Han pasado doce años desde aquella imagen de capuchas blancas. Poco más de una década en la que la sociedad vasca ha cambiado, la izquierda abertzale se ha ‘blanqueado’ y ETA empieza a ser un recuerdo de sus padres para las nuevas generaciones en Euskadi. Aquella escena, el puño en alto tras anunciar el “cese definitivo de la actividad armada”, cerraba un ciclo de casi seis décadas de violencia y dolor. Tras esas capuchas se escondían dos mujeres y un hombre, los considerados últimos jefes de ETA: David Plá (‘Mintxo’), Iratxe Sorzabal (‘Ezpela’) e Izaskun Lesaka (‘Anna’).
Desde ese histórico 20 de octubre de 2011 las vidas de ‘Mintxo’, ‘Ezpela’ y ‘Anne’ han discurrido por caminos separados. Ellas siguen en prisión, una en Francia y otra en Euskadi, y él dedicado a la política en puestos de responsabilidad. El final de ETA que escenificaron les unió pero su vida en clandestinidad y sobre todo su pasado violento les ha hecho transitar de modo desigual por estos doce años postETA que ellos anunciaron.
Hoy a David Plá se le puede ver con normalidad por las calles de Pamplona –su ciudad natal-, entrando y saliendo de la sede de EH Bildu-Sortu en la capital navarra. Incluso dando entrevistas para exponer lo que él –como sus compañeras de capucha blanca- defiende que fue un impulso personal en favor del final de la banda terrorista. Plá ha cambiado de aspecto, su pelo lacio inquieto ha desaparecido pero su adicción al tabaco permanece. En estos años ha logrado rentabilizar su papel en el final de ETA, una función que en la izquierda abertzale se le sigue reconociendo como de facilitador clave para el final de las armas.
Aquel miembro de ETA que alzó el puño y cuya imagen simbolizó el fin de la organización terrorista es hoy el responsable estratégico de Sortu, la formación matriz de EH Bildu. Plá, vicesecretario tercero de la formación, se ha reconvertido en uno de los ideólogos de la marca heredera de Batasuna, del partido nodriza de la coalición que lidera Arnaldo Otegi y que ahora opta por dar soporte al candidato del PSOE para continuar en el Gobierno de España. El suyo es, por ahora un papel discreto, sin apenas presencia pública como representante de Sortu.
Por 'convencimiento', no por debilidad
Plá es hijo de ese mundo, de ese entorno en el que creció, se alimentó y vivió cómoda ETA. Pertenece a la misma generación que Lesaka, con la que también comparte su procedencia navarra. Sorzábal nació en Irún cuatro años antes. Los primeros, ‘Mintxo’ y ‘Anna’, peinan ya 48 años y ‘Ezpela’ 52. Nacieron cuando acababa de morir Franco y ETA engoraba sus filas con miles de militantes dispuestos a afiliarse en alguna de sus facciones. Ellos terminarían alcanzando la cúpula; la política, la militar y la logística.
Plá defiende ahora el diálogo como vía de acuerdo y solución de conflictos. En su juventud se dejó ver en televisión debatiendo con Santiago Abascal y defendiendo la utilidad de la lucha armada. En su trayectoria incluye un periodo como miembros destacado del sindicato estudiantil ‘Ikasle Abertzaleak’, entonces afín a la izquierda abertzale y hoy controlado por los sectores críticos con la dirección política que marca Otegi. Dio el salto a Jarrai –las juventudes de la izquierda abertzale, de las que fue portavoz- primero y a ETA después.
En estos años Plá ha sido una herramienta útil para la izquierda abertzale. Además de los intentos de pactar la disolución de ETA mediante el diálogo con el Gobierno que se intentó en Oslo (Noruega) en 2012, el último jefe político de ETA se ha dedicado en estos años a divulgar la tesis de que ETA terminó por decisión propia y no por debilidad. Trabajó por mantener la unidad y disciplina en el colectivo de presos, el EPPK, para abrirse a un nuevo tiempo de aceptación de la política penitenciaria española, vetada históricamente por ETA.
