Simplemente, nunca había sucedido. Jamás ningún dirigente de su estrecha confianza había librado un pulso de este calibre. Jamás había tenido que enfrentar Pedro Sánchez un envite tan potente, y menos en un momento de máxima fragilidad política. Pero ha ocurrido. José Luis Ábalos, su secretario de Organización durante cuatro años, su primer ministro de Transportes, un auténtico peso pesado del Ejecutivo y del partido, le reta. Le desafía a las claras. Quedan pocas horas para que venza el ultimátum dado por la dirección federal "por unanimidad" y el ex número tres del PSOE no ha entregado aún su acta de diputado en el Congreso. En Ferraz y en el partido esperan que lo haga, aunque sea en el último minuto, pero el solo hecho de que mantenga en vilo a Ferraz y a sus compañeros durante horas, sin dar su brazo a torcer, sin plegarse al taxativo mandato del presidente del Gobierno, es toda una señal. Ábalos puede acabar yéndose, renunciar a su escaño, pero quiere evidenciar que no comparte la decisión. O puede agravar la crisis desatada por el caso Koldo y retener su acta, lo que abocaría al PSOE a pisar terreno desconocido: la cúpula se vería obligada a echar del grupo parlamentario a quien ha sido casi todo en el partido y tendría que resignarse a convivir con él en el Mixto. Un escenario diabólico. "Inimaginable" para muchos dirigentes.
Todos en el PSOE miran hacia él. Hacia Ábalos. Un cargo veteranísimo, un fontanero bregado en mil batallas orgánicas, un hombre hasta ahora apreciado por las bases y sus compañeros. Desde el sábado, desde su entrevista en La Sexta —que para algunos cuadros solo contribuyó a tensar más la interlocución con Ferraz—, guarda silencio público y se reserva sus cartas. Solo hizo un gesto que supo a paso insuficiente para la dirección: hacia las tres de la tarde de ayer lunes, dimitió como presidente de la Comisión de Interior del Congreso, un puesto del que la cúpula le podía apear de todas formas y que le supone perder un complemento mensual de 1.598,13 euros.
Si Ábalos no dejara su escaño, sería apartado del Grupo Socialista y pasaría al Mixto. La dirección advierte de que los siguientes pasos están más que pensados
Lo que Ferraz le exige es otra cosa: quiere que deje su escaño, y antes de este martes a mediodía. Una medida más radical y que desborda todas las previsiones del código ético del partido. Lo decidió la comisión ejecutiva federal reunida a primera hora y sin la presencia de Sánchez, que inauguraba con el Rey el Mobile World Congress en Barcelona. María Jesús Montero, la vicesecretaria general y vicepresidenta primera del Gobierno, y Santos Cerdán, el secretario de Organización, expusieron a los miembros de la dirección que, por "responsabilidad política", Ábalos debía renunciar a su acta, y hacerlo en 24 horas, y anunciaron que el grupo promovería la apertura de una comisión de investigación en el Congreso para revisar las contrataciones de material sanitario en plena pandemia de todas las administraciones públicas, empezando por el caso Koldo. Los miembros de la ejecutiva respondieron "todos a una y con una claridad compartida", según indicaba a este diario una de sus integrantes.
Al concluir la reunión, daba cuenta de la decisión a los medios la portavoz, Esther Peña. Sin paños calientes, sin prolegómenos. Ella misma anunciaba de entrada el acuerdo de la cúpula. "Sabemos que Ábalos no está investigado, ni señalado, ni imputado, ni su nombre figura en la investigación. No nos erigimos en jueces, no somos fiscales, no juzgamos, pero a pesar de todo la comisión ejecutiva federal considera que sí existe una responsabilidad política. Por ello esperamos que la entrega del acta se produzca en las próximas 24 horas". Peña insistió en que la dirección no tenía duda de que Ábalos, que es pura "ortodoxia" de partido, cumpliría el mandato de Ferraz. Porque no se trataba de una orden del responsable de Organización, de Cerdán, sino de un acuerdo de la dirección, con todo el peso orgánico que ello supone. El mandato era claro, diáfano: abandonar el escaño por Valencia conseguido en las últimas elecciones generales, las del 23-J.
