El impacto emocional era insondable. El latigazo que dejó en el PSOE la negativa de José Luis Ábalos a renunciar a su escaño de diputado en el Congreso y su paso al Grupo Mixto era brutal. Inesperado. El sentimiento entre los que habían sido hasta este mismo martes sus compañeros de escaño era de estupefacción, de indignación y cabreo en algunos casos. De auténtico desgarro, porque quien había desobedecido la decisión de un órgano de dirección, quien había desafiado abiertamente al secretario general y presidente del Gobierno, con gruesos reproches, era un dirigente como él, como Ábalos, un exsecretario de Organización que había acumulado más de 40 años de militancia en el partido. Uno de los capitanes del PSOE, apreciado por la militancia y los cuadros, que conoce perfectamente los engranajes de su formación. "Esto nos hunde", ilustraba con pesar uno de los miembros de la cúpula. Y la pregunta que se extendía puertas para dentro era por qué. Varios responsables encontraban que la razón primera era la preservación del escudo judicial: el aforamiento, para poder ganar tiempo.
El PSOE ya venía de sufrir la conmoción de las elecciones gallegas del 18-F, la tensión por la atribulada tramitación de la ley de amnistía, la precariedad parlamentaria del Gobierno. Pero el shock por el pulso librado por Ábalos a Pedro Sánchez, a quien ayudó a reconquistar el trono de Ferraz en 2017, era mayúsculo. Un golpe sobre todo en las entrañas del partido, en su piel, en su ser. Como señalaban varios diputados socialistas en los pasillos del Congreso, Ábalos no era un diputado cualquiera. Un secretario de Organización en el PSOE es una vaca sagrada, el fontanero que cubre las espaldas del jefe, que se ocupa de la relación con las federaciones, que decide listas, ascensos, caídas, que amasa un poder inmenso y que conoce —que está obligado a conocer— todos los rincones de la formación. "Ministros hay muchos, pero secretarios de Organización hay uno solo por cada mandato", glosaba un parlamentario.
No habrá ni un militante al que esto le haya sentado bien. Esto nos hunde anímicamente", señala un alto mando de la cúpula parlamentaria
Por eso lo que ocurría este martes no era comparable a ningún capítulo anterior de indisciplina de ningún parlamentario. Nunca había ocurrido, sencillamente. Un exjefe del aparato, un ex número tres, un hombre que gozó de la máxima confianza del líder, se atrevía a desafiarle y a desobedecer su directriz clara, la de abandonar su acta por su "responsabilidad política" en el caso Koldo. Ábalos se aferró a su escaño, solicitó su paso al Mixto —de no haberlo hecho por sí mismo, la dirección estaba preparada para echarlo del Grupo Socialista— y, automáticamente, Ferraz le abrió expediente disciplinario y le suspendió cautelarmente de militancia, un trámite que seguramente acabará en expulsión.
Este 27 de febrero de 2024 que ya ha pasado a la historia de la política española y del socialismo, esta jornada de "dolor y tristeza" para el partido del Gobierno, como reconoció el portavoz parlamentario, Patxi López, comenzó con muchos nubarrones. El reloj avanzaba y Ábalos no había registrado la renuncia a su escaño, como le había exigido la dirección. El secretario de Organización, Santos Cerdán, aseguraba por la mañana en el Congreso que había hablado con él, pero que no le había informado de su decisión, que se había comprometido a lanzar un comunicado. Al poco, la SER adelantaba que el exministro se enrocaba y no entregaba su acta, pero él no confirmaba nada, ni tampoco el partido, aunque ya sabía la decisión. Las horas pasaban y el PSOE ya se hacía la idea de que Ábalos se negaba a cumplir con el mandato de la ejecutiva.
El exministro se muestra dolido, habla a las bases y carga muy duro contra la dirección. "Me enfrento a todo, vengo solo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político, y lo tengo que hacer solo"
Pasadas las 14.35, el ex número tres compareció en la sala de prensa del Congreso. Solo. Confirmó su decisión, la "más importante" de su vida, "drástica", "muy dura y muy difícil", y no dejó de lanzar cargas de profundidad contra la dirección, sin mentar a Sánchez ni a Cerdán. Una tras otra. "No puedo acabar mi carrera política y mi trayectoria como un corrupto cuando soy inocente". "Si renunciara se interpretaría como un signo de culpabilidad, que no asumo. Solo provocaría mi estigmatización. No ya política, sino personal. Soy consciente, y sé lo que es ser un apestado político". "Me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo". "Defender mi honor desde el Grupo Mixto me permitirá seguir defendiendo mis ideas con libertad de criterio. Y ojalá también asistir al final de esta partida obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle tengan que mirarme a la cara a mí y a muchos compañeros del partido que me animan a seguir adelante". "Me enfrento a todo. Vengo solo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político, ¿quién me lo iba a decir?, de una parte y de otra, y lo tengo que hacer solo". El exministro se mostró dolido, hablaba a las bases, buscaba empatizar con ellas, y empleó, como siempre, su propio lenguaje, no de madera, sino auténtico. Una declaración que hilaba con la de Sánchez en 2016, cuando sí entregó su acta para no tener que votar abstención en la investidura de Mariano Rajoy, porque era lo decidido por los órganos del partido.
