Llevaban "más de tres semanas hablándolo". Los dos, Pedro Sánchez y Óscar Puente. El objetivo era "desenmascarar" a Alberto Núñez Feijóo en su propio debate de investidura, ponerle frente al "espejo", retratar sus "contradicciones". Y hacerlo con un dirigente, el exalcalde de Valladolid, hoy diputado raso, de colmillo afiladísimo (a veces demasiado), espaldas anchas, combativo, curtido, de verbo ágil y acerado. Y había que guardar el secreto al máximo. No bajo siete llaves, sino las que hicieran falta para preservar la sorpresa y golpear en el hígado al candidato del PP, desarmarlo.

Objetivo "cumplido", advertían con satisfacción en la Moncloa. "Ya vale de que nos tomen el pelo", señalaba una diputada socialista en los pasillos de la Cámara baja, una reflexión que reproducían, con palabras semejantes, otros de sus compañeros, después de escuchar a Puente en la tribuna de oradores encadenando sopapos dirigidos al PP y a Feijóo: "Usted ha convertido este trámite en una auténtica farsa", "ni es usted presidente ni es de fiar", "forma parte usted del PP de Galicia, esa gran familia retratada en Fariña". El PSOE sentía que había doblado el brazo a Feijóo y que, de camino, había hecho reverdecer el "orgullo" de partido, que "también hacía falta", justo a las puertas de que arranque la hora de la verdad, la de la investidura de Sánchez, capítulo que se abrirá a partir del viernes, cuando la segunda votación en el Congreso certifique el fracaso de Feijóo con los mismos números que tenía cuando recibió el encargo del Rey y los mismos que se verán este miércoles: 172 apoyos, 178 votos en contra.

Para la inmensa mayoría, el secreto solo se destapó cuando Armengol le llamó a la tribuna

Corrían pocos minutos después de las 15.30 de este 26 de septiembre. Se reanudaba el pleno de investidura, tras la intervención inicial de la mañana del propio candidato. Le tocaba el turno al Grupo Socialista. Fue entonces cuando la presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol, leyó que tenía la palabra Óscar Puente. Sorpresa. Mayúscula.

Ni el presidente en funciones, Pedro Sánchez, ni el portavoz en el Congreso, Patxi López. Era Óscar Puente.

Apoyo del hoy presidente desde el principio

Las piezas, en realidad, encajaban. Puente (Valladolid, 1968) es sanchista pata negra. Desde el comienzo. Cuando el hoy presidente fue defenestrado por el establishment del partido, se alineó con él sin pestañear, y ejerció de azote de los críticos. Ganadas las primarias contra Susana Díaz en 2017, Sánchez le aupó como portavoz de la ejecutiva, aunque pronto fue apartándose del cargo orgánico porque quería centrarse en su puesto como alcalde de Valladolid, que consiguió en 2015 y que revalidó en 2019. No repitió en la dirección ya a partir del 40º Congreso Federal del PSOE, en octubre de 2021, pero siempre siguió cerca del jefe. Desalojado del poder tras las elecciones del 28 de mayo, por un pacto de PP y Vox, concurrió en las generales del 23 de julio como cabeza de lista por Valladolid.

Y Sánchez quiso tirar de él, de nuevo. Ahora.

Durante semanas, apenas Puente conocía el plan de Sánchez. López también fue avisado. Los pretorianos lo supieron apenas unas horas antes. En la reunión de grupo, el portavoz no anticipó la maniobra. "Sorpresa", dijo a sus compañeros

Le llamó "hará como tres o cuatro semanas", contaba el propio Puente a los periodistas este martes al finalizar la sesión. Y ya entonces le planteó que diese la réplica a Feijóo. Consideraba que él era perfecto. No solo por su estilo —los que lo conocen saben de sobra que lo suyo son los mandobles dialécticos contundentes y sin complejos—, sino porque podía desmontar el argumento "infantil" de Feijóo de que debe gobernar por ser la lista más votada: Puente, y se lo recordó hasta la saciedad al dirigente gallego durante el pleno, ganó los comicios del 28-M en su ciudad, pero PP y Vox pactaron y le arrebataron la vara de mando. Como sucedió en otros tantos ayuntamientos de España —Toledo, Burgos, Guadalajara, Alcalá de Henares...—, en Extremadura y en Canarias.

