El socialista Emiliano García Page calificó el resultado de las urnas del 23-J de "diabólico". Una aritmética electoral que hace depender la gobernabilidad de España del prófugo más conocido de nuestro país, Carles Puigdemont, poseedor del botón rojo de la investidura y, en su defecto, de la repetición electoral. Nunca, desde la "asonada" procesista del 2017, cuando acabó huyendo en el maletero de un coche, había tenido tanto poder y tanto foco puesto.
Hay una percepción generalizada en el mundo político sobre el carácter "imprevisible" del ex presidente de la Generalitat. Aplicar la lógica política a sus movimientos puede ser un ejercicio de riesgo. Pero hoy por hoy lo que trasciende de sus comentarios y de los mensajes trasladados a través de su entorno más inmediato es que Pedro Sánchez "meará sangre" si quiere el apoyo de los siete diputados de Junts para mantenerse en el poder.
Puigdemont se ha creído su propio personaje desde que se instaló en la Generalitat
Defensor de las esencias independentistas, Puigdemont se ha creído su propio personaje desde que se instaló en la Generalitat y suspiraba, decía, por volver a su Gerona natal donde fue alcalde cinco años. Su vocación era la política municipal y su paso por el palacio de la plaza de San Jaime apenas un puro trámite. Pero el procés le catapultó, tanto, que muchos no distinguen entre la persona y el personaje, entre a quien le debía interesar un gobierno de Sánchez para solucionar su problema judicial personal o uno de Núñez Feijóo para volver a rearmar a las huestes y recuperar la hegemonía del independentismo frente a ERC.
Esas son dos de las opciones: apoyar al jefe del ejecutivo en funciones o forzar un adelanto electoral que dé una nueva oportunidad al líder del PP. Incluso, puede jugar en un circo de dos pistas, esto es, investir a Sánchez y hacer de su legislatura tal infierno que provoque una convocatoria electoral a no mucho tardar, tal es su poder. Dicen los "moderados" de Junts, en clara minoría, que Puigdemont no se ha movido ni un milímetro respecto al mantra de amnistía y referéndum de autodeterminación. Y para ello sigue contando con el apoyo entusiasta de la presidenta de Junts, Laura Borrás, y de su portavoz parlamentaria en el Congreso, Miriam Nogueras.
El hombre que inició la liquidación de Convergencia tal y como la conocíamos, Artur Mas, le ha pedido públicamente ser "más exigente que intransigente" y apelado a una estrategia conjunta en el Congreso con ERC para hacer valer el peso, menguante, de sus 14 diputados, siete de cada partido. Los de Oriol Junqueras contienen el aliento. Como Mas, la número dos por Barcelona de ERC, Teresa Jordá, también propone ir de la mano en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo para una estrategia conjunta con la que defender los intereses de Cataluña, dicen.
El papel de ERC se complica si Junts no apoya la investidura
Y es que ERC deberá debatir si respalda a Sánchez aún en caso de que los de Puigdemont se abstengan u opten por el "no" haciendo naufragar la investidura. El riesgo para Junqueras en clave de política catalana es aparecer como parte del independentismo domesticado frente al huido de la Justicia. Si los números no terminan de salirle al inquilino de la Moncloa, no es descartable que, como hace cuatro años, ERC se refugie en la abstención para no significarse más de la cuenta.
Porque aquí no hay un solo tablero de juego, sino dos, esto es, la gobernabilidad del país -que a Junts poco le importa- y la lucha por la hegemonía de un independentismo en horas bajas superado por el PSC -que sí le importa a Junts. Y si para eso tiene que dar una patada al tablero de juego y abocar la país a unas nuevas elecciones generales, lo hará.
En su entorno la idea no les genera ningún rechazo y así se lo han transmitido a los emisarios tanto del PSOE como de Sumar. "Mucha gente se pregunta qué haremos nosotros. Pero creo que la pregunta debe ser otra. La pregunta es ¿qué hará Pedro Sánchez?", ha afirmado estos días Borrás insistiendo en la amnistía de cerca de 4.000 imputados por el procés y en la consulta para la independencia catalana.
Las bases de Junts se rebelan ante un apoyo a la investidura de Pedro Sánchez
Además existe un mar de fondo, fuera del radar de los medios de comunicación. Son esas bases de Junts hiperventiladas, alimentadas día a día con el discurso del estado fascista que acoge en sus cárceles a presos políticos, que no parece estar por las componendas con el gobierno de la nación para asegurar a Pedro Sánchez su reelección, y así se lo está haciendo llegar al partido.
Y entre medias de este difícil equilibrio, la decisión de la sala de vacaciones del TC -de mayoría conservadora- de inadmitir a trámite el recurso de Puigdemont contra la orden de detención emitida por el juez Llarena, ha podido poner otro clavo al féretro de la investidura entre el enorme malestar de Moncloa, con una Fiscalía apresurada en solucionar este entuerto.
Los socialistas reprochan al PP un supuesto optimismo para llevar a su líder, Alberto Núñez Feijóo, a un debate de investidura que huele a fallido. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ironizó este jueves con los cálculos de Génova: "le hacen las cuentas los que le hicieron las encuestas". Pero no son pocos los socialistas los que admiten que a Moncloa también le va a costar cuadrar una mayoría suficiente para mantener a Sánchez en el poder. El resultado es "endiablado", dijo García Page. España es hoy ese país en el que la gobernabilidad o la repetición de elecciones depende de un prófugo de la Justicia, casi nada.
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