“Hemos sido los hijos de la comodidad, pero no seremos los padres del conformismo”. Esta frase quedaba escrita en una de las muchas pancartas que inundaron las calles de Barcelona el 15 de marzo de 2011. La voz de los jóvenes resonó por encima de las demás en las protestas, cansados ante la falta de oportunidades, para reivindicar cambios sustanciales y mejorar su calidad de vida. Sin embargo, 15 años después, ¿dónde están ahora los jóvenes? ¿Sigue su voz sonando tan fuerte como entonces?
No es que no tengan razones para quejarse. En el tercer trimestre de 2023 la tasa de paro de jóvenes entre 16 y 24 años era del 27,8%, casi el doble de la tasa de paro del conjunto de la población española y que choca con la media europea, que se situó en el 14,3%. Además, la edad media de emancipación en España era de 30 años en el primer semestre de 2023 de acuerdo al Consejo de Juventud de España (CJE). Estas cifras, sumadas a otras muy preocupantes, crean un escenario que impide el pleno desarrollo económico de los jóvenes, que buscan soluciones de forma urgente. Sin embargo, su voz no es escuchada a la hora de establecer políticas que regulen los aspectos que más afectan a sus condiciones de vida y sus demandas caen en el vacío.
La población joven es la gran olvidada en la política. Esta es la perspectiva que pretende dar el informe La política de los jóvenes en España de la Fundación Alternativas, que presenta el fenómeno de la participación juvenil como si fuera un iceberg. En el pico más alto, y lo que más presencia tiene en la sociedad, se encuentra el prejuicio de que la generación Z no tiene interés en temas sociales y políticos, y que, a modo de efecto mariposa, conduce a la falta de participación política. Sin embargo, la realidad que viven estos jóvenes es la cara oculta del fenómeno: el rechazo de los jóvenes va dirigido a la participación política institucional y gira en torno al agotamiento de la movilización joven.
Buscar una explicación homogénea sobre por qué los jóvenes no participan en la política institucional es una tarea compleja. Las encuestas de juventud utilizan factores objetivos y empíricos para identificar a los jóvenes, sin tener en cuenta que las fronteras de la juventud están cada vez más difusas y que su realidad ha sido alterada por los contextos socioeconómicos a nivel nacional e internacional.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística (INE), en España los jóvenes representan más del 15% de la población, siendo algo menos de 7 millones en todo el país. Aún así, los jóvenes son más participativos que los adultos en ciertos ámbitos concretos, especialmente en asociaciones ciudadanas y sociedad civil. El gran desafío de la política española reside en la falta de implicación juvenil en la política institucional, la poca participación electoral y el cuestionamiento de la democracia. Sin embargo, no hay culpables claros en este fenómeno, ya que se trata de una combinación de factores que afectan a los jóvenes y a cómo su participación política real es invisibilizada o afectada por los prejuicios.
El Instituto de Juventud (INJUVE) se ha encargado de protagonizar los estudios que exploran este fenómeno. Según las encuestas del año 2017, la participación política juvenil pasó de un 18% en 2008 a un 40,70% en 2012 como consecuencia más inmediata de la crisis del 2008 y el 15M. Es decir, ante escenarios que amenazaron la calidad de vida de los jóvenes, estos se implicaron más en la política para cambiar la situación. Desde entonces, su evolución se ha mantenido en torno al 37% hasta el año 2020.
En el año 2017, otra encuesta reflejó que el 39% de los jóvenes estaban “poco interesados” en la política frente al 10,9% que estaba “muy interesado”. Sin embargo, estas tendencias no se aplican a todos los ámbitos de la política, ya que dependiendo de los diferentes tipos de actividades, los jóvenes suelen ser más activos en unos sectores que en otros.
¿Dónde están los jóvenes?
Las asociaciones juveniles y organizaciones de sociedad civil agrupan al mayor número de jóvenes, muy por encima de los partidos políticos y sindicatos, por lo que la participación asociativa es significativamente más alta que la participación institucional entre ellos.
Este tipo de asociaciones, que incluyen aquellas de carácter estudiantil, cultural, deportivo o clubs, se presentan como espacios más abiertos y accesibles porque persiguen objetivos específicos como el cambio climático o la justicia social. En contraste, los partidos políticos son considerados por los jóvenes como proyectos más generales con más dificultades para acceder a puestos de responsabilidad y de dirección. Por otro lado, las propuestas de los jóvenes deben superar numerosos filtros internos que no aseguran su materialización, lo que lleva al sector juvenil a organizarse en torno a asociaciones y “abandonar” la política institucional y tradicional.
