Cuando se accede al sistema de El Independiente y se busca la firma de Victoria Prego aparecen más de mil artículos publicados desde el inicio de la andadura del diario, allá por septiembre de 2016. El primero es una entrevista a Alberto Núñez Feijóo, que entonces buscaba revalidar la presidencia de la Xunta de Galicia. "¿Usted considera que los casos de corrupción que afectan a su partido y que están juzgándose ahora en los tribunales no van a dañar su candidatura?", fue una de las primeras preguntas.
Aquel fue el año del pacto fallido PSOE-Ciudadanos, de la repetición electoral, de la amenaza de sorpasso de Podemos –71 escaños en las generales de junio–, de la investidura final de Rajoy con la abstención socialista... España abandonaba definitivamente la era de las mayorías consistentes y entraba en el incierto territorio de los pactos más o menos forzados en el que el país sigue hoy inmerso. Un año después estallaría el procés. Luego caería Rajoy. En 2020, el Covid arrasaría con el orden que conocíamos. Juan Carlos, hacedor de la Transición contada como nadie por Victoria, saldría de España por la puerta de atrás. Y Sánchez se haría fuerte por todos los medios en Moncloa, hasta hoy. A todo ello asistió y de todo ello escribió Victoria con inteligencia y perspicacia.
Una crónica del procés
"Este referéndum convocado de manera irregular y rotundamente contraria a la ley, y saltándose las mínimas normas vigentes en cualquier Estado de Derecho, va a ser un desastre y sobre todo un caos", escribía el 27 de septiembre de 2017, en vísperas de la celebración de la consulta ilegal del 1-O que hoy sigue funcionando como el agujero negro de la política española. "Para enderezar tanto desastre se necesitarán muchos años", advertía, después de constatar que los independentistas "no tienen ante quién declararse independientes y si nadie los reconoce como tales, no lo son".
Después de los tristes acontecimientos del 1 de octubre, Prego escribió un lúcido y perfectamente vigente artículo, en el que pedía la aplicación de la ley contra los "golpistas" sin renunciar al diálogo, eso sí, con otros interlocutores, y alababa la reacción de la oposición: "Con la suma de las fuerzas que los tres representan", en referencia a PP, PSOE y Ciudadanos, "es posible todavía que España pueda recuperarse del golpe que el secesionismo quiso asestarle hoy para derribar al Estado".
En las jornadas siguientes, Prego celebró el discurso del Rey –"imposible imaginar" uno "más contundente, más preciso, más rotundo"– que devolvía la esperanza a los españoles y la manifestación constitucionalista del 8 de octubre –"Ya nunca más podrán atreverse a hablar en nombre del pueblo catalán porque hoy se ha demostrado que hay otro pueblo"–. Analizó la proclamación de independencia interrumpida de Puigdemont –"Ha declarado la independencia, claro que sí"–, describió la aplicación del 155 "tan necesario como deseado por sus víctimas". Y, cómo no, glosó la innoble fuga de Puigdemont: "Si el que fue su president no regresa pronto, les habrá atado con cadenas una bola a los pies de todos sus colaboradores. Y, lo que es mucho peor, les habrá arrancado con este guantazo la mínima dignidad imprescindible para defender sus posiciones con la cabeza alta. Mayor infamia no cabe".
En la montaña rusa de la política española
Las jornadas catalanas propiciadas por el proyecto secesionista fueron el primer acto de una época política marcada por la inestabilidad y plena de acontecimientos históricos cotidianos, giros de guión y golpes de efecto por parte de sus protagonistas. Victoria fue una observadora apasionada pero templada que supo ver la verdad detrás de las apariencias y los argumentarios.
En vísperas de la votación de la moción de censura contra Mariano Rajoy, escribió al alimón con Casimiro García-Abadillo un artículo notable en el que pedían al todavía presidente del Gobierno que dimitiera para evitar males mayores. "Con su triunfo, Sánchez encabezaría un gobierno sustentado por sólo 84 escaños y que sería rehén de independentistas y populistas".
2019 estuvo marcado por las dos elecciones generales, celebradas el 28 de abril y el 10 de noviembre. Prego sometió a un exhaustivo y lúcido escrutinio la intervención en la que Pedro Sánchez anunció la primera convocatoria, un "mitin inaugural" en el que por debajo de las buenas palabras y los subterfugios presidenciales quedaban claras sus intenciones. "Si los votos del secesionismo le garantizan su regreso a La Moncloa volveremos a tragarnos la entronización del diálogo como valor absoluto sin mezcla de riesgo alguno, el mediador internacional, la financiación más que generosa a Cataluña pero discriminatoria respecto de otras comunidades y lo que sea menester", profetizó.
