En el cuartel general de los populares no se llaman a engaño. Son plenamente consientes de las escasas, por no decir nulas, posibilidades respecto a la investidura de su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo, tras el debate de los días 26, 27 y 29. Por ello, el planteamiento de cara a esas fechas es convertir su discurso parlamentario "en el de la pegada de carteles", en caso de repetición electoral, o "en el arranque de la labor de oposición a Pedro Sánchez", en caso de investidura posterior del presidente del Gobierno en funciones, explican en el equipo del presidente del PP.
Pocos dudan en que el escenario con más papeletas pasa por un plegamiento de Sánchez a las exigencias del líder de Junts, el prófugo de la justicia Carles Puigdemont. Y sobre esta idea pilotará la intervención del ganador de las elecciones del 23-J, esto es, contraponer, dicen, la disposición del inquilino de la Moncloa a "pagar el precio que le exija Puigdemont" frente al que se ha negado a pasar por ese peaje, porque la carta de exigencias del vecino de Waterloo "va dirigido a ambos partidos", aducen.
Instalados en el horizonte de un nuevo gobierno de coalición del PSOE con la izquierda radical de Sumar, asistidos por ERC, Junts, Bildu y PNV, el "plan B" de Núñez Feijóo pasa por "hacerle la vida imposible a Pedro Sánchez" empleando todos los instrumentos políticos e institucionales a su alcance. Una mayoría absoluta en el Senado, el gobierno de 11 Comunidades autónomas y el Grupo Parlamentario más numeroso del Congreso, que junto con Vox, UPN y Coalición Canaria "hará depender a Sánchez cada semana de que un solo partido le abandone".
En cada votación no podrá fallarle ni un socio", aducen en Génova respecto a las alianzas de Sánchez
"En cada votación no podrá fallarle ningún socio, perderá las votaciones en el Senado y los textos deberán volver al Congreso para depender de nuevo de partidos en pugna en cada uno de sus territorios como Bildu y PNV, por un lado y ERC y Junts, por otro" inmersos, además en sus propios procesos preelectorales en el País Vasco, primero y en Cataluña, después. Todo ello sin contar con que el Senado puede pedir comparecencias de miembros del Gobierno y aprobar la creación de comisiones de investigación.
En definitiva, apostilla otro alto dirigente genovés, "el día a día de Sánchez si resulta investido, va a ser un infierno". Insiste en la idea de que ésta será una legislatura "tortuosa, desagradable y tensa. Va a gobernar con una coalición de 14 partidos, con Galapagar (en alusión a la agenda propia de Podemos), con Bildu y PNV que tienen su propio vía crucis, y con ERC y Junts, que siguen sus respectivos guiones".
No hay, sin embargo, unanimidad en el análisis prospectivo del PP respecto a si estamos ante una legislatura larga o corta, lo que, en muy buena medida refuerza la posición de Núñez Feijóo en el liderazgo popular. Las incógnitas en torno a un escenario como poco incierto, alimentan la tesis de no hacer mudanza en tiempos de zozobra. Ni siquiera tienen previsto la celebración el año que viene de una conferencia política con la que renovar ideario y propuestas y, mucho menos, de un congreso ordinario, aunque sí deberá proceder Núñez Feijóo a alguna renovación puntual de su equipo, como es el caso de la vicesecretaría de Coordinación autonómica y local, en manos de Pedro Rollán, actual presidente del Senado.
Génova reduce la contestación interna a un tuit del líder del PP en Cataluña
En definitiva, aunque son conscientes de que la investidura de Núñez Feijóo no va a prosperar -"las posibilidades son ínfimas", apostillan- de momento el "plan B" de Núñez Feijóo no es otro que resistir en la oposición si Sánchez sale de nuevo investido. Y respecto a si la posición interna del líder del PP está comprometida, la reducen a "un tuit del presidente del partido en Cataluña. Si esa es toda la discrepancia, bienvenida sea".
