Es un temor que se ha instalado en muchos foros, más fuera de Euskadi que en el País Vasco. La posibilidad de que EH Bildu ocupe la Lehendakaritza, de que Arnaldo Otegi o su candidato se convierta en lehendakari, ha empezado a tomar visos de viabilidad tras los resultados electorales del 28-M y el 23-J. En el horizonte cercano la sociedad vasca se enfrenta a un nuevo proceso electoral que les debería llevar a las urnas en julio de 2024. Unos comicios autonómicos en los que dos tendencias definen como nunca los temores de unos y las ilusiones de otros: la caída cuantiosa en votos del PNV en las municipales y en las generales y la subida significativa de la izquierda abertzale en ambas convocatorias.
Hace muchos años que sondeos y encuestas consolidan dos verdades en Euskadi. La primera es que los vascos se identifican con una ideología de centro-izquierda y la segunda que la fórmula de gobierno preferente ha sido y sigue siendo la coalición PNV-PSE. Es la que aún controla la mayor parte de las instituciones.
Y eso lo saben los dirigentes de ambos partidos. Pero es innegable que el ascenso imparable de la izquierda abertzale en las últimas citas con las urnas ha elevado las especulaciones sobre la posibilidad de que los días del PNV al frente del Gobierno vasco toquen a su fin. La propia Bildu y su coordinador general lo han alimentado de modo reiterado apelando a un “cambio de ciclo” en Euskadi que estaría ya en marcha. Poco antes el revuelo lo comenzó a engordar Podemos llamando a EH Bildu y al PSE a aliarse para constituir una alternativa de Gobierno al PNV. El PSE ignoró esa propuesta –mientras gobierna con el PNV en coalición la mayor parte de las instituciones vascas- y EH Bildu hizo como si no la escuchara.
Hasta que los votos han abierto una fuga de votos que desangra al PNV y ha reforzado no sólo a EH Bildu sino también a los socialistas, que han comenzado a elevar el vuelo del suelo electoral que tocaron en las autonómicas de 2020. Serán ellos los que tendrán la llave de un posible cambio de escenario si los números dieran para hacer realidad ese “cambio de ciclo” en el País Vasco.
Guiños al nacionalismo
Hace casi dos años que los socialistas vascos tienen un nuevo líder: Eneko Andueza. Pocos días después de llegar a la secretaria general, en sustitución de Idoia Mendia, quiso marcar su propio sello. Lo hizo revoloteando en torno a EH Bildu e insinuando posibles cambios en la dependencia o vínculos que durante décadas ha tenido el PSE con el PNV. Aquellas manifestaciones que abrían la posibilidad a un cambio de alianzas pronto tuvieron que ser reconducidas y desmentidas antes las teorías que apuntaban hacia un nuevo tiempo de entendimiento entre Andueza y Bildu.
“Hay tantas naciones como uno quiera”, llegó a decir Andueza en un claro guiño al nacionalismo. Andueza también se ha pronunciado con firmeza contra los GAL y el papel jugado por el PSOE de aquellos años, un discurso bien recibido entre las formaciones abertzales. PNV y PSE han gobernado Euskadi en coalición durante décadas. Lo hicieron con José Antonio Ardanza y lo han vuelto a hacer con Iñigo Urkullu. ¿Lo seguirán haciendo? Hay, al menos cinco razones, que hoy por hoy hacen casi inviable ese cambio de ciclo que ansía Otegi y que teme el PNV.
1.- La violencia de ETA. Es la gran losa que aún pesa sobre la izquierda abertzale. Los pasos dados hasta ahora no son suficientes, según el líder del PSE. Andueza lo ha repetido en varias ocasiones. “Aún les falta una condena taxativa del terrorismo”, aseguró. En enero del año pasado, a la salida de una reunión con Otegi para presentarse tras su elección, el líder del PSE negó que pueda haber acuerdos “de envergadura” entre PSE y Bildu. Una cosa son los pactos puntuales en algunos municipios, los acuerdos en temas sociales o incluso el apoyo como socio en el Congreso y otra convertir a la izquierda abertzale en lehendakari.