Pese a todo, antes de la celebración de las elecciones, Prego llamaba, urgía a un pacto PSOE-Ciudadanos que evitara poner en manos de los independentistas el futuro del Gobierno de España. "Ahora bien, lo que de ninguna manera sería admisible, pero bajo ningún concepto, es que si los resultados electorales no facilitan pactos rápidos, nuestros políticos tengan la tentación de reproducir la jugada de repetir las elecciones". Desgraciadamente la tentación se presentó y Sánchez, atendiendo a los gritos de Ferraz en la noche electoral –"¡Con Rivera no!"–, se recreó en ella.
Esta vez, después del 10-N el pacto fue rapidísimo, quizá porque estaba ya precocinado. Tras perder más de 700.000 votos y tres escaños, "Sánchez ha elegido, por el puro interés egoísta y personalísimo de echar tierra sobre su fracaso, echarse en los brazos no sólo de la ultraizquierda sino de los nacionalistas y los independentistas catalanes y vascos", escribía el 13 de noviembre. "La huida hacia adelante de un presidente sin escrúpulos" dejaba al país, "nos deja a todos, a merced del secesionismo. El error no ha podido ser más gigantesco". Su investidura, carísima para España. Y el resultado, un escenario político dividido en dos trincheras irreconciliables.
Aunque el primer objeto de atención después del 10-N no pudo ser otro que Ciudadanos. La obstinación de Albert Rivera por ignorar la misión histórica de su partido y querer ser la alternativa de centro derecha al PP acabó mal: perdió tres millones de votos y pasó de 57 a 10 escaños. "Ciudadanos está muerto", aseguró Prego un día después, y "Albert Rivera lo ha matado con sus propias manos entre el silencio culpable de sus palmeros, que no se han atrevido a plantarse frente a su jefe para obligarle a rectificar lo que a todas luces era un camino que les llevaba al precipicio, como así ha sido finalmente".
Tiempos de Covid
Después llegó insospechadamente el Covid, la plaga que provocó muerte, confinamientos y ruina. El 13 de marzo de 2020, pocas horas antes del decreto de estado de alarma, Prego analizaba la situación y pedía a los políticos adelantarse al virus, no ir detrás de él. Y encontrarse y llegar a acuerdos para sacar al país y a la ciudadanía de la situación calamitosa y caótica que los confinamientos y la paralización de la economía amenazaban con crear. El escenario era equivalente al que motivó en 1977 la firma de los Pactos de la Moncloa. Un episodio de consenso y conciliación que esta vez veía poco probable, por no decir imposible.
Desde entonces, el devenir de la actualidad siguió siendo objeto del apasionado interés de nuestra autora. Participó de manera valiente en los debates sociales en torno al feminismo o la eutanasia. Opinó con criterio del Brexit o de la salida de Estados Unidos de Afganistán. Lamentó la claudicación de España ante Marruecos a propósito del Sáhara Occidental. Su ojo clínico no dejó de posarse en los protagonistas de la política española. Tras la salida de Iván Redondo como brujo en jefe de Moncloa, retrató con precisión a este engreído acróbata de la nada. Hablando de naderías, caló enseguida a Yolanda Díaz, "emperatriz" y "apoteosis" de la misma, en su ascensión, paralela a la caída en desgracia de Pablo Iglesias y al hundimiento de Podemos.
Y siguió de cerca, cómo no la crisis de febrero del 22 en el PP, que comenzó con el intento de decapitación de Isabel Díaz Ayuso desde Génova y acabó con la salida de Pablo Casado de la dirección del partido. "Lo que ha sucedido ha destrozado al PP por dentro y por fuera", escribía después de la entrevista terminal concedida por Casado a Carlos Herrera en la Cope. "Ahora la mayoría de los barones y los cargos intermedios del Partido Popular reclaman en privado la destitución de su secretario general" y "la autoridad moral la encarna ahora en términos indiscutibles el gallego Núñez Feijóo".
Los líderes que surgieron investidos de aquel lance concedieron sendas entrevistas a Victoria. Por San Isidro, Ayuso le explicó los detalles de la guerra orgánica –"Me desesperaba ver cómo Pablo Casado se iba poco a poco alejando y yo no paraba de decirle: 'Estoy aquí. Dónde vas. Esto es para ti'"–. Y en septiembre, todavía haciéndose con los mandos del partido, Feijóo la recibió en Génova y se sometió a su incisivo interrogatorio.
