Las preguntas surgen pronto, casi al mismo tiempo que las dudas. Fluyen a medida que los hijos crecen y cada vez con más la alerta más activa. Cada etapa tiene sus miedos y cada edad sus retos. Tiempo atrás una de las ‘amenazas’ que sobrevolaba en las familias al abordar la educación de los menores era la televisión: cuánto, cuándo, a quién y qué dejarles ver. Después lo fue la llegada de Internet, aquella autopista de la información desconocida llena de oportunidades. Pronto se vio que también de riesgos. En los últimos años la evolución de la tecnología, de los soportes y de las aplicaciones ha expandido el mundo virtual a una velocidad trepidante, en muchos casos difícil de asimilar. Más aún para los padres de la era analógica, pero no sólo.
Internet y todo lo que le rodea se ha convertido en una gran plaza pública a la que todos estamos expuestos. En ella conviven jóvenes y mayores, emprendedores y estafadores, iniciativas sociales, de entretenimiento o de puro exhibicionismo, con tramas oscuras, de abusos y de delincuentes ocultos en el lado más negro del escaparate virtual. Aprender a convivir con este mundo, con esta realidad paralela, a interactuar de modo adecuado y a detectar oportunidades y esquivar amenazas es una asignatura que los más pequeños pronto deberían comenzar a cursar.
Hoy es una necesidad casi irrenunciable. Quedarse fuera, además de difícil, también tendría sus consecuencias. Es en esta ‘plaza virtual’ donde, en gran medida, niños y adolescentes construirán una parte cada vez más importante de su identidad, donde contrastarán dudas, conocerán gente, se exhibirán y, probablemente, correrán riesgos que no siempre sepan identificar. Entre los padres la lista de preguntas es larga: ¿a qué edad debo darle un móvil? ¿debo controlar y filtrar el contenido al que accede?, ¿hasta cuándo? ¿cómo actúo en caso de ‘ciberbullyng’? ¿debo permitirle cuentas en redes sociales? ¿qué contenidos no son apropiados a su edad? ¿qué es el ‘grooming’? ¿Y el ‘phishing’?
Orientar a los más pequeños a conocer y desenvolverse de modo adecuado por este entorno es un reto complejo para padres y madres. Un mundo en el que se saben seguros ante el desconocimiento de los más pequeños pero cuyo control, contexto y camino pronto se debilita cuando los hijos crecen y les superan, en la mayoría de los casos, en el conocimiento de Internet y su mundo. El Gobierno vasco ha editado seis guías con pautas para un uso seguro de la Red. Guías clasificadas por edades, adecuadas a su momento de desarrollo vital y social, y que aportan directrices para acompañar en ese camino de acceso a las TRIC -Tecnologías de la Relación, Información y Comunicación- desde los primeros años de vida.
0 a 3 años. Un uso 'residual' de pantallas
¿Cómo son a esta edad? Comienzan a interactuar con sus iguales, se inicia su independencia emocional y social. Por ahora, imitan a sus padres. Su capacidad de atención , sus habilidades sociales y su personalidad está en su primera fase de desarrollo. Por ello es importante comenzar a cuidar su relación con las TRIC.
Relación con las pantallas. En los lactantes es desaconsejable, mejor fomentar su actividad física y juegos interactivos. Entre los 2 y 3 años el tiempo diario frente a una pantalla no debería superar una hora. Las nuevas tecnologías deben tener una presencia residual en sus vidas. Por el momento no les educan, ni les aportan conocimiento, fundamentalmente sólo les entretienen. Mejor agotar otras alternativas no tecnológicas.
Riesgos. Un exceso en el uso de las tecnologías a esta edad limita la relación con los padres, puede derivar en una dependencia como elemento para ‘calmar’ a los niños y complica el aprendizaje en la gestión de los tiempos, afecta a su capacidad de atención y gestión de la frustración. Además, se acostumbra a los niños a estímulos potentes y rápidos que no se dan en el mundo real.
4 a 6 años. No más de una hora al día.
¿Cómo son a esta edad? Comienzan a comunicar estados de ánimo, deseos y necesidades. Comprenden su identidad sexual. Sus cuidadores, padres y profesores son sus referentes. Están más abiertos a compartir y reconocer emociones y sentimientos. Les gusta asumir responsabilidades. También ser el centro de atención. Hay que evitar la sobreprotección, dejarles libertad para investigar y probar. Evite elogiar en exceso, provocará frustración cuando no logren sus objetivos.