Lo cierto es que tanto la voluntad de incorporar a Junts en la ronda de consultas previa a la investidura -que finalmente se desestimó- como la de asumir el marco independentista a la hora de hablar del "encaje" de Cataluña ha hecho torcer el gesto a más de un dirigente del partido más allá del catalán Alejandro Fernández. Pero en el equipo del gallego recuerdan que éste "ganó las elecciones, subió 48 escaños y obtuvo más representación que la que ha tenido nunca Sánchez". Y ante todo y sobre todo, sigue contando, aseguran, con el apoyo de los dos barones más poderosos del partido, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y el andaluz Juan Manuel Moreno.
Sin estrategia clara con Vox tras la investidura
Al margen de cómo afrontarán Núñez Feijóo y el PP la investidura y el periodo posterior en el que Sánchez intentará conformar un nuevo gobierno tras el encargo del Rey, una de las principales incógnitas que queda en el aire, tanto por las direcciones de PP y Vox, es en qué punto quedarán las relaciones entre Génova y Bambú. En fuentes, desde Vox garantizan que si depende de ellos no habrá cambios, pero desconfían de que los populares estén tan comprometidos de avalar el "único pacto para la alternativa" al rumbo político actual pivotante en un eje nacionalista e independentista. Preguntado por ello, fuentes de Génova insisten en centrar la atención en el PSOE y sus socios.
Las filas del partido no tienen clara la estrategia respecto a Vox a partir de octubre, una vez el turno para la investidura lo tenga Sánchez"
El pacto entre PP y Vox para el apoyo de investidura ha conllevado cesiones como la entrada del partido de Abascal en el Gobierno de Murcia. No, por el contrario, a escala nacional. En ese plano la confrontación ha sido clara desde el inicio de mandato de Núñez Feijóo en abril de 2022, con especial intensidad conforme ha ido llegando el ciclo electoral. Por lo que, al menos se concluye que en un ámbito de disputa política como el que se advierte, donde Puigdemont según sus necesidades puede pulsar el botón electoral, es difícil pensar que los populares, ganadores de las elecciones y con aspiraciones a mantener resultados, pueden adaptarse a un discurso de cordialidad con Vox cuando su máxima ha sido rascar electorado por el centro en esta última campaña.
Exigencias actuales como gobernar en solitario dan fe de ello. También el intento de acercarse a partidos como el PNV y Junts, objeto de ilegalización de Vox en sus máximos. A ello se añaden gestos postelectorales como el veto de Vox en la Mesa del Congreso para contentar a la formación jeltzale, lo que ha hecho inevitable que el respaldo se materialice a cambio de la coalición murciana. Cabe mencionar que para Vox, ante un panorama imposible de configurar, ceder se antoja más fácil que si las expectativas fueran certeras. Incluso hasta el punto de dejar a Feijóo arrojarse a los brazos del PSOE, algo que le ha reprochado una y otra vez a lo largo del año.
Desde el Congreso, donde PP y Vox pueden ejemplificar el estado de relaciones de acuerdo a los discursos que se esgriman o el apoyo o rechazo de distintas iniciativas que se planteen, los populares refrendan unanimidad en el discurso: se descarta valorar el estado de las relaciones con Vox, incluso sugerir una hipótesis de lo que puede llegar a pasar. Eso deja patente dos cuestiones. La primera es que el mandato de Génova es claro: absoluto silencio sobre la alianza con Vox para no fracturar la solidez política -y de escaños- de cara a la investidura y de los roles que pueden plantearse.
La segunda es que, al mismo tiempo, las filas del partido no tienen clara la línea estratégica desarrollada hasta el momento: vetos a Vox, pactos posteriores, cuestionamiento al PSOE y propuesta de legislatura reducida bajo pactos de Estado, entre otros. Claro está que es Núñez Feijóo quien la determina.
"Que somos diferentes es una obviedad, y se verá en las tramitaciones legislativas y, por supuesto, si hay repetición electoral. Pero por otra parte, gobernamos por toda España con ellos", indican otras fuentes parlamentarias del PP, que instan a esperar a que la situación política quede despejada.
El próximo lunes hay reunión de la Junta Directiva Nacional en la que no se descarta que se fije el rumbo estratégico a corto y medio plazo. Frente a Vox, que se limita a intentar adherir capas del PP, los populares, ubicados en el centro sin Ciudadanos, afrontan un papel más complejo, de equilibrios en el que intentar captar a ambos lados del tablero del centroderecha. Y eso solo puede salir bien si se actúa con autonomía.
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