El discurso comenzó a coger forma casi desde el principio, "desde hace unas tres semanas". Pero para que la fórmula funcionara, para que cuajara el efecto sorpresa, había que mantener la discreción al máximo. Durante días y días apenas ellos dos conocían que no sería el presidente el que daría la réplica a Feijóo. También estaba avisado el portavoz en el Congreso, Patxi López, que estaba de acuerdo en que el perfil del exalcalde era el idóneo. La víspera del debate, solo los pretorianos de Sánchez estaban al corriente de su decisión, y de hecho en la Moncloa se habían preparado argumentos y fichas para el propio jefe del Ejecutivo, para poder afrontar el debate contra el jefe del PP. El celo era máximo. El lunes, de hecho, la portavoz del PSOE, Pilar Alegría, fue preguntada en La hora de La 1 insistentemente si el presidente intervendría, y no quiso confirmar nada. Tampoco lo hizo la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, a mediodía. Según indicaban desde la dirección del partido, tan solo se adelantó que habría "sorpresa" y "grande". Poco más.

El mismo mensaje trasladó López el martes por la mañana en la reunión con su grupo parlamentario, previa al arranque del pleno. No anticipó que la posición del grupo la fijaría Puente, tampoco si tomaría la palabra él o Sánchez. "Sorpresa", les dijo lacónicamente. Pero ya a esas horas, en torno a "una quincena de miembros" del Grupo Socialista sabía que el exalcalde era el elegido por el presidente. Nada se filtró. Nada se supo hasta que Armengol pronunció su nombre. Tampoco había habido coordinación con Sumar.

Puente le reprochó la 'ley del embudo' que se aplica el PP, su falta de liderazgo, los casos de corrupción del partido, su amistad con Dorado. El remate: "Ni es presidente, ni es de fiar"

Puente enhebró una intervención rotunda. Cañera. Mucho. Muy fiel a su estilo. Lenguaraz. Sin titubeos. Trallazos dirigidos al PP y a Feijóo, recordatorio de los casos de corrupción del partido incluidos, burlas por su falta de liderazgo —"Es incapaz de que ninguno le obedezca y recuerde que le han llamado bisoño en sus mismas narices y en público"—, por su amistad con el narcotraficante Marcial Dorado. Y una pila de reproches por defender la ley del embudo: "Tienen que gobernar cuando son la lista más votada, y cuando no lo son, también". Hasta le previno que tuviera "cuidado" con su propuesta de creación de un nuevo delito de "deslealtad constitucional": "Igual el primer imputado sería usted", por aquello de que el PP ha rechazado renovar el Poder Judicial en casi cinco años. Y "tenga cuidado", le dijo también, con su idea de ampliar la malversación, "o vayan a sufrir unas cuantas bajas en sus filas con este agravante".

El remate: "Usted ha dicho por la mañana que es un presidente de fiar. Pues ya que no tiene usted quien se lo diga se lo digo yo: ni es usted presidente, ni es de fiar. Y por eso el PSOE no le va a apoyar en esta investidura". También enfatizó que al PSOE no lo van a "quebrar" por muchos llamamientos al transfuguismo que haga el PP y mandó un recado a la vieja guardia socialista crítica: la derecha fustigaba hace 30 años a los socialistas igual que hace hoy con Sánchez, "aunque a alguno de los que lo dirigía entonces parezca habérsele olvidado".

"Ha dado vida a la sesión"

El exalcalde entusiasmó a sus filas. Distintos diputados reconocían que sonó aplastante, incluso algunos concedían que pudo haber demasiado "barro", pero a renglón seguido añadían que era lo que el grupo y la parroquia socialista "necesitaban" tras semanas sintiéndose objeto de ataques del PP, que ha redoblado su ofensiva contra ellos para que se rebelen contra Sánchez, una apelación al "transfuguismo", a otro tamayazo. "Es el único que ha dado vida a la sesión, porque el resto ha sido soporífera", señalaba una diputada. "Óscar es el único que podía hacer esto. Ellos son muy cañeros con nosotros y lo que ha demostrado es que salimos sin complejos. En política, a veces hay que hacer esto", indicaba otro. "Es lo que gusta a nuestra parroquia. En el grupo estamos muy contentos. Era su primera intervención en el Congreso y ha demostrado tablas. La estrategia ha sido muy eficaz. Y encima el foco no ha estado en la amnistía", analizaba un prominente senador.