Relación con las pantallas. A esta edad la OMS recomienda que no se pase más de una hora diaria ante una pantalla. Es importante fijar un tiempo de uso y avisar diez minutos antes de que este se agote. Después, retirar el dispositivo. Predicar con el ejemplo siempre funciona. Un uso excesivo afectará su desarrollo cognitivo, su capacidad de exploración física y sensorial. Puede limitar su capacidad para regular sus emociones, por eso es un error recurrir a los dispositivos para ‘calmar un berrinche’. Las habilidades sociales pueden no desarrollarse correctamente por un uso excesivo de pantallas. También puede afectar a la calidad del sueño, derivar en sedentarismo y debilitar el vínculo familiar, aislarse.
Gestión de contenidos inapropiados. Pueden acceder a ellos por error o no. Aunque aún con menor intensidad, el riesgo de impacto emocional, psicológico o de desinformación ya está presente. Pueden ser manipulados, adquirir falsas creencias o caer en foros de contenido arriesgado, como los desajustes alimentarios, los grupos extremistas o similares. En caso de detectar el acceso a estos contenidos se debe mantener la calma. Conocer si ha sido por error o buscado. Es fundamental no hacerles sentir culpables y reforzar la confianza y la comunicación. Se deben denunciar los contenidos especialmente inapropiados o de riesgo en caso de detectarlos.
7 a 9 años. Se dispara el interés.
¿Cómo son a esta edad? Es la transición de la infancia a la adolescencia. Su comportamiento se ajusta ya a las normas sociales. Los padres son aún referentes pero empiezan a cuestionar sus normas. Crece la necesidad de relacionarse con los iguales, la presión de los otros y la imagen corporal gana importancia. Se debe reforzar el espacio de confianza y diálogo, los menores se deben sentir libres para hablar de ‘sus cosas’ con los padres. Se debe empezar a trabajar la empatía, a modular las reacciones y a reforzar el respeto a los demás. Es importante establecer límites y normas familiares.
Relación con las pantallas. Muestran interés por todos los dispositivos. Aún carecen de capacidad para gestionarlos de modo seguro. No se aconseja que tengan su propio teléfono o dispositivo. Por el momento el uso se debería limitar a dispositivos familiares y siempre en un espacio compartido y supervisado y bajo control parental. A esta edad los videojuegos pueden provocar aislamiento y adicción. Existe un riesgo con el modo ‘multijugador’. El contenido también debe ser supervisado y apropiado a su edad. Comienzan a mostrar interés por las redes sociales. Los 'influencers' tienen una gran influencia en ellos y pueden provocar un efecto imitación. Es importante fomentar en ellos referentes positivos en los que fijarse.
Riesgos. A esta edad se puede producir un aumento excesivo en el uso de tecnología. Con ello se eleva el desplazamiento del interés por otras actividades. También puede afectar a cambios en la manifestación de las emociones, los hábitos y rutinas diarias. Existe riesgo de aislarse, de incrementar la irritabilidad. Se debería limitar el tiempo de uso, fomentar otras alternativas y momentos sociales de ocio y tiempo libre.
10 a 12 años. Reglas claras.
¿Cómo son a esta edad? Comienza la adolescencia y su personalidad se empieza a consolidar. Buscan socializar. Son conscientes de su imagen y de cómo son percibidos en su entorno. Una de sus prioridades es pertenecer a un grupo. Buscan sus primeros confidentes entre sus iguales, por lo que es aconsejable fomentar la amistad. Es el momento de afianzar la relación de confianza y diálogo con los padres, que sientan que son escuchados y respetados. Se debe hablar con confianza sobre sus amistades, sus preocupaciones, sus rutinas. Es una edad adecuada para trabajar el espíritu crítico y fomentar la responsabilidad de sus actos y obligaciones.
Relación con las pantallas. Muestra gran interés por las TRIC. Las utilizan con frecuencia y desean formar parte de las redes sociales. Aún no es la edad para que tengan un teléfono móvil pero sí para estar informados de los riesgos que existen en Internet. Para estar localizados existen opciones como los 'smartwach' (relojes) vinculados al teléfono de un adulto. Aún se les debe controlar el tiempo que pasan ante las pantallas, controlar los contenidos y revisar las aplicaciones y juegos. Deben tener reglas claras de utilización de las pantallas. Existen contratos que regulan el uso al que se comprometen a hacer.