Una bomba nuclear en un momento de fragilidad del Gobierno
Ábalos compareció como un dirigente herido con una cúpula que actúa "por espasmos" y que cree que lo utiliza como cabeza de turco. Una dirección que, a su juicio, se comporta de modo injusto con él y que no le ha dado ninguna salida. Una vía negociada, que es lo que él buscaba. "No ha sido posible", se quejaba. Así que ahora defenderá su "honorabilidad" desde su escaño en el Congreso, en el Mixto (compartirá bancada con Podemos, UPN, BNG y CC), y no desde la "renuncia" ni "desde la periferia". El exministro señalaba que le costaba imaginarse fuera de las siglas a las que había entregado su vida "desde muy joven" —se afilió en 1981—, porque sabía cuál sería el siguiente paso de Ferraz: iniciar los trámites de expulsión. Políticamente, Ábalos ya está muerto para el PSOE y sin posibilidad alguna de rehabilitación. Su historia personal con el partido había llegado a su fin con un desacato al líder, que desde su reposición en el poder en 2017 jamás había tenido que combatir un episodio de insubordinación de este calibre. Jamás.
La dirección no espera que vota a la contra del Gobierno ni que lo desestabilice, ni tampoco el exministro ha lanzado ese mensaje
Su doliente declaración —algo más de 20 minutos, y sin preguntas—, su decisión, era como un huracán dentro del PSOE. Como una bomba nuclear en un momento de fragilidad del Gobierno de Sánchez. No tanto por lo que pueda suponer de desestabilización del Ejecutivo —la dirección no espera que vote a la contra en el Congreso, ni él tampoco quiso lanzar ese mensaje—, sino por el zarpazo emocional de la marcha de quien había significado tanto en la vida reciente del partido y de Sánchez. La biografía del presidente no se puede entender sin Ábalos, uno de sus báculos en aquella carrera de primarias en la que el defenestrado líder renació a hombros de la militancia a la que ayer, precisamente (y no por casualidad), apelaba el exministro. La otra muesca que deja lo sucedido es importante: la duda de si ha quedado mermada "la autoridad de Santos [Cerdán] y la credibilidad de Pedro", como indica una veterana dirigente.
Quien resumió el sentir del partido fue Óscar Puente, ministro de Transportes y miembro de la ejecutiva: la situación es "absolutamente desgarradora". "Si me hubieran dicho que tenía que vivir ese momento, pedir a José Luis Ábalos el acta porque ante una petición del partido se negaba a hacerlo, no lo hubiera creído porque no es coherente con lo que ha sido". Para Puente, Ábalos "ha sido un militante ejemplar, un gran socialista, un gran ministro y un gran secretario de Organización socialista", al que "nadie en el PSOE le está acusando de corrupción". Pero a su juicio tiene "una responsabilidad política ineludible", porque "uno elige a quien le rodea", y el exministro "se equivocó eligiendo y vigilando", fichando a Koldo García, presunto conseguidor de la trama corrupta, y no dándose cuenta de su comportamiento. Máxime, recordó Puente, cuando el propio Ábalos reconoció que había sido advertido en múltiples ocasiones por mucha gente sobre su exasesor.
Puente reconoce la situación "desgarradora" y recuerda a Ábalos su responsabilidad política "ineludible", porque "uno elige a quien le rodea", y se equivocó "eligiendo y vigilando"
"Es un día muy triste", añadía por su parte Patxi López desde los pasillos del Congreso. Lo decían muchos diputados en los pasillos de la Cámara. La desolación era patente. Se les veía cabizbajos, desanimados, también intentando disimular el dolor. "Nadie ha dicho nada en el chat que tenemos del grupo", observaba uno. "La inmensa mayoría de nuestros militantes están muy jodidos —apuntaba un integrante de la dirección parlamentaria—. No habrá ni un militante al que esto le haya sentado bien. Esto nos hunde anímicamente. La reacción del PSOE ha sido inmediata y tajante, pero es que nosotros somos incompatibles con la corrupción".
Cierre de filas con la dirección, "a riesgo de ser injustos"
El cierre de filas con Ferraz es inequívoco. Algunos diputados apuntaban que quizá la cúpula podía haberse pasado de estricta, que quizá había corrido demasiado porque, ciertamente, Ábalos no está encausado ni aparece señalado en la querella de la Fiscalía. Pero añadían a continuación que, una vez que la ejecutiva tomó una decisión, se impone la fuerza del órgano, y eso era para el exsecretario de Organización un mandato ineludible, porque él mismo, indicaban, también tomó decisiones que muchas veces no gustaron. "Entendemos lo que ha pasado, aun a riesgo de ser injustos. Sabemos que la política tiene estas exigencias", sancionaba un parlamentario. "José Luis se equivoca. No se le podía ofrecer una salida. ¿Un cargo futuro? Quién sabe qué pasará en un año".
