El think tank El Jacobino -nació en 2020 como canal de debate en YouTube- está cimentando una candidatura para dar el salto a la política europea en los comicios de junio de 2024. La propuesta es clara: desplegar una candidatura puramente socialdemócrata para cubrir un espacio que consideran huérfano en España. Su portavoz, el abogado procesalista Guillermo del Valle (Madrid, 1989), sintetiza en su nuevo libro La izquierda traicionada los principales ejes del proyecto. Así como una reflexión de la deriva que, a su juicio, ha sufrido la izquierda española en los últimos años, especialmente el PSOE, hacia "el identitarismo, la fragmentación de lo colectivo o el nacionalismo". Lo hace tras la conformación del nuevo Gobierno entre socialistas y Sumar, que no valora como progresista.
Alrededor de la marca se han aglutinado distintas personalidades de ese espacio progresista, desde figuras del viejo PSOE, como Juan Francisco Martín Seco, a figuras de IU como Ángel Pérez, ex coordinador general del partido en la Comunidad de Madrid y exportavoz en el Ayuntamiento. Pero también personalidades del sector más izquierdista de Ciudadanos, ya expulsado. Félix Ovejero, uno de los fundadores naranjas, los respalda. Del Valle, horas antes de presentar su escrito en el Ateneo de Madrid, atiende a El Independiente.
Pregunta-. Las europeas serán unas elecciones complicadas, más por el avance de la derecha populista. ¿En qué fase se encuentra la candidatura?
Respuesta-. Estamos en ese proceso de paso a partido político y habrá noticias importantes a principios del año que viene. No iremos como 'El Jacobino', que está bien para un think tank. Habrá otro nombre. El espacio es clarísimo en la izquierda socialista que no se siente representado y no quiere votar a la derecha. Es crucial ante una ultraderecha que brota de la desigualdad y el desequilibrio. Eso hay que atajarlo desde una izquierda fraterna y con un relato europeo, pero también español. No puede ser que todo [la deriva del PSOE] quede impune electoralmente; que vayamos a la ruptura de la ley y no pase nada.
P-. ¿Esperáis irrumpir como lo hizo Podemos en 2014?
R-. Soy prudente, pero creo que tenemos opciones reales y espero un resultado bueno y representación [habla de las 'facilidades' del sistema electoral de circunscripción única]. Nuestro mensaje es racional. Hay algo que Podemos tenía para las europeas y nosotros no: apoyo económico y mediático. La aparición mediática nos la trabajamos, pero no tenemos la promoción. Quizá porque somos más incómodos.
P-. Francisco Igea ha pedido apoyar a El Jacobino en una reciente columna de opinión. ¿Vuestro espacio dará hueco al sector expulsado de CS, de centroizquierda?
R-. Agradezco el apoyo de Paco, o de Soraya Rodríguez al libro. No somos un proyecto de agrupación de personas a toda costa. Nos importan las ideas y representar a la gente con una izquierda social, de trabajo y que defienda los servicios públicos, pero que no sea cómplice de los nacionalismos. No somos de centro [alude a Edmundo Bal], pero todos los que coincidan son bienvenidos.
P-. Una de las claves del libro es la defensa de que en política no vale todo. Lo aplicas a la investidura de Sánchez. ¿Qué alternativa tenía al pacto actual?
R-. No voy a dar lecciones al PSOE. Pero en mi opinión el socialismo democrático tiene que dar un proyecto mayoritario a la sociedad. Queremos que gobiernen los nuestros, pero no sin renunciar a las ideas. Porque no somos hooligans ni esto es fútbol. Si uno no tiene los apoyos parlamentarios [en lo que afinidad ideológica se refiere], es más preferible ir a unas nuevas elecciones. Porque pactas la ruptura de la caja única de la Seguridad Social con el PNV; con ERC que se quede todos los impuestos en contra de la redistribución y la progresividad, y Junts no me parece que sea progresista, sino de extrema derecha.
P-. ¿El PSOE está sosteniendo la legislatura con la extrema derecha?
R-. Son partidos [incluye al PNV] que pivotan entre el racismo y lo identitario, para segregar, sospechar del otro y romper la causa común; y la insolidaridad fiscal. Para ellos, los buenos catalanes o vascos son los nacionalistas, y el resto son 'impuros', 'charnegos' o 'maquetos'. Esto lo comparten en buena medida con Vox, cuando dicen que la nacionalidad española no es el DNI, sino el apellido o la sangre. Separar para decir: "somos mejores". La segregación fiscal es clarísima en el caso de la Liga Norte, con el 'Roma ladrona'. O con la ultraderecha flamenca, que es separatista. Por eso ha ido a la Diada. Salvini lo hizo también.
P-. Entonces, ¿no es contradictorio que Sánchez justifique esos pactos para evitar que Vox condicione las políticas nacionales?