Tiempo de amnistía
En 2023, el curso de los acontecimientos y el desgaste de Sánchez hacían prever que Feijóo no tardaría en llegar a la Moncloa. Pero las elecciones del 23-J supusieron "una lección de humildad" para la dirección popular. Y para todos: "Lo que a nosotros nos parecía un sindiós a una parte importante del electorado le parecía perfectamente asumible", reconocía Prego. No obstante, "Junts ha advertido que no harán presidente a Sánchez 'a cambio de nada', ya sabemos todos a cambio de qué".
Y ese "qué", aunque reunir los votos y las garantías para la investidura llevó algo más de tiempo, no tardó en tomar forma. Se llamó amnistía. Una cesión que Victoria insistió desde el primer momento en que no cabía en la Constitución. Por eso, cuando el pacto quedó firmado, no dudó en señalar que "acaba con la Constitución y con la separación de poderes que en ella se consagra". Todo por los siete votos de Junts necesarios para la investidura de Sánchez.
El honor de Juan Carlos y la corona manchada
Como gran cronista de la Transición y conocedora del papel del rey Juan Carlos en el cambio político, los avatares del rey emérito y de la corona no podían pasar inadvertidos para Victoria Prego. Lamentó su ausencia en el acto de celebración del 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas y de la Constitución. "El viejo Rey –no le gusta que le llamen Emérito– ha acumulado en los últimos años motivos sobrados para hacerle un buen puñado de reproches, todos ellos sobre sus actividades privadas", reconocía en 2018, "pero ninguno de esos reproches resulta de los fallos que hubiera podido cometer en su papel institucional, que ha sido impecable durante todo el largo período en que ha asumido la jefatura del Estado".
En 2020, sin embargo, los detalles de sus actividades financieras hicieron su situación "insostenible" y precipitaron su salida de España. Algo que a Prego le pareció desde el primer momento una solución "inaudita" y letal para el prestigio de la institución. "España no puede permitirse que Juan Carlos muera fuera de su país", insistía en octubre de 2021. Cuando en 2022 comenzaron sus visitas médicas y deportivas a nuestro país, reiteró que Juan Carlos debe vivir en España e instalarse en La Zarzuela.
Y cuando su nieta Leonor de Borbón cumplió 18 años y juró la Constitución en el Congreso, celebró la "imagen de futuro" de la princesa de Asturias. "Tiene de ejemplo a seguir de su padre, en primer lugar, y de su madre, en segundo término. Pero también de su abuelo, el rey Juan Carlos I, sin cuya contribución la democracia que hoy disfrutamos no hubiera sido posible".
Tiempo de historia
Además de seguir obsesiva y apasionadamente la actualidad política, Victoria Prego tuvo ocasión durante su etapa en El Independiente de compartir su valioso conocimiento sobre la historia reciente de nuestro país. El asesinato de Carrero, la crisis terminal del franquismo en el último año antes de la muerte del Caudillo, la sesión inaugural de las primeras Cortes democráticas, los avatares del proceso constituyente, la relación clave entre Suárez y Carrillo o el reverso de la euforia por el histórico triunfo electoral del PSOE en 1982 fueron algunos de los temas sobre los que arrojó luz. Sin obviar, contra lo que pudiera parecer, las sombras de una Transición que estuvo lejos de ser modélica.
"Todo el período que transcurre desde diciembre de 1973 en que Carrero Blanco es asesinado por ETA –que es cuando de verdad empiezan a producirse los movimientos de preparación de un futuro que se sabe ya inmediato– y la celebración de las primeras elecciones libres en junio de 1977, es un tiempo sangriento, en el que todos aquellos que estaban dispuestos a impedir que el régimen de Franco acabe al tiempo que se extinga la vida de su fundador se enfrentan a sangre y fuego con aquellos que desde posiciones políticas opuestas, pretenden provocar un levantamiento de las masas que dé lugar a algo asimilable a una revolución popular". Por eso, entre otras razones", explicaba, reiteraba aquí y siempre Prego, reivindicando un logro colectivo puesto en solfa con frecuencia en los últimos años; por eso "el proceso de transición política resultó tan delicado, tan peligroso y finalmente tan exitoso, tan brillante y tan meritorio".
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