En este tiempo ha defendido que la banda podía haber seguido “golpeando” pero que si no lo hizo fue por convencimiento. También se ha dedicado a difundir la imagen más amable del relato que promulga EH Bildu, la de una construcción de futuro “en convivencia” y sin utilizar “el dolor” para confrontar.
Prisiones francesas y españolas
Apenas lleva cuatro años y medio en libertad, desde abril de 2019, y tras haber cumplido cinco años de prisión. Fue detenido el 23 de septiembre de 2015, cuatro años después del cese a las armas que anunció. Lo hizo en la misma operación en la que fue arrestada Sorzabal. Una operación en la localidad vascofrancesa de Baigorri, en una casa rural, que llevó por nombre ‘Pardines’, en recuerdo al primer asesinado por ETA, el guardia civil José Antonio Pardines –el 7 de junio de 1968- cuando ellos ni siquiera habían nacido.
Sorzabal sigue entre rejas. Esta larga década sin ETA la ha vivido en cárceles francesas y ahora la pasa en la prisión de Zaballa, en Alava, junto a decenas de compañeros de la banda que también cumplen condena. Al contrario que Plá, a ella le reclamaba la Justicia española por causas pendientes y en Francia debía cumplir condenas anteriores impuestas en rebeldía. Ahora, una de las dos últimas jefas de ETA, cumple la condena de 24 años impuesta por la Audiencia Nacional en febrero del año pasado por un doble atentado perpetrado en Gijón el 2 de noviembre de 1996 contra una Farmacia y contra el Palacio de Justicia.
En estos años Sorzabal apenas ha podido ver crecer a su hija. Ha sido su madre la que se ha hecho cargo de ella. Ahora, y tras ser entregada en 2018 por Francia a la Justicia española, y gracias al final de la política de dispersión de presos promovida por Sánchez ha podido reducir la distancia y acortar los desplazamientos a prisiones francesas a las que obligaba a su familia. Sorzabal ha denunciado haber sido víctima de torturas e incluso ha logrado que se relate su caso y el impacto que ello ha tenido en su familia a través de un documental. ‘Bi arnas’ (Dos respiraciones).
148 presos de ETA en la cárcel
La tercera de las voces y rostros encapuchados que un 20 de octubre como el de hoy, pero de hace doce años, anunció el final también ha visto pasar el tiempo entre rejas. En estos años Izaskun Lesaka se ha casado con quien era su pareja en el momento de ser detenida en 2012 en Francia. Su hoy marido, Joseba Iturbide (Lesaka, 1978) fue condenado a cinco años de prisión y ella a seis. El está libre, ella no. Condenas anteriores, impuestas en rebeldía –al estar huida- ampliaron la pena a 14 años de cumplimiento, con lo que no recuperará la libertad hasta 2026.
Habrán pasado tres lustros desde que junto con ‘Ezpela’ y ‘Mintxo’ anunciará el final, el cese definitivo de la ‘lucha armada’ de ETA que ella habrá vivido en la cárcel. Entonces, Izaskun Lesaka (Burlada, 1975), la última jefa militar de ETA, habrá cumplido 51 años. En los tres años en prisión que le restan el goteo de salidas de la cárcel por parte de los presos de ETA seguirá. Hoy son 148 los miembros de la banda que siguen en prisión. Será entonces, en libertad, cuando muchos comprueben que su ‘lucha armada’, que la práctica del terrorismo no alcanzó ninguno de los objetivos que se propuso. También que el ‘cede definitivo’ de las armas que en nombre de ETA escenificaron hace hoy doce años las tres capuchas blancas de Plá, Sorzabal y Lesaka fue el reconocimiento de un triste y doloroso fracaso.
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