del PP para contrarrestar la influencia de BILDU en las instituciones, carece de valor para ellos. Pero se equivocan. Y lo pagarán.