El escenario inicial, el central, el A, el que persiguen los socialistas, es uno: investidura de Pedro Sánchez. O sea, acuerdo de coalición con Sumar y alianza con las formaciones nacionalistas e independentistas, y en particular con Junts y ERC. Ese es el objetivo de la Moncloa y de Ferraz, y el que hoy por hoy se ve más probable. Aunque no es el único escenario posible: si Carles Puigdemont y los republicanos no se apean de sus "posiciones de máximos", entonces habría repetición electoral el 14 de enero y a ellas acudiría el PSOE con un discurso que cree inequívoco y elocuente: que hay nuevos comicios porque los separatistas catalanes pusieron sobre la mesa exigencias inasumibles para el Ejecutivo ante las cuales Sánchez no puede ceder ni va a ceder.
Los socialistas siguen confiados en que será posible la reelección de su líder, pero en los últimos dos días han lanzado la señal, también, de que no pactarán a cualquier precio con Puigdemont y que, por tanto, si no hay más remedio que ir a nuevos comicios, no los rehuirán porque consideran que no saldrían debilitados de las conversaciones si finalmente fracasaran. Se trata de un cierto giro discursivo y estratégico respecto a la semana pasada, cuando el propio Sánchez afirmó, en su comparecencia de arranque del curso político en el Ateneo de Madrid, que "el acuerdo se puede, se debe y se va a alcanzar". Ahora ese optimismo se ha templado y en todo caso se combina con ese escenario B, el que no desean ni buscan los socialistas —así lo afirman—, pero que tampoco descartan por completo.
Se trataría de hacer ver al independentismo que tiene una "oportunidad única", y "o lo toma o lo deja". Hay cuadros que incluso apuntan a que se pudiera conceder la amnistía a los cuadros medios o funcionarios pero no a Puigdemont
De hecho, este martes, fuentes del Ejecutivo volvían a recordar, tras la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que el objetivo es alcanzar un acuerdo con Junts que permita la investidura de Sánchez y que trabajarán para ello. Pero advertían de que teniendo en cuenta la situación política que ha vivido España en los últimos años, no descartan ningún escenario, incluida la repetición electoral. El mismo mensaje que también salía el lunes desde Ferraz: se intentará "evitar" unos nuevos comicios, que habrían de celebrarse el domingo 14 de enero, pero no hay garantía de éxito. Y en todo caso, el partido no se plegará a los deseos del expresident. La propia vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, subrayó el lunes que los independentistas estaban situados en "posiciones de máximos" y, por tanto, inasumibles para Sánchez. El aviso que dirigentes socialistas del máximo nivel lanzaban era diáfano: no se pactará "a cualquier precio", no habrá "locuras".
El PSOE ya ha deslizado, por ejemplo, que no aceptará tramitar esa hipotética ley de amnistía antes del debate de investidura, como exige Puigdemont. Pero apenas se sabe más: la dirección no ha precisado qué condiciones impondrá a los separatistas, qué alcance tendría la norma, con qué nombre se bautizaría, qué efectos supondría. La dirección sí anticipó el lunes que su posición de partida sí será "muy similar" a la que pueda pactarse... si es que hay acuerdo.
En el partido, dirigentes alineados con Ferraz y convencidos de la necesidad de un alivio penal para los dirigentes del procés, también apuntan que el PSOE debe ceder, pero con mucha mesura. Lo justo. Hacer ver al independentismo, razonan, que esta es una "oportunidad única", porque en una repetición electoral puede que sus 14 votos —los siete de Junts y los siete de ERC— no sean tan imprescindibles, también porque incluso la derecha y la ultraderecha lleguen a la Moncloa, dado que ese riesgo existe para la izquierda. Es decir, plantear el ultimátum de "o lo tomas o lo dejas". Hay cuadros que incluso apuntan a la posibilidad de que se ofrezca la amnistía para los cargos medios o funcionarios afectados por distintas causas, pero dejando fuera al propio Puigdemont, prófugo de la Justicia, por ser el perdón más difícil de digerir y justificar, y de esta manera forzarle a retratarse, a si está dispuesto a sacrificarse por los suyos. En definitiva, "esto es como el dedo y la Luna. Si te quedas con el dedo, vale, pero no pidas la Luna, porque la Luna no hay", ilustra otro alto cargo de la cúpula socialista.
