Este 10 de enero de 2024, Pedro Sánchez pudo saborear la hiel durante muchas horas, demasiadas horas. Junts exprimió al límite su capacidad para torturar al Gobierno, para dejarle colgado en el aire hasta el ultimísimo minuto, para dejar bien claro que ellos y su líder, Carles Puigdemont, tienen el control de la legislatura. El presidente sufrió lo indecible para salvar dos de los primeros reales decretos leyes de este nuevo mandato, pero al final salvó el partido a cambio de concesiones de muchísimo peso arrancadas por los posconvergentes. Fue Podemos quien, en su guerra absoluta con Yolanda Díaz, emborronó una jornada de auténtica montaña rusa para el Ejecutivo al tumbar el tercer decreto ley que se sometía a la votación del Congreso, el de la reforma del subsidio de desempleo. Sánchez firmaba así un éxito a medias para el Gobierno, demasiado agridulce, demasiado trabajoso y con el coste de un enorme desgaste.

Los socialistas sabían, cuando conquistaron la investidura de Sánchez, en noviembre, tras durísimas conversaciones con Junts, que esta legislatura que se abría paso sería mucho más compleja que la anterior. Pero, como reconocían distintos dirigentes del partido, y también del PSC, no pensaban que los obstáculos llegarían tan pronto. En el primer gran examen parlamentario, con la votación de tres reales decretos leyes: el de transformación digital y eficiencia procesal de la Justicia —el llamado decreto ómnibus, del que dependía en buena medida la liberación por Bruselas de 10.000 millones de los fondos europeos—, el de mejora del subsidio del paro y el de prórroga parcial del paquete anticrisis. Los tres tenían que pasar la prueba del Congreso este miércoles y los tres llegaron sin los apoyos garantizados. Y su desenlace no se conoció hasta última hora.

En la primera votación del escudo social hubo empate por un diputado de Sumar, pero al repetirse ya sí se llegó al resultado esperado: 172 a favor y 171 en contra

Porque las negociaciones se prolongaron durante todo el día, hasta que expiró el plazo para la votación, obligadamente telemática porque la sesión se celebró en el Senado, dado que el hemiciclo del Congreso está de obras. El acuerdo con Junts llegó totalmente in extremis. Los posconvergentes mantuvieron en vilo al Ejecutivo hasta el absoluto final, solo frenaron antes del último metro hacia el abismo. Sus siete diputados no votaron, lo que en la práctica operó como una abstención, y eso permitió que el decreto ómnibus saliera adelante por 172 síes frente a 171 noes. Por un solo voto. Junts calcó su decisión en las siguientes cuatro votaciones. Pero Podemos hizo estrellarse el decreto de Díaz, el que subía el subsidio por desempleo a los 570 euros en los primeros seis meses, a 540 los seis siguientes y lo mantenía en 480 euros el resto del periodo de cobro. Los morados se unieron a PP, Vox y UPN y tumbaron el texto de Trabajo por 176 votos frente a 167.

En el tercer y último decreto, el que prorrogaba parte del escudo social, con medidas como la extensión de la rebaja del IVA a los alimentos básicos, la revalorización de las pensiones, las bonificaciones al transporte o el alza progresiva de los impuestos de la luz, salió aprobado también. Pero costó. El voto telemático arrojó un empate (171-171), lo que según el reglamento obliga a repetir la votación. Sánchez tuvo suerte, como tuvo también cuando el Congreso convalidó la reforma laboral, en febrero de 2022. Entonces fue un diputado del PP, Alberto Casero, el que se equivocó. Esta vez fue un parlamentario de Sumar, Gerardo Pisarello, el que no pudo votar a partir del tercer decreto. PP y Vox reclamaron que la repetición se hiciera por llamamiento, uno a uno. Una estrategia que se acabó volviendo contra ellos, porque la presidenta del Congreso, Francina Armengol, colocó hábilmente la votación una hora más tarde, con lo que le dio tiempo a Sánchez a llegar hasta el palacio del Senado.

El presidente aterrizó a tiempo en la Cámara alta y los siete diputados de Junts fueron al hemiciclo y votaron, ya sí, abstención. Resultado: 172 a favor, 171 en contra. Salvado el decreto anticrisis. La senda de déficit para el periodo 2024-2026 también salió aprobada. Ocurrió, igualmente, en segunda vuelta, tras un primer empate. Con la fortuna, para Sánchez, de que Junts esta vez optó por el , de tal manera que pudo visualizarse de nuevo el bloque de investidura: 179-171.

"No son capaces de ver más allá de su ombligo"

Cerca de las nueve de la noche concluía un pleno eterno de casi 12 horas en las que el Gobierno transitó emocionalmente desde el fracaso hasta el éxito a medias. Para el presidente, sin embargo, apenas había sombras. Se declaró ante los periodistas "muy satisfecho". "Es un gran día para la mayoría social de este país —sentenció—. Hemos tenido que trabajar duro. Pero creo que bien está lo que bien acaba. Y ha acabado con la revalorización de las pensiones, con la bonificación del transporte público, con la rebaja del IVA de los alimentos, también de la electricidad, del gas, con políticas que benefician a la mayoría social de este país". Sánchez expresó su agradecimiento a los grupos que permitieron la convalidación de los decretos leyes y lanzó "todo el reproche a aquellos que no son capaces de ver más allá de su ombligo y anteponen sus intereses partidistas a los de la mayoría". Sus palabras se dirigían a la "oposición destructiva" del PP, que "de nuevo ha vuelto a fallar a los jubilados de este país".

