Garantizados los apoyos, Pedro Sánchez también debía cumplir con otra tarea pendiente en su propio debate de investidura en el Congreso: explicarse. Dar cuentas a los ciudadanos y a sus votantes y aliviar a los suyos, sometidos a una enorme presión política y en las calles por la amnistía, trazar las líneas de defensa de una ley de la que siempre él y su equipo renegaron hasta las elecciones del 23 de julio por inconstitucional. Este miércoles, con el paso de las horas, la impresión que cundía en la bancada socialista era que el presidente en funciones había superado la prueba con creces. Por dejar claro que no se saltaría ninguna línea roja y que todo se hará "acorde con la Constitución" y porque también logró desarbolar a Alberto Núñez Feijóo en sus dos réplicas. No solo por su tono contundente, sino sobre todo porque tiró de humor y mordacidad, lo que contribuyó a no elevar una tensión ambiental ya muy elevada. "Se ha reído de él", resumía un miembro de su guardia de corps en las quinielas desde hace semanas como ministrable.

Sánchez, ya lo habían adelantado en su equipo la víspera, no quería que su discurso quedara tomado únicamente por la amnistía. Y no lo hizo. La defendió con amplitud y sin subterfugios, pero cuando llevaba ya en la tribuna 80 minutos y había tenido tiempo para pintar el marco general del debate —el Gobierno de coalición progresista como un "muro de democracia, convivencia y tolerancia" frente a las "derechas retrógradas" de PP y Vox—, advertir de las amenazas de la ola ultra que agita el mundo, hacer un balance "positivo" de la gestión del mandato anterior y desgranar los compromisos de los próximos cuatro años más, una legislatura que espera "estable" y que diga no a los "reaccionarios". Solo después entró en materia.

Es necesario que sigamos gobernando para consolidar todos estos avances cuatro años más, para evitar que España retroceda", justifica el presidente

Los argumentos eran una copia aumentada de los que ya esgrimió ante el comité federal del PSOE del pasado 28 de octubre. Pero su intervención este miércoles tenía el valor de que lo solemnizaba en la sede de la soberanía popular, en el Congreso, en su investidura. La amnistía es necesaria para obtener su reelección, admitió —"las circunstancias son las que son y hay que hacer de la necesidad virtud"—, pero también por el "interés general". Tanto para abrir la puerta a una legislatura de más "avances sociales" —llegó a decir que puede ser una medida "buena para la economía del país"— y para ayudar a "superar la fractura que se abrió el 1 de octubre de 2017", con el referéndum ilegal.

Es, esgrimió, el "camino más seguro" para garantizar la "unidad" del país, incluso. El presidente lo presentó como una disyuntiva: o la receta del PP de la "imposición y la crispación social", que condujo al "desastre", o la vía del "diálogo, el entendimiento y también del perdón", que ha explorado su Gobierno en los últimos cinco años y que ahora se profundiza con la amnistía. Pero, sobre todo, la medida de gracia, insistió, no es un "ataque" a la Constitución, sino una "muestra más de su fortaleza y vigencia".

La idea motriz de la investidura, de la legislatura, y que Sánchez trató de explicar en su discurso y en sus réplicas a Feijóo, es que la amnistía es el mal menor para poner una barrera a PP y Vox. Un mensaje también dirigido a las bases y al electorado progresista que recela de la medida. Es decir, que es una concesión necesaria para garantizar cuatro años más de "avances".

Sánchez reconoce que "las circunstancias son las que son" y repite que la medida de gracia es positiva para superar la fractura del 1-O

"No debemos, no podemos, ser ingenuos —verbalizó el presidente—: el problema del PP con Vox no es la amnistía a los líderes del procés, el problema es que no aceptan el resultado electoral del 23-J", remarcó por la mañana y también en su contestación a Feijóo. A los que dudan les recordó que en 2018, cuando Mariano Rajoy fue desalojado del poder por la moción de censura que él le ganó, era legal despedir a un trabajador mientras estaba enfermo, que el salario mínimo era de 700 euros, que estaba vigente el copago farmacéutico para los pacientes vulnerables o que las viviendas públicas se vendieran a fondos buitre. "Por eso es necesario que sigamos gobernando para consolidar todos estos avances cuatro años más, para evitar que España retroceda" y para evitar que España "sea una inspiración para otras muchas sociedades europeas" en las que avanza la ola ultra.

