Cuesta imaginar que en el número 40 de la calle Carmen Martín Gaite, un anodino bloque de viviendas ubicado en Leganés Norte, ocurriese un acontecimiento como el que tuvo lugar el 3 de abril de 2004. Tres semanas y dos días después de los atentados del 11 de marzo, siete miembros de la célula yihadista responsable de la masacre se atrincheraron en una vivienda del primer piso del edificio tras ser descubiertos y rodeados por la policía. Pocas horas después, en torno a las 9 de la noche, se inmolaron, llevándose por delante sus vidas y la de un miembro del GEO (Grupo Especial de Operaciones): el subinspector Francisco Javier Torronteras.

Él fue la primera víctima de la unidad desde su fundación en 1978. Tras negociar infructuosamente con los terroristas, el procedimiento habitual en este tipo de operaciones, los GEO allí presentes se disponían a entrar en el piso cuando éstos se inmolaron con veinte kilos de explosivos. «Ahora sabemos que lo hicieron, pero entonces no era tampoco seguro», narra un policía que siguió la operación en directo desde la sala de crisis en la Jefatura Superior de Policía de Madrid.

«Era el primer sábado de Semana Santa. Los altos cargos del ministerio del Interior se habían ido de vacaciones el día anterior, y fueron llegando a la comisaría a lo largo de la tarde», rememora. «Los agentes perforaron una de las paredes del piso y metieron una micro cámara en una de las habitaciones. Aunque no se les veía allí, sí les podíamos oír, y fue ahí cuando nos quedamos de piedra al escuchar los cánticos previos a la inmolación. Nos pusimos en lo peor».

La detonación, llevada a cabo con varias cargas de dinamita Goma 2 ECO, derribó gran parte de la fachada. Los cuerpos de los yihadistas quedaron tan destrozados y esparcidos que, en ese momento, no se pudo determinar el número exacto de ellos. Posteriormente, el inmueble fue reconstruido, y en él viven hoy con normalidad varias personas. Luis Miguel, un vecino del barrio, rememora el día como si fuera ayer: «la explosión se escuchó en todo Leganés, fue tremendo. Noté que algo extraño pasaba cuando comencé a ver llegar las furgonetas de la policía». Gracias a los agentes, que acordonaron la zona y desalojaron tanto ese edificio como los dos más cercanos, no hubo que reportar más víctimas.

El Independiente ha tratado de ponerse en contacto con algunas de las personas que residen hoy en el número 40 de la calle Martín Gaite, pero ninguno de ellas ha mostrado interés en participar en este reportaje. La dueña de La Esquina, uno de los bares que hay en la avenida, es una mujer nicaragüense que llegó a España en 2017. Cuenta lo sorprendida que se quedó cuando sus clientes le explicaron lo que había ocurrido, unos años atrás, al lado del lugar donde tiene su negocio. «Me impresionó saber que aquí pudiera ocurrir algo así».

Cinco vecinos de Leganés perdieron la vida en el 11-M

Monumento de homenaje en Leganés a las víctimas del 11-M. | Miguel Triviño

En Leganés, el 11-M dejó una profunda huella. En la Plaza del Agua, a la salida de la estación Zarzaquemada, un monumento rinde homenaje a los cinco vecinos de la ciudad que fueron asesinados en los trenes: Miguel Antonio Serrano Lastra, Ana Isabel Ávila Jiménez, Antonio Marín Mora, María Eugenia Ciudad Real Díaz y María del Carmen Lominchar Alonso. Tres semanas después, el GEO Torronteras se convirtió en la víctima 192, y la última, del mayor atentado de la historia de España.

En 2007, la Audiencia Nacional condenó a 21 de las 29 personas que estaban procesadas por el 11-M. Las otras ocho fueron absueltas. Los jueces consideraron probado que la masacre terrorista fue llevada a cabo por una célula yihadista, siete de cuyos miembros, considerados autores materiales, se suicidaron aquel 3 de abril de 2004 y, por tanto, nunca pudieron rendir cuenta ante la justicia. «A través del micro escuchamos a Serhan "el Tunecino" llamar a su madre para despedirse de ella, y decirle que la vería en el cielo, porque se iba a convertir en un mártir».