Somos un Gobierno humilde, muy laborioso, muy trabajador, dialogante, pero con capacidad de acuerdo. Nosotros vamos a buscar para revalorizar las pensiones conforme al IPC votos hasta de debajo de las piedras"

PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO

En las últimas semanas, los socios de investidura han recriminado al Gobierno que abuse de los decretos leyes, que los lleve sin consensuar previamente con ellos y que incluya asuntos muy distintos. Decretos "macedonia", en la descripción gráfica de Míriam Nogueras, la portavoz de Junts. Los socialistas son conscientes de que, dada su evidente precariedad parlamentaria, tienen que cambiar las formas de negociar. De ahí que el presidente ensayara una especie de ejercicio de contrición: "La legislatura y la democracia pluripartidista en la que estamos tiene estos azares —dijo, en referencia al carrusel en que se había convertido un día de infarto—. Tenemos que trabajar y mucho. Somos un Gobierno humilde, muy laborioso, muy trabajador, dialogante, pero con capacidad de acuerdo. Pero lo dije durante la campaña y lo mantengo: nosotros vamos a buscar para revalorizar las pensiones conforme al IPC votos hasta de debajo de las piedras".

Sánchez se refugiaba en las medidas de mayor impacto de los decretos pero rehusó explicar las concesiones a Junts. Es más, igual que los posconvergentes explicaron en una nota qué compromisos habían arrancado al Gobierno, el PSOE no sacó su propio comunicado. Junts contó que se había abstenido tras pactar con el Ejecutivo suprimir el artículo 43 bis de la Ley de Enjuiciamiento Civil que se había incorporado al decreto ómnibus (y que la Moncloa había dicho que era intocable porque lo exigía Bruselas), y que para que los de Puigdemont "ponía en peligro" la aplicación de la amnistía.

Además, el acuerdo recoge, según Junts, que el Ejecutivo traspasará las competencias sobre inmigración a la Generalitat, la publicación inmediata de los datos oficiales para calcular las balanzas fiscales, la reforma de la ley de sociedades de capital para que las empresas puedan volver a Cataluña —no se habla de sanciones—, la bajada del IVA del aceite del 5% actual al 0%, la multiplicación por cinco de los recursos previstos para la digitalización de la administración de Justicia y la asunción de la "totalidad" de los descuentos y bonificaciones al transporte público. Este último punto fue matizado por fuentes de Hacienda: lo pactado es que el Estado asuma el 30% de la bonificación "con independencia de que CCAA y ayuntamientos asuman el 20% restante".

El presidente promete recuperar el decreto derogado, pero no da fechas para su nueva aprobación

Concesiones, por tanto, más numerosas y amplias que las que se habían discutido públicamente. El presidente ni se detuvo en ellas para seguir golpeando al PP: la pregunta, dijo, es "para qué están en política ellos". "¿Para ilegalizar partidos políticos?", atacó, refiriéndose a la propuesta, luego matizada por Alberto Núñez Feijóo, de disolver a los partidos que promuevan declaraciones de independencia o un referéndum ilegal.

Sánchez evitó también cargar contra Podemos: "Es algo que ellos tendrán que valorar. Era un decreto que planteaba un aumento de la cobertura en la prestación por desempleo a muchísimos parados, pero a ellos les quiero trasladar la garantía de que el Gobierno va a volver a plantear a las Cortes una medida justa y necesaria". El jefe del Ejecutivo no se comprometía con ninguna fecha. La caída del decreto tampoco genera una distorsión tan grave como la que habría provocado la derogación del escudo social, por el mayor impacto social de este y porque a fin de cuentas gran parte del texto impulsado por Trabajo no entraba en vigor hasta el 1 de junio de 2024, por lo que hay tiempo aún para reparar el roto.

Negociaciones constantes

La jornada comenzó sombría. A las nueve de la mañana, el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, hilaba desde la tribuna de oradores del Senado un discurso que destilaba dramatismo. "Cada persona que nos está viendo o escuchando se está jugando mucho en esta votación y espera mucho de ustedes. Sabe que si ustedes hoy fallan, señorías, mañana sube la factura de la luz, su pensión mañana baja, deja de acceder gratuitamente al transporte público y tiene que gastar más en el supermercado para llenar el frigorífico [...]. Están aquí para hacer el bien a quienes les votaron y no para perjudicarles con politiquerías que nadie entiende". Los de Junts no emplearon su turno en los dos primeros decretos y en la discusión del tercero su portavoz, Míriam Nogueras, daba a entender que mantenían su no, sin explicitar su sentido final del voto.