Los diputados y la cúpula señalan que no cabía una rehabilitación inmediata, como Ábalos quería, pero ya es imposible al romper con el grupo y ser expulsado del partido
El análisis interno es que Ábalos podía haber sido rehabilitado más adelante si el caso Koldo se disolviera y no le afectara, pero para ello tendría que haber obedecido a Sánchez y dado un paso atrás. Pero al llevar la tensión al máximo y plantarse, obligando a Ferraz a echarle del partido, no hay camino posible ni marcha atrás.
Algunos cargos recordaban el caso de José Ramón Gómez Besteiro, que tuvo que renunciar al liderazgo del PSdeG y a la candidatura en las gallegas de 2016 por una cadena de imputaciones judiciales. Todas quedaron en nada con el paso de los años y Sánchez lo recuperó para la primera línea este 2023, primero como delegado del Gobierno en Galicia y luego como cabeza de cartel en las autonómicas del pasado 18-F. También se invocaba el caso de Demetrio Madrid, presidente de Castilla y León que tuvo que dimitir en 1986 tras ser procesado, una causa por la que fue absuelto después. Nunca pudo volver a su cargo pero el partido siempre ha reivindicado su ejemplo. "Si se hubiera ido, esa rehabilitación habría sido más fácil", reflexionaba un mando de primer nivel.
¿Por qué Ábalos desafió al PSOE, a Sánchez? "¿Despecho, soberbia, necesidad de protección jurídica?", respondía un barón regional. "Parece claro que se ha guiado por lo que le ha dicho su abogado", razonaba un miembro de la dirección parlamentaria. Y, al igual que este responsable, más integrantes del grupo llegaban a la misma conclusión: que Ábalos ha primado no perder el aforamiento ante el Tribunal Supremo, por lo que puede pasar, "porque sabe que el juez instructor [de la Audiencia Nacional] no puede apuntarle, ya que automáticamente tendría que soltar la causa".
Al mantener el fuero ante el TS, puede ganar tiempo si hubiera una eventual imputación
Si finalmente el caso Koldo pasa al TS, el trámite será más largo, porque el Congreso tendría que aceptar el suplicatorio, dado que el exministro es aforado. La hipótesis de que actuaba por una cuestión económica también corría en el partido en los últimos días, y el propio Ábalos cargó con fuerza contra esa "filtración": su situación familiar y personal no es más compleja que la de otros, dijo, y de hecho quizá le iría "mejor" renunciando a su acta. Se trata, insistió, de defender su "honorabilidad".
El dirigente "herido"
Para otros cuadros socialistas, Ábalos respondió así porque se siente "herido", porque "le han tratado como un apestado". "Estaba segura de que actuaría así, conociendo a Ábalos —apunta un miembro del Consejo de Ministros que compartió Gobierno con él—. No podía aceptar el ultimátum y que le llamaran corrupto. Desde su perspectiva no tenía otra opción".
La otra derivada es que la autoridad de Cerdán y la credibilidad de Sánchez puede quedar mermada, como opina una veterana dirigente
En cualquier caso, la gravedad del comportamiento de Ábalos radica en que ha desoído un mandato de un órgano de dirección, de esa ejecutiva de la que él ha formado parte. "Nunca pensé que podíamos llegar a semejante situación. Si el ministro de Fomento con Koldo de asesor hubiera sido cualquier otro y Ábalos fuera secretario de Organización, la expulsión la hubiera ejecutado él. Pero es que si el partido te pide que entregues el acta porque ha perdido la confianza política en ti, debes entregarla. Jurídicamente no, ya lo sabemos, pero políticamente el escaño es del partido. Esa es nuestra cultura política y él lo sabe mejor que nadie", asegura un responsable que se conoce bien las tripas del PSOE.
"Con lo que tenemos que quedarnos es con el ejercicio de ejemplaridad y de contundencia que ha empleado el PSOE, muy por delante de la del PP", confesaba resignado un diputado. Esa será quizá la lección para el futuro, pero el 27-F marcará de por vida la historia de un partido centenario. Fue el día en que vio cómo el que era su secretario de Organización hasta hace menos de tres años acababa en el Mixto y con un pie fuera del partido. Un desafío inédito. Y el trauma y el duelo durarán. Ábalos empieza este miércoles la ronda de entrevistas y será imposible borrar a un dirigente que ha marcado tanto al PSOE por mucho que ahora su presencia quede diluida en un cada vez más concurrido Mixto.
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