Los miembros de la cúpula respondieron "todos a una y con una claridad compartida", indica una de sus integrantes
El exministro, sin embargo, dio muestras de seguir aguantando la presión. El viernes, a las pocas horas de que se levantase el secreto del sumario del caso Koldo, Montero, desde Cádiz, le enseñó la puerta de salida —"Yo sé lo que yo haría"—, y él no cedió. Pero el sábado quien le señaló fue el propio Sánchez, al advertir que su partido será "implacable" con la corrupción, "caiga quien caiga". Ábalos dijo en La Sexta que no se sentía aludido, porque no está implicado ni apuntado por la querella criminal de la Fiscalía por el caso Koldo. El domingo, la portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría, insistía en la "tolerancia cero". Pero el ex número tres no cedió.
No como "tributo" a la derecha
Ábalos, en sus entrevistas de este fin de semana en La Sexta y horas antes en El País, dejaba traslucir que quería negociar una salida con la dirección. Estaba dispuesto a irse, siempre que no sirviese como "tributo" a la derecha, para "ejemplarizar la vida pública". Pero el ultimátum lanzado este lunes por la cúpula era la evidencia de que no se había llegado a ningún tipo de acuerdo. Así lo reconocían desde Ferraz: no estaba nada "pactado". "Primero, que deje el acta, y luego hablamos", señalaban categóricos en el cuartel general, donde no querían hablar de compensaciones económicas o de cargos futuros. Y menos de listas electorales: la opción de que el extitular de Transportes, como se especulaba antes del estallido de la operación Delorme, integrase la candidatura europea era ya, sencillamente, inviable.
En el partido se apunta que Ábalos no quiere perder el aforamiento y también que pesa en él su delicada situación familiar y personal
Las horas fueron pasando y Ábalos no daba síntomas de debilidad, más allá de ese gesto de dimitir como presidente de la Comisión de Interior del Congreso. Pero, ¿por qué no renunciaba? La pregunta no tenía fácil respuesta. Para algunos dirigentes que le conocen bien, y para miembros del Ejecutivo, el exministro se resiste porque no quiere perder el aforamiento ante el Tribunal Supremo, ya que al ceder el acta podría ser imputado por la Audiencia Nacional, que es la que lleva el caso Koldo.
Pero otros cargos aprecian que en Ábalos, que en diciembre cumplirá 65 años, pesa, y mucho, su delicada situación familiar y personal. Como él mismo hizo constar en su declaración de bienes en agosto del año pasado, al acceder a su escaño, pasa una pensión alimenticia a sus hijos de 1.500 euros al mes, tenía pendientes de pago tres créditos hipotecarios por valor de 140.927 euros y un saldo en sus cuentas corrientes de poco más de 16.000 euros. De renunciar a su escaño, el exministro tendría derecho a la cesantía (una mensualidad de la asignación constitucional por cada año de parlamentario, hasta un máximo de 24 meses) por su condición de diputado de manera casi ininterrumpida desde 2009, a lo largo de siete legislaturas. "Creo que en la vida uno siempre se puede defender de forma honrada fuera de la política. En último caso cabe la jubilación", apuntaba un veterano dirigente, consternado por una situación que no para de enredarse internamente y que está devorando estos días a un PSOE que no había podido levantar cabeza tras la enorme conmoción de la debacle electoral en Galicia. "Cuanto más te obstinas, más difícil lo pones todo para que te encuentren una salida", razonaban también desde la Moncloa.
