Hay dolores que se resisten a salir. En ocasiones los frena la pena, la amargura y la rabia. En otras, el miedo a la incomprensión exterior, al rechazo, cuando no al señalamiento. En muchos casos permanecen ocultos en la intimidad, en el fondo del corazón y del alma. Ocurrió tras el nazismo y se repitió aquí, en nuestro país, con el terrorismo. A la parte más débil que representan las víctimas le costaba contar. A la otra, a la sociedad del momento, mirarlas y escuchar. Mientras tanto, el tiempo cicatrizaba el dolor y la indiferencia. En algunos casos fueron necesarias casi cuatro décadas para encontrarse. Un informe elaborado por el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo revela que en España las víctimas de las distintas bandas terroristas que han actuado han requerido entre 6,6 y 37,6 años para superar su trauma y encontrar un contexto adecuado para poder dar testimonio público del drama vivido.
El informe ha analizado los casos de las víctimas de ETA, los GAL, el GRAPO, el yihadismo y los terrorismos practicados por organizaciones de ultraderecha –'Guerrilleros de Cristo Rey', ‘Triple A’, ‘Batallón Vasco Español’- y de extrema izquierda desde la dictadura hasta nuestros días. La investigación ha recabado los testimonios publicados en medios de comunicación, asociaciones y plataformas públicas vinculadas a las víctimas. En total, se ha logrado documentar hasta 1.329 testimonios durante todo el periodo. Representan un porcentaje pequeño de todas las víctimas que los distintos terrorismos han provocado en España. En nuestro país existen reconocidas 1.454 víctimas mortales y más de 5.000 heridos por terrorismo y se calcula que a apenas 700 se les ha requerido o han decidido hacer público su testimonio.
En el informe, ‘Dar testimonio, la voz de las víctimas del terrorismo en España’, los autores del trabajo, los historiadores Raúl López Romo y Alejandra Ibarra analizan cómo ha evolucionado el tratamiento dado a las víctimas y cómo ha sido su presencia mediática y pública a lo largo de las diferentes épocas. De la invisibilización en la que vivieron durante finales del franquismo y la Transición se pasó a una aparición puntual durante la consolidación de la democracia y a una presencia mucho mayor tras el cambio social que supuso el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997.
En el documento se relata cómo en periodos anteriores de la historia como el nazismo los supervivientes de aquellas experiencias traumáticas también requirieron de mucho tiempo para poder relatar su experiencia. Casos como los de Primo Levi o Viktor Frankl, que escribieron sus vivencias poco después de ser liberados, fueron excepcionales.
"A la sociedad alemana también le costó
“A la propia sociedad, y no sólo a la alemana, también le costó empezar a escuchar. La incomodidad era evidente hacia una catástrofe humana de proporciones inéditas”, relatan los autores. Añaden que sólo a partir de los años 80 comenzó a fructificar la labor de memoria y la publicación de estos testimonios con normalidad. Hoy todos los alumnos en Alemania leen estos testimonios y estudian la historia del antisemitismo y el exterminio vivido en su país o visitan campos de concentración. “Con las víctimas del terrorismo ha ocurrido algo parecido”, señala López Romo. Señala que, al contrario que lo sucedido en Alemania, en el País Vasco aún hoy los testimonios de las víctimas siguen sin encontrar en las aulas un clima favorable.
Considera que en el País Vasco persisten “prejuicios y desconfianzas” que llevan a que la demanda de este tipo de testimonios en las aulas sea por ahora muy reducido. Según López Romo, sólo el 5% de los escolares vascos tiene acceso a un testimonio de una víctima del terrorismo durante su etapa educativa: “Muchos padres y profesores piensan que las víctimas van a adoctrinar a los alumnos, a lanzar soflamas antinacionalistas”. Recuerda que en varias comunidades autónomas se llevan a cabo experiencias educativas con las cerca de un centenar de víctimas que participan en ellas, una parte importante de ETA, otras víctimas de los GAL, el Grapo o el Yihadismo.
Su investigación muestra cómo las víctimas del terrorismo de ultraderecha son las que más tiempo han requerido para poder contar su experiencia; 37,6 años, diez más que las víctimas de la violencia de extrema izquierda: 27,7 años de media. De entre los más de un millar de testimonios documentados se concluye que las víctimas de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) también necesitaron mucho tiempo para hablar y ser escuchados, nada menos que 24 años de media. En el caso de las de ETA, las más numerosas, la media se sitúa en los 19,2 años y las del yihadismo, en 6,6 años.
El caso de los GRAPO es singular. Pese a tratarse de la banda de ultraizquierda más mortífera de Europa occidental, con 93 asesinatos, incluso más que las Brigadas Rojas en Italia o la Baader Meinhof en Alemania, apenas existe 23 testimonios de sus víctimas.
Estigma y doble victimización
Para muchas víctimas, una de las razones que les ha llevado a guardar silencio durante tanto tiempo ha sido el estigma que recaía sobre ellas. Es el caso de las víctimas del terrorismo practicado durante el franquismo. Los autores de la investigación recuerdan que uno de los “mitos más extendidos” es que la existencia de ETA quedaría legitimada por responder a una reacción contra “un régimen injusto”. De este modo, en muchos sectores sociales las 43 personas asesinadas entre 1968 y 1975, estarían soportadas en esa reacción contra la dictadura. De igual manera, las víctimas provocadas durante la Transición y los llamados ‘años de plomo’ no han dado testimonio de su caso hasta ahora, en pleno posterrorismo de ETA.
El caso más extremo es el de la familia de Begoña Urroz, víctima del DRIL y primera víctima del terrorismo reconocida en España. Su asesinato se produjo en 1960 pero no fue hasta medio siglo después, en 2010, cuando la familia ofreció su primer testimonio en la prensa.
Entre las víctimas más silenciadas también destacan aquellas que ETA asesinó acusándolas de narcotraficantes o de confidentes de la policía. También las acusadas de ultraderechistas apenas tienen testimonios conocidos. La estigmatización de todas ellas, uno de los objetivos que pretendió la banda terrorista, “parece haber funcionado”: “Su consecuencia es la doble victimización y la muerte, no sólo física sino social”.
Contexto social
En el caso de las víctimas del terrorismo yihadista en España, son las que menos tiempo han requerido para poder verbalizar su caso. Se trata del tipo de terrorismo más reciente en el que el contexto social no ha supuesto un impedimento tan intenso como lo fue durante décadas anteriores el terrorismo etarra, de la 'guerra sucia' o de otras motivaciones. Hoy son numerosos los testimonios de estas víctimas. En cambio, tras las dos primeras décadas de asesinatos de ETA apenas hubo un puñado de testimonios.
López Romo señala que “la sociedad y los medios de comunicación son hoy más maduros para atender esas voces. Las víctimas encuentran un ambiente relativamente más favorable para expresarse, aunque persisten actitudes insensibles e indecentes. Se ve en las redes sociales, donde algunos, desde el cobarde anonimato, las acusan de buscar el protagonismo o de vivir del rencor y el pasado”.
El estatus en cada caso también ha sido un elemento determinante para la proyección o no de su testimonio. Los políticos son las víctimas sobre las que más testimonios existen, seguidos por las víctimas civiles. Los guardias civiles apenas figuran en 174 de los 1.329 testimonios documentados, 110 la Policía Nacional y 84 las víctimas militares.
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