A Nicolás Redondo Terreros no le seguirán más exdirigentes. No hay ninguna lista negra, asegura Ferraz, no hay más excargos del PSOE en el punto de mira de Pedro Sánchez. Y desde luego, repiten en la sede federal y en la andaluza, nadie piensa en tocar a Felipe González y Alfonso Guerra, por mucho que se manifiesten abiertamente críticos —aunque con diferencias de estilo y de tono entre ambos— con la dirección y con el Gobierno. Ambos son tótems del partido, sin ejércitos detrás, pero hacedores de la modernización del país y de la construcción del partido desde el congreso de Suresnes de 1974. Y aunque se haya producido una "ruptura emocional" con los dos entre las bases, los estamentos de poder del PSOE son conscientes de que se sitúan "en otro nivel" desde el que son prácticamente inmunes. Aparte de que ninguno, aducen en la cúpula, ha traspasado las barreras que sí cruzó Redondo, y antes el expresidente madrileño Joaquín Leguina, al acercarse de manera clara al PP. "Los jarrones chinos no se tiran nunca", redondea un alto mando del PSOE sevillano, en el que militan ambos.
La expulsión de Redondo Terreros (Portugalete, Bizkaia, 1958), líder del PSE entre 1997 y 2001, se sancionó el pasado lunes en la reunión de la ejecutiva federal, aunque trascendió este jueves. La dirección le había abierto expediente en 2021 por apoyar a Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas de aquel año. Igual que hizo Leguina. Pero ese expediente acabó siendo cerrado tras las alegaciones de Redondo, mientras que el del exjefe de la Comunidad de Madrid siguió su curso, hasta ser dado de baja del PSOE en diciembre de 2022. Este verano, y tras las sucesivas y contundentes declaraciones críticas contra Sánchez y su partido, la dirección le suspendió de manera cautelar, apoyándose en el artículo 90 de los estatutos federales, le concedió un plazo para alegaciones, que el exdirigente, señala Ferraz, no presentó, y finalmente fue echado el pasado 11 de septiembre, aduciendo "reiterado menosprecio" a las siglas socialistas.
González fue agasajado en Sevilla por el PP andaluz y criticó desde allí la baja de Redondo: "Su padre me convocó una huelga general, y nunca se me ocurrió pensar que eso se penalizaba con la expulsión"
La decisión podía leerse como un clarísimo aviso a navegantes: no se tolerarán excesos verbales, "insultos" al partido y a sus líderes. No obstante, Ferraz argumentó desde el primer momento que lo hacía por "respeto" a los ocho millones de votantes del PSOE en las pasadas elecciones del 23-J, porque "nadie puede pensar que sabe más que los que votan y confían en el PSOE". Redondo dijo conocer la noticia por los medios, justo cuando además estaba almorzando en Madrid con Leguina y con el expresidente del Gobierno José María Aznar, y que no fue avisado. Era imposible sustraerse del contexto de la decisión: los contactos para la investidura de Sánchez, negociaciones cuyo eje central es una eventual ley de amnistía, exigida por los independentistas y no rechazada, al menos por ahora, ni por Ferraz ni por el Gobierno.
Apenas unas horas después, en Sevilla, González era agasajado por el PP andaluz, empezando por el presidente de la Junta, Juanma Moreno, en el acto en el que recibió el Premio Iberoamericano Torre del Oro, reconocimiento de la Fundación Cajasol y la Cámara de Comercio de la capital andaluza. El expresidente no quiso hablar de la amnistía pero sí de la expulsión a Redondo Terreros. "Su padre [Nicolás Redondo Urbieta, secretario general de UGT durante casi 20 años] me hizo, convocó una huelga general siendo parlamentario, por el tema de las pensiones, de la reforma [en realidad el paro se debió al plan de empleo juvenil del Gobierno socialista], y nunca se me ocurrió pensar que eso se penalizaba con la expulsión". Una huelga general que "era una cosa seria, no una opinión".
Las palabras de González resonaron en toda la organización. Otra vez. El patriarca socialista había hablado de nuevo y había vuelto a evidenciar su distanciamiento con Sánchez, apenas una semana después de que advirtiera de que la amnistía "no cabe" en la Constitución, y que esta no es un "chicle". Sus palabras no gustaron en Ferraz, pero sus dirigentes se limitaron a manifestar su "respeto". Más hiriente para la dirección había sido Guerra quien, más directo, había asimilado la amnistía a "la condena de la Transición" y quien había denunciado el "sistema del salchichón" de los independentistas: ir presionando para obtener más concesiones —"rodajitas"— al Estado. Antes, indultos, ahora el perdón total y mañana, aseguró, el referéndum de autodeterminación.
