Hace más de diez años en Galicia se respiraba un cambio que daría forma a lo que más tarde sería Podemos. En las elecciones autonómicas de octubre de 2012, una coalición de diferentes formaciones llegaba al parlamento gallego con 9 escaños. Parecía que todo iba a cambiar, que la izquierda rupturista había llegado para quedarse, pero tras varios encontronazos, con un BNG cada vez más fuerte y un PPdeG intocable e inamovible de la mayoría absoluta, esa izquierda que consiguió ser la principal fuerza de la oposición pasó en apenas unos años a no tener representación parlamentaria. Ahora, tras la ruptura de Podemos con Sumar, todo apunta a que Galicia permanezca en el tripartidismo y sea más difícil que estas formaciones consigan representación.
Entre 2005 y 2009 la Xunta estuvo en manos del PSdG y el BNG con el socialista Emilio Pérez Touriño a la cabeza. Pero pronto vino el popular Alberto Núñez Feijóo, quien perduraría al frente del gobierno gallego hasta la remodelación del PP nacional tras la salida de Pablo Casado a mediados de 2022. El gallego permaneció frente a la Xunta durante trece años tras conseguir cuatro mayorías absolutas en 2009, 2012, 2016 y 2020.
Desde 2005 el BNG perdía escaños. Tras el batacazo de la izquierda rupturista, en los últimos comicios de 2020, pasó de 6 a 19 escaños, superando al PSdG y proclamándose como segunda fuerza
Fue en 2012 cuando Alternativa Galega de Esquerda (AGE), una coalición entre Esquerda Unida y Anova, la formación nacionalista gallega desgajada del BNG y fundada por el histórico Xosé Manuel Beiras, irrumpió en el mapa político gallego con la necesidad de refundar la izquierda. Obtuvieron 9 escaños, dos más que el BNG, mientras el PPdeG alcanzaba la mayoría absoluta con 41 diputados y el PSdG quedaba en segunda posición con 18.
Fue el comienzo de una nueva política en Galicia que apenas duraría unos años. El consultor político y politólogo, Eduardo Bayón, recuerda que en 2012, "esas elecciones se producen justo después del 15-M en un momento concreto en la que hay una escisión del BNG", lo que hizo posible que ese tipo de formaciones de izquierdas tuvieran representación parlamentaria, algo que hasta entonces no había pasado -con la excepción de dos escaños para Esquerda de Galicia, integrada en las listas del PSOE en el 97-.
La izquierda rupturista fue evolucionando con los años y en 2016, aún con el multipartidismo afianzado en Galicia, se hizo más fuerte. En Marea, una alianza con Podemos, Esquerda Unida (EU) y Anova para las elecciones a la Xunta de Galicia, logró convertirse en segunda fuerza política con 14 escaños, igualando al PSdeG (14) y con un Feijóo que se mantenía intocable en la mayoría absoluta (41). El BNG, en cambio, se desinflaba poco a poco. Desde 2005 perdía escaños. Pasó de los 13 a los 12 en 2009, más tarde, en 2012, con la entrada de AGE al parlamento, consiguió 7 escaños y en 2016 volvió a perder otro para pasar a tener 6.
Antón Sánchez, Yolanda Díaz, José Manuel Beirás y Pablo Iglesias, en 2015 en La Coruña
Pero pronto los años de gloria de la izquierda rupturista llegaron a su fin. "A partir del año 2016 empieza a desinflarse. En Marea empieza a perder mucho poder municipal, muchas candidaturas acaban perdiendo fuelle y eso hace que empiece poco a poco esa migración de nuevo al BNG. En 2012 el Bloque había envejecido mucho, no tenía ya liderazgo patente y se da una escisión que ofrecía nuevos liderazgos, pero salió mal porque no consiguieron muchas de las cosas que planteaban, lo que provocó que muchos votantes volvieran al BNG o incluso al PSdG, o se abstuvieran", explica el politólogo Jordi Sarrión-Carbonell.
El malestar interno entre los partidos que conformaban la coalición provocó que en 2019 Podemos, EU y Anova abandonasen la marca por discrepancias con su líder, Luís Villares, el que había sido candidato al Gobierno gallego.
El BNG crece a costa del batacazo de la izquierda rupturista
La fragmentación política de la izquierda cada vez era más patente. En 2020, la candidatura de Galicia en Común, heredera directa de aquel proyecto y formada por Podemos, Esquerda Unida y Anova y apoyada por las mareas locales, pasaron de ser el partido de la oposición a no tener ninguna representación.