Una "buena noticia"
No obstante, la sensación que reina en el partido es que, aunque costará y será muy complejo armarla, habrá investidura y habrá un nuevo Gobierno de Sánchez. Los antecedentes invitan a pensar que será así, porque Junts se avino a negociar la Mesa del Congreso —y apoyó a la socialista Francina Armengol como presidenta— y la reforma del reglamento de la Cámara baja para permitir el uso de las lenguas cooficiales.
La menguante participación independentista en la Diada del lunes fue también recibida con alivio por el PSOE, como una "buena noticia", porque confirmaba el debilitamiento del movimiento separatista que ya sentenciaron las urnas del 23-J en Cataluña, donde el PSC, con sus 19 escaños, sacó más diputados que ERC (7) y Junts (7) juntos y más votos que las dos fuerzas y la CUP.
La baja concurrencia en la Diada es "una respuesta coherente con lo que vienen arrojando las urnas", señalan fuentes del Gobierno
La Guàrdia Urbana cifró en 115.000 los manifestantes de la Diada en Barcelona, por los 150.000 del año pasado. 2023 sería así el año con la participación más baja —si se descuentan 2020 y 2021, por las restricciones de la pandemia—, y a años luz de los 1,8 millones que contabilizó la policía de la capital catalana en 2014. Para el Ejecutivo, este descenso en la movilización evidencia que los independentistas tienen cada vez menos fuerza también en las calles, además de en las urnas, por lo que también su posición se debilita en las negociaciones de investidura. La baja concurrencia en la Diada, pues, es "una respuesta coherente con lo que vienen arrojando las urnas".
En la Moncloa explican que el agotamiento del separatismo es consecuencia de la política de distensión llevada a cabo por Sánchez, que ha acabado enfrentando y dividiendo al movimiento y relajando a la sociedad catalana. "Cuando hay diálogo, el independentismo pierde apoyo. Cuando hay confrontación, como cuando gobierna el PP, hay niveles más altos de respaldo a sus tesis", recuerdan.
Hay dirigentes que creen que el pinchazo del 11-S "ayudará" a que ERC y Junts "vean las cosas más claras", pero para otros el efecto es neutro, porque su debilidad ya quedó a la vista el 23-J
¿El pinchazo en la Diada puede facilitar la investidura de Sánchez? En el partido y en el Gobierno prefieren acogerse a la prudencia y no hacer futuribles. Para algunos miembros de la cúpula, "ayudará" a que ERC y Junts "vean las cosas más claras" y comprendan que de una repetición pueden salir más trasquilados aún. Pero otros dirigentes consultados señalan que el efecto es neutro, porque los soberanistas ya estaban débiles antes, tras el 23-J, y en ese sentido nada cambia. Es, creen, una constatación más. "En todo caso, es otro Rubicón más que pasamos y en positivo. Ahora nos queda el 1-O", el sexto aniversario del referéndum ilegal. Las imágenes que arrojó Barcelona se corresponden, pues, con lo esperado, sin que se registrara una mayor "inflamación" por el momento negociador. "Ni tampoco ERC ni Junts recibieron más presión de sus bases de la que ya tenían", apunta un cargo monclovita.
"Estaríamos muertos"
La duda ahora es si, pasada la Diada y pasado el 1-O, republicanos y posconvergentes rebajarán sus exigencias para llegar a un acuerdo con Sánchez. Si penetrarán en una senda de "racionalidad". Aún es pronto para saber, coinciden distintas fuentes. "Es que con ellos nada es lógico, y están pirados", resume un alto mando de la dirección. Por si acaso, el PSOE ya avanza que jamás desbordará la Constitución, que tiene "límites" que tanto ERC como Junts conocen y que no traspasarán. Por descontado, insisten, el referéndum de autodeterminación no está ni estará jamás dentro de ningún acuerdo.