Lo cierto es que el partido vive con angustia estas horas críticas. Nunca nadie se había atrevido a desafiar a Sánchez desde que arrolló a Susana Díaz en las primarias de 2017. Una durísima contienda interna en la que el hoy presidente se ayudó de José Luis Ábalos —entonces secretario provincial en Valencia— y de Adriana Lastra, cuando la aristocracia del partido y los grandes aparatos le habían dado la espalda.
Ábalos fue uno de los dirigentes que ayudó a Sánchez en su reconquista del trono de Ferraz en 2017, y recibió entonces las riendas de Organización. Hasta ahora, ningún dirigente había desafiado al líder
El dirigente valenciano se convirtió en una pieza imprescindible de aquella etapa, y Sánchez le recompensó con Organización, el área más potente de cualquier cúpula del PSOE. Fue en ese momento cuando Koldo García, a quien había traído desde Navarra Santos Cerdán, cuando comenzó a trabar una relación estrecha con Ábalos. Era su chófer, y cuando él dio el salto a Fomento —luego Transportes—, se lo llevó con él como asesor y lo promocionó como consejero de Renfe Mercancías y Puertos del Estado. García, según los investigadores, fue el conseguidor de la red, el que propició que las empresas de la presunta trama corrupta se hicieran en lo peor de la pandemia, en 2020, con adjudicaciones del Ministerio de Transportes y de Interior, y también de los gobiernos de Baleares y Canarias, entonces controlados por los socialistas, por valor de 53 millones de euros. Ábalos sí ha reconocido que recibió múltiples advertencias de las formas de su asesor, pero confió en él y nunca pensó que estaba cobrando mordidas a sus espaldas. En su partido, sin embargo, creen que la responsabilidad política es inequívoca y que debe pagar por ella.
Un cortafuegos frente a la enorme presión de la derecha
Sánchez quiere levantar un cortafuegos, cortar por lo sano. De ahí que reclame la cabeza de Ábalos y mandara a los suyos pedir una comisión de investigación sobre las compras de material sanitario durante la pandemia. También para disponer de una plataforma desde la que arrear a la oposición y revivir el caso de las mascarillas de la Comunidad de Madrid, por las comisiones cobradas por el hermano de la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, aunque la causa quedó archivada en los tribunales. Pero lo que no está tan claro es que baste, porque la presión del PP es cada día mayor y ya habla del caso Sánchez. Los populares, de hecho, recelan de la comisión que arrancará en el Congreso y montarán la suya propia en el Senado, donde disfrutan de mayoría absoluta.
El partido pasa a la ofensiva con una comisión de investigación en el Congreso. Para algunos dirigentes, es "inimaginable" que Ábalos pase al Mixto
En la mañana de este 27 de febrero tiene que haber un desenlace. De un modo o de otro. Si Ábalos renuncia finalmente su escaño, habrá aguantado el pulso hasta el final, pero el partido respirará aliviado. Pero, si no lo hace, el terremoto será mayor. Fuentes de Ferraz advertían este lunes de que cuando la ejecutiva adopta una medida de tal envergadura, la de pedir el escaño a quien fuera secretario de Organización del partido, tiene pensados los siguientes itinerarios. Los siguientes pasos. Parece evidente que, si Ábalos retiene su acta, Ferraz le apartará del Grupo Socialista y él pasará al Mixto, una escena que en el PSOE se ve como dantesca como "terriblemente dura", como "inimaginable". Y podría suspenderle de militancia. Dar de baja a quien ha sido, ni más ni menos, que jefe del aparato federal durante cuatro años.
En el PSOE imperaba la cautela en estas últimas horas de descuento. Los distintos cargos consultados confiaban en que Ábalos ceda, aunque apure hasta el último momento. Porque, de lo contrario, la crisis escalará en un momento terriblemente delicado para el Gobierno y para Sánchez, tras el batacazo de las gallegas, a dos meses de las elecciones vascas y a cuatro de las europeas y con la ley de amnistía aún abierta. Una escena más que sombría cuando se acaban de cumplir los primeros 100 días del actual Ejecutivo.
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