Todos se convierten tarde o temprano en caudillos encorbatados, como le ocurrió a José María Aznar en sus últimos años en Moncloa, quizás afectado por el síndrome de Napoleón, que es el del señor bajito que comprueba que ni convirtiéndose en un tirano ni calzando unos grandes zancos llegará a todos aquellos lugares que quisiera alcanzar. La inseguridad es inherente al poder. Es algo normal: no hay distancia mayor hacia el suelo que la de aquel que está en la cúspide; y no hay paranoia más grande que la de aquellos que observan el paisaje desde lo alto, pero comienzan a notar las arremetidas de quienes cuestionan su posición. No piense el lector en enemigos de alta alcurnia o alto cargo. Hay veces que basta con que Pablo Motos pronuncie una palabra más alta que la otra para que algún narciso perciba ondulaciones en el agua que alteran su reflejo.
Cuentan fuentes del sector televisivo, siempre bien informadas, que en Ferraz han observado con recelo El Hormiguero desde que Pedro Sánchez recuperó la Secretaría General del PSOE tras recorrer España en coche con José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García. Hay algo de tirria irracional en este comportamiento, aunque no sólo afecta a Motos. El presidente tampoco ha terminado nunca de confiar plenamente en Antonio García Ferreras, quien se posicionó del lado de Susana Díaz cuando los socialistas emprendieron su guerra civil más melodramática de los últimos años. Moncloa también porfía de Ana Rosa Quintana... y de prácticamente cualquier líder de opinión que disienta del discurso oficial... o que cuestione alguno de sus puntos. Este Gobierno ha llegado a ordenar a las empresas públicas que quiten campañas de los medios hostiles para intentar que, con ese castigo, entraran en vereda. Es dinero de todos los contribuyentes, pero como si fuera sólo de ellos.
La ojeriza desde Moncloa hacia Pablo Motos aumentó en las últimas semanas de la pandemia de covid-19, cuando decidió programar una tertulia de actualidad en la que se lanzaban algunos mensajes contra el Gobierno. Quien no haya visto nunca este formato, a lo mejor ha pensado en La Clave, de José Luis Balbín, o en los diálogos de la Escuela de Atenas. La realidad es que entre los contertulios han figurado Juan del Val o Tamara Falcó. Nada que objetar: la televisión es, a fin de cuentas, una industria destinada a la masa y, a esa hora, los argumentos bien lubricados, y sencillitos, son más accesibles para el gran público. Tanto los que respaldan como los que critican al Ejecutivo, que de todo hay.
En Moncloa, están descontentos con Vicente Vallés, pero, a fin de cuentas, su programa es informativo. No sucede igual con El Hormiguero, que es un formato de entretenimiento y, además, el más exitoso de la TDT. Por eso, la tertulia sienta a cuerno quemado en el palacio presidencial. Especialmente, al secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés, y al gran asesor de Sánchez, es decir, Óscar López.
La conspiración de David Broncano
Así que desde hace un tiempo han trasladado a los directivos de Radiotelevisión Española la conveniencia de contra-programar a Pablo Motos. Quieren minar la audiencia de Antena 3 en esa franja cueste lo que cueste. El director de contenidos de TVE, José Pablo López, lo había intentado previamente con alguna apuesta de ficción, pero el resultado no fue para tirar cohetes. Ha tocado recalcular.
El nuevo plan pasa por contratar a una ‘estrella mediática’ para pugnar contra Motos. El elegido es David Broncano, que es uno de los rostros más representativos de Movistar Plus, pero que está por ver si enganchará al gran público en caso de que el Consejo de Administración de RTVE apruebe su contratación en su próxima reunión, que será extraordinaria y que se celebrará este lunes, en algo que ha causado sorpresa entre los propios consejeros. ¿Tanto urgía este asunto como para despacharlo por la vía de urgencia?
El programa costará entre 12 y 14 millones de euros por cada uno de sus tres años de duración y lo producirá -en caso de que se apruebe en el Consejo Extraordinario de lunes- El Terrat, la empresa que fundó Andreu Buenafuente y que ahora pertenece al imperio de Mediapro, que, al final, por unas o por otras, siempre acaba rubricando buenos contratos con las televisiones públicas. Dentro de Telefónica, no se puede decir que nadie haya llorado especialmente la marcha de Broncano, a quien seguramente le esperaba, tarde o temprano, un futuro igual al de Andreu Buenafuente, quien salió de la empresa hace un par de temporadas. Así que el showman se puede dar en un canto en los dientes, dado que la voracidad mediática de Moncloa le reportará una rentabilidad que a lo mejor no esperaba.
Broncano, 0,15% de audiencia en Movistar
Dentro de RTVE -donde sus directivos se lanzan puñales envenenados casi a diario-, este nuevo proyecto ha generado opiniones encontradas. Uno de los detractores destaca, con cierta sorna, que la audiencia de su programa es del 0,15% del share, frente al 0,17% de la 2022/2023 y el 0,25% de 2021/2022. Es cierto que la plataforma es de pago y que una buena parte de su fama Broncano se la debe a YouTube y las redes sociales. La duda es: ¿no será La Residencia -así se llama el programa- un producto para los muy cafeteros?
Si hay algo por lo que destaca Pablo Motos es por ser capaz de enganchar a una audiencia de diferentes perfiles. “Intergeneracional”, como dicen los más pedantes. Por otra parte, Broncano compartirá franja con El Gran Wyoming, que también es especialista en chistes y gracietas de las que hacen las delicias de los alumnos de primer curso de izquierdas. ¿Podrán sobrevivir tantos gallos en ese corral?
En cualquier caso, estos son detalles técnicos. Nimios, diríase. Lo más importante es lo relativo a la manía de Moncloa y el movimiento que ha provocado en la televisión pública. Es lo de siempre: todos los contribuyentes pagan para mantener los servicios públicos audiovisuales y los manejan los de siempre. Cuando gobiernan, tutelando a quienes moran sus más altos despachos. Cuando están en la oposición, mediante la convocatoria de ‘Viernes de negro’ o con sindicatos de uno u otro pelaje, a derecha o a izquierda.
La fachosfera ataca de nuevo
Diría que el presidente necesita mejores consejeros que los Óscar López, José Miguel Contreras y compañía. Lejos de minimizar su paranoia, la están avivando. La fachosfera no es tan fiera como parece y un debate con Tamara Falcó tampoco va a convencer a sus votantes de que en las próximas elecciones se queden en casa. A lo mejor deberían dejar de mirar con tanta ojeriza El Hormiguero y de llenar de millones las arcas de El Terrat para comenzar a comunicar mejor sus acciones políticas. Por ejemplo, absteniéndose de caer en embustes como los que Félix Bolaños aireó sobre la Comisión de Venecia hace unos días y el equipo olímpico de opinión sincronizada cacareó en las tertulias.
El gran problema no es Pablo Motos. La clave está en que cuando Pedro se acostumbró a mentir sobre la venida del lobo, algunos le creyeron. Cada vez son menos los que otorgan verosimilitud a esos avisos. De eso no tienen la culpa la Falcó… ni Juan del Val.
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