La corriente global de empuje de los populismos

Ahí estaba, también ante los suyos, la justificación última de la amnistía. En su dimensión nacional y en su dimensión internacional, porque Sánchez se cuidó mucho de mirar mucho hacia fuera, al alertar del contexto general, la corriente global de empuje de los populismos de ultraderecha: "Ese es el dilema al que se enfrenta el mundo, Europa y también España. O la democracia proporciona seguridad, o la inseguridad acabará con la democracia. O España continúa avanzando o España retrocede". El eje de la campaña del 23-J fue ese también: o el Ejecutivo "de progreso" o la suma de PP y Vox. Y se comprobó que el miedo a la ultraderecha continúa movilizando a la izquierda y a los votantes más templados.

Un veterano diputado señala que también Sánchez estaba "hablando para su tribu", "y los votantes acabarán 'perdonando' la amnistía si las cosas salen bien"

En la Moncloa y en Ferraz recalcaban que con su amplio pasaje dedicado a la amnistía Sánchez demostraba que no "rehúye ningún tema". En su bancada se respiraba satisfacción y una mayor "tranquilidad", como describían varios diputados, porque hizo hincapié en el marco constitucional y el ordenamiento jurídico, sin pisar ninguna línea de más. Tampoco cuando replicó a los portavoces de ERC y Junts, Gabriel Rufián y Míriam Nogueras, a los que aseguró que cumplirá los pactos firmados con ambos partidos y que se darán pasos decisivos para resolver el conflicto catalán. No hubo alusiones al polémico lawfare, tampoco presente en la proposición de ley socialista.

"Al final, con este tema, cada uno habla para su tribu —analizaba un veterano parlamentario—. Y los votantes acabarán perdonando la amnistía si las cosas salen bien". "Es verdad que necesitamos esos siete votos [los de Junts], y no lo negamos, pero varios de los nuestros nos han trasladado el mensaje de que días como hoy ayudan", concedían en Ferraz, donde añaden que, consumada la investidura, la labor de pedagogía se multiplicará en cada punto de España para intentar recuperar a los votantes defraudados.

La satisfacción en el Grupo Socialista con Sánchez también obedecía a su réplica a Feijóo. El líder del PP subió muchísimo el tono, un peldaño más en su escalada dialéctica contra el presidente: la investidura, dijo, "nace de un fraude electoral" y de "un ejercicio de corrupción política", habló de "pacto encapuchado" por la renovada alianza con Bildu, criticó al líder socialista por comportarse "como en una autocracia" y lo asimiló al húngaro Víktor Orban. Eso sí, reconoció que la mayoría que apoya a Sánchez es "legítima". El empeño del presidente fue salirse del marco único de la amnistía que quiso fijar el jefe de los conservadores para martillear con la imagen de PP-Vox. "Usted se está alejando del debate democrático y desfila con los franquistas de Vox", resolvió. Santiago Abascal fue aún más lejos y acusó al líder socialista de dar un "golpe de Estado" y de subvertir el orden constitucional. Pero expuso su perorata y abandonó el hemiciclo con los suyos para apuntarse a la protesta ultra una nueva noche ante Ferraz.