En el equipo de Sánchez insisten en que quien ha "faltado el respeto" a la Cámara es Feijóo, que no ha hecho "nada" en 35 días y quien montó una manifestación el pasado domingo: "Él no se ha tomado en serio su propia investidura"

A la bancada del PP, era una evidencia, no le gustó la intervención de Puente. El candidato Feijóo acusó en tribuna a Sánchez de "dinamitar" el debate con su decisión, y luego él mismo reconocía a los periodistas tras el pleno que le había descolocado que saliera el exalcalde de Valladolid a la tribuna. Los populares esperaban que en algún momento tomase la palabra Sánchez. Pero no ocurrió. El presidente disfrutó desde su escaño —y no lo ocultó en ningún momento— del espectáculo, de la somanta de golpes que tuvo que encajar su rival. Tampoco intervendrá este miércoles, ni el viernes, en el minidebate previo a la segunda votación de investidura, en el que volverá a hablar Puente. El jefe del Ejecutivo se reserva para su propia investidura. Ya el hecho de rehuir el choque directo con el líder del PP decía mucho, porque podía ser el indicador, uno más, de que no espera la repetición electoral, sino que cuaje el acuerdo con Junts y el resto de socios. Es más, el plan es lograr la confianza de la Cámara, tal vez, en la segunda quincena de octubre, aunque todo dependerá de cómo marchen las conversaciones.

En el equipo directo de Sánchez niegan que haya "despreciado" o "faltado el respeto" al Congreso. O al propio candidato. "La falta de respeto es que se haya tirado un mes Feijóo dando vueltas, el que en 35 días no ha hecho nada, él ha sido quien ha caído en la falta de institucionalidad, quien montó este pasado domingo una manifestación contra la amnistía. Él no se ha tomado en serio su propia investidura, así que había que ponerle frente a sus contradicciones", señalan. La gota que colmaba el vaso de la paciencia de los socialistas es que centrara su discurso de este martes en la amnistía, una medida aún no explicitada por el presidente ni por los suyos —aunque nadie desmienta que ese sea el eje central de las negociaciones con los independentistas—, que hilara una intervención "nada ilusionante, con mentiras y datos falsos", y que ofreciera "pactos de Estado que no son sinceros".

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"El Parlamento es el Parlamento", justifica otro miembro muy próximo a Sánchez. "¿O es que Feijóo ha estado blandito con nosotros? —prosigue—. Es ponerle frente al espejo. Y todo lo que ha dicho Óscar es verdad. Ha hecho un repaso maravilloso". Sí, con verdades "hirientes", "crudas", asume otro alto cargo, pero "sin descalificaciones". "Nos ha reconfortado a todos aquellos que ganamos las elecciones pero no pudimos gobernar por el pacto de PP y Vox, ha funcionado como un desagravio", añade una exalcaldesa y hoy diputada nacional desalojada del poder, igual que su compañero Puente.

"Lo que hacía falta"

Los diputados socialistas salieron satisfechos del envite. Sánchez había dado con la tecla, había sorprendido, decían. "Óscar ha estado bien. Ha dado lo que hacía falta", "un chute para el partido", "ya está bien", afirmaban varios. Algunos, no obstante, sí advertían que quizá Puente pudo dar un paso de más: "Para mí, que soy de formas rotundas pero calmadas, pudo pasarse de frenada, pero ha estado muy bien", celebraba una veterana. Un barón regional y senador también cree que "la jugada salió en el sentido de desviar el tema de la amnistía". Pero matiza: "El tono para mí se pasó en algunos tramos. Internamente, eso sí, funcionó muy bien. Descolocó bastante a Feijóo".

Para algunos parlamentarios Puente sí quizá pudo "pasarse" con el tono, pero la jugada "salió bien" y logró "descolocar" al gallego

La bancada popular prorrumpió en gritos de "cobarde, cobarde" cuando el exalcalde acabó. Pataleó. Tanto que Armengol pidió silencio. Feijóo tejió una breve primera réplica aduciendo que no quería sumarse al "club de la comedia". En la Moncloa observaban sus movimientos con delectación, porque consideraban que había desaprovechado el arsenal de argumentos que tenía preparados para lanzárselos a Sánchez (o a López) a la cara. El candidato, no obstante, fue contestando a Puente en las réplicas sucesivas al resto de portavoces, diseminando las palabras que tenía previstas. Pero el efecto ya no era el mismo. El desconcierto era obvio. Feijóo se había quedado "helado", se congratulaban en Ferraz y con su discurso de la lista más votada "demolido".

En la dirección señalaban que se valoró, por un lado, que al público socialista le ponía las pilas un discurso y una puesta en escena como la de Puente. También que seguramente "excitaría" a los medios más conservadores, porque puede que metan más presión sobre Feijóo, al sentirse despreciado por el jefe del Ejecutivo en funciones. E insistían en que el hecho de que el foco se desplazase de la amnistía "era lo de menos", porque volverá a estar en primer plano en cuanto se consume el batacazo de Feijóo. "Objetivo cumplido", se relamían en la Moncloa, "le hemos desenmascarado". Creían haber puntuado, jugando con la estrategia, el secreto máximo, la sorpresa. El tanto, repetían, había sido suyo.

Sánchez había vuelto a mandar una señal: con él no valen quinielas. Y cuando se propone mantener algo en secreto, lo consigue.