Hace un año el tripartito había vuelto oficiosamente a Cataluña. No gobiernan juntos, pero socialistas, republicanos y Comunes pactaban las cuentas de Gobierno, Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona con diversas mayorías y liderazgos, pero siempre con los mismas siglas en la ecuación. Este febrero, Esquerra y PSC han repetido el cortejo con idénticos resultados en la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, mientras los republicanos se han mostrado como un socio fiel en el Congreso con la votación de los decretos ómnibus y la amnistía.
Sin embargo, ni Pere Aragonès en la Generalitat ni Jaume Collboni en el Ayuntamiento tienen los presupuestos de 2024 asegurados. A uno y otro lado de la Plaza Sant Jaume, los Comuns elevan el precio de sus apoyos y la figura de Ada Colau emerge como el gran obstáculo en la reedición del tripartito catalán. Aunque, paradójicamente, es la única que reclama la formación de un gobierno tripartito, en este caso en el Ayuntamiento.
La semana pasada Collboni consiguió pasar el primer trámite de los presupuestos municipales. Pero la portavoz morada, Janet Sanz, advirtió que no dudarán en tumbar las cuentas en su trámite final si paralelamente no se avanza en la formación de un gobierno de izquierdas en la ciudad. "Podemos llamarle ultimátum", advirtió Sanz, quien recordó que hace 248 días que el gobierno de Collboni está "sin presupuesto y sin rumbo". "Es la última oportunidad", sentenció.
Colau se queda
Pero Collboni no quiere a Ada Colau en su gobierno. Y Colau ha dejado claro que no piensa dejar el Ayuntamiento, en contra de lo anunciado por Xavier Trias y la salida ya ejecutada de Ernest Maragall. El pasado enero, la ex-alcaldesa advertía: "La gente dijo que sería ministra, me lo propusieron pero yo no he venido a ocupar cargos. Yo he venido porque creo en un proyecto de ciudad".
"Quizá algunos tenían ganas de que me fuera" añadía, pero "estoy encantada de decir que yo me quedo. También he visto medios que especulaban con que me iba a Europa. No iré a Europa", zanjó en unas declaraciones a Catalunya Ràdio que cayeron como un jarro de agua fría tanto en el PSC como en Esquerra. De hecho la ex-alcaldesa tampoco cerró la puerta a volverse a presentar en 2027 aunque, reconocía que es muy pronto. Una aseveración que genera inquietud en su propio partido.
Colau se queda, y su permanencia dificulta los pactos en el seno del consistorio barcelonés. Para Collboni, un pacto con los Comunes con Colau o Sanz al frente son dos escenarios radicalmente distintos, aunque defiendan el mismo programa. La ex-alcaldesa tiene más conocimiento público que Collboni, que intenta consolidar su figura como alcalde. Y su incorporación desmonta por completo el discurso de un modelo de Barcelona diferente con el que el PSC se presentó a las elecciones.
Rechazo del PSC y ERC
Pero la formación de un gobierno de izquierdas con la presencia de Colau despierta recelos no solo en el PSC, sino también en ERC. Colau es también un freno para la entrada de ERC en el gobierno municipal, un socio paradójicamente más digerible para Collboni. Retirado Ernest Maragall, y con cinco regidores frente a los 10 del PSC, el grupo liderado por Elisenda Alemany no garantiza la mayoría del Pleno municipal pero sí aleja la imagen de extrema soledad del PSC.
Las bases republicanas en Barcelona están divididas sobre la conveniencia de reeditar un tripartito en la ciudad, aunque Alemany, es una firme defensora de esta opción. Y uno de los elementos de rechazo es la presencia de Colau, que barró el paso a la alcaldía del republicano Ernest Maragall hace cinco años.
Bloqueo de los presupuestos catalanes
El bloqueo en Barcelona se traslada a los presupuestos de la Generalitat, aunque todos los actores insisten en que "son carpetas diferentes". El pacto entre Salvador Illa y Pere Aragonès se desencalló cuando Esquerra anunció su apoyo a las cuentas de Collboni, pero los Comunes se siguen resistiendo. Desde el partido de Colau defienden que los republicanos "se han confiado demasiado", centrando sus esfuerzos en los socialistas. Y esgrimen su no al proyecto turístico de Hard Rock en Tarragona para explicar su negativa.
"El 'no' al Hard Rock es una condición de mínimos" advertía Albiach este martes. El proyecto hotelero es una línea roja ideológica para distinguirse del PSC, ahora que los socialistas también avalan la amnistía y la ruptura total de muros con el independentismo. Pero la dureza negociadora de los morados, que entraron sin demasiados problemas en el pacto presupuestario hace doce meses, obliga a mirar también al Ayuntamiento de Barcelona y las aspiraciones de Colau.
Mientras, algunos en los Comunes -especialmente los que proceden de Iniciativa, el partido a la izquierda del PSC que aglutinaba ese espacio político antes de que eclosionara el movimiento del 15M- empiezan a ver a Colau como una rémora en su política de pactos, en un momento clave en que parece que la política catalana empieza a salir del bloqueo existencial del procés.
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