Los asesinatos a cargos socialistas, los ataques a casas del pueblo y la amenaza que durante décadas padecieron cientos de cargos del PSE aún están demasiado vivos como para aliarse con quienes los alentaron. En estos años Bildu ha combinado pronunciamientos medidos y bien escenificados de condena medida de la violencia con silencios o incluso respaldos de actos de apoyo a los presos de ETA u homenajes a etarras muertos mientras portaban una bomba, como ocurrió esta semana.
2.- Secesionismo. Es otra de las líneas rojas que les separa. En el País Vasco socialistas y abertzales están lejos. El derecho a decidir fue uno de los elementos que les separó en la elaboración de sus propios proyectos de nuevo estatus. “Nosotros nunca vamos a participar en un proyecto cuya base final sea el secesionismo”, aseguró Andueza. Bildu ya ha avanzado que quiere que esta legislatura se den pasos clave en ese ámbito, primero en Euskadi y después a nivel nacional. Andueza no está por la labor.
3.- Acuerdos con el PNV. El PSE está atado por el PNV. Lo está en Euskadi y en Madrid. El resultado de las elecciones municipales no ha hecho sino reforzar esa alianza. Incluso para evitar que EH Bildu ocupe algunas instituciones como la Diputación de Gipuzkoa o ayuntamientos relevantes. La izquierda abertzale no ha dejado de tentar a los socialistas. Lo ha hecho con gestos aparentemente gratuitos, como el apoyo a los últimos presupuestos vasco –innecesario al gozar PNV y PSE y de mayoría absoluta- o con la abstención aparentemente sin contraprestación en el Parlamento de Navarra y en el Gobierno de España para investir a sus candidatos.
4.- Una sociedad amante de la estabilidad. La vasca no es una sociedad amante de los cambios bruscos. Ni siquiera el final de ETA produjo un terremoto electoral. La innegable subida de votos de la izquierda abertzale sí es una consecuencia de ello pero supone más un trasvase de votos entre partidos que entre bloque. Desde las autonómicas de 2012 la sociedad vasca ha votado a formaciones de izquierdas –Bildu, PSE y Podemos- casi con la misma intensidad, con entre 400.000 y 490.000 votos. En más de una década sólo en dos ocasiones esa horquilla ha variado, los 350.000 de las autonómicas de 2016 y las generales de 2019, con el fenómeno Podemos en auge, que disparó el voto de izquierda a 630.000.
5.- El PP, el incómodo aliado contra Bildu. Hoy el PNV tiene 31 asientos en el Parlamento vasco, diez más que EH Bildu. La incógnita que deberá resolver es si Urkullu sigue siendo el candidato a lehendakari con más tirón para frenar la caída o urge un o una nueva aspirante par volver a ilusionar. La paradoja es que el PP de Feijóo, con el que Sabin Etxea no ha querido ni siquiera sentarse a dialogar, será un aliado clave para el PNV en las próximas autonómicas. Los populares están empeñados en frenar a la izquierda abertzale. Hoy los de Iturgaiz cuentan con 6 senadores, que podrían mantener o incluso ampliar dentro de un año, y Vox dispone de una representante. Las tres formaciones, por distintos motivos, rechazan a Bildu y de repetirse estos resultados sumarían una mayoría absoluta.
Pero sin duda, en caso de que los números tras las próximas elecciones autonómicas lo permitieran y el PSE accediera a favorecer ese “cambio de ciclo”, abriría una fractura sin precedentes con Sabin Etxea. Probablemente mayor que la que se produjo tras el acuerdo entre socialistas y populares en 2009 y que permitió a Patxi López ser lehendakari. Una revolución que agitaría como nunca la política vasca y dejaría heridas difícil de sanar que el socialismo vasco padecería durante mucho tiempo.
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