"En 2020 en Galicia ocurría algo similar a otros territorios, hay un retroceso importante en el espacio de la izquierda y a la izquierda del PSOE. Pero ese retroceso electoral no es aprovechado por el PSOE, si no por los partidos nacionalistas de izquierdas, en este caso el BNG. Ocurre parecido en Euskadi con Bildu y en Cataluña con ERC", indica Bayón.
La barrera electoral del 5%
Los dos politólogos coinciden en que otra de las razones que dificulta que la izquierda rupturista tenga representación parlamentaria y se "fomente" el tripartidismo, es el sistema electoral D’Hondt, un método para repartir los escaños y concejales en proporción al número de votos obtenidos por los partidos políticos, que descarta las candidaturas que no llegan a un porcentaje mínimo de papeletas para "evitar una excesiva fragmentación de la Cámara".
Para obtener representación en las autonómicas es necesario superar la barrera del 5%. Precisamente en 2020, a pesar de que la coalición Galicia en Común obtuvo 51.630 votos, se quedaron en el 3,94%, un punto menos para poder entrar en el parlamento.
El reto del 18-F
Desde que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, anunció que el domingo 18 de febrero se celebrarán las elecciones gallegas, todas las miradas están puestas en los comicios que darán el pistoletazo de salida a las que vendrán después, las europeas y las vascas.
Con un clima político convulso, tras la investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo, los pactos con los independentistas de Pedro Sánchez y sus consecuentes manifestaciones contra la amnistía, y la ruptura de Podemos con Sumar hace que estos comicios tengan clave nacional, precisamente uno de los puntos que destacan los politólogos como "más dañinos" a la hora de hacer política en Galicia.
La Galicia más nacionalista
Según explica Sarrión-Carbonell, "Galicia es un territorio muy nacionalista". Y eso es algo que ha sabido encajar el PP, territorio donde tiene especial sensibilidad nacionalista. "En las elecciones autonómicas durante la campaña electoral, los carteles de Feijóo siempre se centraban en Galicia, no en clave del PP. Y eso es algo muy importante", apunta.
La izquierda está mostrando caos e inestabilidad. El PP, en cambio, a nivel comunicativo vende una gestión solvente, eficaz y, sobre todo, estable"
"En 2020 el PPdeG enfocó la campaña a nivel regional, menos nacional. En el caso de Feijóo, en Galicia era muy potente en un contexto en el que el PP no estaba pasando un buen momento a nivel nacional", argumenta Bayón. Ambos politólogos coinciden en que tener "marca propia" y estar desligados de la política nacional da resultado.
Además, Bayón recuerda que "las elecciones autonómicas gallegas, a diferencia de otras comunidades, se han celebrado de forma desligada o independiente a unas generales", lo que les ha favorecido para mantenerse desligado de la política nacional.
La ruptura de Podemos con Sumar
Sumar y Podemos tienen complicado entrar en el parlamento gallego. Ambas formaciones se enfrentan al popular Alfonso Rueda, quien podría continuar en la línea de Feijóo y volver a alcanzar una mayoría absoluta en la región. También compiten contra el BNG, que lleva años siendo el principal partido de la oposición y cuenta con Ana Pontón, una candidata consolidada en Galicia.
"Podemos tiene como candidata a Isabel Faraldo, que tiene un índice de conocimiento muy bajo. Los gallegos saben cuál es el proyecto del BNG. Si sumas que ya existe un partido con avenencia al propio territorio y que además existe la barrera del 5%, que perjudica mucho a los electores a la hora de pensarse votar a un partido o no por miedo a que se queden fuera de la cámara, además de las disputas que se están produciendo entre Podemos y Sumar, no ayuda para que el electorado decida votar estas opciones. Están mostrando que la izquierda es caos e inestabilidad. El PP, en cambio, a nivel comunicativo vende una gestión solvente, eficaz y, sobre todo, estable", explica Sarrión-Carbonell.
"El desgaste que están mostrando al electorado gallego precisamente no le gusta nada porque es un electorado que siempre busca la certidumbre a la hora de votar. Vivimos un momento diferente al que se vivía en 2013 cuando el electorado buscaba cierto cambio. Cada vez está demandando más estabilidad", concluye el politólogo Sarrión-Carbonell.
Tras la ruptura de Podemos con Sumar y con un candidato socialista que esperaban que suscitara más interés, todas las miradas están puestas en el candidato popular, quien podría revalidar por quinta vez un gobierno del PPdG en la Xunta, y en Ana Pontón, la alternativa que hasta ahora ha sido la más potente.
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