Hasta que Armengol anunció los resultados, la sensación era de pesimismo: se esperaba una triple derrota del Ejecutivo

Y no lo hacía porque mientras seguía el pleno, continuaban las negociaciones. Pilotadas por Bolaños, María Jesús Montero —la número dos del Gobierno y del PSOE— y Santos Cerdán —secretario de Organización del partido e interlocutor principal con Junts—. Salían y entraban del hemiciclo, se refugiaban en salas del Senado fuera de la vista de los periodistas. Y se les vio demudados abandonar el salón de plenos a media tarde. Reinaba un ambiente pesimista. Poco antes de que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, anunciara los resultados, a eso de las 17.54, en la bancada de la izquierda se presentía que Junts había votado en contra en los tres decretos, por lo que la derrota sería triple. Lo decían los diputados del PSOE en privado y hasta Íñigo Errejón, de Sumar, deslizaba públicamente a los medios que la triple votación estaba perdida. Pero ni los posconvergentes ni el Gobierno confirmaban nada. Tras la sesión, tanto el Ejecutivo como Junts señalaban que el acuerdo se acabó de cerrar absolutamente in extremis. Y los máximos colaboradores admitían que no tenían muy claro cómo los de Puigdemont iban a materializar su viraje. Todo fue sobre la bocina. De infarto. Junts mantuvo en vilo al Gobierno hasta el último segundo.

Que el decreto de Díaz caía se supo algo antes. Podemos había advertido días atrás que votaría en contra si no se corregía en el texto el "recorte" de las cotizaciones a la jubilación para los mayores de 52 años que cobren el subsidio de desempleo. Y se quejaban de que Trabajo no se había movido. El martes, el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafa Simancas, pidió el a la responsable de Organización de los morados, Lilith Verstrynge. Ya con el pleno en marcha, el PSOE, a través de Simancas y Bolaños, cerraron un acuerdo con Podemos para suspender los desahucios hipotecarios durante cuatro años a cambio de su apoyo al escudo social.

Podemos se quejó de que Trabajo no se movió hasta última hora, mientras en Sumar acusan a los morados de no haber querido pactar

El no al decreto de Díaz seguía, sin embargo, firme. A las 14.25, cinco minutos antes de que Podemos se dispusiera a votar telemáticamente, Trabajo, hizo un último movimiento: convocó a la formación de Ione Belarra para una reunión, para comunicarle que se abría a aceptar la enmienda, pese a estar en desacuerdo con ella. Podemos rechazó la cita porque interpretó que no estaban garantizados ni los apoyos. Rompió la baraja y se atrevió con una maniobra hasta ahora nunca dada: unirse a PP y Vox y hacer decaer una iniciativa del Gobierno del que ellos mismos formaban parte hasta el pasado noviembre. "Nosotros no nos hemos equivocado de trinchera ni de enemigos", reprendía Bildu a los de Belarra desde la tribuna. Y es que ni ellos ni ERC apreciaban un recorte en el decreto de Trabajo.

El papel de la vicepresidenta segunda

Era difícil no ver en Podemos una respuesta, una venganza, a la decisión de Díaz de sacar a los morados del Ejecutivo. En el equipo de Belarra, no obstante, acusan a la vicepresidenta de no haberse movido y de no haber negociado como el PSOE, que "cerró su pacto bien y por escrito". Sumar, en cambio, insiste en que lo problemático era lo que proponía Podemos, porque el decreto no contiene "recortes para los mayores de 52 años". "Su propuesta desajusta el mercado laboral porque no puede pasar que quien no trabaje y cobre el subsidio cotice más que aquellos que sí están trabajando. Si se quiere, hay tiempo, pero si la decisión está tomada, no. Les estuvimos escribiendo desde las ocho de la mañana, cuando todo apuntaba al no de Junts", explicaban. "Si uno vota con Vox para que los parados no perciban casi 600 euros al mes y no ampliemos los colectivos beneficiados se hace eco de un planteamiento político de la extrema derecha", protestó airada Díaz en Onda Cero.

El viacrucis del Ejecutivo preludia un mandato aún más complejo e inestable de lo previsto

Los socialistas migraron de la depresión a la euforia. Al final del pleno, aplausos y abrazos. Sánchez se colgaba otra medalla. Otra página más de su Manual de resistencia. Y entre los suyos cundía una sensación también de cierta victoria frente a la vicepresidenta segunda. Ellos habían logrado doblegar a Junts, y ella había "perdido", sin domar su propio espacio. En el PSOE y en el PSC se escuchan entre bambalinas reproches a Díaz por no saber manejar a Podemos. Y eso es un problema objetivo para la coalición.

Aún es pronto para ver el impacto de esta jornada de auténtica locura. Hay dirigentes muy cercanos a Sánchez que creen que hay que poner luces largas, pensar cómo Junts está virando, que a pesar de sus patadas en la espinilla se mantiene del lado del Gobierno y hace su viaje. Pero el viacrucis sufrido por el Ejecutivo en los últimos días preludia una legislatura aún más compleja e inestable de lo previsto, un calvario que quizá obligue a recalcular la hoja de ruta para evitar más conmociones y días al límite. Y, mientras, la herida de la ruptura de Podemos y Sumar sigue sangrando.