Al presidente se le vio suelto, cómodo. Y recurrió una y otra vez a la ironía. Hasta a la sonora carcajada y burla de su rival. "Esta sí que es buena", le espetó, mofándose de la proclama de Feijóo de que no es presidente porque no quiere. Olvidando, le recordó Sánchez, que si sumara los votos de PNV o Junts automáticamente perdería los de Vox. Había arrancado su réplica con otra burla: Feijóo le había afeado que por la mañana dejara incompleta su cita a Antonio Machado y se la estiró. "El añadido que usted ha hecho desde esta tribuna fue una adaptación del cantautor Ismael Serrano a la cita de Antonio Machado", le dijo Sánchez, mostrándole el post en X que Serrano había colgado. La Moncloa estuvo rápida: les había dado tiempo a cazar el error de Feijóo, a hablar por teléfono con el cantautor y a pasar el aviso al candidato. Todo en una tarde, por cierto, en que se vio a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, musitar "hijo de puta" a Sánchez desde la tribuna de invitados.

"Feijóo lleva muy mal cuando le golpean"

"Ha puesto la realidad de la actual derecha claramente, ha sido Pedro en estado puro… Ha estado hasta divertido y ocurrente", señalaba una parlamentaria. "Ha sido como El club de la comedia. Pero que haya puesto ironía ayuda a descongestionar", indicaba un senador. Lo resumía así otro peso pesado del grupo en el Congreso: "Está bien que tirara de humor. Y que Abascal se fuera no sumó tensión". "Se ha reído de él, directamente. Y es que además Feijóo lleva muy mal cuando le golpean", terciaba un parlamentario muy cercano al jefe del Ejecutivo. La lectura era unánime: Sánchez había vuelto a desenvolverse bien en un careo parlamentario con el líder de Génova (antes en el Senado, ahora en el Congreso), al que sin embargo no pudo vencer en el debate electoral de la campaña del 23-J. "Le ha vapuleado", valoraba un importante cargo histórico del partido. La Moncloa daba su objetivo cumplido: "Desenmascarar" a Feijóo.

Rufián y Nogueras advierten a Sánchez de que no puede jugar con ellos. Él se compromete a cumplir lo firmado y a hallar una solución para el conflicto catalán

Sin embargo, el áspero cruce dialéctico, la lucha encarnizada en el Congreso, funcionó como preludio de una legislatura que se prevé turbulenta y compleja. Por la mayoría transversal que sustenta al Ejecutivo —los independentistas apretarán, la duda es si también ahogarán— y sobre todo por la oposición sin tregua y sin concesiones de las derechas. Los puentes entre el Gobierno y el PP están absolutamente dinamitados. Y, como reconocen los colaboradores del presidente, la relación entre los dos líderes es "inexistente". Nada. No hay nada entre ellos.

La jornada también dio para que Junts lanzara una primera señal de aviso. La formación de Carles Puigdemont se sintió molesta con el discurso de Sánchez por su falta de referencias a Cataluña, por su relato del procés y por presentar la amnistía como un "perdón". Malestar que Nogueras trasladó directamente en una reunión al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. Desde la dirección socialista se reconocía ese encuentro y la inquietud de los posconvergentes. Pero "nada grave", insistían. En el PSOE no tienen dudas de que los siete diputados de Junts votarán este jueves a favor de Sánchez. Si se abstuvieran, haría falta ir a una segunda votación a las 48 horas, el sábado.

Cerca de las 21 horas, Nogueras subía a la tribuna. Advertía, sí —"con nosotros no pruebe a tentar a la suerte. Su discurso no ha sido valiente"—, pero no rompía nada. No daba por liquidada la colaboración con el PSOE, aunque ya es obvio que a Sánchez no le resultará fácil caminar en esta legislatura. "Cuenta con el compromiso del PSOE y del mío propio para cumplir con el acuerdo que hemos alcanzado", respondió el jefe del Ejecutivo. "No se la juegue", le había advertido minutos antes Rufián.

Este 16 de noviembre concluirá la interinidad que abrieron las elecciones del 23-J con la segunda investidura del secretario general socialista. Se abrirán las puertas de una legislatura probablemente muy conflictiva y en la que el presidente buscará su supervivencia refugiándose en un Gobierno de mayor peso político y más ejecutivo, sorteando en la medida de lo posible un Congreso metamorfoseado (tal vez) en Vietnam.