Riesgos. El acceso a la pornografía es una realidad a estas edades. En ocasiones de modo accidental, en otras, movido por la curiosidad. En caso de descubrirlo se aconseja abordarlo con calma, conocer si es la primera vez o no y formarles sobre los efectos negativos y riesgos. Es importante transmitir el especial cuidado que requiere su intimidad sexual y el riesgo de compartirla a través de las redes sociales.
13 a 15 años. Mi primer móvil.
¿Cómo son a esta edad? Es una edad difícil, en la que prima cierto desorden en el manejo de las emociones. Aparece con frecuencia y de modo inesperado la irritabilidad, el entusiasmo intempestivo, la inseguridad, la timidez o la tristeza. Comienza cierto distanciamiento de la familia y crece la influencia de sus iguales. Toman decisiones siguiendo sus criterios y las responsabilidades establecidas en familia se debilitan. Se debe reforzar la empatía hacia ellos, escucharles, y pactar acuerdos sin caer en la negación sistemática
Relación con las pantallas. A esta edad la mayoría ya tiene teléfono móvil. Navegan libremente. Se aconseja otorgar una mayor libertad, aunque con límites, en buscar de vivir nuevas experiencias, equivocarse y aprender del error. El riesgo de caer en cierta adicción de uso se incrementa. Se debe evitar la permisividad excesiva en el uso de las TRIC.
Riesgos. Están expuestos a realidades del mundo on line como las apuestas, comportamientos relacionados con aspectos sexuales, suplantación de identidad o de riesgos como el ciberacoso, el ‘sexting’ (Compartir imágenes sexuales), el ‘Grooming’ (ganarse la confianza de un menor con fines sexuales), el ‘Phishing’ (estaba para recabar datos) o el ‘Fraping’ (tomar el control de redes sociales ajenas).
16 a 18 años. Libres del control parental.
¿Cómo son a esta edad? Es una etapa en la que las relaciones afectivas y la sexualidad adquieren gran protagonismo. Su capacidad para dar muestras de afecto y compartir aumenta y sus relaciones se vuelven más íntimas. Disminuye el tiempo que pasan con los padres pero también los conflictos en el entorno familiar. Justifican y argumentan mejor sus decisiones y detectan más fácilmente lo correcto y lo incorrecto. Muestran más preocupación por sus estudios, por sus planes de futuro y aprenden hábitos de trabajo más definidos.
Relación con las pantallas. Se enfrentan a un entorno en el que aparecen situaciones de mayor riesgo. A esta edad están libres de los controles parentales y manejan las nuevas tecnologías con plena autonomía. Pero, de vez en cuando, conviene recordarles unas pautas básicas y de seguridad en el uso de las TICS.
Riesgos. La violencia género es uno de ellos. Las actitudes machistas a través de las redes sociales son cada vez más numerosas y tienen el peligro de relativizarse. Se enfrentan a las ‘fake news’, ante las que se les debe formar para identificarlas, enseñarles a contrastar y a buscar fuentes de información adecuadas. Ante las compras online deben conocer los peligros y posibles fraudes. Irrumpen con fuerza los riesgos derivados de la inteligencia artificial.
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hace 10 meses
Como he dicho en alguna otra ocasión, tengo dos hijas (dos años y medio y 9 meses) y aún no han visto una pantalla (quiero decir, que no se les ha dejado una para «calmarse» o estar tranquilas).
Es muy duro si, pero hay alternativas mucho más sanas y enriquecedoras, y es una manera de que conozcan la existencia de límites y el tema de la frustación y no ese estímulo inmediato.
Como bien dice el artículo, del que estoy 100% » … crean dependencia como elemento para ‘calmar’ a los niños y complica el aprendizaje en la gestión de los tiempos, afecta a su capacidad de atención y gestión de la frustración. Además, se acostumbra a los niños a estímulos potentes y rápidos que no se dan en el mundo real.»
Me da pena ver a niños de menos de 2 años (incluso algo mayores) absortos viendo unos dibujos en un móvil o tablet en un parque infantil o restaurante