El inicio del curso político ha traído consigo distintos debates, entre el que destaca el de la pluralidad lingüística en las instituciones y el uso de las lenguas cooficiales. El último movimiento se ha producido en las Islas Baleares, tras la supresión del requisito del catalán en la sanidad vía decreto de medidas urgentes para captar y fidelizar al personal sanitario, escaso, que ha aprobado el nuevo gobierno del PP -y a petición de su socio de investidura Vox- con Marga Prohens a la cabeza. A ello le precedió el compromiso de la presidenta del Congreso de los Diputados, ex jefa de Gobierno de Baleares, Francina Armengol, de establecer el uso de las lenguas del Estado en la cámara baja como ya se practica en el Senado.
Este hecho ha puesto en evidencia las diferencias, al menos ideológicas, que existen en comunidades como la valenciana en torno a la definición y el empleo de la lengua propia al margen del castellano. Armengol abogó por el gallego, el euskera y el catalán. Una intencionalidad a la que pronto reaccionó el PP valenciano de Carlos Mazón, recientemente designado como president. La exigencia de los populares fue la de incorporar y separar del catalán el valenciano. Vox, socio de legislatura dentro del Gobierno, se unió a esta petición. Ambos, desde la Generalitat, promovieron una declaración por la que no se toleraría "ni un ataque más" a la lengua, la cultura o la historia de la Comunidad Valenciana.
Tras una conversación con su ex homólogo territorial Ximo Puig, líder del PSPV-PSOE, Armengol decidió guiarse por las directrices del Estatuto de Autonomía valenciano y optar por la doble definición catalán/valenciano. El socialista veía conveniente no reabrir heridas mitigadas en los últimos años. Pero, ¿por qué este revuelo ante un idioma que es el mismo en los tres territorios en la práctica?
Hay una pugna histórica y política alrededor del valenciano y la cultura autóctona, desde hechos históricos como la Batalla de Almansa, a los cuarenta años de la dictadura franquista, más reciente. En ambos casos, hubo arrinconamiento. Felipe V, tras la el primer caso, acabó con las instituciones valencianas, la Generalitat y las Fueros vía Decretos de Nueva Planta entre 1707 y 1716. Y ya desde el siglo XVI el valenciano venía perdiendo posiciones oficiales por el potenciamiento del castellano en zonas como Cataluña. Por otro lado, el franquismo centralizó el Estado y marginó la lengua hoy cooficial.
La extrema derecha valenciana vinculada al régimen, ya en Transición -el momento más duro- y los años posteriores hasta los 2000, promovió una defensa del valenciano completamente antagonista al de la izquierda. El movimiento ultraderechista adquirió el nombre de blaverismo ante una de las demandas concretas: que la bandera autonómica, cuyo uso había estado muy reducido en el régimen, contase con la franja azul -blau significa azul- vinculada a la monarquía y al Reino de Valencia al finalizar el proceso autonomista. Se consiguió.
Entre las acciones más violentas de esta corriente destacan atentados al filólogo Manuel Sanchis Guarner o al ensayista Joan Fuster. Hay un recuento de trece muertes y casi mil actos violentos durante la Transición, según el recuento del historiador Borja Ribera.
Los herederos de la corriente blaverista son Lo Nostre, València Unida y Contigo Somos Democracia, aunque los tintes anticatalanistas de Vox le sitúan en parte dentro de la corriente"
Entre las características del blaverismo, de los que han destacado grupos como Unión Regional Valencianista y algunas escisiones, destacan el populismo, el regionalismo y provincialismo, y con especial énfasis el anticatalanismo y su expansión fuera de sus fronteras. Su posicionamiento ha consistido en la necesidad de dar derecho a los ciudadanos de conocer y hablar en valenciano, pero no hacerlo un deber. Priorizándose el castellano por encima de una equiparación con el valenciano. Y ahí reside el principal punto de diferenciación que lo aleja de los partidos y la corriente cultural de izquierdas. Actualmente, hay herederos de la corriente como Lo Nostre, València Unida y Contigo Somos Democracia, aunque el componente anti pancatalanismo puede atribuirse también a partidos como Vox.
