Asegura que conoce bien a los espías, “he conocido bastantes”. Dice que los trató durante sus años como intérprete en la ONU, en New York, en Ginebra y Viena, y que no se parecen a los que muestran las películas: “Enseguida te dicen ‘¡hola, soy espía!”. Duda de su eficacia en un mundo como el actual en el que todo se sabe a través de los medios de comunicación y las redes sociales y que ha dejado a los servicios secretos como un cuerpo para que “los espías de un país terminen luchando contra lo de otros, pero poco más”. Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) retrata esta figura en su última novela, Tres enigmas para la organización. Lo hace desde el humor y la parodia y situando la historia en su ciudad, Barcelona.

En ella no hay rastro del pulso político y social actual de Cataluña. Ni siquiera de la supuesta trama rusa, con espías y todo, que investiga la Justicia en el contexto del procés. Mendoza concibe sus novelas como un mundo aparte, al margen de la política y la actualidad, y sólo si la historia lo aconseja la incluye. El veterano escritor no rehúye el análisis de la actualidad si se le pregunta. Lo hace para El Independiente en un receso de su gira para presentar el último trabajo.   

A sus 80 años, Mendoza afirma que es partidario de intentar que “las cosas vuelvan a su cauce” en Cataluña. Si para ello se deben aplicar medidas como la amnistía lo ve bien. Lamenta que quienes se oponen a ella son quienes “les parece bien que siga habiendo lío”. “Los que están en contra de la amnistía no están en Cataluña”, afirma.

Pregunta.- ¿Cuál es la fotografía que haría de la España actual?

Respuesta.- Yo no tengo información privilegiada, sé lo que leo, veo y oigo. Me preocupa la tensión, la crispación, porque creo que debe responder a un mal que no sabemos cuál es, que nadie nos ha sabido diagnosticar. Por eso estamos dispuestos a saltar al cuello los unos contra los otros por motivos muy tontos.

P.- El campo de juego de la disputa política ya no se respeta como hace unos años. Menos aún con Cataluña, que vuelve a estar en el foco. La pugna política en la que estamos inmersos, ¿le inquieta?

R.- Sí, Cataluña está siempre en el foco. Hay un conflicto latente que siempre sale. Pero también se utiliza como pretexto para otros enfrentamientos. Quiero pensar que estas reglas que supuestamente antes se respetaban era porque no había un público tan extenso. Ahora cualquier cosa está en los medios continuamente y obliga a una sobreactuación. Cuando los políticos estaban en su parlamento y sólo existía la crónica parlamentaria todos se comportaban con más moderación que ahora con las redes sociales.

P.- ¿Cree que principios como la verdad o la mentira han cambiado?

R.- No, creo que no. Si leemos a Tucídides veremos que en la antigua Grecia ya estaba la cosa igual. El género humano es como es. Como no tenemos elementos de comparación con otras civilizaciones superiores o inferiores hemos de aceptarlo como es. Siempre ha habido esto, sólo que ahora se manifiesta de otras maneras.

P.- Y ¿el concepto de perdón? Se lo digo por el contexto de amnistía e indulto que sobrevuela la acción política.

R.- Yo soy partidario de solucionar las cosas. Si una amnistía contribuye a que las cosas vuelvan a la normalidad me parece estupendo. Los que están en contra de la amnistía no están en Cataluña, les parece bien que siga habiendo lío. Los que estamos dentro nos gustaría que las cosas volvieran a su cauce.

P.- ¿Y la amnistía contribuiría a ellos?

R.- Podría intentar contribuir.  

P.- En sus novelas, ¿cabe el análisis político?

R.- Una novela es un mundo aparte. Si por ella pasa la política, bien está, pero no hay que ir a buscarla. Si he intervenido en asuntos de actualidad lo he hecho en periódicos, en algún libro, pero la novela hay que dejar que fluya. Cuanta menos intención, más cosas se cuentan. Es mejor hacer una fotografía apretando el botón. Así salen más cosas que si vas con el objetivo buscando elementos para la novela.