El PP entregado a Vox, y nosotros con diálogo pero firmes", sería el resumen del discurso del partido en caso de nuevos comicios, sintetizan en Ferraz
"Y si no, elecciones", avisan distintos dirigentes. Porque el partido se debe proteger a sí mismo. Por esa razón no quiere aprobar esa hipotética ley de amnistía antes de la investidura, no solo por la estrechez de los tiempos, sino también por el riesgo de que tras hacerlo Puigdemont dé un giro y decida no apoyar la reelección de Sánchez, en cuyo caso el PSOE acudiría muy debilitado a unos nuevos comicios —"estaríamos muertos", recalca un integrante de la ejecutiva—. La maquinaria interna no está encendida, ni mucho menos, pero el boceto del discurso sí estaría listo, y no sería muy sofisticado. Obedecería a la lógica pura: el PSOE ha intentado negociar, ha llegado al límite, pero Junts ha impuesto unas condiciones imposibles de asumir. Ese sería el esqueleto, reconocen distintos dirigentes. Puigdemont emergería así como el culpable de ir a nuevos comicios. "Sería un discurso ganador en todos los frentes", apuntan en Ferraz, "el PP entregado a Vox, y nosotros con diálogo pero firmes". Los socialistas se sentirían más fuertes que la derecha, porque esta habría preconizado un final —Sánchez "humilla" al Estado con tal de seguir en la Moncloa— que no se habría cumplido.
El peligro de que las conversaciones puedan ser finalmente infructuosas ha animado a la cúpula a abrir la puerta a ese escenario B, el de las segundas generales, el que no quieren y el que quieren "evitar". El núcleo de confianza del presidente en funciones ha recibido la indicación en los últimos días de dirigentes que han aconsejado empezar a construir un relato por si las elecciones llegan. También como estrategia negociadora, para hacer ver que el PSOE no está dispuesto a todo con tal de conseguir la investidura. "Siempre hay que estar preparados para cualquier eventualidad. En todo caso, también es una medida de presión para la parte indepe", converge una dirigente territorial que conoce muy bien al jefe del Ejecutivo.
Eso explica asimismo que en el partido y en el Gobierno aún moleste la foto de Yolanda Díaz con el expresident hace una semana, porque vendió al principio de los contactos una imagen codiciada por el referente de Junts y porque ella hizo ver que la reelección de Sánchez estaba hecha. En la dirección le reprochan que, trasladando ese mensaje, dio a entender a Puigdemont que los socialistas tragarían con cualquier condición suya, cuando no es así, repiten. "Esa foto debería haber sido parte de la negociación", y no el primer paso, recriminan fuentes gubernamentales a la líder de Sumar.
El Ejecutivo ya no asegura que Puigdemont debe rendir cuentas ante los tribunales. "Máximo respeto a la Justicia", pero al Gobierno, añade, "le corresponde hacer política" y este es "el momento de la política"
Los mensajes públicos del Gobierno, mientras, siguen la senda de los últimos días y semanas. Conciliadores con el independentismo, aunque también distintos a los sostenidos hasta los comicios del 23-J. A la portavoz, Isabel Rodríguez, le preguntaron este martes los periodistas si sigue creyendo el Ejecutivo que Puigdemont ha de rendir cuentas ante la Justicia española, como se hartó de decir antes de las elecciones.
La ministra respondió que el Gobierno "por supuesto mantiene el máximo respeto a la Justicia y al Poder Judicial". Pero lo importante venía en la apostilla: al Ejecutivo le "corresponde hacer política". Esa respuesta, la de "la política a través del diálogo", que se ha probado "positiva para la convivencia en Cataluña", adujo. Es más, siguió, que ha sido "avalada, aplaudida y ratificada" por la ciudadanía catalana en las urnas, ya que concedió una histórica victoria al PSC.
Rodríguez agregó que la posición del Gobierno es la que "con absoluta claridad" manifestó el presidente Sánchez hace una semana en el Ateneo de Madrid: que este "es el momento de la política", el de "continuar desde el diálogo una senda que nos permita seguir avanzando y progresando".
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