Ante el arrinconamiento histórico de la lengua, la izquierda valenciana ha defendido el derecho y el deber de conocerla. Asimismo, la ha promocionado en las instituciones y en la educación. Una concepción, en definitiva, ligada a la de los Països Catalans en lo cultural, y que se equipara en cierto modo en su designación. Lo que para esa ultraderecha valenciana histórica o la derecha más nacionalista resta protagonismo al valenciano. La misma crítica sucede en Baleares, donde mientras abiertamente se habla de catalán, retoman los movimientos gonellistas para renombrarlo como balear y en su defecto mallorquín y menorquín. Son, pese a todo, muy minoritarios.
Choque mitigado con la AVL
El primer gobierno del PP de Eduardo Zaplana, para trasladar un problema político al marco académico, creo la Academia Valenciana de la Lengua, que entró en vigor en 2001, como único ente regidor del valenciano normativo. Definió al valenciano como la lengua que se habla en el territorio y que se comparte con Cataluña y Baleares, donde se llama catalán. Y esa es la directriz que sigue hoy en día partidos como PSPV-PSOE y Compromís. Sucedió a la Real Academia de la Cultura Valenciana como organismo regidor, hoy más centrada en lo cultural y patrimonial. Más adelante, se supo que Jordi Pujol, para garantizar la unidad de la lengua en los territorios, comprometió el acuerdo nacional con el PP de Aznar de 1996 a ese acuerdo con Zaplana. Una cesión a ese pancatalanismo, en conclusión, para el movimiento blaverista.
Después de un periodo calmado, en 2014 la AVL publicó el Diccionario normativo del valenciano, que añadió la definición del mismo: "Una lengua románica hablada en la Comunidad Valenciana así como en Cataluña, Baleares. el departamento francés de los Pirineos Orientales, el Principado de Andorra, la franja oriental de Aragón y la ciudad sarda del Alguer, lugares donde recibe el nombre de catalán".
Precisamente, desde Vox ha surgido la última polémica con la AVL. El consejero de Agricultura valenciano, José Luis Aguirre, publicó un mensaje -ya borrado- en la red social X -antes Twitter- utilizando un valenciano con faltas de ortografía y no normativo. La reacción del consejero de Educación, del PP, José Antonio Rovira, fue la normalización al considerar que la academia no tiene "la verdad absoluta" siendo esta quien, como la RAE con el castellano, regula el uso del valenciano. El pronunciamiento de Mazón, ante lo que es en apariencia un nuevo impulso de esa corriente anticatalanista, sofocó el asunto sentenciando que la AVL es el único ente que regula el valenciano. Y eso, a su juicio, lo respeta todo el Consell. De hecho Vox ha salido a confirmar que respeta "la legalidad vigente".
Pese a todo, los reproches de la izquierda han salido a relucir, compartiéndose tradicionalmente la tesis de que la derecha rechaza utiliza el valenciano como arma política y no para su fomento. También los de las entidades catalanistas, reabriéndose la pugna política de un asunto que, al menos desde el PSOE y el PP se quiere mantener cerrado.
Subvenciones a la Plataforma per la Llengua
Precisamente una de las más importantes de esas entidades catalanistas, que anunció acciones legales para garantizar la preservación de la lengua, es la Plataforma per la Llengua, fomentada por el anterior Govern del Botánico en la línea de esa promoción lingüística por la que aboga la izquierda valenciana. A nivel local, en la capital, la llegada del PP ha dejado sin ayudas, de 50.000 euros ya asignadas a ésta y otra plataforma: Escola Valenciana. El pasó de Joan Ribó les dotó de casi un millón de euros. La Generalitat, ahora con PP y Vox quiere seguir el mismo camino, tras una asignación de los de Puig a su despedida de casi dos millones de euros.
De llegar al poder, Vox ya anunció que cualquier entidad que amenace los intereses valencianos y nacionales, en alusión a las catalanistas, dejarían de recibir dinero público, porque "Vox no aplaude traiciones ni apoya a quienes no creen ni en Valencia ni en España. Ningún euro irá destinado a regar a quienes pretenden dinamitar y reventar".
Tras el aperturismo de la izquierda a ese catalanismo cultural, la derecha vuelve al repliegue exaltando un valenciano a tener en cuenta, pero dotando al castellano de nuevo de un mayor protagonismo que, lejos de zanjar la polémica, solo anticipa un episodio más de una cuestión recurrente que sigue sin poder ser desligada de la contienda política.
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