Sergio Pedroviejo Acedo, joven ex militante de Ciudadanos que ha participado en asociaciones como S’ha Acabat! Madrid señala que “en una asociación, aparte de que los objetivos de la misma son mucho más concretos y su proyecto es mucho más nítido y sectorial, te puede interesar más, el grado de afinidad puede ser más bajo y puedes llevar tus propuestas de una mejor forma a materializarse en el grado de acción”.
Sin embargo, el “abandono” es recíproco: los partidos olvidan a los jóvenes para centrar su atención en sectores amplios de población. En España los partidos cuentan con más representantes mayores que jóvenes, y esta presencia se traduce a que la importancia del voto joven es menor dentro de ellos, al igual que su aparición en los programas electorales.
Según el informe, la representación es el concepto más obvio de participación política y los partidos son los principales catalizadores de esta, siendo uno de los principales problemas. Aunque poseen recursos económicos y capital humano, más o menos limitados, para apelar a los jóvenes, los partidos fallan a la hora de incluirlos activamente. “La mayoría de partidos considera que no les sale “rentable” dedicar los esfuerzos necesarios ante un electorado tan difuso, el que menos participa en elecciones y afiliación y con posiciones más polarizadas” argumenta Sergio.
La presencia juvenil en los partidos se agrupa, principalmente, en las secciones juveniles, creadas como paralelas a la principal. Sin embargo, estas no cuentan con el protagonismo necesario para elevar sus propuestas y los censos y datos de militancia de los partidos no son completamente transparentes, por lo que determinar la participación institucional real en este sector es más difícil porque actúan en silencio. En palabras de Sergio: “La vida en los partidos hace que estés más pendiente de hacer carrera hacia adentro que hacia la sociedad”.
“La vida en los partidos hace que estés más pendiente de hacer carrera hacia adentro que hacia la sociedad”
Las asociaciones juveniles permiten a los jóvenes identificarse con un objetivo concreto y ser escuchados dentro de la dinámica interna de la organización, a diferencia de los partidos políticos, que presentan muchos más obstáculos. A pesar de que sean las preferidas por los jóvenes, están muy invisibilizadas y son poco escuchadas al ser consideradas como “informales”. Es el caso contrario para los jóvenes, ya que funcionan como espacios para realización política y personal.
Al igual que pasa con las asociaciones, hay otros tipos de actividades políticas que agrupan a un gran número de jóvenes pero permanecen invisibles, o al menos, no son tenidas en cuenta de la misma forma que la participación institucional.
La asistencia en manifestaciones y protestas sigue siendo mucho más alta en jóvenes que en mayores, especialmente aquellas en relación a la igualdad de género, educación y cambio climático. Aunque la asistencia a manifestaciones se redujo durante el confinamiento, los jóvenes que más participan en ellas de forma activa también son los que más votan. Por otro lado, las ONG’s y asociaciones sociopolíticas son algunas formas de agrupación mejor valoradas por los jóvenes, en especial las apartidistas.
Sin embargo, la gran pregunta sigue siendo el porqué los jóvenes españoles votan menos. El informe señala que los partidos políticos fallan a la hora de interpretar sus intereses y representarlos, y ante esta carencia, los jóvenes no se identifican con los partidos y proyectos políticos, por lo que no votan. Organizaciones o manifestaciones son consideradas como formas de participación alternativas a la política tradicional o institucional y, según el informe, “actúan, en cierto modo, como sustitución del voto”. La participación no institucional cada vez está más extendida entre los jóvenes y prefieren introducir sus demandas en la agenda política a partir de actividades alternativas al voto.
Lo que no se ve
Existen otros factores que influyen a la hora de elegir una actividad política u otra y que, a priori, no son tenidas en cuenta como razones de peso para justificar la pasividad de los jóvenes.
Además de la movilización hacia el asociacionismo y la poca representación en las instituciones democráticas, la identificación con los partidos está asociado a un estigma que, según explica Killian Wirthwein Vega, especialista en participación joven y profesor asociado de Política Internacional en la UC3M, “puede llevar a tensiones familiares, sociales, e incluso discriminación activa en el ámbito laboral, lo que desalienta a los jóvenes de afiliarse o participar abiertamente”.
