La negociación no se ha malogrado. La investidura de Pedro Sánchez continúa estando viva, exactamente igual que 24 horas antes. Es lo que el Gobierno y el PSOE defienden con firmeza, que Carles Puigdemont, y eso es lo importante, sostienen, ha dejado la "puerta abierta al diálogo", que expresó "posiciones de máximos" de las que confían en que se apee, y que sobre todo hay que fijarse en que el expresident "no pone el referéndum como condición previa", ni fija plazos, porque de haberlo hecho habría sido una muralla insalvable.
Es decir, alivio. Alivio en el Ejecutivo y en el partido —y en el PSC— tras escuchar ayer martes la comparecencia del líder moral de Junts en Bruselas. Una intervención sin preguntas en la advirtió que no renuncia ni renunciará a la unilateralidad y en la que dibujó las condiciones previas que reclama para sentarse a negociar la investidura de Sánchez. Una primera, el "respeto a la legitimidad democrática" del independentismo. Dos, un "mecanismo de mediación y verificación" de los acuerdos que se alcancen, aunque no concretó si esa figura ha de ser la de un relator internacional.
Puigdemont no renuncia a la unilateralidad y pone como línea roja inicial una ley de amnistía de "amplio espectro", requisito que debe hacerse, dice, antes del plazo para la repetición de elecciones, el 27 de noviembre
Tres, el "abandono completo y efectivo de la vía judicial" contra el separatismo, que ha de canalizarse a través de una doble vía: a través de una ley de amnistía "que incluya el amplio espectro de la represión iniciada desde antes de la consulta del 9-N de 2014", y a través de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, a las que el Gobierno, señaló, debería ordenar que desistan de todas las causas judiciales. Este tercer requisito sí tiene un tiempo máximo: debe hacerse antes del plazo legal de disolución de las Cámaras y convocatoria de nuevas elecciones. Esto es, antes del 27 de noviembre, a los dos meses de la primera votación fallida de investidura de Alberto Núñez Feijóo. No detalló si esa ley de amnistía debe estar para entonces admitida a trámite, aprobada en el Congreso o validada por Congreso y Senado, y no es menor ese punto porque la Cámara alta está controlada por el PP, que puede jugar a dilatar su ratificación. Cuarta condición, fijar como "únicos límites" los que figuran en los acuerdos y tratados internacionales que se refieren a derechos humanos y libertades fundamentales. "Ninguna de estas condiciones previas en contraria a la Constitución, ni por descontado de ningún tratado europeo", sostuvo.
El referéndum de independencia no está encima de la mesa como exigencia para la investidura, por tanto. Sí demanda, sin plazos, un "acuerdo histórico" que reconozca la autodeterminación, porque a su juicio solo un "referéndum acordado con el Estado español puede sustituir el mandato del 1-O", y cree que no existen trabas constitucionales que lo hicieran inviable, pues se trata de "voluntad política". El artículo 92 de la Carta Magna, cree, lo haría posible.
Todo ha discurrido dentro de la normalidad", indican en el Gobierno, donde recuerdan la cercanía de la Diada, el lunes
Tanto en la Moncloa como en Ferraz interpretan que Puigdemont estaba lanzando dos mensajes a la vez: uno, dirigido al Gobierno, dejando "la puerta abierta al diálogo", y otro destinado a su parroquia independentista a las puertas de la Diada, el próximo lunes, ante la que está obligado a mostrar músculo para no ser tachado de "traidor" por los sectores más hiperventilados. "Lo más importante —señalan desde el círculo más estrecho del presidente en funciones— es que está dispuesto a hablar, aunque lógicamente parte de posiciones de máximos. Pero todo ha discurrido dentro de la normalidad". Y es que ya estaba más que claro que la amnistía era condición sine qua non para comenzar a hablar, y de hecho en ella ya está trabajando el Ejecutivo desde hace semanas, buscando una fórmula que no desborde la Carta Magna.
"¿En 2050, en 2060?"
Fuentes del Ejecutivo hacen hincapié en el hecho de que el expresident "no ha puesto el referéndum como condición, y eso es clave", por lo que "lo demás es hojarasca". O puro "relato", como coinciden en resumir fuentes próximas a la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz. Una consulta de autodeterminación es inviable para Sánchez y para su partido, un auténtico muro, porque entienden que no tiene encaje constitucional de ningún modo. Así, el hecho de que el referente de Junts no ponga fechas ni lo mencione como requisito para investir a Sánchez es, para los socialistas, un claro avance. "¿Cuándo va a haber referéndum? ¿En 2050, en 2060?", ironizan.
No he escuchado condición blindada ninguna y la negociación no ha empezado", apunta un ministro. Otra compañera de Gabinete lamenta el "daño" en la calle que haya podido infligir al Ejecutivo
En la Moncloa apuntaban que apreciaban otro tono en el exjefe de la Generalitat, que él mismo evitó un lenguaje de confrontación, que no llamó "carceleros" a los socialistas ni habló de "Estado podrido" o "fascista", y sí en cambio apeló al diálogo. Esa es la razón por la que algunos dirigentes del PSOE y cuadros del Gobierno percibieron que Puigdemont estuvo "más flojo de lo esperado", también porque no situaba el referéndum en primer plano y como exigencia ineludible, porque eso habría hecho saltar ya todos los puentes. Y valoraban, agregaban desde Ferraz, que el expresident incluso hiciera referencia expresa a la Constitución, reconociendo que ese es el marco de juego, cosa que antes no ocurría.
