Enemigos en Euskadi, aliados en Navarra. Es la paradoja que separa dos realidades políticas vecinas, la de la Comunidad Foral y la de Euskadi. La disparidad la provoca, fundamentalmente, la necesidad. También la debilidad de unos frente a la fortaleza creciente y al alza de otros. Tampoco la sociedad vasca es la navarra. La izquierda abertzale es la misma a ambos lados de la ‘frontera’ autonómica vasconavarra, de la ‘Euskal Herria’ del sur que defiende. Una formación en crecimiento constante y con cada vez mayor capacidad de influencia. El PNV y el PSN poco se parecen a sus homólogos en Euskadi. Ni el PSN se encuentra en la misma posición que los socialistas vascos ni Geroa Bai es la marca jeltzale que lidera las principales instituciones vascas.
Al escenario político vasco y navarro les diferencian muchas cosas: la sociología, el electorado, la tradición y las fortalezas y flaquezas que acredita cada uno de los partidos. Por eso el juego sobre el tablero político es tan dispar. La imagen de la salida al balcón consistorial del candidato de EH Bildu de Pamplona, Joseba Asirón, -aplaudido por PNV y PSN-, con el bastón de mando como gran trofeo es la síntesis de esas diferencias. Fue la instantánea del resultado de la convivencia que mantienen estas tres familias políticas a apenas unos pocos kilómetros de distancia de la Euskadi de Urkullu, Andueza y Otegi. La secuencia vivida en la Plaza Consistorial de la capital navarra el pasado jueves, con la llegada y salida de los cargos del PSN aplaudidos por los simpatizantes de EH Bildu, fue otro reflejo más del particular triángulo político navarro que sería imposible, hoy por hoy, en el País Vasco.
El nuevo alcalde Asiron no dudó en asegurar horas después que a sus “compañeros del PSN” se les había “lapidado públicamente” y que se merecían el calor y los aplausos que los afines a Bildu les brindaron. Lo hizo sólo horas antes de que el secretario general del PSN, Eneko Andueza comprometiera su palabra en su afirmación de que no pactará con Bildu para cederle el Gobierno vasco: "Cada vez que me he comprometido a algo, he cumplido. Es mi palabra la que está en juego. Tengo palabra y lo demostraré después de las elecciones", afirmó.
Alianza sin mayoría
En el País Vasco socialistas y jeltzales han enfadado a Bildu. Lo han hecho arrebatándole poder apoyándose en el PP. Lo hicieron en la diputación de Gipuzkoa y en ayuntamientos como los de Vitoria o Durango. En Navarra, el PNV y los socialistas que lidera María Chivite se han unido pare facilitárselo. Ambas formaciones se han sumado a la izquierda abertzale para desbancar al PP y UPN y situar a los de la izquierda abertzale en alcaldías. También para facilitarse recíprocamente gobiernos en instituciones autonómicas y locales.
En Euskadi este año 2023 se cierra sin que PNV y PSE hayan logrado siquiera aprobar presupuestos en instituciones importantes, como la diputación de Gipuzkoa y la de Alava. EH Bildu no les ha ayudado, no se lo ha facilitado. Además, ambas terminan el año viendo cómo se ha debilitado su alianza, incapaces de alcanzar ya las mayorías que ostentaban y observando que la amenaza de EH Bildu que puede hacer saltar por los aires la histórica sintonía entre PNV y PSE está cada vez más cerca.
En cuestión de meses, los vascos volverán a las urnas para elegir al nuevo Ejecutivo autonómicos. La complicidad que PNV y Bildu muestran en la vecina Navarra esta vez se transformará en rivalidad absoluta y en pulso al más alto nivel entre sus dos candidatos novatos. La renovación generacional que Sabin Etxea ha impulsado con Imanol Pradales y la que Otegi, tras descartarse, ha promovido con Pello Otxandiano, marca un nuevo ciclo en la política vasca y quién sabe si en las relaciones entre partidos. Un tiempo en el que la amenaza de ‘sorpasso’ de Bildu al PNV aflora por primera vez como opción difícil, pero no descartable.
Fortaleza en Euskadi, declive en Navarra
Al contrario que en Navarra, el PSE ya ha asegurado que actuará como cortafuegos y no como facilitador. Y evidentemente, en el País Vasco el PNV secunda a los socialistas: no quiere saber nada de Bildu. Aquí no existen los compromisos, abrazos cómplices o alianzas para desbancar a nadie. Los que gobiernan (casi) siempre han sido ellos. Los jeltzales no cederán espacio alguno a Bildu y en esa aspiración cuentan con el PSE.
En Euskadi no existe opción alguna de que el PP pueda gobernar y la ‘amenaza de derechas’ es más bien una posible alianza de urgencia a no descuidar. El PP de Javier De Andrés ha puesto los ojos en la debilidad del PNV para robarle espacio de centro-derecha que Sabin Etxea ha descuidado.
Tampoco el PNV es el mismo a uno y otro lado de la ‘frontera’ entre Euskadi y Navarra. Mientras en el Euskadi sigue siendo un partido de Gobierno, ostenta aún los principales Ejecutivos, en Navarra su declive es imparable. Perdió dos escaños en el Parlamento foral y en el Consistorio de Pamplona recién renovado apenas obtuvo 7.600 votos, un tercio de los logrados hace una década. Su fortaleza está precisamente en su alianza con socialistas e izquierda abertzale.
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