Acompañan al problema de la identificación otros muchos como la falta de comunicación por parte de las instituciones democráticas y barreras lingüísticas. La desconfianza en los medios de comunicación ha crecido entre los jóvenes según mostraron los resultados de la encuesta juvenil de INJUVE en el 2017, donde el porcentaje de jóvenes que consideraban fuentes fundamentales de la información a medios de comunicación tradicionales sólo representaban el 38,5%. Las redes sociales e internet obtuvieron las puntuaciones más altas, con un 25,6% y 50,4% respectivamente. Las nuevas tecnologías son preferidas por los jóvenes como medios para recibir información y expresar ideas ya que ofrecen espacios online para el intercambio de información, el activismo y difusión generalizada, pero reduce la participación efectiva en espacios offline y fomenta la polarización. Esta última funciona como una gran barrera a la hora de la participación activa porque desincentiva a los jóvenes que buscan un diálogo más abierto y menos confrontacional en el debate público.
Los aspectos sociales y familiares también tienen una relación directa con la incorporación de los jóvenes a la política, es decir, la llamada socialización política. La familia juega un papel importante en determinar la ideología y valores de los jóvenes, además del grado de implicación o la existencia de antecedentes de participación entre los familiares. Por otro lado, el nivel socioeconómico del núcleo familiar o su grado de vulnerabilidad también tiene su peso, ya que, según el experto, “a mayor vulnerabilidad económica, menos probable que la persona joven en cuestión tenga una red de contactos privilegiados que puedan facilitarle un acceso efectivo a participar en política”.
Por tanto, los jóvenes que más participan son los emancipados, los que siguen estudiando y aquellos que cuentan con estudios universitarios, mientras que los que menos participan son los jóvenes inmigrantes con derecho a voto y los que tienen hijos, en especial las mujeres.
También existe un problema a la hora de identificar intereses comunes entre los jóvenes, diferenciados especialmente por la situación socioeconómica del joven, sus rasgos identitarios y su ideología. Algunos de los temas que más interesan son las políticas públicas, el trabajo, la vivienda y la economía, es decir, aquellos que más afectan a sus condiciones de futuro. Sin embargo, estos temas de carácter material se combinan con los “nuevos temas” como la igualdad de género o los derechos LGTB, que atraen sobre todo a estudiantes.
Un verdadero desafío
“Es un círculo vicioso, de ahí la importancia de participar activamente en asociaciones, partidos o simplemente yendo a votar” expresa Sergio. En ese bucle es donde quedan atrapadas las dos caras de la moneda: como los partidos no representan a los jóvenes, estos no participan, y por su baja tasa de participación, la política institucional no les integra. La pregunta ahora es, ¿qué pueden hacer las dos partes para cambiar la situación?
Killian Wirthwein señala que las estrategias más efectivas para aumentar la participación incluyen “la implementación de políticas públicas que integren la perspectiva juvenil en todos los ámbitos de la política nacional. Es decir, las políticas de juventud deben estar presentes de manera transversal en todas las proposiciones de ley. Otra medida muy relevante es el aumento del apoyo presupuestario a organizaciones juveniles”.
Algunas de las propuestas políticas que más se han escuchado tiene que ver con reducir la edad de voto a los 16 años para promover la participación activa y la propuesta de una ley de juventud que les tenga en cuenta. Sin embargo, el foco actual se centra en mejorar la situación económica de los jóvenes abordando la cuestión de la vivienda. “Se debe trabajar en reducir los obstáculos y las barreras socioeconómicas que impiden una participación efectiva, incluso cuando, en principio, hay un alto interés por la política entre la juventud” dice también el experto.
En el informe se proponen algunas soluciones que pueden ser abordadas desde la política como incentivos para la juventud. En relación a los partidos, deben reorientar su atención y sus propuestas para beneficiar a los jóvenes. Las secciones juveniles deben aumentar su presencia dentro de estos para ser entendidas como representantes de la población joven y visibilizar sus demandas y propuestas, apareciendo cada vez más en los programas electorales. Para conseguir esto es esencial una buena comunicación entre los jóvenes e instituciones de gobierno e incluir a personas jóvenes en las listas electorales y órganos de representación.
Para romper el círculo y los prejuicios que rodean a los jóvenes, es necesario promover la educación cívica para que conozcan el proceso político y las herramientas para participar de forma activa. A pesar de los obstáculos y barreras existentes, el rechazo de los jóvenes no es absoluto ni su participación es nula; sólo hay que saber dónde están los jóvenes y cómo buscarlos. Su integración en el sistema político es esencial y no pueden ser olvidados ni invisibilizados, y para ello es necesario despertar el espíritu juvenil activo de esta generación.
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