"Falta de respeto a las siglas"
Para Ferraz, no obstante, nada tiene que ver el caso de Redondo con el de otros dirigentes que se han manifestado críticos con la dirección. La vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, subrayó en RNE que la participación en una organización política es voluntaria y supone que se aceptan las reglas internas: "El señor Redondo lo que ha hecho de forma reiterada es una falta de respeto a las siglas de un partido centenario conformado por muchos militantes que cada día pelean por que los valores del socialismo se abran camino". El ex secretario general del PSE tuvo un "comportamiento no adecuado" y de "desprecio" al PSOE y se le ha expulsado, esgrimió, respetando todos los procedimientos que permitieron su defensa y la presentación de alegaciones. Ella misma negó que la resolución del lunes sea un aviso a otros líderes contrarios a la dirección.
Valenciano también visualiza el cisma con el rubalcabismo: la amnistía solo puede hacerse con consensos muy amplios, advierte
La catarata de críticas hacia la dirección no se detuvo este viernes. El expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra censuró la expulsión de Redondo y elogió sus años como líder del PSE "cuando ETA mataba". Y Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE con Alfredo Pérez Rubalcaba como jefe de filas (2012-2014), también cargó contra la decisión de Ferraz en Onda Cero: "La noticia de que un partido expulse a alguien nunca es una buena noticia", mantuvo, para precisar que Redondo es mucho más que alguien que ahora está lejos de la dirección del PSOE, porque le respalda una trayectoria de lealtad a las siglas.
Valenciano, consejera de Estado desde la pasada primavera, evidenció también la ruptura del rubalcabismo con Sánchez, al manifestar su rechazo a la amnistía, pues una medida "tan importante y tan irreversible" solo puede hacerse con consensos muy amplios. Ella ve "difícil" un olvido total como "moneda de cambio a las peticiones" de Carles Puigdemont. El Gobierno, añadió, negociará "hasta el límite" pero ese límite "tiene que ser la Constitución". "Así lo ha dicho el PSOE, por eso yo quiero creer que esta amnistía, tal y como está planteada por el señor Puigdemont, no se llevará a cabo", remachó. Este mismo viernes, el presidente en funciones, en su vuelta a la actividad pública tras recuperarse del covid, dejó claro que persigue un Gobierno estable que será "coherente con la letra y el espíritu de la Constitución". Un mensaje dirigido no solo a los empresarios que tenía delante en la sede de la CEOE, sino también a la derecha y a los críticos dentro de su partido.
En Ferraz insisten en que la expulsión de Redondo ha generado más impacto fuera que dentro del partido. "Nicolás hijo, desde 2001 [cuando dejó las riendas del PSE], ha estado vinculado a la derecha económica, porque es de la que ha vivido —razona una responsable del PSE con muchos trienios en el partido—. En aquella campaña autonómica [en la que hizo frente común con el candidato del PP, el exministro Jaime Mayor Oreja], dio los pasos y cruzó el PSOE. En cuanto pasaron aquellas elecciones, presentó su dimisión y se dedicó a la actividad privada. Estaba muy lejos del partido, pero a la derecha le interesaba Nicolás en la medida en que siguiera siendo militante del PSOE, pero ahora ya es distinto. Hemos tardado mucho en expulsarle, en realidad".
Ferraz alega que echa ahora a Redondo porque fue este verano cuando se recrudecieron sus ataques a la cúpula
¿Y por qué ahora? Redondo acumulaba más de cuatro décadas de militancia, porque se afilió a las Juventudes en 1975 y cuatro años después al partido. En la cúpula señalan que cuando se cerró su expediente en 2021, porque presentó alegaciones y porque "pidió disculpas", se le "avisó" para que se frenara. "Y ha vuelto a pasar. Es que no hace falta ni explicarlo: hay argumentos y hechos consolidados y además ha servido de coartada para la derecha", indican desde el aparato.
"Ni me deben ni les debo"
Fue desde las elecciones del 23-J, y tras la negociación de la Mesa del Congreso con los independentistas —que permitió situar a la cabeza a la socialista balear Francina Armengol—, cuando Redondo endureció sus críticas. El corolario, su tribuna Dignidad en los diarios del grupo Vocento el pasado 3 de septiembre: "[Si se aprueba la amnistía], seguirá llamándose PSOE, pero desde luego no será el partido de los años finales del siglo pasado. No puedo decir si seguirá siendo o no el partido de figuras socialistas significativas de aquel tiempo, pero desde luego el mío no. Aguanté, criticando acerbamente y con razones de peso, el cambio a la carta del Código Penal, pero la aprobación de una resolución jurídica de esta naturaleza para políticos fugados de la Justicia española convierte en irreconocible el partido al que me afilie hace más de cuarenta años. Ni me deben ni les debo". "Los hechos se producen cuando se producen, y por eso se ha actuado ahora. Las descalificaciones se han hecho ahora. Nosotros no marcamos los tiempos", justifican en el equipo de Sánchez.