R-. Es un disparate. Este gobierno no es de izquierdas, sino ultra reaccionario. Se sostiene en proyectos económicos neoliberales [vuelve a apelar a Junts y el PNV] y yo, como persona de izquierdas, no los quiero. Como no somos sectarios, desde El Jacobino sabemos que hay cosas buenas en las que podemos coincidir, como la subida del SMI. Pero hasta eso está en peligro, porque han votado el ámbito laboral de decisión vasco. La patronal vasca, entorno al PNV, puede decir 'reglas laborales para nosotros, porque un despido en Burgos no nos importa'. Incluso les viene bien para competir. Esto no casa con la solidaridad.
"Que la derecha diga que Sánchez y el Gobierno son 'socialcomunista' es un chiste. No es de izquierdas para nada"
P-. Rechazas la amnistía porque dices que quiebra el principio de igualdad social. ¿No compartes la justificación del PSOE de que vaya a mejorar la convivencia?
R-. Es un engaño burdo, la institucionalización de un privilegio de justicia feudal, y algo clasista. Creer que a los pobres no les interesa el Estado de Derecho. Si ya es dificilísimo que un delincuente común reciba un indulto, la amnistía es inimaginable. En cambio para una oligarquía identitaria sí, porque necesitan siete votos. ¿Convivencia con quién? ¿Con todos los catalanes que llevan décadas sufriendo el nacionalismo? Se vuelve a abandonar a esos catalanes y es tan tramposo como decir que Javier Ortega Smith encarna la españolidad.
P-. Habéis participado en las movilizaciones cívicas contra la amnistía. ¿Qué os parecen las protestas de Ferraz?
R-. Hay que recalcar que mucha gente de izquierdas ha ido a las cívicas. Tacharlas de 'fachas' me parecen una tomadura de pelo. Ahora bien, cercar las sedes con conato de violencia es democráticamente poco saludable. No nos gusta, porque esa gente defiende un modelo de España que en los fundamentos es igual que el modelo del independentismo catalán. Tienen un filtro étnico y religioso de la ciudadanía.
P-. ¿La pérdida de valores del PSOE se ha producido por la supervivencia política de Sánchez o una convicción real?
R-. Viene de antes, de Zapatero. Que defendió cosas como la Tercera Vía socioliberal. En el trasfondo hay una izquierda que se ha olvidado de las cuestiones materiales para apostar por los sentimientos mientras crecen las desigualdades. Está centrada en fracturar el Estado y sumar identidades competitivas. En esto hay mucho de cortoplacismo electoral. Pero que la derecha diga que el Gobierno o Sánchez es 'socialcomunistas' es un chiste. Porque tiene un proyecto personal para seguir en el poder a toda costa, y no es una persona de izquierdas para nada. De hecho, nosotros estamos a la izquierda de esta gente en algunas cosas.
P-. Aparte del viraje nacionalista de la izquierda, vertebras tu libro con un segundo eje principal: una crítica a su vinculación con el fundamentalismo de mercado. ¿A qué te refieres con ello?
R-. Cuando cae el Muro de Berlín, la izquierda era tan reformista que no podía proponer alternativas a la derecha neoliberal frente al crecimiento de las desigualdades, la desindustrialización o los bajos salarios [cree que eso se mantiene hoy]. Por eso, en el libro intento proponer una alternativa. Una reforma de Europa hacia una integración fiscal y presupuestaria, que no haya paraísos fiscales y que seamos más competitivos protegiendo los salarios. Es una crítica desde la izquierda a lo económico. También lo hago por el abandono de los principios de justicia, igualdad o del laicismo.
P-. Planteas tu publicación como una crítica 'a la izquierda desde la izquierda'. ¿Os han tachado en el espacio de no serlo?
R-. Sí, pero sin argumentos racionales. Nos dicen que somos 'falangistas', otras veces 'rojipardos' o 'tradicionalistas'. Estamos en las antípodas de eso. Hemos criticado el nacionalcatolicismo. Entonces, cuando nos insultan y no funciona, se pasa al silencio. Han llegado a llamar 'facha' a Martín Seco. Habría que dejar de endosar el concepto a todo el mundo, porque quizá lo son un poco ellos.
Los proyectos de Junts y el PNV son insolidarios. Como persona de izquierdas, no los quiero"
P-. ¿Qué reformas propone El Jacobino que disten del PSOE?
R-. Una reforma electoral en el sentido proporcional para que la llave de la gobernabilidad no esté en quienes quieren romper España. No es tanto un problema de la Ley D'Hondt, como de las circunscripciones. Deberían ser mixtas. Hay que rescatar propuestas como las de IU o UPyD. Luego a nivel constitucional hay que dar la vuelta a las cosas, hemos ido por la pendiente del particularismo. Hemos sido valientes en abrir el debate sobre la reorganización territorial ante un Estado autonómico que ha exacerbado unas dinámicas federales cuando competencias como la educación o la sanidad deberían ser iguales para todos. Creemos en un Estado centralizado, democrático, garantista y socialmente orientado. El neoliberalismo, el modelo de Ayuso, prefiere la competencia entre regiones en lugar de un Estado armonizado con impuestos progresivos. El drama es que lo prefieren Sánchez y Díaz. Tienen tanta alergia a España que son capaces de defender políticas en nombre de la diversidad que son letales para los más débiles.
