No hubo sorpresa. En el PSOE eran conscientes de que más pronto que tarde Podemos acabaría rompiendo con Sumar. La cohabitación en el mismo grupo era ya insostenible, la tensión se arrastraba desde hace meses. En la Moncloa y en el partido asumen que ahora tendrán que negociar con un actor más iniciativa a iniciativa, están convencidos de que los morados apretarán las tuercas al Ejecutivo y pedirán ir un paso más allá de lo que demande Yolanda Díaz. Pero la inquietud de los socialistas no está en la tramitación de las leyes, en la estabilidad de la legislatura, que no creen que peligre por la formación de Ione Belarra. Su preocupación está más en el daño que la división de la izquierda puede hacer a sus expectativas en las próximas elecciones, especialmente las vascas y gallegas, aún no convocadas pero que podrían celebrarse entre febrero y marzo de 2024, antes de las europeas de junio.
Ya en el PSOE estaban convencidos de que la legislatura podría hacerse más compleja tras el divorcio de Podemos y Sumar, pero no tanto como que se tensase la cuerda hasta romperse. No tanto como para que el Gobierno pueda caer, porque era impensable que llegara a alinearse con PP y Vox. Pero ahora ya tiene la garantía de que será así. La exministra Belarra, secretaria general de Podemos, llamó este martes al titular de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, para garantizarle que la legislatura no está en riesgo porque su grupo quiere que sea estable, aunque la forma de asegurarlo pasa por negociar con sus cinco diputados medidas valientes y ambiciosas.
Sánchez conversó con Díaz tras conocerse el divorcio. Ambos líderes se enteraron de la marcha de los morados por la prensa
Belarra, de hecho, llamó a Bolaños para informarle de su marcha de Sumar y su paso al Mixto y para "ponerse en disposición de estabilidad", según reveló en conversación informal con los periodistas el propio Pedro Sánchez durante la recepción en el Congreso por los 45 años de la Constitución. Esa conversación, dijo, le tranquilizó. También al mismo Bolaños. A su vez, también el presidente del Gobierno charló con la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz. Los dos se enteraron del portazo de los morados por la prensa.
Para los socialistas, la noticia del estallido de la convivencia entre Podemos y Sumar no era —no podía ser— "agradable", reconocían desde el núcleo de confianza del presidente. Pero no es lo que más inquieta ahora mismo. "Siempre he defendido la unidad de las fuerzas progresistas, pero lo importante es que todos compartimos las conquistas, los avances. Efectivamente, tendremos que negociar más", asumía Sánchez ante los informadores. "Es un niño más con el que hablar", ironizaba otro miembro prominente del Ejecutivo, "pero da igual hablar con un grupo más o con un grupo menos".
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Hasta esta ruptura, en la Moncloa advertían a los morados, cuando reclamaban más autonomía dentro de Sumar, de que su interlocutora era Díaz, y que por tanto ella sería la que luego tendría que despachar con ellos. Pero la cosa cambia a partir de ahora. Podemos será, de facto, un grupo más con el que negociar, a sumar a los actuales socios de investidura (ERC, Bildu, PNV, Junts, BNG y Coalición Canaria). Y la primera prueba de fuego serán los Presupuestos Generales del Estado de 2024. En el puente de mando del PSOE, calculan que los morados serán más exigentes, sobre todo con las propuestas de Sumar. A fin de cuentas, recuerdan, el conflicto lo tienen con la vicepresidenta segunda, no con Sánchez. Creen que Podemos buscará visibilizarse a través de sus demandas más duras. No descartan incluso en la Moncloa que puedan hacer caer alguna iniciativa o ley menor.
La clave está en Galicia
Las consecuencias parlamentarias entienden, por tanto, que serán más limitadas. "Pero el presidente está más preocupado por las elecciones que por las leyes", resumen en su entorno. En el horizonte ya quedan cerca las gallegas, en las que el PSdeG aspira a arrebatar la Xunta al popular Alfonso Rueda de la mano del BNG —segunda fuerza en los últimos comicios, los de 2020— y del espacio a su izquierda. Pero son conscientes de que esas posibilidades merman si Sumar y Podemos concurren por separado, ya que la fractura es penalizada por la ley electoral.
En el núcleo del presidente daban por sentado que habría fractura. Asumen que serán más exigentes y que incluso pueden hacer caer alguna iniciativa menor
Sánchez se va a emplear a fondo en Galicia: quitarle el Ejecutivo autonómico al PP podría ser un golpe de gracia definitivo hacia Alberto Núñez Feijóo, ya que el actual presidente era su delfín. En las vascas, el escenario parece más estable, pues todo apunta a que se podrá reeditar el Gobierno de PNV y PSE. Luego vendrán las europeas, aunque estas no se juegan en clave de poder, aunque suelen convertirse en unos comicios de castigo al partido gobernante, y su celebración en junio de 2024 estará muy próxima a la aprobación definitiva de la ley de amnistía. Lo decía con claridad meridiana el portavoz socialista en el Congreso, Patxi López, el mismo martes, después de que se conociera la noticia: "Nunca es una buena noticia la división de la izquierda. Cuando se divide la izquierda, gana más la derecha".
Ese es el peligro real, recuerdan en el PSOE. De hecho, antes de la convocatoria de las últimas generales, el partido empujaba a Sumar y a Podemos a converger bajo unas mismas siglas, porque si se dividían lo que corría riesgo era la reedición del Ejecutivo de coalición progresista. Y las urnas probaron que era así: el PSOE ganó un escaño más, al pasar de 120 a 121 escaños —y eso que se embolsó un millón de votos más—, pero Díaz aguantó: obtuvo 31 representantes, fundamentales para que la suma diera. Pero su marca estaba por debajo de la marca de Unidas Podemos en 2019 (35), a la que había que agregar los tres parlamentarios de Más País y Compromís, hoy integrados en la plataforma de la vicepresidenta segunda.
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En el equipo de Sánchez, por tanto, no sabían por adelantado la ruptura de Podemos y Sumar, pero barruntaban que se produciría. Nunca lo descartaron. Y, como aseguraba una dirigente muy próxima al líder del Ejecutivo, estaba en la lógica de las cosas, en el ADN de Podemos: "Los conocemos muy bien: ya en 2019 nos llevaron a una repetición electoral porque querían entrar en el Gobierno", exigían la coalición. Ahora, la estabilidad del Gobierno no peligra por el lado de los morados, pero su separación con Sumar no es irrelevante a efectos electorales para la izquierda, y eso para el PSOE es también capital.
Moncloa aceptaba que los morados pudieran seguir en el Gobierno con un ministerio, pero Díaz se negó
Los socialistas intentaron que la fractura se produjera. Como confirmaban desde su núcleo duro, Sánchez sí era partidario de que Podemos siguiera en el Gobierno. "Estábamos por la tarea de incorporarles con un ministerio", señalaban. Pero fue Díaz la que se negó y la que quiso dejar a los morados fuera del Gabinete. "Y ellos se lo achacan a Yolanda aunque acusaran a Pedro de echarles", redondeaban. Eso fue lo que dijeron Ione Belarra e Irene Montero en su despedida como ministras: que el presidente las había "echado". Pero el veto venía de la vicepresidenta segunda.
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