Por encima de la organización no hay nadie", avisan en la dirección, donde precisan que la expulsión de Redondo es "puntual" y "no trasciende a nadie"
En la sede federal recuerdan "por encima de la organización no hay nadie", y que por tanto "siempre que haya alguien que manche y destruya las siglas, habrá que tomar medidas", pero precisan que la expulsión de Redondo Terreros es un hecho "puntual" y que "no trasciende a nadie".
Es decir, que no se piensa en más víctimas. Y menos en González y Guerra. "No pensamos en actuar contra ellos, claro que no —ratifican fuentes de la ejecutiva—. Felipe y Alfonso han sido y son, a pesar de su deriva actual, personas que han construido la España de hoy: educación pública, sanidad pública, entrada en Europa... Nicolás no es comparable a otros líderes del PSOE que ahora son críticos pero que han supuesto mucho para la historia de España y del PSOE". En Ferraz reproducen las palabras de la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, el pasado miércoles: González y otros insignes ex "les cuesta [estar fuera de la primera línea] y no saben encontrar su lugar".
Que no se vaya a expedientar a más dirigentes históricos no quiere decir que no lata un profundo malestar en los estamentos del partido. El equipo de Sánchez reprocha a González y Guerra que no sean generosos con la actual dirección y con el Gobierno, pese a que ambos dirigieron el partido con mano de hierro. Esa indignación quedaba condensada en las palabras de Montero el lunes: "En este PSOE el que se mueve sí sale en la foto". Un dardo clarísimo a Guerra. "Es que si a Felipe le hacen esto, Suresnes [el congreso de la renovación del socialismo que le aupó como líder del PSOE, enterrando al histórico Rodolfo Llopis] no habría sido posible", apuntan en el cuartel general. En el PSOE andaluz, que ha respaldado la baja de Redondo —lo hizo su líder, Juan Espadas—, también se reconocen heridos por la actitud de dos de sus referentes imprescindibles: "La derecha los está utilizando y ellos se están dejando utilizar".
La dirigencia subraya que sí hay "cierto enfado en la militancia" con la vieja guardia porque no entiende que airee sus discrepancias. Pero no se tocará a González y Guerra: "Los jarrones chinos te sirven para poco, pero nunca los tiras"
En la dirección han venido repitiendo que las voces de la vieja guardia que han levantado la voz son "significativas, pero no representativas", con notoriedad pública pero sin arrastre en las bases. Señalan, de hecho, lo que ocurrió el jueves en Sevilla. González fue recibido por una decena de veteranos socialistas que portaban una pancarta en la que se leía: "Siempre PSOE. Antes con Felipe. Ahora Pedro Sánchez". "Felipe, nos duele lo que dices", le soltó otro histórico del partido, Pepe Romero, compañero de la UGT y del PSOE y exconsejero de Trabajo andaluz. "Lo que yo digo lo veréis en las resoluciones del partido", le replicó el expresidente.
Los responsables del partido en Andalucía sostienen, igual que en Ferraz, que la escena prueba el distanciamiento de las bases con González y Guerra y su confianza en Sánchez. Y añaden que los tiempos han cambiado, que el PSOE tiene 144 años de historia y ya no es "ni el PSOE de [Francisco] Largo Caballero ni el de Felipe, porque ha cambiado al ritmo de la sociedad". "Hay cierto enfado en la militancia. El PSOE es un partido muy vivo, muy dinámico y la gente es exigente internamente, pero esto de ir a los medios y airear las debilidades de la organización no lo entiende la gente. La gente está dolida. Y, sobre todo, ¿qué alternativa tienen? ¿Un Gobierno de concentración con el PP? ¿Darle el Gobierno a la derecha? ¿Votar hasta que el PP gane? Que lo digan", apuntan desde la cúpula del PSOE sevillano, la primera agrupación provincial de España. Allí también reconocen que González y Guerra están "en otro nivel", que "los jarrones chinos te sirven para poco, pero nunca los tiras". Es decir, que los dos son intocables.
El PSOE expulsa a Nicolás Redondo por "reiterado menosprecio" a las siglas del partido https://t.co/e4nidDmjxP pic.twitter.com/yhBw6vqL9D
— Europa Press TV (@europapress_tv) September 14, 2023
El partido no se desestabilizará, no hay "preocupación", ni inquietud. Porque la dirigencia con galones, los barones que hoy tienen mando en plaza, con la salvedad del castellanomanchego Emiliano García-Page y del aragonés Javier Lambán, se alinean sin fisuras con Sánchez. Pero lo que sí se ha oído retumbar en la casa socialista es el divorcio con los históricos. Y por la amnistía, una amnistía que puede llegar o tal vez no. Porque aún nada se sabe y el celo de la cúpula y del Gobierno es máximo.
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