P-. Vosotros habláis de recuperar soberanía industrial, de producción. ¿Eso no va en la línea de Vox?
R-. Vox habla de soberanía contra el globalismo, contra Soros y cosas rarísimas que plantean como si fueran fantasmas. Defiende un programa fiscal minarquista, de Estado mínimo. La liberalización del suelo. En un mundo global no podemos replegarnos. Pero nos hemos encontrado un desequilibrio norte-sur en Europa. Hasta Macron ha defendido cierta soberanía industrial. No debemos basar todo nuestro músculo en la terciarización; en el sol y playa. Para la reindustrialización pendiente debemos transformar las estructuras productivas y fiscales de Europa. Y el sector público debe también decir mucho.
En El Jacobino reiteramos el espacio laborista, del sindicalismo, que se opuso a la Tercera Vía y es antinacionalista; el que defendió Nicolás Redondo Urbieta"
P-. ¿Vuestro objetivo es imitar al viejo PSOE?
R-. Las imitaciones no van a poder darse porque estamos en otro tiempo. Pero obviamente, estamos cerca en lo que a la defensa de la unidad territorial se refiere. Somos algo fresco, capaces de generar ilusión. No hay que ser obliguistas: parece que lo de antes ya no vale y hay cosas que se hicieron bien; otras regular. Pero contar con gente de experiencia y joven, es una suma ganadora.
P-. Entre vuestros apoyos está el de Nicolás Redondo Terreros, recientemente expulsado del PSOE por un "reiterado menosprecio". ¿Cómo valoras la desvinculación socialista con ese pasado?
R-. Me parece lamentable. Le te tengo un gran aprecio. Sobre todo a la figura de su padre, que tiene mucho que ver con El Jacobino: reiteramos ese espacio laborista, del sindicato, que se opuso a la Tercera Vía y antinacionalista. Era un hombre íntegro con una agenda de los trabajadores que luego continuó Cándido Méndez; que hoy no sé donde está exactamente. No puedo entender cuando el sindicalismo se pone de lado del burgués insolidario. Con ese apellido... hay que entender que el socialismo no prescribe porque el PSOE pueda ser otra cosas.
P-. ¿Después de Sánchez puede el PSOE volver a sus esencias?
R-. Entiendo que la gente tenga nostalgia y crea que se puede dar el milagro. Pero yo no creo en ellos. Creo en la acción y el compromiso.
P-. El referéndum es la nueva línea roja de Sánchez. ¿Confías en que siga siendo así?
R-. Hemos pasado tantas líneas rojas que cualquier cosa es posible. Puede haber una consulta no vinculante solo en Cataluña. Lo que hay que explicar, que la derecha no lo hace por sus anhelos de gobernar con Vox o con Junts y el PNV, es que no es que sea inconstitucional. Es que el proyecto de secesión es antidemocrático. Se quiere excluir a millones de personas del derecho a votar en algo que afectará al ingreso mínimo vital, a los hospitales públicos, a la riqueza. ERC puede votar una reforma laboral, aunque no lo hizo. Pero está ahí para el referéndum y quedarse todos los impuestos.
P-. La política exterior vuelve a estar en el foco con Israel. ¿Qué posición tiene El Jacobino con el conflicto con Hamás?
R-. Debemos aplicar la racionalidad a la política internacional como hace Soraya Rodríguez en sus opiniones en El Independiente. Decir que como socialistas, internacionalistas y laicistas, no se puede sentir afinidad con un grupo terrorista fundamentalista islámico. Y al mismo tiempo, decir que Israel no puede vulnerar el Derecho Internacional y hacer salvajadas contra la sociedad civil. Israel, que se reivindica como democrático, ha tenido una evolución inquietante. Netanyahu no es un modelo y el tercer partido de Israel linda con el fascismo, que es una paradoja macabra.
P-. ¿Y respecto a Marruecos y el Sáhara?
R-. Hay un abandono de la izquierda clásica al respecto. Existe una sumisión absoluta a un actor geopolítico que no es modelo de derecho internacional y de democracia. Que presiona y cuestiona la españolidad de Ceuta y Melilla. Tenemos un trato migratorio denigrante y una vulneración de los derechos humanos constantes. Eso da que pensar. Hay que mantener las buenas relaciones con los vecinos, pero también con Argelia. Hay un abandono del Sáhara, de la que somos potencia administradora y está pendiente la descolonización. Tenemos una responsabilidad.
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hace 1 año
Guillermo, muy decepcionante y ya lo siento.
Por hablar solo del final, a Hamas hay que referirse como fanáticos asesinos a los que hay que atacar frontalmente. Decir que «no se puede sentir afinidad con un grupo terrorista fundamentalista islámico» huele a izquierda maricomplejines y cobarde (sí, made in FJL).
Y ya no te digo, referirse al sátrapa, déspota, tirano y férreo dictador de Mohamed VI como «actor geopolítico que no es modelo de derecho internacional y de democracia».
Las cosas hay que decirlas por su nombre, que de palabrería ya estamos muy bien servidos.
A ver si de aquí a junio llegáis a convencer