Los comicios de Galicia han sobrevolado el balance del año hecho este jueves por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, desde el Hotel VP Design de Plaza España, en Madrid. La gallega será la primera de las tres grandes citas electorales del próximo año -se celebran el próximo domingo 18 de febrero-. Allí, el PP se juega varias cosas. La primera, es continuar la senda de las mayorías absolutas iniciadas en 2009, ahora con Alfonso Rueda como cabeza de cartel. La segunda es clara: con un claro tinte nacional que irá adquiriéndose con las semanas, las urnas serán un reflejo de la fuerza de los populares y del PSOE junto a sus socios tras la investidura fallida de Feijóo y la exitosa de Pedro Sánchez que le ha mantenido en Moncloa. Feijóo, en su última comparecencia, evitó profundizar en lo que supondría una derrota para el PP en el feudo que lo gestó políticamente durante dos décadas y con trece años en el poder. Aunque sí aseguró que "lo que ocurre en Galicia, históricamente ha solido tener mucha repercusión en España".
Unos buenos resultados son esenciales para el gallego, después del golpe electoral de las generales y para evitar que se abra un debate interno sobre su liderazgo, con perfiles fuertes como el de Isabel Díaz Ayuso. Ella marcó posición frente al Gobierno el miércoles, con su balance regional con Sánchez en el punto de mira. Tal es la importancia depositada en Galicia, que, al margen de la línea estratégica y de campaña que marque Rueda libremente, como Feijóo ha recalcado, el popular protagonizará en paralelo una caravana propia para fortalecer las siglas.
El mensaje de Feijóo será nacional a la espera de ver como Rueda lo encaja bajo su propio itinerario e irá en la línea de denunciar las acciones del Ejecutivo así como "cambios de opinión" como la amnistía. Y se relacionará el panorama gallego con la gestión de Sánchez. En el acto de balance, Feijóo aludió como ejemplo al "ninguneo permanente a los intereses de Galicia, tanto en infraestructuras como desde el punto de vista de proyectos empresariales y de inversiones".
De cara a esas elecciones, fuentes del PP comentan que "la clave no es la victoria, lo es si se consigue la mayoría absoluta". Los populares dan por descontado que ganarán los comicios, aunque dejan algo de dudas en lo que respecta a la gobernabilidad. Todo en función de la solidez del voto de centroderecha en torno a sus siglas. Pese a todo, la confianza está depositada en la repetición de la absoluta si se hace bien la campaña y de acuerdo a la base social existente. Extrapolan como fiables los resultados de las últimas generales de julio, con mayoría del PP (43,54%) en Galicia frente al PSOE (29,84%), Sumar (10,94%) o el BNG (9,48%). Al menos en lo que respecta a su marca como hegemónica de la derecha, dado que el voto en generales ha sido distinto al de 2020: entonces el Bloque se impuso a los socialistas y pasó a ser partido de oposición.
La posible dispersión del voto a Democracia Ourensana y Vox pone al PP en riesgo de quedar al borde de la mayoría absoluta"
Bajo la tesis del PP, los resultados de las generales aplicadas al ámbito gallego -con una simulación de reparto provincial con la ley D'Hondt- darían esa mayoría absoluta a Rueda. Aunque limitada. El Parlamento de Galicia cuenta con 75 escaños. Hasta su disolución el PP tenía 42. Si se tiene en cuenta el 43,54% del voto logrado y 699.513 papeletas, la candidatura popular obtendría 38 asientos ahora. Concretamente, el PP repetiría resultados en Ourense. Pero perdería dos representantes en A Coruña [uno de ellos iría a parar a Vox], y uno en Pontevedra y Lugo en favor de la izquierda. El porcentaje logrado en las generales es de dos a cinco puntos menor que las últimas tres convocatorias gallegas, pero los votos de las generales son superiores en comparación con ellas.
Ahora bien. A las diferencias patentes del escenario general y autonómico por la distribución de las izquierdas, también la nacionalista, se une el factor de posible división de voto del centroderecha, o no, por parte de Democracia Ourensana (DO) en esa provincia, y de Vox en el conjunto. Especialmente en las zonas más urbanas. Esto, en el PP, a la hora de apelar a esa clave de la mayoría diferenciada a la victoria, lo tienen muy presente. En principio, fuentes populares no creen que haya peligro de pérdida de escaños y confían en el voto útil al PP frente a Vox, sin implantación territorial. Aunque sí se admite que se pueden perder papeletas a derecha e izquierda entre los de Santiago Abascal y la candidatura de Armando Ojeda. Vox se llevó en las generales más de 77.000 sufragios. D.O casi 14.500 en las municipales. Esos más de 90.000 votos pueden afianzar o poner en riesgo la quinta mayoría de los populares.
En esa clave nacional, el discurso de Vox irá orientado a buscar un voto de castigo frente a Rueda, por el intento de acercamiento del PP al PSOE en cuestiones de Estado como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El D.O en cambio, intentará ser decisivo para la conformación de un nuevo Ejecutivo que brinde favores a Ourense. Ante el anhelo del PP a que se imponga el voto útil, puede ponerse como ejemplo que en el pasado ciclo electoral, pese a conseguir más de 80.000 votos Vox en las generales de 2019, en 2020 los de Abascal quedaron reducidos a algo menos de 27.000. La pandemia del coronavirus, eso sí, fue un gran movilizador que benefició a Feijóo.
La unidad de la izquierda en torno a Sumar
Uno de los alicientes que esperaba el PP en su búsqueda a la mayoría absoluta, en lo que al ámbito de la izquierda se refiere, era que las izquierdas acudieran divididas en hasta cuatro candidaturas. En cambio, el anuncio de coalición de Sumar junto a Esquerda Unida-IU y Podemos, salvo sorpresa de las bases moradas que tienen que votar el preacuerdo -Pablo Iglesias ha llamado a rechazarlo y apoyar al BNG- aumenta las posibilidades de la oposición sobre todo si Vox y D.O. incrementan la división del voto conservador. El voto progresista-nacionalista supone más de la mitad de la participación en las generales, pero será el equilibrio de voto de estas fuerzas el que marque la diferencia.
Por el momento, y a falta de las primeras encuestas oficiales, el PP no ve peligro en las izquierdas, pero no aclara en qué se basa para determinarlo. Sumar ya ha hecho los deberes y garantiza, a diferencia de 2020, el voto se distribuya entre Unidas Podemos y en En Marea. Esto era una de las principales preocupaciones de los socialistas gallegos. Por su parte, no hay indicadores de que el BNG vaya a ser penalizado en gran medida. De hecho, de los 120.456 votos logrados en 2019, los nacionalistas han subido a 152.327 en tres años. Ante la simulación de las generales aplicadas a Galicia, que el resultado los mantenga en ese borde de la absoluta, lejos de dar garantías, deja incertidumbres.
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