Son pues "posiciones de máximos", sí —el Ejecutivo se declara "en las antípodas", en palabras de la portavoz en funciones, Isabel Rodríguez—, pero "no barreras infranqueables". "Puigdemont ha estado en su sitio, hay que leerle entre líneas", apuntaba un dirigente de peso con gestión en primera línea a sus espaldas, muy conectado con la Moncloa y con interlocución con las fuerzas independentistas. Lo mismo piensa un ministro del círculo de confianza de Sánchez: "No he escuchado condición blindada ninguna y como él mismo dijo, la negociación no ha empezado, y del referéndum no hay fecha". Otro compañera de Gabinete conviene que el expresident tiró de "escenificación", sobre todo por la proximidad de la Diada, y por tanto es pronto para decir si habrá acuerdo o no porque faltan muchas semanas de conversaciones, pero sí le preocupa el "daño" que en la calle sus palabras, su registro duro, pueda infligir al Ejecutivo y al propio presidente. Todos reconocen, eso sí, que las conversaciones serán durísimas con momentos difíciles de digerir.
En cambio, en la Moncloa recuerdan que las urnas del 23-J avalaron esa apuesta por la "convivencia" en Cataluña de Sánchez. De hecho, ese fue el argumento que esgrimió Rodríguez frente a las críticas del expresidente Felipe González, quien este martes en Onda Cero advirtió de la Constitución no es un "chicle" y en ella no caben ni la amnistía ni la autodeterminación. "Es contrastable que nuestra posición es siempre conforme a la Carta Magna", empezó alegando la portavoz, para luego mostrar su "respeto" por su opinión y advertir: "Lo que han manifestado los españoles en las urnas [del 23-J] es que no quiere una España cerrada, en blanco y negro, del ayer, que es lo que representan PP y Vox. El rumbo que han elegido los españoles es el de la España abierta, plural, diversa, que quiere avanzar, y sobre eso trabajaremos cuando llegue el momento", cuando Sánchez reciba el encargo del Rey.
"Nadie se cree que viene el lobo"
Al "respeto" al "procedimiento" se aferró precisamente Rodríguez para no concretar si al Gobierno le parecen asumibles las condiciones fijadas por Puigdemont. Ahora es el tiempo de Feijóo, dijo, que tiene por delante su propio debate de investidura, el 26 y 27 de septiembre. Pero aunque no hay detalles, Rodríguez sí reiteró los tres ejes que guiarán a los socialistas: "Para abordar esta situación, tenemos una herramienta que es el diálogo, tenemos un marco que es la Constitución y tenemos un objetivo que es la convivencia". La portavoz glosó también la hoja de servicios de Sánchez en estos años en la Moncloa, ya que en este tiempo ha hecho cumplir la Carta Magna "en todos los territorios", también en Cataluña.
Rodríguez promete que, cuando Sánchez reciba el encargo del Rey, los socialistas actuarán con "transparencia", "democracia" y "coherencia"
Por eso hizo una llamada a la "tranquilidad" frente a una derecha que ya clama contra la posibilidad de ese pacto. Rodríguez empleó una frase deliberadamente expresiva: "Ya nadie se cree que viene el lobo, ya está bien de meter el miedo en el cuerpo de los españoles".
A su lado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, magistrado de profesión, también acató la prudencia cuando le preguntaron si la amnistía encaja en la Ley Fundamental de 1978: cualquier medida que se adopte estará dentro de la Constitución, y buscará "garantizar la convivencia en nuestra sociedad y en nuestro país". Pero "no se puede alcanzar la convivencia", admitió, "fuera del marco constitucional". El portavoz parlamentario socialista, Patxi López, se remitió al Tribunal Constitucional: "Hay mucha gente que dice que cabe, que no cabe [la ley de amnistía en la Carta Magna]. Eso lo tendrá que decir en definitiva el TC". Rescataba así las palabras de Sánchez de hace dos semanas.
Por el momento, la Moncloa no quiere avanzar más. Tampoco, por ejemplo, si dará tiempo a tramitar esa futura ley de amnistía antes de la investidura. O si aceptará la figura del relator —ahora el exjefe de la Generalitat habla de un mecanismo de verificación, sin más precisiones—, que rechazó tajantemente en 2019 hasta el punto de contribuir al adelanto electoral de 2019. "Es adelantar acontecimientos", señalan en el núcleo duro de Sánchez. Rodríguez sí prometió que cuando el líder socialista reciba el encargo del Rey, actuarán con "transparencia", "democracia" —porque los militantes del PSOE deberán avalar el pacto de coalición con Sumar que se firme, aunque no necesariamente los acuerdos con otras fuerzas— y "coherencia" con la política de diálogo en Cataluña. Es pronto, pues, para anticipar los contornos de la negociación. "Y aunque vimos a Puigdemont subido de tono, hay carril, hay puerta al diálogo", resume un mando del máximo nivel de un partido que conoce bien a Junts, el PSC.
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